martes, 30 de octubre de 2007

BLOGS Y BLOGEROS

Qué duda cabe que estas declaraciones pueden herir la sensibilidad de mucha gente, pero para eso me pago. Declaro de antemano mi total ignorancia sobre la inserción de links, fotos y demás adornos que hacen que mi blog parezca un misal sin estampas de santos, donde imagino a mis lectores mojando el dedo para pasar las páginas de la pantalla donde leen, de tan adusto y correoso que debe ser enfrentarse a una publicación como la mía. Por supuesto, desconozco los métodos de indexación, no tengo la más remota idea de que es el RSS ni el Atom y me manejo torpemente con el Blogger que los señores de Google ponen a mi disposición de manera gratuita, cosa que agradezco. Cometí el error de insertar publicidad de adsense y no la puedo suprimir porque de momento no sé como. Todo será ponerse a ello.

En mi ánimo de mejorar hice varias reformas, añadí líneas de código HTML sin saber exactamente para qué y no sirvió de mucho; sencillamente no funcionó.

Es por ello que me he convertido en un blogero feroz, que escudriño envisioso las páginas ajenas buscando el colorido de las imágenes, las cabeceras impactantes donde la conjunción de los pixels de colores se juntan como si fueran hermafroditas reproduciéndose hasta alcanzar una camada multicolor y los diseños atrevidos donde todo encaja como una media de cristal en la pierna de una bella mujer. A continuación, después del primer flash, leo ávidamente el contenido, escucho las canciones y miro los vídeos, pero hay muy pocas que me queden en la memoria.

Me gusta comentar los posts que me parecen interesantes y lo hago en ocasiones, pero la mayoría de las veces no encuentro las palabras adecuadas para ser amable sin que se note que estoy algo decepcionado o simplemente que me importan un carajo. Seguro que es la misma sensación que muchos tienen cuando leen lo mío, pero mi concepto de bitácora va más allá de lo puramente estético y a mi me interesa más el contenido que el continente, prefiero un buen escrito que una imagen impactante, me importa más el esfuerzo de escribir que la técnica de insertar objetos brillantes en el reducido espacio de un blog. Debo ser un tipo raro.

He aprendido mucho en estos meses de blogero, sobre todo de los gustos de la gente y de la camaradería que rodea al fenómeno blog, donde las recomendaciones son tan importantes a la hora de buscar audiencia. Los temas más queridos suelan ser los recurrentes sentimientos de amor, sexo y soledad mezclados con pequeñas piezas de youtube donde lo mismo te muestran un viejo corto del Boss o una pasarela Cibeles de lencería fina.

Tengo una cosa clara. La gente no es tonta y si consume un tipo de producto es porque le interesa o le mola, por lo tanto es difícil compatibilizar el gusto personal con el general pero echo de menos un poco más de imaginación, algo que me emocione y me obligue a recomendar un sitio imprescindible, donde el esfuerzo no solo se limite a lo obvio sino que mezcle sabiamente los fuegos artificiales con el pregón de fiestas.

El día que lo encuentre dejaré de escribir este blog, mientras tanto intentaré aprender la técnica para que esto no parezca un desierto con letras, pero me tendréis que echar una mano, si es que queda alguien al otro lado del ADSL.

miércoles, 24 de octubre de 2007

EL HOMBRE QUE PERDIÓ UN COJON (II y FINAL)

La pérdida de un testículo me ha valido para no tener que responder al sastre de qué lado cargo y al tener el peso peor distribuido, calcular mal la trayectoria en las esquinas por lo que debo rectificar sobre la marcha para no atropellar a los ciegos que venden el cupón o entrar en establecimientos en los que no estoy interesado.

Tenía dos soluciones: agenciarme un huevo de madera, de aquellos que usaban nuestras abuelas para remendar los tomates de los calcetines y llevarlo siempre en el bolsillo o acudir a un especialista donde buscar un remedio asequible si es que ello es posible. Todos conocemos gente con ojos de cristal de bohemia, dentaduras de oro, narices de platino y piernas de contrachapado, pero nunca había oído hablar de cojones de repuesto. Si los hubiera, ¿Son fijos o de quita y pon?. ¿Color carne o de luto riguroso?. ¿Los hay con peluquín o alopécicos como Juli Borisovich?.

Consulté con mi médico de familia la posibilidad de que la seguridad social me sufragara una prótesis que elevara mi decaído espíritu y descendiera mi elevado escroto al ras de lo habitual, pero el Doctor Arsenio Pamplinero, sencillamente no contemplaba posible dicha propuesta.

- Mira, Diógenes: Aún en el supuesto de que existieran prótesis de ese tipo, ¿ tu piensas que el estado te va a sufragar esa operación , cuando no te paga ni una funda dental?. NI DE COÑA, y aligera que tengo la consulta llena griposos y reumáticos.

Algo desesperado, acudí al entrañable mundo de la ortopedia, todo magia e ilusión donde lo mismo te esconden una sonrosada hernia estrangulada, que te facilitan, en formato PVC como las ventanas, un maravilloso brazo en tonalidades que van desde el más blanquecino ario al negro cubano más prieto. Todo un mundo de posibilidades con una financiación inmejorable y donde no importa que la firma del contrato no sea del todo legible porque asumen que la pérdida de un miembro no es incompatible con el honorable fin de dejar de ser manco, aunque el resultado final sea desastroso si nos referimos a estética y utilidad.

Tenía que intentarlo porque me devanaba los sesos entre mi seguridad casi absoluta de la inexistencia del producto y esa mínima posibilidad de que un celador desocupado y manitas hubiera lanzado al mercado “el huevo de repuesto”. No sabía como preguntar por el producto y decidí resolverlo sobre la marcha. Para ello, elegí cuidadosamente el sitio y la hora de manera que el local estuviera vacío de público. Nada más se levantó la trapa metálica, entré como un poseído y le pregunté al dependiente.


- ¿A que no hay cojones?
- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
- Disculpe, señor, ¿cojones para qué?
- Cojones para vender, claro.
- Yo tengo cojones para vender lo que haga falta, llevo en la profesión veinte años y no me ha faltado valor ni para atender los casos más complicados.
- Si, si, pero yo me quería agenciar un huevo.
- Pues se ha equivocado de sitio, la cafetería está dos portales más arriba.
- ¡ Un testículo falso! , coño, ¡un cojón de plástico!, ¡un huevo de marfil !, lo que sea.
- Entiendo, Usted busca una tienda de artículos de broma. En ese barrio ya no queda ninguna.

Ofuscado por la incomprensión del incompetente no me quedó más remedio que bajarme los pantalones y mostrarle al dependiente lo insólito de mi petición.

- ¡Haber empezado por ahí!. Lo que busca es una prótesis testicular. Deje que mire un poco detenidamente que tengo que calcular la talla y el color.

Me observó detenidamente y sopesó con una mano y gran aplomo el pesaje de mi otra víscera y comentó sorprendido ante mis cicatrices.

Disculpe la pregunta, señor. ¿No le parece que ya es vd. muy mayor para andar golfeando con su gata?

No le estrangulé porque entró una señora y viendo el espectáculo dijo que iba a llamar a la policía.

- Lo siento señor, tengo el color, pero de talla calza una pequeña que no se fabrica.

Salí desesperado y con la autoestima tan baja que parecía de la cuadrilla del bombero torero. Llegué a casa y mirando en Internet di con la solución.

La Seguridad Social incluirá los testículos dentro de su avanzado programa de trasplantes. Me apunté de los primeros, pero como no era un caso de extrema gravedad, puesto que tenía otro, quedé en lista de espera con un plazo mínimo de cinco años. Lo malo es que cabe la posibilidad de que dentro de ese plazo, me tengan que reponer los dos.


PD. Los animales no donan sus órganos. No seas animal y dona los tuyos.

domingo, 21 de octubre de 2007

JUAN ANTONIO CEBRIAN: EXITUS

Anoche, como todas las noches de Sábado te busqué con la ruedita de mi pequeña radio y no te encontré. Maldije a mi viejo aparato o a sus desgastadas pilas o a un fallo en la comunicación, pero no pude encontrarte.

Salté de emisora en emisora buscando abrigo para mi insomnio y todo aquello que escuchaba me sonaba a sabido. Llegúe a la SER y ahí recibí el primer mazazo. Hablaban de los familiares de nuestro compañero Juan Antonio Cebrian. Minutos más tarde ampliaron la noticia. El Cebri había fallecido de un infarto esa misma tarde y me había dejado viudo de radio. Fue mi compañero durante 17 años de comunicación en estado puro. Ese hombre que hizo que Wifredo el Belloso fuese tan popular como el Capitán Trueno o que sin él, Juana la Loca fuese un personaje olvidado. Encendí la luz y las invisibles ondas de la radio se tornaron grises encima de mi cabeza y descargaron un llanto inconsolable hasta que vi flotando mis zapatillas alrededor de la cama.

Me levanté empapado y allí permanecí, sentado en mi sillón, pidiendo explicaciones a dios o al diablo. Solo un tipo de su envergadura cultural y humana podría ser deseado por ambos, tanto, como para llevárselo así, de un gañafonazo traidor que le partió en dos su generoso corazón.

Es día de luto en para la historia, lo paranormal, la ciencia, el medio ambiente, la música y el comic. Todos los que amamos "La Rosa de los Vientos" estamos desolados sin ti.

En los hospitales, a los fallecidos se les llama EXITUS, es decir que han salido. Sin duda tu salida ha sido por la puerta grande. Te echaré de menos, tanto, hermano Cebri..

lunes, 15 de octubre de 2007

EL HOMBRE QUE PERDIÓ UN COJON

Ese día amaneció tarde y cuando la mañana se quiso dar cuenta, las agujas de mi despertador estaban de coyunda en la posición de las doce. Me di cuenta de que llevaba el traje puesto y la corbata azul anudada, que tenía la punta por encima de mi cabeza, hacía juego con el color violáceo de mis ojeras y me daba el aspecto de un suicida de tiros largos al que le faltaba un planchado y un afeitado para que los de la funeraria le dieran el visto bueno y lo metieran directamente en una caja tapizada por Coco Chanel.

Deshice el lazo que me oprimía y me incorporé de repente cuando me sobrevino una punzada en la cabeza y me volví a recostar despacio hasta que descansé en la almohada que me pareció tan áspera como la joroba de un dromedario. El dolor se fue aliviando y conseguí que las palpitaciones de mi sien se acoplaran al segundero del carillón que sonaba bronco y parecía regañarme con la cadencia de un quirieleison por mi vida disipada y llena de excesos.

Me desnudé despacio para no alterar mis biorritmos, tan confusos como lo podría estar una araña enredada en su propia tela. Al quitarme el calzoncillo, las viejas cortinas de terciopelo rojo se enrollaron sobre si mismas por ese extraño pudor clerical que siempre tienen los objetos color púrpura o porque no era fácil admirar un espectáculo en el que se mezclaba la palidez de mi piel con las costuras que los cirujanos de guardia me habían tricotado por todo el cuerpo en mi fracasada carrera de novillero. Me miré de arriba abajo en el espejo y desde el cuello a las rodillas todo se asemejaba a un pergamino escrito en morse, puntos y rayas donde un viejo telegrafista podría descifrar la historia de mi vida.

Mi cita con el agua iba a ser breve porque había olvidado pedir butano y a fin de cuentas no tenía ganas de ducharme, solo un restregón de compromiso que me refrescara la cabeza y desodorizara las axilas y las partes blandas más blandas que nunca.

Fue entonces cuando lo noté. Había un extraño vacío en mis testículos. Palpé cuidadosamente y en lado izquierdo todo era normal pero en el derecho no notaba nada, solo el vacío de lo inexistente, puro cuero peludo como un odre sin agua. Imaginé que podría estar escondido, como a veces les pasa a los niños y tosí como si me fuera la vida en ello esperando que asomara mi cojón y me dijera que me había gastado una broma, pero no fue así. Empecé a marearme y salí del baño tropezando con puertas y muebles buscando el alivio horizontal de la cama donde desmayarme.

Desperté en el hospital. Llegó una enfermera de bata verde y ojos de miel que me tomó la temperatura y me pregunto cómo me encontraba, pero no pude hablar. A las pocas horas, un médico me explicaba que me había estrellado contra la luna del armario y que era un milagro que estuviera vivo. Le pregunté por mi testículo derecho y negó con la cabeza.

Ha sufrido cortes muy graves en todo el cuerpo. De la zona genital es lo único que estaba sano, pero el cojón izquierdo...lo siento, no nos quedó más remedio que extirparlo.

miércoles, 10 de octubre de 2007

LA CONJETURA DE GOLDBACH

En 1742, un matemático llamado Christian Goldbach postuló una conjetura que no ha sido resuelta hasta el momento. Dijo, con evidente ánimo de joder al prójimo que todo número par superior a 2 es la suma de dos primos. Así 4 =2+2, 6=3+3, 8=5+3, 10=3+7 y así hasta el infinito, porque no se si sabéis que los primos son infinitos tal como demostró Euclídes en el siglo III antes de Cristo con un sistema de reducción al absurdo. Gilipolleces, eso lo había resuelto yo con menos coco viendo a una familia de gitanos que viven por mi casa. Se murió el patriarca y vinieron al funeral dos mil y todos decían de algún primo que no había podido venir, que les disculparan.

Andaba yo preocupado con el tema y llegué a la conclusión de que si el problema no está resuelto todavía es porque la alienada cabeza de los que practican teoría de números, algoritmos y esas vainas no son capaces de reducir al absurdo este problema. Sentéme, pedíme una vichy con hielo y limón y cuando las pizpiretas burbujas me incordiaban la nariz, di de inmediato con la solución. EUREKA. Trescientos años de jaquecas de los mejores cerebros del mundo y lo soluciono yo, sin boli, solo con una servilleta de papel mojada que usé de pañuelo. Por cierto, tengo que hablar con el nuevo ministro de sanidad a ver si prohibe de una vez las servilletas satinadas de los bares porque no recogen la humedad, la repelen. Hace unos día me tome una lata de mejillones en un tascucio y gasté todo el taco. Pensé que había conseguido limpiarme la grasilla naranja, pero al salir me gritó una señora desde un tercero…. ¡BUTANERO, súbeme dos!.


Quedamos a comer seis amigos, nos sentamos y decidimos pedir un kilo de gambas para picar y luego un segundo plato. Liborio y yo, que tenemos mucha cultura en general pero muy poca en particular, comenzamos una conversación inédita hasta el momento con un tema nunca antes discutido. Si al Alonso le putean en lo del maclaren y si va a ganar el mundial, que como que no. Gambita, traguito, gambita, traguito, cháchara, gambi…Coño si no quedan gambas. En mi plato había 4 cáscaras, en el de Liborio 5 como mucho y en los de los otros cuatro una montonera del carajo. Donde comen seis, que es par superior a dos, hay dos primos que se quedan in alvis, pero esto es extrapolable a chuletillas, paella, sangría, peladillas y hasta a la hora de comulgar que a los dos últimos les dan un dobladillo de ostia que si lo que buscan es comer el cuerpo de cristo, se tienen que conformar con una legaña.

En cierta ocasión anduve chingoloteando con una muchacha algo mayor que yo y bastante avanzada en lo que a asuntos sexuales se refiere. La chica, la verdad, estaba bastante bien y yo accedía gustoso a sus proposiciones. Una de sus fantasías era hacer una orgía con mucha gente. Sopesé la cuestión, se lo comenté a mi amigo Benito que salía con una francesa muy potable y dimos publicidad al asunto hasta que juntamos a 10 conocidos dispuestos. Iríamos con nuestras respectivas parejas al chalé que uno de ellos tenía en Colmenar de Oreja. Quedamos en que según llegáramos entraríamos en un vestidor, nos quedaríamos en ropa interior y pasaríamos a una sala llena de colchones donde solo había una tenue luz roja. Así lo hicimos. Cuando entré en el antro había una cierta animación. Botellas de Dubois y Gin Larios, hielos, cocacolas y vasos de plástico y cajas de condones por doquier. La verdad no distinguía mucho en la media penumbra. Me presentaron a todas y todos, empezó la música agarrada y enseguida llegó un tío alto y guapo que propuso a mi moza bailar y me apañó a su pareja para que hiciera lo mismo. Le agarré la cintura y enseguida supe que el cambio no me beneficiaba. Tenía unas lorzas que al tacto se me asemejaron al lomo adobado que compraba en la carnicería de la Dioni. Se arrimó y me pegó un morreo a traición que me supo a tequila y tabaco mentolado y me dejó la líbido tan pequeña y escondida que salí de la habitación, me vestí y me largué al pueblo a tomar una caña hasta que acabara el desmadre. Al poco rato entró Benito. Venía despavorido y tenía media cara blanca y media roja. Cuando se acercó note claramente la señal de una mano con el dedo índice debajo del ojo, el gordo en la nariz y la palma en la mejilla.

- ¿Qué te ha pasado, Benito?
- Vaya leche que me han dado.
- Pero, ¿Qué estabas haciendo?
- Estaba con una chica, fea de cojones, pero algo es algo cuando me dice, házmelo por detrás. La pongo a cuatro patas, le atino al agujero pequeño y cuando lanzo el cohete, se pone a gritar y me suelta una hostia. Me dice que vaya a dar por culo a mi madre. Vaya mierda de orgía. Total que me he arrugado y he salido pitando.
- ¿Y las chicas?
- Las chicas, bien, muy bien, atendidas por todos los lados.

Ni Benito ni yo supimos jamás de ellas. Otra vez se cumple mi teoría. 10 parejas igual a dos primos. Y así con todo. Dos mantis religiosas van a ligar, se encuentran con las hembras y después les comen la cabeza. Primos. En un grupo folclórico de bailes regionales, ¿quienes son los que no bailan pero tocan las castañuelas? Dos cojos. Primos. En una rifa se reparte un taco de papeletas por persona. ¿Quiénes son los que tienen que vender 25 tacos cada uno? Los últimos a los que se reparte. Primos. Tu moza se empeña en ir al estreno de harripoter, solo quedan dos entradas, las peores pero es el estreno. ¿Quién no ve la película y sale con una tortícolis espantosa? La prima y el primo. Y así sucesivamente.

Ya veis que fácil resulta demostrar teorías reduciéndolas a lo absurdo. Mandaré mi propuesta a la revista Stupid Resolutions of Mathematics y si me lo publican os invito a unas cañas.