domingo, 21 de diciembre de 2008

CARTA A LOS REYES MAGOS

Queridos Reyes Magos:

No sé si he sido bueno pero estoy seguro de que no he sido malo. Al menos, no tan malo como para merecer que se me indigesten de nuevo los mazapanes o que se me clave la espina del traidor besugo en el paladar. Estas navidades seguiré besando empolvadas mejillas y daré fofos abrazos de compromiso con el mismo sentimiento que me provoca Manolo Escobar cantando el carro, el refrescante aliento que deja el colutorio mentolado, el habla cadenciosa del vendedor de coches usados y en los ojos, la chispa a medio gas del descreído que piensa que los deseos de paz, que estos días todo el mundo pregona, no son otra cosa que el detergente estribillo que limpia conciencias y alivia cargas, como una confesión preventiva sin ánimo de enmienda en que la canción que se canta es una repetición interminable vacía de contenido.

No soy un apasionado de estos días. Las enormes familias reunidas en torno a la mesa una vez al año, pueden pasar el resto del tiempo sin más unión que una llamada de compromiso por el cumpleaños del niño y no se encuentran con los otros, salvo en los funerales o en el notario para repartir a cuchilladas de chaira, las cuatro perras que dejó el viejo. Prefiero las reuniones imprevistas, las que surgen del deseo de compartir sin otra excusa que la morriña redundante y la fuerza del cariño, ésas que te arrastran irremediablemente a viajar para pasar unas horas y en las que disfrutas igual de una centolla preñada que de unas alubias con oreja, un glorioso vino que una frasca de clarete donde lo importante es disfrutar de la compañía y no del avituallamiento.

No voy a pedir nada para mí, suficiente me habéis dado, pero si vuestra generosidad me permitiera un exceso, les ruego tomen nota:

A los que han hecho de mi blog algo importante en mi vida, que me leen y a quienes leo, gente a la que aprecio de veras, me gustaría poder darles personalmente un abrazo hondo para mostrarles mi admiración y demostrarles que el cariño virtual ha dejado de serlo y se ha convertido en una realidad que ilumina mis tardes y despeja de pesadillas mis noches. También desearles de corazón, paz y trabajo.

A otros que me leen y aprecian mi trabajo pero no dan señales de vida. Para ellos, la promesa de que seguiré intentándolo, bien en la versión instigadora que algo me cansa o en otro perfil diferente. Escribir se ha convertido en un desahogo y mis historietas son parte de lo que fui, algo de lo que soy y mucho de lo que me gustaría haber hecho y ahora es imposible. A todos vosotros, gracias por la fidelidad y que la vida os trate a cuerpo de rey.

A todos aquellos que habéis decidido donar vuestros órganos para que un tipo como yo esté coleando – si, eso también - mi más profundo agradecimiento y sincera admiración. A aquellos que habéis incluido en vuestro blog el enlace de la O.N.T, triple ración y a la familia desconocida que me devolvió la vida, sabed que os llevo en el corazón y todos los días rezo por vos una plegaria a mi Dios, ese individuo accesible, sin barba ni sudario, que me escucha cuando le necesito y me hace la seña de duples cuando me desvío.

A los demás que forman parte de mi vida podré hacerlo personalmente.

Por último, una petición especial. Conocen a Jorge, uno de mis sobrinos que pronto cumplirá 3 años, ése que se enamoró de la música en un concierto de Merche y que nos ha hecho odiarla de tanto repetir sus discos; el que sube al sofá con una linterna a modo de micrófono y canta de memoria las canciones con la lengua estropajosa de un sapo; el niño que canta del loco el canto, ha pedido a vuestras majestades un escenario con luces. Aunque le hemos dicho que los Reyes no disponen de semejante material, él, en su interior, confía en su magnanimidad y espera ansioso su regalo. En el caso de que la magia que poseen haga posible su apasionado deseo, recuerden que el piso donde vive es de setenta metros, no vayan vdes. a regalar alguno desmontado ya de los cines de la Gran Vía porque no cabe.

Sigan repitiendo, aunque les amuele el reúma y estén hartos de regalar gilipolleces.

lunes, 15 de diciembre de 2008

PALABRAS CLAVE

La grandiosa herramienta Google Analytics me ha proporcionado momentos de gozo. Entre sus secciones hay una a la que no había prestado atención, Palabras Clave, y es esa que nos dice qué palabras o frases que la gente escribe en los buscadores, han dado como resultado una visita a mi web. Si antes creía que los robots de búsqueda eran como secretarias tontas que lo anotaban todo, ahora mi opinión es que además están programados por un sádico.

Este post no pretende la mofa del usuario que, curioso o preocupado, plasma el motivo de su consulta con frases sorprendentes, sino dar respuesta a su inquietud, ya que dudo que la visita a mi sitio le haya aclarado algo. Comencemos pues con algunas.

Echar a hostias al inquilino moroso.

Querido peticionario, no me parece una solución civilizada. Existen los juzgados que se encargan de ello sin violencia, pero, si tu ira te ha sobrepasado, si has agotado tu paciencia, si de verdad quieres machacarle, ¿has probado la carta bomba? Es, sin duda, una solución mucho más …fulminante. Eso sí, probablemente nunca cobres la deuda pendiente.

Cura empalmado en la sirena.

Parece un jeroglífico pero no lo es. La frase es directa, no caben interpretaciones. Una mente enferma, después de probar todas las variantes sexuales, solo se excita con clérigos y seres mitológicos. Este preclaro cerebro se pregunta, con razón, qué haría un cura empalmado ante la visión desnuda de una preciosa sirena; dónde encontraría el orificio del placer. Mi sugerencia, que busque por la zona de desovar y que lleve una herramienta de pescadero para quitar escamas, que en las sirenas son muy recias, no vaya a sufrir daños en el fistro y más en el caso de un cura, que al serlo, se le supone ha tenido poco uso y la tiene sensible. Si no te satisface la respuesta siempre queda la castración a tijera de podar, con la que se irán las calenturas y te podrás dedicar, ya sin furores, a hacerte un hombre de provecho.

Jugar al tute con Sara Montiel.

He llamado a Antonia a su casa museo de Campo de Criptana y me ha confesado, sollozando, que dejó el tute subastao hace años porque le llevó a la ruina. Me ha dado un mensaje para ti. Si eres alto, moreno y preferiblemente Cubano, te propone jugar al matute, haciendo ella de sota de copas y tú de caballo de bastos. No lo entiendo pero ahí queda.

¿La piña estriñe?

En la radio sale un pavo que se hace llamar Doctor Tocavens o similar que habla mucho de nutrición. No he conseguido su número, pero he descargado de la mula un pdf muy interesante que se llama “anal ananas”. En el capítulo 133, en la sección “Artilugios” explica detalladamente como tallar a cuchillo un consolador con una piña verde aprovechando el tallo leñoso del interior. Si bien no aclara si la ingesta de piña estriñe, podría valerte como desatascador en caso de que no pudieras obrar convenientemente. En cualquier caso y basado en el sentido común, me atrevería a afirmar que la piña estriñe, y mucho, si se consume con cáscara.

Fotos pezones Tamara de Borbón.

No conozco a dicha señorita ni poseo fotos suyas, pero si consigues algunas y los tiene bonitos, no me importaría echarles un vistazo.

Negritos de la perla para la virgen de la puerta.

El mundo de Internet es fascinante. La cita pertenece a un poema que escribí cuando estuve ingresado un año en el frenopático por problemas de dislocación circunstancial del hemisferio sur, que no sabía que hubiera sido publicado. Para deleite de los lectores, perdonad la falta de objeto, pero es lo que tiene la enfermedad mental, os lo termino.

Negritos de la perla
para la virgen de la puerta
cachimbas de agua y saxofones mudos
para san josé en el zaguán
que espera al niño con los ojos tristes
porque tarda mucho para haber ido a sellar la bonoloto y seguro que anda echando un sermón a los fariseos.

Fotografías practicantes poniendo inyecciones en el culo a prostitutas.

Estimado inquiriente: te recomiendo encarecidamente que te pongas al día. La figura del practicante desapareció hace años, siendo sustituida por la del ATS. Eso demuestra que superas los sesenta y que en los juegos infantiles de médicos y enfermeras, sabe dios porqué, te relegaron a la denostada figura del practicante y eso te traumó. Seguramente tu prima no deseaba que le agujerearas el culo y ahora ahogas tus penas buscando fotos de prostitutas que se dejan hacer de todo por dinero. No me aclaras si las inyecciones son hipodérmicas o de empujón. Si en el cachete o en el mismo medio, pero, en cualquier caso, una visita al psiquiatra del seguro te haría mucho bien. No te arreglarán el episodio, pero unos ansiolíticos te dejarán una nebulosa suficiente como para imaginar que eres el dueño de un burdel y le pinchas el culo a todas las nenas los Viernes por la tarde.


Hay muchas más, sorprendentes como éstas a las que no doy curso porque tampoco doy crédito. Quizá algún día, bajo los efluvios de un buen pedo de vicks vaporub, pueda resolver los enigmas y torturaros con una segunda parte.

Para que no haya dudas, pongo a disposición de cualquier lector, el listado completo para verificar la autenticidad de las mismas.

martes, 9 de diciembre de 2008

LAS CORRIENTES VAGABUNDAS




1970

Eloy tenía una finca y en ella una pequeña vivienda. Vivía de su pensión, lo que sacaba de la huerta, tres filas de nabos, cebollas para matanza, ristras de ajos morados y diez cerdos que engordaba con algarrobas y pienso. En una cabaña próxima, semihundido en la tierra, un depósito de propano suministraba energía para cocinar y calentar las dos habitaciones en las que vivía en la compañía de su perro Quin y dos gatos huraños. Hacía sólo cuatro años que la leña dio paso a la comodidad del gas. Ya no tenía que doblarse para echar troncos en la chimenea ni estar pendiente de que las chispas incendiaran su casa.

Llamó al distribuidor para rellenarlo de cara al invierno, pagó la factura y cuando la cisterna sobrepasó el paso a nivel de la cercana estación, notó un fuerte olor a gas. No le dio importancia porque supuso que la carga excesiva habría hecho saltar la válvula de seguridad que expulsaba algo del sobrante. En unos minutos el mal olor había desaparecido y Eloy, contento por no tener que preocuparse del combustible hasta Mayo, encendió un pitillo, tiró la cerilla sobre la tierra seca y pudo ver en una centésima de segundo cómo la tierra a sus pies se tornaba azul y mortal .

La explosión arrasó la finca y Eloy quedó como un guiñapo a los pies de un manzano con la ropa quemada y un rictus de sorpresa en su cara abrasada. Solo los zapatos parecían indemnes, como si hubieran corrido por su cuenta las decenas de metros que les separaban del lugar de la deflagración.

Los técnicos, después de estudiar concienzudamente el siniestro, dictaminaron que el depósito perdía gas porque se había podrido en contacto con la tierra húmeda, las sales y la materia en descomposición, pero cuando Eloy lo alquiló, le aseguraron que estaba protegido contra todo tipo de corrosión por un período de veinte años. Llegaron todos. Bomberos, policías, técnicos del seguro, se analizaron tierras y aguas, desguazaron la fosa séptica y no hallaron explicación. Fue un pastor de la zona el que avisó de que algo extraño sucedía en las tierras de alrededor; no había topos y a las ovejas no les gustaba los pastos de los alrededores aunque la hierba estuviera verde y jugosa. –Esta tierra está encantada, como si algo maligno corriera silenciosamente por debajo-

De esa superchería, solo por probar, se acordó conectar a tierra una serie de voltímetros y, aleatoriamente, sin más orden que el derivado del caos, los aparatos registraban una fuerte actividad.

Por fin se halló una explicación al desastre. Las vías de la vieja estación, a menos de quinientos metros, descargaban en el suelo la electricidad de la catenaria al contacto con los trenes, tensiones que deambulaban sin rumbo, corrientes vagabundas que alteraban incansablemente las moléculas de los materiales hasta perforar el acero más grueso.

2008

De noche, cuando la nebulosa del sueño da paso al estado de reposo absoluto, el dedo gordo de mi pie empieza a levantarse, como si la erección involuntaria cambiara de sitio. El tendón del empeine se endurece, se tensa y los músculos laterales de la pantorrilla empiezan a doler con la intensidad de una coz de búfalo. De inmediato me despierto, salto de la cama como si hubiera caído un rayo y piso con el pie contrario el dedo erecto para dejarle a ras de suelo, como corresponde a su naturaleza. Inútil, sigue tieso, desafiante en su altivez de enano cabrón, supongo que mareado desde la altura a la que no está acostumbrado. Deambulo cojeando por el largo pasillo entre alaridos, asiento el culo en el sofá para masajear la zona, aplico inútiles remedios calmantes y al cabo de un rato, tal como vino, se acaba el dolor y vuelvo a la cama donde duermo, ya acoquinado, hasta que vuelva el calambre en ese pié, o en el otro, que también, o no vuelva.

Hay días que me levanto hambriento, otros no puedo ni tragar. La rinitis que ahoga pañuelos a docenas, se seca sin más. El droguero se extraña de que no pase a comprarle y me busca por los bares por si algo malo me ha pasado. El estimulante café que me despierta y me anima se convierte de repente en una fuente de intranquilidad. La tensión arterial sube porque sí, porque le da la gana. El colesterol malo, habitualmente a raya, tiene temporadas de libre albedrío y maneja las cifras a su antojo hasta tener dos asteriscos en la papeleta de la analítica o baja a niveles preocupantes. Mi carácter risueño se torno hosco algunos días y me vuelvo insoportable hasta para mi. El deseo pasa de ser un anhelo feroz a desaparecer por semanas.

Los médicos han aventurado muchas teorías, todas falsas. Potasio alto, falta de cinc, exceso de cloro, alteraciones del tiroides. Yo sé lo que me pasa. De pequeño metía los dedos en los enchufes, chupaba las pilas y por aquello del inquietante cosquilleo, ponía el prepucio en las pistas del excalextric. Debo estar repleto de corrientes vagabundas.

viernes, 28 de noviembre de 2008

EL VIJILANTE


Jenaro Jeringa al aparato. Esta vez no ha sido fácil convencer al Instigador para que me ceda su espacio. Accedió cuando le dije que había cambiado de profesión ya que en el centro de día se había planteado un ERE al que me acogí gustoso, pillando algunos monises y unos meses en el paro del que me han sacado por huevos. Ahora ejerzo de vigilante en una obra donde la misión es evitar que los cuatreros me despabilen los ladrillos, yesos, aperos y sanitarios que, depositados al socaire tras un muro de ferrajes, descansan a la vista de sacres y mecheros que los rapiñan en un tris y te apiolan con una fusca del ventidós si te pones gallo y les haces frente. Nada de eso, que la paga no da para jaquetones y la única herramienta que me dan para el curro es una porra de manguera flácida que no haría daño ni a un borrego recién esquilado y una linterna de petaca que alumbra lo justo para abrir latas sin sajarme los dedos y con la que llego a distinguir si los bultos del fondo, son dos pomelos o las tetas del poster, cuando la pila es nueva.

En una zona industrial, donde las naves han dado paso a los edificios de apartamentos, las obras se reparten por doquier y todas ellas tienen su guardia. Cuando vi que yo era el único que no era gitano y eso podría colocarme en desventaja, me pasé con el autobronceador, dejé que las patillas me llegaran al gaznate y coloqué, cual torero, un largo mechón de pelo amarrado con cola de carpintero que me da el aire de uno más de esa etnia de tocadores de maderas, palmas y cojones, que viven en las casetas de chapa con la alegría de un bombo en Semana Santa, con sus fuegos a la puerta y la plasma a todo trapo.

Me inventé una identidad inconfundible, - Salazar – y me hice pariente en un minuto, del Cigala, de quién me sé algunas coplillas que me niego a tocar o palmear porque en aquel accidente se me quedó la mano tonta, no vaya a ser que por gil me descubran lo payo y se me joda el invento. El habla no es problema porque, siendo mi padre de Cádiz y simulando una ganga gutural que me sale fetén, chamullo una jerga imposible que les da pena y me dan palmadas en la espalda, tranquilizándome, y me invitan a buches de tinto para aclarar el habla y despertar el entendimiento. He llegado a tal compadreo que paso más tiempo en el bar Pilichi que en el tajo, porque me vienen a buscar, me sustituye alguno de sus churumbeles y todo está en orden, que para eso somos todos de la familia. Empiezo algunos chistes que nunca termino, porque se deshuevan de la risa y dejan rondas a deber hasta que el capataz llega con el sobre, el treinta, liquidan la cuenta y vuelta a empezar.

El gilipuertas de mi hermano, que es picoleto, pasó el otro día a saludarme vestido de oliva y con la luminaria del coche encendida. En dos minutos se me llenó la obra de paisanos mirando por la valla, sin atreverse a entrar, que los civiles son el demonio, y en un acto de compasión, después de echar yo un dospapeles y él una mano de birras, apesadumbrado por mi aspecto y comprendiendo mi drama , salió escopetado, como jiñado de la jindama ante un gitano de tronío que no se arredró ante el tricornio, y de esa manera me convertí en un ídolo.

Mis parientes aplaudieron y me ofrecieron un homenaje por todo lo alto con botellas de cava, rumbas y bulerías. Incluso Moisés, el patriarca, arrancó por peteneras, se trabucó con la dentadura postiza al punto de penetrarle en el coleto y ante el espanto general, no tuve más remedio que meter los dedos para que no se ahogara, pobre de mí, que ahora llevo vendados por lavarlos inmediatamente con aguafuerte.

Para mayor realismo, inspirado en un cuadro que vi en el MOMA, he colgado un cartel que aclara la procedencia, profesión y no he puesto que tengo canes salvajes porque los chuchos que merodean tienen menos carne que dientes, se tiran al pan como si fueran torreznos y se les pone cara de idos cuando huelen un pellejo de chorizo. Las obras están paradas pero seguimos cobrando, no sé hasta cuando, y si nos quedáramos en el paro, siempre habrá algo que vender, que de material está esto lleno.


Si pasan, no duden en llamar. Se aceptan presentes en estado líquido con tendencia a la evaporación, que no llegará al caso, o sólidos de fácil combustión que se puedan liar con papelillo. Por razón de camuflaje perfecto, aceptaría en préstamo un mercedes grande o una furgoneta de gran tonelaje con capacidad para varios quintales de fruta o un muestrario completo de fajas de temporada. Imprescindible con gran aparataje musical.

Esto es vida y no la que me dieron los viejos.

Feliz Navidad a todos.

jueves, 13 de noviembre de 2008

EL CLARINETISTA



Tengo un amigo con el que voy a los médicos. Prejubilado con capital, descansa sus días entre la cultura y la gastronomía sin más ambición que sus vaivenes bursátiles de inversor receloso no le provoquen acidez de estómago al que nutre con seleccionadas viandas, mientras habla de conciertos o museos con la autoridad de un comandante de la guardia civil.

Compañero de garitos, casas de comidas y algunas golferías, epata a las damas con su verborrea de vividor ilustrado aunque añora los veinte centímetros necesarios para alcanzar el porte de galán que sustituye con un vestuario atrevido, sin perder la compostura y un don de gentes que dedica a los saludos efusivos, besos a las damas y adioses a todo quisque con quién se cruza.

En esa edad en la que empiezas a cagar las espinas de las sardinas de los excesos, algunos sustos le han provocado una leve hipocondría que resuelve con varias tarjetas sanitarias que utiliza más que las de crédito porque lleva pinza de plata con grueso fajo multicolor de billetes de curso legal y de procedencia lícita. Así las cosas me anima a hacerme chequeos innecesarios, que bastante chequeado anda uno, y está siempre dispuesto a una visita al oculista para evitar el glaucoma traicionero o al urólogo que le confirma que la falta de firmeza es cosa de la edad y no de un colapso de tráfico plaquetario que le dificulta la circulación sanguínea de la minga.

Hace unos días, frente a un plato de callos, me preguntó.

- Por cierto, ¿no tendrás que ir al podólogo?
- Tenía previsto ir este mes, pero no quedé muy contento la última vez y me gustaría cambiar.
- Déjalo de mi cuenta. Voy a pedir hora al mío que un repaso nunca está de más.

Hoy era el día, a las once de la mañana. Una hora después nos confirmaban que la cita era para ayer lo que nos dejó toda la mañana para un garbeo hasta la hora de comer. Iniciamos camino al barrio, miramos escaparates, enamoróse de una chaqueta multicolor en cuadros pastel que sería abucheada por sus congéneres en mi guardarropa y paramos en un establecimiento a comprar determinadas hierbas eficaces, cual más, contra el estreñimiento y el meteorismo y que usa con la misma asiduidad con la que se hace lustrar los zapatos en el limpiabotas de la glorieta de Bilbao. Preferí esperarle en la calle, al solecillo de noviembre, con el cuero abrochado y el diario recién comprado cuando un hombre de barba desaliñada empezó a tocar el clarinete. Los primeros compases fueron desconcertantes. Tocaba una escala sin peldaños en ruidos inconexos que podría ser el calentamiento de un genio o la sintonía del telediario del infierno. A continuación tomó postura. Inclinó un tanto la cabeza y cerró los ojos. Del instrumento brotaban notas del más salvaje free jazz jamás escuchado, subidas y bajadas de tono en amplios resoplidos como si las teclas las pulsara un endemoniado. El artista, mientras, ponía tanta pasión, su rostro denotaba tanta concentración, placer incluso, que no tuve más remedio que aplaudir.

Fernando salió con la compra hecha y le rogué esperar una nueva pieza que me sacara de dudas si estaba delante de un genio de la música imposible o un estafador que soplaba el pitorro con la misma formación musical que yo el porrón de clarete. El segundo acto fue inenarrable. La estridencia sonora solo era comparable al aullido de un lobo cuando le pilla los cataplines un cepo, pero el menda acompañaba la melodía con rítmicos movimientos de pie y un careto extraño que aparentaba un orgasmo o el estado anterior a un síncope. Esa vez no me atreví a aplaudir. Se acercó Fernando y estuvo unos segundos hablándole al oído. Le vi retirarse unos pasos cuando el barbado comenzó de nuevo a interpretar. Fueron pocas notas. Tarariro tararí, tarariro tararí. Mi amigo, entonces, sacó un billete de cincuenta y se lo metió en un bolsillo.

- ¿Estás loco? ¿Le has dado cincuenta pavos?
- Lo prometido es deuda y las deudas hay que pagarlas.
- Pero.. ¿Qué le has prometido? ¿De qué me hablas?
- Le dije que la daba cincuenta si tocaba una canción conocida y lo ha hecho.
- ¿Eso que ha tocado era una canción? No eran más que cinco notas inconexas.
- Te equivocas. No tienes oído para la música. Eso que ha tocado era una interpretación, muy personal eso si, de los pajaritos.

En el postre, viéndole devorar unas filloas, me preguntaba en mi interior sobre la extraña relación que une, por unos segundos, a un menesteroso con jeta y a un acaudalado caprichoso. Comerán juntos. No me cabe duda.

jueves, 6 de noviembre de 2008

AL VOLEO

Hace días que no publico y no es porque no haya escrito. Lo he hecho, mucho. Y malo.

Tres historias están atoradas en mi cabeza sin asomo de solución o mejora. No consigo continuarlas ni adaptarlas al formato de relato corto y no dan de sí para un cuento, pero no pienso rendirme a mi inutilidad y volveré sobre ellas porque debo ser un tanto obsesivo. Cuando me pongo delante de la pantalla, sobre el teclado negro, me enfrento a una idea absurda o a un título, nada más. A partir de ahí todo va surgiendo, toma forma a trompicones y termina como empezó, de la nada. Es por ello que la improvisación y la indolencia son mi fuente de inspiración y mi forma de escribir, todo al voleo, como las semillas sembradas a mano o las equis de la quiniela porque no entiendo nada de fútbol.

Y así al voleo, empiezo este post, escribiendo al son de mis pensamientos, sin rectificar, según me sale. Pensamientos fugaces al compás de Shubert.

La actualidad de estos días me ha dejado un amargo sabor de boca. El peregrinaje de nuestro presidente intentando acudir a la reunión del G20 suplicando un sitio que le corresponde y la poco acertada postulación de nuestro campeón Fernando Alonso para conseguir un puesto en Ferrari. La nación implorante.

España debe estar presente porque es la octava potencia del mundo y creo que Bush lo sabe. También pienso que estaría invitada si nuestro representante fuera otro. La retirada apresurada de las tropas en Iraq y la ofensa en el desfile donde no se levantó al paso de su bandera han calado hondo en la patriótica retina de los Yanquis y a nuestro boss no se lo han perdonado, ni se lo perdonarán, por muy cambiante que sea la política exterior de los USA con su nuevo presidente tostado y demócrata. Lo que más me impresionó de la ciudadanía de aquel país fue su fervor reverente a su bandera y sus símbolos. En cualquier estadio, se juegue a lo que se juegue, comienzan con el himno, la gente se levanta y algunos alzan la mano al pecho mientras cantan su himno. Es esa deshonra, ese nimio detalle, lo que hace que Zapatero sea un apestado para los norteamericanos. Ya sabes para otra, José Luís, No hace falta que lo sientas, te vale con el paripé.

Como amante de la Fórmula 1 desde los tiempos en que repostaban con regadera, he encontrado, como muchos, un nuevo aliciente con la llegada de Alonso al circo. Es un gran piloto, bicampeón con una escudería de segunda con la que defenestró al gran Schumacher, pero declara su amor a Ferrari, manifiesta su intención de favorecer a sus pilotos sin darse cuenta de que allí no le quieren. Le ofrecieron el puesto de probador, aceptó, pero Briatore, su padre putativo, le consiguió a última hora un puesto en Minardi, aquella gran mierda y les dejó plantados. Al igual que ZP, mientras la dirección de Ferrari siga en manos del Sr. Montezemolo, Alonso no tendrá un volante, excepto por una debacle improbable o una inyección astronómica de un patrocinador español.

Un presidente de un país como España y un piloto fantástico como Alonso no deben ir suplicando un puesto que les corresponde por méritos pero que han perdido por su falta de tacto. El primero debe demostrar su valía aquí, ofreciendo un nuevo impulso a la preocupante situación económica con medidas eficaces, si es que sabe, y el segundo, con lo que tenga a mano, intentar ganarles con su maestría. No es necesario estar en el G20 para que España sea tenida en cuenta ni a Ferrari para ganar otro mundial. Que les den.

Para finalizar, el discurso del perdedor Mc Cain.

- Obama, tío, ayer eras mi contendiente. Hoy eres mi presidente. Trabajaremos juntos para mejorar este país.

Igualito que aquí. Eso sí que me da envidia cochina de la mala.

Se me han terminado la quinta sinfonía y el rollo. Disculpen las molestias.

domingo, 26 de octubre de 2008

LA PRIMERA VEZ

Comenta el presidente Cántabro, Revilla, que su primera vez fue con una prostituta como el noventa por ciento de los españoles. Esa declaración me ha conmovido no por descubrir que era putero, sino porque me produce una balsámica sensación de bienestar comprobar que se puede ser político y seguir siéndolo aún habiendo cometido el pecado de estrenarse en un lupanar y chulear por ello. El ínclito Bush que coqueteó con el vodka y los hilarantes canutos reniega de su pasado yeyé y así le pasa; le ha quedado en la jeta el rictus almidonado de un agente funerario que disfruta más en una sala de autopsias que elevando el espíritu con una buena botella de bourbon.

Si bien, la hazaña de Revilla, por importarle un bledo el qué dirán me ha reconciliado con la parentela política, también me ha hecho pensar y he llegado a la conclusión de que yerra en el porcentaje. Miro a mi alrededor y descubro que ninguno de mis amigos de entonces se inició en el sexo ahuecando el bolsillo sino tras una larga peregrinación para acompañar a las chicas al portal de su casa donde se conseguía un seco beso neumático, un roce en la cumbre y un par de hostias sin posibilidad de devolución, si el padre andaba al acecho.

Domingo fue el primero. Delgado como un palo, eligió o fue elegido por una chica de gran estructura mollar y carnes tan abundantes como furores sufría. Lo que relató Domingo después, no quedará en los manuales de cine porno como ejemplo de escena a filmar pero si valdría si hubiera uno dedicado al ridículo. “Si no hubiera sido porque tenía el nivel de testosterona más elevado que el de alcohol en sangre, no me habría atrevido con semejante hembra. Cuando decidí que era el momento, me sentí como si fuera un practicante poniendo una inyección en un inmenso culo. La fuerza hipodérmica de mi virilidad hizo hueco pero no sabría decir si atinó o encontró acomodo en algún pliegue. Duró poco, muy poco y salí corriendo no fuera a pedirme que a cambio de la frustración que denotaba su cara me pidiera para saciar su ansiedad una caja de donuts.”

Modesto fue más previsor. Se ligó a una recién llegada que tenía escrito en las bragas el certificado de penales. Varios reformatorios le habían proporcionado la cultura necesaria para falsificar recetas lo que la convirtió en un laboratorio ambulante. De las centraminas para estudiantes a los embriagadores valium, ofrecía un amplio catálogo de psicotrópicos para cualquier ocasión. Pero la moza no quería perder la virginidad en un coche y así pasaron un tiempo de lote en lote. Recuerdo con verdadera angustia las orquitis con las que Modesto llegaba a casa para arrimarse al playboy y pernoctar en el baño a base de manoletinas. Cuando ambos tenían cumplidos los dieciocho alquiló habitación en una pensión del extrarradio a la que llevó a aquella mezcla de Al Capone y Mata Hari. Los amigos esperábamos en el bar el resultado de la faena y hacíamos apuestas sobre la cantidad y calidad de los embites. Llegó Modesto con carita de pollo y entre los abucheos conseguimos que dijera unas palabras. “Estuvo bien, bastante bien, pero el puntillo que me doy yo a las pajas es insuperable.”

Con esos antecedentes el panorama se me volvió de color gris, como los calcetines. Andaba yo chingoleando con una muchacha muy mona que pensaba que la virtud estaba en llevar blancas las bragas y que lo que sentía en medio del magreo no era otra cosa que el calor del rozamiento. Cuando mi habilidad permitió que el sofoco diera paso a la entrecortada respiración de un asmático, decidimos probar. Como buen chico que era y teniendo asegurada la satisfacción, procuré dedicarme a ella y conseguí buenos resultados en el calentamiento. Había que conseguir el empate y que el árbitro pitara el final con la misión cumplida. No hubo prórroga. Cerré los ojos y acabé cuando oí sus gemidos. Satisfecho la miré y vi su rostro contrariado. Le pregunté si le había gustado y apartándome con las piernas dijo. "Si gritaba, gilipollas, era porque me estabas clavando el codo en una teta."

Con este muestreo, uno de cuatro, la teoría de Revilla falla. La proporción de los que han perdido la virginidad en un putiferio es como máximo de un venticinco por ciento, y seguirá bajando.

martes, 14 de octubre de 2008

CENTRO DE DIA "DOMINGO MAMUERMO" (III)

De nuevo El Chutas a los mandos.

El Instigador otra vez ausente. Esta vez le ha dado por el poker online. Si bien, tirando con dinero ficticio, juega con la astucia de un conejo buscando tréboles, incordia a los contrincantes con la perseverancia de un topo excavando túneles y gana fichas con la misma facilidad con la que se despelleja los padrastros, todo cambia cuando tira de tarjeta. Pierde la fe en si mismo, se le descalabran los tríos y se le enciende la mirada hasta que sus ojos adquieren el color encarnado del culo de un mandril. Dice que prefiere gastarse los ahorros en algo divertido que esperar la comunicación de su banco anunciando la quiebra. Ya le dije que sacara los dineros del Tongo Bank y lo invirtiera en futuros del pasado, que eso no falla nunca. Ese fondo tiene una revalorización excepcional, no hay más que ver la cantidad de libros y películas que se siguen haciendo de los muertos del pasado y de los tiros de la guerra que tantos queremos olvidar de una maldita vez. Será en el XXII, si llega.

Ayer fue el aniversario del centro. Preparamos una fiesta con actividades, comida de hermandad y campeonato de escoba y cinquillo después de un discurso que en esta ocasión tuve que pregonar. Empezaba así:

Es nuestro deber, el mío y el de mis compañeros responsables del centro, mejorar la calidad de vida de los senior del centro, los amables ancianitos, los mayores que tanto hicieron por nosotros. Es hora de devolverles el cariño que repartieron, de curar sus llagas y ordenar su ocio para que llenen sus vidas con actividades saludables, a ellos, si a los ancianitos de mis entretelas….

En ese momento, desbordados por la emoción, empezaron a lanzarme claveles, varias bragas que para asegurar la distancia estaban rellenas de adoquín, algunos huevos y una latas de tomate frito que esquivé hasta que una de orlando impactó en mi tabique nasal y me produjo una hemorragia de emoción. Son como niños los putos viejos. No saben como demostrarme el cariño que sienten por mí y pierden los papeles porque las neuronas no les funcionan y actúan sin pensar. Yo les perdono, pero no olvido. Para mejorar su nivel cognitivo necesitan fósforo y pienso poner en las natillas cabezas de cerilla suficientes para que se les enciendan las luces. Todo sea por su bien.

Me curó la herida D. Celedonio Bullebulle Otrosí, abogado retirado pero en perfecto estado mental a pesar de sus noventa y cuatro años de los que ejerció solo tres por problemas con el régimen – pesar ciento setenta kilos con metro sesenta le dificultaba la asistencia a los juzgados- pero siempre anduvo entre legajos y sentencias. Ya jubilado obtuvo el título de bombero honorífico en Pastrana del Lumbrilla por sofocar a chorro de su mismo sifón el incendio en un brasero de cisco, lo que evitó una desgracia. Desde entonces, su mayor preocupación es la de obtener conocimientos médicos para auxiliar al prójimo en caso de emergencia. Yo no quería pero cedí a la cura porque es un plasta, un insistente y le canta el aliento como si comiera escarabajos peloteros con pelota y todo. Pensé que cerraría el pico de buitre mientras me curaba, pero no fue así. Entre la salsa y la sangre mi aspecto no era muy bueno, pero enseguida me dejé de preocupar cuando vi que Celedonio chupaba las gasas. Lo que digo siempre, mascullaba, a este tomate le sobra acidez y usted mírese el azúcar que como siga así se le van a garrapiñar las almorranas.

Aquello aumentó de volumen y me retiré a casa dejando en manos del destino los fastos del aniversario. Esta mañana he recibido un fax. Dice así.

Sr. Jeringa:

Deseamos de corazón que se ponga bueno. Sentimos el incidente y esperamos contar con su grata presencia lo antes posible. Como recompensa le hemos preparado una pequeña sorpresa. Dª Mercedes Pelonempecho hará un estriptis en su honor y los chicos del dominó le han preparado un bizcocho borracho muy especial.

Me temo lo peor.

Si esto no lo cierra la autoridad seguiré visitándoles, pero nada es seguro. Como dijo el gran escritor Paraguayo, Condominio Piscolabis.

Si tu corazón desborda felicidad, tabícalo, cholo.

Aurrevoir.

miércoles, 8 de octubre de 2008

MALOS TIEMPOS PARA LA ÉTICA

Malos tiempos para la ética. Mi banco, el de siempre, tiene la deferencia de llamarme al móvil. Me ofrecen un depósito de alto interés por mi dinero, ese dinero que saqué para ingresarlo en otro que me remunera, además del mismo cariño de mierda, unos intereses que no me dan arcadas. Quieren recuperar mi dinero, su dinero según creen ellos, se sienten traicionados porque tuvieron la deferencia de concederme una hipoteca por un valor del veinte por ciento del precio de mi piso y me hacen el favor de atender mis recibos siempre que haya saldo, porque si no, no lo harían. Eso seguro.

Me enternece la propuesta de la señorita. Te igualo la oferta y la subo un punto. ¿Ahora? Si, hoy mismo si reingresas todo. Mira, muchacha, son ya veinte años. Demasiado tiempo sin noticias; seguiré pagando la cuota pero en ocasiones hay que tomar una decisión y decir ¡A la mierda!. Eres un cliente preferente. Suena en el auricular con la entonación de una bella lolita chupando un polo mientras me pide la dirección de correo. Perdona pero no estoy acostumbrado a tus atenciones. Nunca las hubo, ni siquiera una felicitación de cumpleaños por sms, ni una disculpa por aquella devolución errónea que dejó su rastro en el registro de impagados y que persiste por los años cercenándome cualquier crédito. Eso tiene solución, me pondré a ello. No te cobraré por las transferencias, te daré gratis las tarjetas. Solo le faltó decir, seré tuya, amor. Las hienas tienen hambre. Se han hartado de comida basura y no quieren que se les acabe la reserva de carne de cordero enlatada. Solo faltaba. Le pregunto por la solvencia del banco. Excelente, claro. Además Zapatero asegura los depósitos hasta cien mil euros. No cariño, Zapatero no tiene más que lo que nos saque a los barandas. Yo esperaba que el banco emitiera un comunicado diciendo a los clientes que garantiza los depósitos con su solvencia, que administra mi dinero con el rigor de un pater familias, porque no soy un inversor, cariño, soy un depositario que busca un colchón seguro donde enterrar mis ahorros y tú una caja fuerte. Pasa por la oficina y tomamos un café, permite que te muestre el escote de la rentabilidad, te dejaré impactado con mis curvas de flexibilidad , entrarás y saldrás cuando quieras, sin compromisos. Pruébame y si no te gusto me puedes dejar tirada como una perra en el arcén de la cuenta de resultados.

Carmina, escucha, porque te llamas Carmina, ¿No? De momento no puedo. He dado mi palabra por unos meses, pero si te sirve de consuelo te diré que ha sido un placer hablar contigo. Nunca antes un plan de ahorro había conseguido producirme una erección.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

LAS URRACAS

A las urracas les gusta todo lo que brilla. Otros prefieren el fulgor asesino de la explosión, la bola de fuego que arrasa con todo, el aire comprimido que descuartiza miembros. Segovia no es Euskadi y para muchos segovianos ingresar en el ejército era la única forma de conseguir un trabajo porque allí no hay industria; solo funcionarios, camareros y dependientes. Un tipo que a los 45 alcanza el grado de Brigada no es más que un proletario en el sentido estricto de la economía aunque esté condecorado con las hermegildas. Las medallas pesan en la solapa cuando los desfiles se alargan y el brillo de la bayoneta es ahora fruto del lustre y no de la bilis de los atravesados.

La macabra farsa del terror sigue cotizando en los corros de Bilbao hasta que el volumen de negocio sea suficiente para que los chartistas crean que ha llegado el momento de ascenderla al Ibex. Allí, mano a mano, echarán otra partida inútil.

Será de nuevo una marrulla donde los tahúres apuesten lo que no tienen y el resultado, el de siempre. Se comenta en las mesas de juego que los mirones son de piedra y dan tabaco, pero en este caso, son dueños del garito. Vigilarán la partida desde el taburete mirando por encima de las cabezas de los puntos, examinando jugadas, apuntando debilidades, tics nerviosos y cambiando el efectivo por fichas con las que ganan su comisión que les reporta algo más para llegar a la autosuficiencia.

El poker de los muertos no acabará hasta que los mirones sufran bajas. Será entonces cuando los seguratas de boina roja desparramen las cartas, expulsen a los fuleros, voceen su ignominia y les declaren enemigos públicos. Así será si así sucede.

Ayer había urracas en el cielo de Segovia pero no bajaron a admirar el perfil resplandeciente de los sables. No soportan el olor de la carne abrasada.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

CENTRO DE DIA "DOMINGO MAMUERMO" (II)

Jeringa El Chutas al teclado.

Mientras el instigador sigue empeñado en empezar una novela, yo le sigo amenizando el blog. No es mal chico pero ha perdido ambición. Le digo que necesita contenido agresivo, tías en bolas, posicionamiento en buscadores, metatags certeros, long tails en cabecera, terrorismo en redes sociales y autobombo a tropel, y se me queda con la mirada perpleja de una cabra de derechas cuando la ordeña un pastor zurdo. Me sale con que lo suyo es vocación tardía. Y tan tardía. A este paso no la termina ni en el 2030. Lleva dos semanas y cuatro holandesas con tachones en perfusión y un título mareante: LAS REVOLUCIONES DE UN MUNDO REVUELTO , como los ajetes con gambas o un vespino trucado en las manos de un anfetamínico. Todavía no sé si trata de relaciones calentorras o de gastronomía para lerdos, pero él sabrá,.. o no. No me digas.

Hace unos días nos visitó la inspección del Imserso. Suelen pasar una vez al año para examinar las instalaciones y charlar con los responsables, entre los que me encuentro. Como nos avisan con un mes de antelación tenemos todo limpio y a los carcas les exigimos que ese día vayan con vestimenta decente, cambio de muda y sonrisa permanente so pena de no dejarles entrar en lo que queda de trimestre. Pistolo compró un par de kilos de café que nos durarán hasta navidades, yo me encargué de pasar revista y la limpiadora, Severina Fregonescu, repasó los metales con tanto brío que se les fue el lustre al carajo. La pobre no se dio cuenta de que para rellenar el sidol, D. Sisebuto había añadido un chorrito de ácido sulfúrico. – ¡Fuerrrte olorrr a demonioss! – decía mientras se intentaba quitar los guantes de goma que se le habían quedado un poco pegados. Todo quedó en medio litro de alcohol, una ristra de juramentos ininteligibles y unas manoplas de esquiar rellenas de algodón con betadine... y la lista de ella quería la baja. Lo que digo yo: así no salimos del mercado común.

Todo resultó como estaba previsto excepto un nimio detalle. Cuando el inspector salía por la puerta se produjo una pequeña explosión en la cocina. Alguien había metido una caja de mecheros en el horno y lo puso al máximo. La deflagración no hirió a nadie porque estaban todos amontonados en el almacén, pero a los que estábamos en la sala nos quedará para siempre el recuerdo de la puerta volando como un sputnik, que, atravesando la cristalera, se empotró en la zapatería de enfrente. Al día siguiente, el dueño que es un hipocondríaco cambió el rótulo de “Zapatos Puértolas” por el de: The Flying Door. Zapatos y taquicardias.

Sometí a primer grado a toda la concurrencia. Usé todo mi poder persuasivo intentando encontrar al culpable. Solicité al CNI pentotal sódico para inyectarles un poco y al cabo de unas horas me llega un tipo de negro, me esposa y me lleva a un calabozo. Me pone un gorro de lana al revés y me interroga.

- ¿Para qué quieres el pentotal?
- Para hacer cantar a los viejos
- ¿De qué viejos me hablas?
- Los del centro.
- Ahh, cabrito. Has secuestrado a la antigua cúpula de UCD.
- Anda que estás tú enterado. Los del centro de día, que se callan como putas.
- Tengo la solución. Para hacer cantar a alguien, lo mejor es la priva a destajo y un karaoke.
- Este menda es tonto. Parece de los servicios secretos de Lepe.

Las aclaraciones pertinentes, un apretón de manos que me cascó un nudillo y a la calle. Una confusión sin importancia. Para mí que estos del CNI no se enteran de nada o están bajo mínimos. Al final, como nadie se declaraba culpable, no tuve más remedio que someterles al tormento de la gota. Les siento de dos en dos, uno enfrente de otro, pongo el aire acondicionado a todo gas y dejo que se les caiga la vela hasta que se les congela, como si estuvieran en el polo. A la Sra. de Fogoso se le formó en media hora un carámbano que parecía una estalactita del Drach o el moco de pavo más translúcido de la historia. Ni la posibilidad de una pulmonía les asusta.

Nadie habló. Sigo sospechando de D. Victor Manuel, que tiene tradición minera ya que según cuenta insistentemente, su abuelo fue picador en la mina. Todo el día con las batallitas de los barrenos y el hollín. Vaya tío plasta.

A otra que vigilo de cerca es a Dª. Suripanta Melones. Trabajó como bailarina en compañías de revista con el apodo de “La Chinchilla”, por el suave y abundante matojo capilar que le nacía en el mismo flis y que por motivos laborales rasuraba a navaja con el primor de un esquilador uzbeco. Llegó a segunda vedette en el Teatro Chino de Manolita Chen donde oficiaba con ardientes antorchas que colocaba entre su desmesurado apellido. No conforme con salibarme en grueso perdigón cuando habla, utiliza unos muñequitos de trapo en los que pincha agujas de colchonero cuando se cabrea porque le quito la petaca de anís. La muy gilipollas cree que tiene poderes para hacerme daño; bobadas de vieja, pero el caso es que a veces noto unas convulsiones en los genitales, una quemazón de soplete que me dejan baldado media hora. Seguro que son gases.

¡Canta Canalla!, ¿Fuiste tú?

Entonces se levanta, pone un brazo en la cintura y entona aquello de …

La pera y el mejillón
para la que los prefiera
que yo para el comezón
de chorizo una vela entera.

Estos tipos, siempre pensando en comer.

Si el jefe sigue con la obnubilación literaria, seguiré pasando. Si reflexiona y se da cuenta de que es inútil, cogerá los mandos.

Bai bai

domingo, 7 de septiembre de 2008

CENTRO DE DIA "DOMINGO MAMUERMO"

Me presentaré adecuadamente. Mi nombre es Genaro Jeringa pero todos me llaman el Chutas. He desempeñado muchas profesiones: librepensador, agorero, numismático especializado en el Kurdistán, chupacirios, contralmirante de barra en el bar La Trainera y minusválido por horas en la puerta de una iglesia. Vagué por esos mundos buscando mi vocación hasta que me contrataron en el centro de día para la tercera edad “Domingo Mamuermo“ como monitor de actividades. Ahora soy un hombre nuevo y feliz dedicado con ilusión al solaz y cuidado de los maravillosos ancianos que asisten al centro.

Los viejos son una gente encantadora excepto el noventa por ciento que son unos amargados. No se levantan a mis órdenes argumentando que están en silla de ruedas o les duele el reúma y le hacen ascos al café, bien porque tiene posos o porque la leche tiene mucha nata. Chorradas de la demencia. La nata es buena porque proporciona grasa y por sesenta céntimos no querrán que les demos un capuchino cremoso con polvo de cacao. Aquí, como en casi todos los centros de día, en beneficio de la salud de vuestros mayores , se reutiliza con el método tradicional del puchero al carbón que le da un toque campestre y el tono oscuro necesario para tintar el recuelo sucesivo al que Pistolo somete al poso. De esa manera, libre de cafeína, el lignito activo es un fantástico protector estomacal que favorece la función peristáltica de los intestinos, la posterior evacuación y les deja el colon como una tubería de neopreno. Negro pero brillante.

A D. Anastasio le aparcaron por vez primera un dos de Diciembre a eso de las diez. Tomó un par de solos y salió de naja hasta el water con tal prisa que se olvidó de las muletas. Bien es cierto que se rompió una cadera pero quedó satisfecho porque hacía años que sufría de estreñimiento y al salir lo primero que dijo, antes de quejarse fue:

- ¡He jiñado un negrito del Domund!

Cuando se le llevaban a la ambulancia decía sentirse ligero como una pluma. Todavía no sabemos si se refería al peso que se había quitado de encima o a que le llevaban en andas tres mocetonas del Samur.

Mi trabajo consiste en coordinar las diferentes actividades del centro. Se dividen en tres grupos: sanitarias de 10 a 12, culturales de 12 a 2 y lúdicas, que duran toda la tarde hasta el cierre a las 8.

Este mes he empezado a probar una nueva técnica oriental basada en el Tai-Chi pero adaptada a la idiosincrasia española. Es el Chi-Ton que consiste en hacer el memo moviendo los brazos sin articular palabra una hora seguida. A los que se cansan o hablan durante el ejercicio les impongo un pequeño castigo: hacer gárgaras con un vasito que contiene al cincuenta por ciento, vinagre de sidra y lejía conejo que les refresca el aliento y les desinfecta las anginas. No entiendo que no le guste a ninguno excepto a D. Honorio que dice haberle sacado el gustillo. Debe ser que al prohibirle el aguardiente casero que le mandaba su hermano de Cangas tiene simio de algo con bouquet, para machotes pero sin alcohol, claro está.

Dª Engracia es nuestra voluntaria encargada del orden público. Encajera de bolillos jubilada, acostumbrada a faenar con palos, maneja los nunchacos con la velocidad de un ninja forrado de speed aunque sin la efectividad ejecutoria que sería de desear. De cada dos golpes que lanza, se autoinflige uno, ora en la crisma, ora en el esternón o las canillas, pero no pierde la afición y es una mujer respetada por los asistentes. -No acierto mucho-, dice la dama, -pero leñe que doy, ambulancia al canto-. La dirección del centro ha solicitado al concejal de tráfico algunas señales en desuso y un soldador con autógena para confeccionar a la pobre Dª Engracia una protección sólida ya que nos tiene arruinado el presupuesto de vendajes del botiquín. Ya no recordamos si el color morado lo traía de serie o es consecuencia de los moretones que, cual campo de violetas, le pueblan la piel.

Pistolo, antes mencionado, es el encargado de la cafetería. De su pasado solo sabemos que durante treinta años fue el encargado del economato en el penal de Ocaña. En el juicio confesó sus fechorías alegando un arrebato mental transitorio pero el Sr. Juez no lo tuvo muy en cuenta dado que el arrebato en cuestión duró más de diez años. Le condenaron a dos lustros y un día por asuntos menores como falsificación de condones, contagiar de purgaciones a todo un convento de clausura, mostrar sus genitales a las componentes de la asociación de amas de casa “María Purísima” y hacer de protagonista en una peli porno del 73 con el seudónimo de Mingafría, cuya especialidad era introducir el nabo en un cubo de agua con hielo y mantener la erección durante 45 minutos. Dentro de la cárcel, le cogió el tranquillo al contrabando de productos delicatessen y le fueron ampliando las condenas hasta que le echaron porque el trullo llegó a parecer una sucursal de Arzak. Al salir, se le estimó una fortuna de cinco millones de euros que fundió en pocos meses en acciones del Ibex 35.

- Invertir en la Banca Morgue tenía su riesgo, pero el nombre me sonaba. Lo que no imaginaba es que Terra fuera el apócope de terraplén-, solloza el barman cuando se pasa con los cubatas de Vodka Likeño. Odia la palabra Villa de tal manera que ha roto su carnet del Valencia y no ve partidos de la selección. Si alguien osa decir en su cara la palabra maldita “Villalonga” se le pone la lengua azul, cocea a cuatro patas como un asno salvaje y no se le pasa hasta que le mostramos un gráfico falso donde sus acciones están por las nubes.

A mis queridos caducos les he preparado una sorpresa para esta tarde. Les encanta el bingo. Sacaré el viejo bombo y tacharán los numeritos con la ilusión de llevarse el gran premio. Una fanta de naranja. Lo que no saben es que he fotocopiado los cartones y todos juegan el mismo. Ya veremos cuando canten todos a la vez. Vendrá la policía, de eso no hay duda.

Si el capullo del instigador me da permiso, volveré para contaros más anécdotas de este lugar tan necesario y donde todos nos sentimos como en casa, excepto D. Remigio, que se encierra en el baño y se queda a dormir en el retrete para ser el primero y arramplar con todos los periódicos que coloca en el asiento de la butaca, debajo del culo y va soltando a medida que los lee. Para él, ésta es su casa.

Saludos a la concurrencia (si es que la hay)

domingo, 31 de agosto de 2008

DIAS DE ASUETO 08

El cuatro de Agosto inicié mis vacaciones con destino a un pueblo de Salamanca donde reside mi familia política. Pasé allí unos días con ellos y al llegar los previos de las fiestas, salí pitando con destino a Segovia donde disfruto de la compañía de mis padres, hermanos y amigos. La vieja Castilla, con su cielo añil y sus frescas noches me reconcilia con el pueblerino que llevo dentro. Me acomodo enseguida al carácter adusto, hablo menos y respeto los silencios de los que callan rumiando su destino. No les oigo pero siento bullir su inconformismo ante la realidad de pertenecer a un sitio donde la historia gloriosa del pasado ha quedado en un olvido tenaz que hace hervir sus calles en horario comercial, cuando los visitantes de paso compran recuerdos y gilipolleces y se piran después de someter a su body al castigo de los judiones y el cochinillo asado. De postre, ponche típico que enladrilla aún más el sufrido estómago y a otra cosa, mariposa, que se hace tarde.

Mañanas de plaza, tardes de paseo y alterne y noches de tertulia hasta las tantas con los amigos de siempre. Me siento como si siguiera viviendo allí, me acomodo al ritmo pausado y me olvido de acordarme de mí. A eso de las tres, la madrugada entra con un vientecillo fino que eriza el vello. Un paseo hasta casa con la presencia nerviosa de mi amada que teme a los murciélagos que en las noches de verano vuelan como borrachos por los patios de aquel palacio donde construyeron unos pisos en el que habitamos.

El catorce, rumbo a San Sebastián. La bella Easo está más bella que nunca. El norte es un sorteo de gotas donde es habitual que toque premio. No es un buen presagio que la bolsa de la playa incluya toalla y chubasquero. Están en la semana grande y las calles atestadas de gente parecen arterias llenas de glóbulos de todos los colores que van y vienen movidas por impulsos, como contracciones de un corazón inexistente. Todo me parece excesivo, hasta la cola de los baños donde hay que esperar turno orando al santo para que nadie vaya con la intención de obrar a mayores, para que el parón no termine en charco.

Decidimos ir a la isla se Santa Clara, frente a la bahía, en una barca que resultó ser la misma en la que la noche anterior habíamos embarcado para ver un espectáculo de fuegos artificiales que me deslumbró por su belleza y que me arruinó un suéter por una chispa incontrolada que le hizo un agujero del tamaño de un bígaro y me calentó el hombro como si satán hubiera eructado a mi vera. La travesía duró lo que tarda un eyaculador precoz en culminar una faena y desembarcamos junto a una playita de juguete, como una bola de helado color caramelo que se le hubiera caído al santo y que destacaba preciosa entre el frondoso follaje y el negro bastardo de las rocas.

Mientras los demás buscaban acomodo en los bancos situados al lado de las empinadas cuestas, me acodé en la barra del chiringuito esperando algún desertor que dejara una mesa libre. Debió ser mi cara de angustia, quizás mi aspecto desvalido de urbanita descompuesto o el hecho de vestir pantalones largos, polo colorado y calzado inapropiado lo que llamó la atención de una buena mujer que se levantó y me ofreció una silla en su mesa. Una pareja de vejetes encantadores me ofrecieron sombra, canapés de anchoas debidamente depiladas y una conversación deliciosa que me reconcilió con el mundo al ver que la gente de bien te ofrece lo que tiene sin más gaitas que su buen corazón. Estaban a punto de servirme un plato de ensaladilla y una vaso de rioja cuando llegaron mis socios para decirme que habían montado el campamento en la cima de la loma, arriba de una cuesta corta pero empinada como el angliru, que me dejó unos minutos con el resuello agitado de un perro pachón después de cazar una liebre a la carrera. Una vez comidos, las nubes rodearon la isla y bajé raudo mientras los demás se lo tomaban con calma. La multitud ya formaba cola a la espera de embarcar mientras me acomodaba en un saliente de piedra con un periódico en la mano y un café en la otra, cuando un tipo, gordo como un trullo, se ubicó a mi lado y comenzó a vociferar a sus niños que salieran del agua. Me enfrasqué en la lectura, agaché la cabeza y al minuto noté una pérdida de visión lateral por la derecha. Levanté la vista y a escasos centímetros de mi cara había un culo peludo del tamaño de una hogaza de pueblo que amenazaba con besarme la mejilla. Me levanté de un respingo con la misma agilidad de un ciervo esperando que no tuviera la deferencia de soltarse un pedo, puesto que me volaría la cresta. Toda la isla para cambiarse y el muy cabrón decidió poner a prueba mis reflejos sin sopesar que un salto un poco desmedido habría terminado conmigo en las frías aguas del espigón sin todavía tener hecha la digestión.

Por las tardes al hipódromo de Lasarte donde se reúne la flor y nata de la ciudad. Muchas caras famosas, apuestas a degüello y un ambientazo fabuloso me hacen ver que el pijo tradicional, el de toda a vida, subsiste y tiene su feudo en esta ciudad maravillosa donde la comida es un arte. A punto estuve de ganar en varias ocasiones premios importantes. Le seguí la pista a un mozo con pinta de saber, esperando copiarle los pronósticos pero en el momento en que solicitaba los boletos, se me cruzó un escote vertiginoso que me aleló el oído y me dejó in albis. Nunca hay que mezclar el placer con los negocios. A dormir a Hernani, con fama de sitio conflictivo donde solo encontré amabilidad pese a llevar sin pudor prensa nacional y tener aparcado un coche con matrícula de Madrid. Mi viejo Japo sigue siendo guapo y veloz y no pienso cambiarlo hasta que la muerte nos separe.

De vuelta a Madrid por un día, justo para cambiar de ropa y más carretera hasta la costa Levantina. Este año tocó Santa Pola, no me preguntéis porqué. Tengo un contrato prematrimonial que me obliga a ir a una playa soleada al menos una semana al año. Todo lo dejo en sus manos. Ella decide cuándo y dónde y al terminar el periplo le pago la mitad sin rechistar. Un apartamento prestado fue la excusa y allí permanecimos casi una semana intentando encontrar un paraíso inexistente. En el reino de la gerontocracia solo había abuelos y nietos. Playas calmadas de aguas tórridas que me ven aparecer a la hora del baño y de las que me despido media hora más tarde, hacen disfrutar a mi pareja que busca el sol sin otro pretexto que sentir su cálido abrazo. Unos precios extrañamente suaves nos permitían el exceso diario de un buen restaurante pero el tedio generalizado de un lugar habitado por reumáticos sólo cuenta con el atractivo de su clima templado y una brisa refrescante que invita a la meditación trascendental mientras cuentas los días que faltan para volver a la rutina.

Ya en casa, empiezo a ponerme al día. En las noticias, otro episodio de violencia de género, esta vez, en mi calle, a cincuenta pasos. Muchas veces clavó el cuchillo ese demente. Hoy no estoy de humor para risas. Otra vez será.

lunes, 4 de agosto de 2008

MADRID A MEDIA ASTA

Con Madrid a media asta, mi barrio parece asolado por sudoración excesiva. Sobreviven algunas terrazas de mediodías dolientes y noches como cataplasmas donde los héroes nos apelotonamos en las mesas de la esquina esperando un leve relente que surja para dejar de boquear como peces en una charca sin oxígeno.

Me quería dar un capricho y pedí unas almejas al natural. El podenco olfato de mi compañera le provocó una mueca de tongo en su cara tostada, magdalena de brea y piscina atestada, que me puso sobre aviso un metro antes de que el camarero nos sirviera. Solicité un cambio de tercio y el jefe me sacó un pañuelo blanco para que prosiguiera la faena con el mismo deshecho que ya olía claramente a jo-de-te. Pedí la cuenta sin catar el género, ni siquiera el rueda en cubitera, y el bandolero se lo tomó como ofensa aunque se comenta que contagió de triquinosis a trece médicos de la clínica cercana con un choricillo de jabalí que picaba un poco.

Iba a llevarse la comanda pero me negué. Cuando del femenino tatuaje de su brazo no distinguía las tetas de la cabellera, cogí una servilleta blanca y la doblé encima de la manga con el marchamo que dan los años de barra y mesa y un buen monto de duros gastados en bien y mal jalar. Me levanté con el plato en la mano y empecé a ofrecer el género como obsequio de la casa a todo aquel que quisiera catar tan sabroso manjar. Fueron muchos los que picaron, exactamente una docena que saborearon ,sin yo poder creerlo, los bivalvos previamente rociados con abundante limón y agradecieron el gesto.

- Huy que bien.. ¿y este detalle?
- El rumboso del jefe que es su cumpleaños. Por favor, no se amontonen que enseguida sacamos más para que las prueben todos.
- ¿Puedo Repetir?
- ¡Señora, que esto es un obsequio, no un banquete!
- ¡Le echo limón y no se mueve el bicho!
- No me extraña. Se habrá quedado paralizado mirando sus ojos de Diosa Egipcia.
- ¡Que galanterías me suelta, bribón.


Acabé la ronda, entré por la puerta norte y salí por la que da al callejón con cuarenta euros menos y los huevos brincando de alegría.

Tardé unos días en pasar por el Garfio. Me extrañó verlo cerrado a la hora de comer y pregunté al portero de la finca de enfrente. Me contó que se lo había cerrado sanidad porque había intoxicado a varias personas, entre ellas, al concejal de urbanismo del distrito.

- Nada grave. Una cagalera de esas que te vas a hilillo y se te queda un tipo de bailarín sifilítico que da asco verte. Afortunadamente ya está bien todo el mundo.
- No, si al final habrá alguno que se lo agradecerá. No todo el mundo pierde cinco kilos en tres días.
- El que va a perder más de cinco es el dueño. Ese si que está cagado.
- Y yo que pasaba a comerme unas gambitas…
- Creo que deja el marisco. Quiere volver a las bravas que dan menos cornadas.
- Por muy bravas que le salgan, seguro que embisten menos que las almejas vitorinas que servía.

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Quiero agradeceros el inmenso apoyo obtenido para la compaña a favor de la donación, en especial a Avellaneda ,Soloyo y Tamara que han incluido en su blog el enlace, sin olvidarme de mi gran amiga Luli que remitió el escrito a su lista de correo y creó un buen puñado de inscripciones.

No conozco el número ni me importa. Es la Organización Nacional de Transplantes la que controla todo el proceso. Es la sociedad la que se beneficia, porque, ¿quién me iba a decir hace unos años que iba a necesitar un nuevo y flamante hígado?

Un fuerte abrazo.

jueves, 17 de julio de 2008

GUSTOS Y DISGUSTOS

Para los profanos. Un meme es una especie de desafío que un bloguero lanza a otro con el fin de que escriba un post que siga unas instrucciones concretas, habitualmente relacionado con sus preferencias de manera que ofrezca una visión algo más personal para mejor conocimiento de la persona en cuestión.

He recibido de vuestra generosidad algunos memes a los que no he dado curso. Varias son las razones. Hablar de mi vida me da un pudor espantoso pero ahora que decido hacerlo espero no cansar. Otra fundamental es que dispongo de una memoria, no más de 128 Kb, que me proporciona lo justito para ir a la farmacia y acordarme de los medicamentos que debo comprar pero no llega mucho más allá. No sé ningún poema o canción, olvido las películas con la misma facilidad que dejo abierto el bote del nescafé y solo perviven en mi memoria dos datos inútiles. Cámbrico, Silúrico, Ordovícico, Devónico, Carbonífero y Pérmico que son las etapas de la era Primaria y la fórmula de la ecuación de segundo grado. Me temo que copiarlos mil veces imprimió en mi miserable cerebro una indeleble marca de boli bic que no borrará ni el alzheimer. Estoy convencido de que podría llamar a mi mujer “raíz cuadrada de b cuadrado” en vez de su nombre cuando mi materia gris sea una pasta parecida al paté de la tapa negra.

Esto que podría parecer espantoso no lo es tanto. No recuerdo cosas prescindibles pero olvido las malas con la misma facilidad. Los sufrimientos pasados son como el humeante contenido de una jofaina vertido en una bañera de agua tibia y los dolores los recuerdo con la misma aflicción que siento al transportarme a aquel día en que pegué un gatillazo de gintonic con una tipa que resultó al día siguiente lo más parecido que vi nunca a un jabalí.

Siendo como soy, voluble, exento de pasiones extremas, definirme en mis gustos se me antoja tan complicado que no me haría justicia porque lo que hoy es bueno, mañana puede no serlo tanto. Hubo un tiempo en que la música fue mi gran afición. Grababa los discos en cinta para poder traducir las canciones que escuchaba con unos cascos en un play-stop-rewind interminable. Conseguí entender muchas. Aquello mejoró mi inglés pero me produjo tales decepciones que dediqué mis esfuerzos a la música sin letra. La poesía que me llega al alma es muy escasa y suelo evitar las novelas de más de doscientas páginas. Me sopla la gaita la novela histórica por lo que no leo ni a Follet ni a Zafón y similares. Hace poco me emocionó un relato de Roberto Bolaño y en estos momentos leo un libro de cuentos de Haruki Murakami, pero no soy un literato, ni siquiera refresco mis conocimientos de gramática. Leo sin pudor y clausuro en las primeras páginas obras consagradas porque me aburren. Odio la impostura y la cultura oficial. Si algo me parece una mierda, por ejemplo, muchos de los cuadros de Picasso, no tengo reparos en manifestarlo. Vi todo el cine de arte y ensayo hasta que me planté delante del espejo y reconocí mi total desinterés, salvo unas pocas obras escogidas.

Me gusta lo bueno, lo malo es que suele ser caro. Mi vestimenta suele ser fiel a un estilo, quizás algo pijo, pero un tanto desastrado. Prefiero unos magníficos zapatos de 300 euros que 4 pares de 75. Adoro el buen vino pero lo tomo en raras ocasiones. La abstinencia alcohólica me ha desarrollado un paladar que identifica la calidad de tal manera que solo consumo vino si es excelente. Me deprime la cocina japonesa pero me pierdo por un rodaballo salvaje en su punto de cocción. Sigo a Springsteen, me gustan los coches italianos, mejor si son deportivos y los trajes de Zegna.

Soy el eterno buscador de chollos. Me encanta hurgar en las subastas y soy asiduo de los chamarileros a los que visito con esa inocencia infantil del niño que va a encontrar un tesoro. Me gustan las antigüedades por su valor estético. No colecciono nada, nunca acabé un álbum de cromos pero me gustan los cuadros de pintores desconocidos. Soy un infiel absoluto, excepto con las personas y algunos animales y me considero un tipo desprendido.

Me encanta el azar domesticado, aquel que no depende sólo de la suerte y uno puede aportar algo de creatividad. Por ello mis juegos son el poker y el mus. En cuanto al trabajo, después de estar sometido al despotismo de alguna que otra multinacional, hace tres años decidí, tras una gran crisis de salud que me llevó por esos hospitales de los que salí con vida gracias a la gran labor de los cirujanos y a la solidaridad de una familia destrozada que me donó en su angustia un órgano imprescindible, empezar una nueva vida como autónomo en la que me muevo con la pereza de un gato. Trabajo lo justo para vivir y disfruto de la vida a bocanadas. He recuperado mi calma y mi tiempo y veo pasar los días con la insolencia del que sabe que está casi de prestado, y es que no hay nada mejor que estar al borde de espicharla para cambiar de partitura. Salgo a la calle con una sonrisa contagiosa sin más ambiciones que ser y hacer algo felices a los míos que a veces recuerdan con cierta añoranza a aquel camaleón encorbatado y ambicioso que se ha transformado en una lagartija en vaqueros, aunque me siga traicionando el pronto cabrón de la soberbia que me proporciona ataques de ira que procuro controlar en la intimidad de mi despacho.

No ambiciono bienes. Me asusta el trabajo en solitario porque soy un hombre de equipo. Me encantaría encontrar socios para montar un negocio rentable que ya tengo en mi cabeza loca, pero tiene que ser compatible con mi estilo de vida actual. Siempre con proyectos que realizar, en estos momentos, el más importante es vivir y disfrutar, que no es poco.

Hasta aquí puedo leer, decía Mayra. El resto está por pasar o sencillamente olvidado. No queda de mi vida anterior más rastro que el del cariño, unos, muy pocos, grandes amigos y una ausencia absoluta de comparsas del pasado que se han diluido como un azucarillo en un mojito. Lo demás, papeles pautados, logotipos en cuatricomía y currículos en verjurado, ardió en una hoguera de San Juan junto con el reloj de la empresa y las llaves de la cajonera de caoba.

Por consiguiente, que diría Felipe, voy a dedicar algo de mi tiempo a promover la donación de órganos. Este blog, junto con otras acciones menores, es la única vía de devolver a la sociedad lo que le debo. Hacerlo, es algo tan sencillo como pinchar en el link que he incluido y esperar unos días a que llegue la tarjeta a vuestro domicilio. Eso sí, hay que avisar a la familia de vuestra decisión. Si no podéis desde la página visitar www.ont.es. Donar es el acto más sincero y generoso que una persona puede hacer. Dios, Buda o cualquier otro verán con buenos ojos a aquellos que quieren que parte de si mismos vuelva a la vida, que alguien pueda ver o simplemente tener una oportunidad con un material que no serviría más que para alimento de invertebrados.

Yo, desde luego, moriré más tranquilo sabiendo que algo de mí pueda servir para que alguno de los desesperados en lista de espera pueda disfrutar de una vida excelente, igual a la que estoy viviendo. Desde aquí mi ínfimo homenaje a la familia que, destrozada por una angustia atroz, decidió darme una segunda oportunidad.

Sed benévolos conmigo. Estáis enfrente de un tío de 47 a punto de cumplir tres años de vida, de nueva y genial vida.

martes, 1 de julio de 2008

CITAS A CIEGAS

Nunca uso material ajeno. Si de algo puedo presumir es de la originalidad de mis textos. He suprimido párrafos enteros, algunos de gran efectismo cómico o dramático (según mi ladina portera en busca de propina), por el hecho de haber copiado la idea, que no el texto, de algún autor de mi preferencia.

Es por ello que no cito a otros en mis escritos ni uso ideas mangadas. Considero las citas sistemáticas como una forma de eludir la reflexión propia, un formato de empanadilla que pretende mostrar la inmensa cultura del columnista – o escritor- , poniendo una levadura química que incrementa la masa pero no siempre aporta , me aturde muchas de las veces por no conocer al citado ni su obra, salvo excepciones, y me deja el regusto leñoso y dulzón del paloduz ante la ignorancia propia y la admiración sospechosa del que maneja de cabeza tanta erudición que bien podría ser meramente enciclopédica o simplemente falsa. (*)

Pero el asunto vende. Raúl del Pozo, rey de la columna, marranalla en la jet, golfista en verdes tapetes. El fallecido Umbral, amante imaginario de ninfas reflejadas en hielos dorados de whisky. El académico Marías, profesor semanal de ética para huevones. Arcadi Espada, primo putativo de Pedro J. El histriónico Dragó y tantos... Lecturae interruptus, búsqueda inútil de la fuente y aceptación de mi vasta incultura. Algunos de mis columnistas preferidos y muchos otros se quitan de un plumazo el plomazo de inventar y me dejan a medias. Por una vez no seré menos.

Hace unos años sufrí un inconveniente sanitario que me dejó durante varias semanas con los dos brazos enyesados, manos incluidas. Pasaron los días y aquello que parecía lánguido, tomó forma ortogonal. D. Miguel Pichola de Alvariño, ya relató en su “Manual para onanistas mancos” que la masturbación emocional es más placentera que la mecánica, o de manubrio. Solo se necesita concentración, un objeto de deseo y un aprendizaje sencillo. Me instruí en las técnicas de compulsividad prostática con ayuda de un penthouse pero no podía cambiar de página. Lo levantaba entre mis muñones de escayola y al dejarlo caer se posaba invariablemente en el crucigrama. A otra cosa. Acudí a las fuentes del maestro Indio Mingam Durana y su “Sexo tántrico”. Hay que retrasar la eyaculación tantas veces como se pueda. Después se producirá un orgasmo sin pérdidas que podrá ser múltiple y enormemente placentero. ¿Retrasar la eyaculación? Si yo pudiera eyacular no necesitaría el tantra sino un buen tramo de papel higiénico. La tormenta pasó porque los purés de calabacín con apio que tomaba con pajita no me aportaban energía ni para un cuesco.

Libre ya de yesos inicié una rehabilitación que consistía en elevar pequeños pesos, mover las muñecas y ejercitar los dedos que habían perdido gran parte de su función y no valían siquiera para el aseo nasal en los semáforos. Aquello era largo y tedioso. Recordé entonces haber leído un escueto manual del célebre doctor venezolano Reynaldo Washington Manirroto, “Recuperación acelerada de lesiones óseas carpianas afectadas por desplazamiento de los huesos sesamoideos dentro del conjunto de las estructuras metacarpofalángicas de manos humanas y de simios antropomórficos” Decia así: (Texto íntegro)

Tome una pelota de tenis y apriétela tanto como pueda.

Aquello funcionó. No solo recuperé el movimiento habitual en tiempo record, también conseguí la disciplina que me faltaba para ser constante en mis proyectos. Saqué el graduado escolar a la temprana edad de 28, estudié por correspondencia el curso de radiotelegrafista de buques fantasma y me coloqué, pero no encontré trabajo. Trece latas de cerveza diarias y unos combinados fueron suficientes para dejarme al margen durante un largo tiempo. Sir Gordon Iamdrunk, en su disertación “El alcohol etílico: no haga caso de los médicos” afirmaba que no se debe considerar abuso perjudicial para la salud aquel que permite llegar a la cama por los propios pies, aunque sea ayudado del prójimo. Las cuatro úlceras de duodeno que sufrí debieron ser producto de una mala alimentación sólida dada mi afición desmedida por los melocotones.

Todo aquello pasó. Ahora sigo los consejos del gran Roque Fulero. Para vivir como un rico debes robar a los pobres. Para vivir como un pobre no robes nada. No hay peor cosa que estar preso por ser gilipollas.


* La cita como costumbre en columnas periodísticas o novelas. Es válida en ensayos y siempre que esté documentada.

lunes, 23 de junio de 2008

CHIFLADOS DICHARACHEROS



El Viernes fui a mi médico de familia para que me firmara unas recetas. Estaba en una silla esperando mi turno cuando apareció un doctor que no era el mío. Por el tono anaranjado de la piel y el acento, supuse que era valenciano. Leyó mi nombre en segundo lugar y cuando era mi turno entré en la consulta.

- Buenas tardes, doctor.
- Buenas tardes. ¿Cómo se llama?
- Chencho. Chencho Cochambre.
- No está en la lista. Salga, por favor y pida cita para otro día.
- Me acaba de nombrar, Crescencio Cochambre Cachorro, pero todo el mundo me llama Chencho.
- Le digo que no le bicheo. Marchena, Chavi, .. no está en la lista.
- Es que está mirando el Marca y eso es la lista de la selección de fútbol.
- ¡Che chaval!, vaya chasco. Si.. ya le encuentro. Usted dirá.
- Venía a por mis medicinas. Colchimax y colchicine. Estoy chungo de la gota.
- Tomas muchas?
- Un chorro de ellas.
- Tiene que dejar el chorizo, el salchichón, nada de chacinas; de charcutería, solo queso fresco y chicha de york, aah, nada de chocolate ni champanes.
- ¿Chacolí tampoco?
- Tampoco, y nada de chinchón o pacharán, changurros, chirlas y mariscos..
- Me está chafando el día. Voy a tener que meter chinas en el chusco de chapata.
- No se ponga cholo. Puede tomar lechuga, champiñón, alcachofas y cachelos. Tenga cuidado con el chicharro y el chivo, churrusque la carne de choto, nada de churros y evite el chachachá que tiene el pie como un churumbel.
- ¿De joven?
- De hinchado. Use chanclas y quítese las chirucas que se le van a poner los juanetes como chicharrones.
- ¡Me está chocando la chola con tanta che!
- Ha sido usted con ese nombrecito, Don Chencho Cochambre Cachorro.
- Chiquilicuatro
- ¡Su chucho!
- De tercero. Me apellido Chiquilicuatro de tercero.
- Chachi. ¿Y de cuarto?
- Guevara.
- Menos mal…
- ¡Como el Ché!
- La chingamos. ¿No será de Chile?
- No, soy chicharrero, del mismo Lanzarote, pero vivo en Chamberí
- No me lo diga, déjeme que acierte. Usted es chapista.
- Ya no. Hago chapuzas y chaperones pero tuve un chiringuito de chapa en Sanchinarro.
- ¿Y la chepa?
- De estar agachado como un chucho.¿Me da la baja?
- Ni de chiripa. Chínchese, chalado.
- ¿Por lo menos me dará las recetas?
- Chi, che las doy, chupón. ¡Leche, este chancho me está chinando¡ Ahí tiene. Despachado.
- Adiós, chupatintas.
- Chao, chufletero

Cuando salí estaba cayendo un chaparrón. Me puse el chubasquero, me calé la chapela y me fui hasta el chiringuito de Chimo.

- ¡Hombre Chencho, ¿un chorrito de Chivas?
- No. Una horchata, aunque te suene a chufla.
- ¡Marchando un chato de chufa para Chencho!

Después de tantas chorradas me apetece un churrasco. Iré al Chistu.

sábado, 14 de junio de 2008

BEGIN THE BEGUINE


Cierro los ojos y veo espirales de luz dorada mientras cae el agua por mi cabeza. Los abro aunque el champú me haga llorar porque presiento que puedo perder el equilibrio. Siempre veo espirales doradas después de una mala noche, después de que el insomnio me haya martirizado hasta suplicar rodilla en tierra que un velo de luz del color de la mortaja de las pesadillas interrumpa la oscuridad de mi habitación y me devuelva a un nuevo día por el que deambularé medio sonado, como un boxeador grogui después de un combate que perdió a los puntos. Esas noches de largo recorrido donde la litera de mi vagón viaja obsesivamente por episodios del ayer, espera angustiosa del día en que empiece la partida en la se decidirá todo, sexos que saben a erizos de mar y amarguras jamás confesadas se asoman. Trigonometría de triángulos, vértices como puñales, puntadas en el corazón, remiendos en las tripas. Pongo la radio y suena Cole Porter y su Begin the beguine. Tengo que volver a empezar pero el beguine no es un comienzo sino un baile. Que empiece el beguin, que siga el baile. Bailaré sobre la tumba de mis desvelos, lo juro.

sábado, 31 de mayo de 2008

LA PIEDRA III (Gloria in Excelsis)


Me encontraba enfrentado a mi idea de riqueza como un lobo en celo que solo dispusiera para el refocile de una perrita de Lladró . Discernía entre el codicioso mordisco en el cuello que encarcelaría momentáneamente a mi primo y me solucionara la vida o refocilarme con la enana porcelánica en una pirueta amatoria jamás vista que sobrepusiera mi amor a la familia, al ambicioso plan de jubilación. En un acto de contrición tan largo que me llevó lo que se tarda en ingerir un galón de calimocho, no se bien si por los benéficos efectos balsámicos del alcohol, o porque me da llorona cuando me mamo, resolví solicitar el perdón divino y dejar la suerte de mi primo a su destino.

Caminaba buscando la paz y en una obra vi una fogata dentro de un barril metálico donde se calentaban unos obreros y me acerqué con la intención de quemar el expediente policial que ahora ensuciaba mis manos. Con toda seguridad la manga de agua fina pero constante estaba destiñendo la cartulina y mi mano de payo al orballo se tornaba celeste en la palma y añil en las uñas lo que me daba la imagen de un limpiabotas a la intemperie después de lustrar de azul los zapatos de un pijo.

Saludados los presentes, entablamos un dicharacho sobre temas de gran calado: la mala calidad de los ladrillos, la mezcla óptima de arena y cemento y la importancia del canto piñón en la fabricación de los hormigones. Pegamos un repaso a la actualidad, nos jiñamos en el seleccionar por no llevar a Raúl, le hicimos una pedorreta a Mariano y otra a José Luís porque los obreros deben estar siempre enfrentados al mandatario opresor y repasamos el Top 10 de Wines Spectator con un acuerdo mayoritario de que el Clos de Papes nunca llegaría al retrogusto tánico y salvaje del cariñena de pellejo. Alabamos la decisión del cocinero Santamaría y acordamos que los platos de los restaurantes carísimos deberían llevar la composición química igual que los precocinados y de este modo confeccionamos una receta que venderíamos al Adriá.

MELINDRES DE PICHON CARBONATADO CON ECUACIÓN DE PRIMER GRADO.

Ingredientes:

- Contramuslos de pichón de la plaza de España.
- Agua con gas o en su defecto, un chorrito de sifón
- E340+E441+D120+A666=X, siendo X un valor superior a los 80 Euros.

Acabado el almuerzo, dispersados los operarios, procedí a la incineración de la carpeta secreta. No debía estar muy seguro de querer hacerlo porque la órdenes de mi corazón se enfrentaban a las de mi sesera acercando y alejando el cartapacio de la fogata en una lucha interior en la que mi brazo ejecutor parecía movido por un muelle invisible que no podía controlar, pero igual que en las películas, la bondad puede a la perfidia y después de quemarme la mano hasta los tendones, no tuve más remedio que soltarlo y asistir compungido a la quema de aquello que pudo ser mi salvación definitiva.

Decepcionado y algo magullado, sujeté mi piedra mágica con la mano buena esperando una señal de optimismo, una vibración alfa de origen telúrico que me indicara actividad. Al cerrarla en mi puño, me sobrecogió una sensación de terror. Pasaron por mi mente, como vagones del metro del infierno, escenas de desgracias, accidentes, hospitales y calabozos en un film serie B donde el protagonista era yo. Aterrado, lancé la piedra con todas mis fuerzas hasta que la vi desaparecer detrás de una tapia. Al instante, gritos de dolor, tumulto en la calle y varias personas que se asomaron señalándome como el culpable de alguna fechoría. Intenté correr pero no pude. Me dejé atrapar y fui llevado a un lugar donde se encontraba una persona tendida en el suelo, inconsciente, mientras uno le palpaba el pulso, otro colocaba junto a la pared el bastón blanco y otro le robaba los cupones sujetos al pecho con una pinza. Llegaron al unísono una ambulancia y una lechera y fuimos distribuidos convenientemente, cada uno en nuestro vehículo camino del hospital y del cuartelillo.

Pasé la noche entre rejas. El camastro era cómodo y el rancho comestible pero en mi opinión deberían haber prescindido del vinagre en las alubias porque atrajo a un nubarrón de avispas de las que me tuve que zafar, no por las picaduras, sino por temor a que me sorbieran el rico caldillo en el que mojaba un chusco de medio kilo que me estaba sabiendo a gloria.

El juez decidió dejarme en libertad provisional hasta conocer el parte médico del pobre apedreado. Decidí ir al hospital para interesarme por su estado de salud y me tranquilicé cuando supe que estaba fuera de peligro. La piedra le había atinado en el ojo derecho por el que apenas veía sombras pero con el que identificaba sin dudar el color de los billetes y el tamaño de las tetas de las mozas que pasaban a su lado. Salía de urgencias cuando se me acercó una señora de pelo negro y belfo poblado y me invitó a un café. Se identificó como la mujer del ciego y me iba a comentar algo con cara seria cuando un médico se acercó y nos comentó que se había producido un milagro. La contusión había activado el nervio óptico y el cieguito volvía a ver por el ojo chungo. Mi alegría se desbordó, sin embargo, la señora, en un alarde de prodigiosa sangre fría solo acertaba a preguntarle al médico.

- Doctor, doctor, ¿No le quitarán la licencia para vender cupones? porque si se la quitan, le vacío la órbita con la peladora de patatas y a este gilipollas de la pedrada le capo con la minipimer.

La piedra había obrado un nuevo prodigio. Tenía que encontrarla. La busque por todas partes, en la calle, en el hospital, en la ambulancia pero nunca más di con ella. Supe después que el invidente seguía en su esquina y que el negocio le iba genial. Pasé a su lado y vi el colgante con el amuleto colgando del cuello. Un jubilado me contó que todos los días daba el premio gordo. Uno de los muchos números que vendía era agraciado con el premio máximo. Por supuesto, compré un cupón, pero no me tocó. Ahora paso todos los días y compro varios números, pero sigue sin tocarme. Insistiré hasta conseguirlo o hasta que un descuido, le robe la piedra mágica y la suerte vuelva a mi lado.

Es posible que la piedra no beneficie a quien la posea, sino a los que desconocen sus propiedades. Mejor, dejaré que el destino decida mi camino.

sábado, 17 de mayo de 2008

COMPLICACIONES Y ALGUNOS DESASTRES

El azar es caprichoso. Revolotea sobre tí como una gran manada de pájaros que a veces pasan sin rozarte y otras chocan en cadena hasta convertir tus rutinas en una empanada de desatinos ante los que no puedes defenderte. La balsa sobre la que navegas en un lago calmo puede naufragar sin más razones que una brisa mal parida o un agujero que las termitas socavaron glotonas mientras tú pensabas que el todopoderoso estaba contigo porque le llamabas al móvil y comunicaba.

Un cúmulo de despropósitos mundanos se ha cernido sobre mi menda sometiéndome a trabajos forzados que, como remero de galeras con las manos de una dama, se ve obligado a recuperar tiempos y trabajos perdidos en una semifinal donde los patrones no son sino unos negracos que galopan los cien en la mitad de tiempo que tú, pero a los que debes ganar antes de que lleguen la meta.

Un terrible fallo informático me ha dejado al borde del coma. Bien la ansiedad con la que fagocito archivos de toda calaña o un antivirus con la fecha de caducidad en el ojo del culo han hecho que de mis ordenadores, conectaditos entre si, solo quede el barbecho de un formateo reciente y una copia de seguridad que tiene el dudoso honor de poseer el mayor índice de infecciones jamás visto. Una última pasada me ha dejado la friolera de 8126 por lo que desconozco si podrán ser sanada y devuelta a la vida civil o deberá pasa pasar por la incineradora de recortes quirúrgicos donde quedará mutilada sin honores, y yo, me tendré que conformar con los huesos resecos del banquete del día anterior sin más carne que la que dejaría un vasco grandote en una chuleta de ternera.

A consecuencia, pero no solo por ello, el caos se ha instalado en mis tuétanos en forma de cabreo mayúsculo, trabajo sin hacer, emolumentos sin cobrar y sinsabores que me han dejado como el palo de un helado.

Acabo de volver a la vida. Estos días, la caridad cristiana me ha permitido conectarme en cortos lapsos en los que he disfrutado a medio gas de vuestros blogs sin tiempo ni ganas de comentar vuestras ocurrencias y vicisitudes.

Volveré poco a poco a la rutina. Escribiré lo prometido y recuperaré la calma. Esa calma que tanto me gusta. Esa calma que equilibra la ferocidad de mis malignos y me permite disfrutar de mis putos achaques con la sonrisa de un gili sin más pretensiones que la supervivencia acomodada de un burgués venido a menos que ha ido a más.

Las canciones que me gustan demasiado las esucho poco, quizás para no desgastarlas y poder usarlas en el momento adecuado con la eficacia antibacteriana de una penicilina inyectada a traición por un practicante ciego.

Os dejo una de mis " Imprescindibles". Conocida, cómo no. Si os gusta, no la escuchéis muchas veces. Tiene tanta intensidad que debe usarse con precaución.

martes, 6 de mayo de 2008

LA PIEDRA y el primo Cachete.

Arrastré el último cubo y lo puse con los otros. Juntos, con su tapadera naranja, en formación de a uno, parecían un contingente de chaparros reservistas del UPA venezolano esperando el transporte para ir a la revolución. En cada uno de ellos, la dirección del edificio: Cerillera Lucita Cajetilla 13 bis. Los letreros me habían quedado muy bien. A mano alzada, con pincel y tinta china, los había escrito con la precisa caligrafía que un amanuense cartujo en celo escribiría con la minga al poner el nombre de su amada en rubia orina frente al paredón del convento.

La piedra estaba ñoña. Colgaba de su cadena algo lacia, incluso había perdido color. Acaso tuviera algo que ver el collejón que me engrudó Tito por no haberle pagado y que en el mismo acto me grabó en la frente la silueta del abrechapas que estaba en el mostrador y encestó el amuleto de un brinco desde mi pecho que cayó en la copa de orujo en una parábola perfecta . Solo sé que el licor se oscureció y la piedra demudó un tanto el color, del susto, supuse. A lo mejor es que el orujo era casero o lo hacían con disolvente, nunca se sabe.

Algo decepcionado probé mi suerte. Cuarenta céntimos era todo mi capital y los invertí en la tragaperras no sin antes frotar las monedas con ella para trasmitirlas el magnetismo benéfico que emanaba de su interior. Clin, clin clin, nada. Clin, clin, clin,.. torí torí torá, clan, clan, clan, clan, clan, cinco euritos. ¡Lo sabía! Ya nada me arredraba, ganaría el gran premio. Doce horas después, con la piedra desgastada de tantos frotamientos y tres monedas de uno en el bolsillo, el camarero me echaba a escobazos mientras me agarraba al dispensador de bolas para niños suplicando la última oportunidad, pero no fue posible. La mirada amenazante del tabernero emitía un fulgor maligno que no me asustaba, pero el cuchillo jamonero que ahora agitaba como faca de quinqui fue suficiente para convencerme de que debía dejarlo para otro día. No había sido una mala inversión. Había multiplicado por cinco en poco tiempo, algo que no habría conseguido en la bolsa ni aunque hubiera comprado en su mejor momento acciones de un chicharro despistado en el mar de cotizaciones absurdas.

Aquello no podía continuar así. Tenía fuerza para combatir, juventud para arriesgar, talento para aburrir y la piedra de la suerte como compañera fiel, el faro de mi destino, la cuerda de mi escalada, la fe inquebrantable de un mormón evangelista sin su inseparable compañero encamado con purgaciones. Aquella noche, en la intermitente oscuridad de mi habitación sin persianas, veía el reflejo del luminoso parpadeante del puticlub de enfrente reflejado en la pared, como el que mira al cielo una noche de Agosto buscando estrellas fugaces y se encuentra con la cruda realidad de que Pimpollo´s no era un astro sino un antro y que mi vida cambiaría desde ese momento.

Al día siguiente me despedí del trabajo pero antes de terminar mi relación laboral le hice al jefe el favor de quemar los papeles en la caldera. Iba por la segunda caja cuando vi un grupo de folios grapados de un grosor poco habitual. Al examinarlo me fijé que detrás de la tapa de cartulina, en la primera página se leía: CONFIDENCIAL. TOP SECRET. Metí el legajo entre los pantalones y la camiseta, terminé la faena y salí de naja en busca de un sitio tranquilo donde leer aquello que tanto me intrigaba. En un parque tranquilo, al solecillo de Abril, empecé la lectura de los documentos sustraídos. No podía creer lo que estaba leyendo. Era información de la Interpol donde salía la lista de los facinerosos más buscados y por los que daban fuertes recompensas. Incluía nombres, motes, sitios por donde habían sido vistos y un número de teléfono al que llamar por si alguien conocía el paradero de cualquiera de ellos. En la segunda página, a todo color y con su bigotón de Burt Reynolds aparecía la foto de mi primo Cachete que huyó después de un turbio asunto de tráfico ilegal de tabaco rubio en Estados Unidos. Su planteamiento era sencillamente genial. Quería traer tabaco de contrabando a España desde Virginia, el mayor estado productor en los USA. Llegó y vio asombrado que un paquete costaba allí tres veces más que en España, por lo que invirtió la operación. Compró centenares de cajas en el estanco de Eustaquio y las envió por barco a Florida donde desembarcarían como embutidos y chacinas. El pobre no tuvo en cuenta que allí se vigilan mucho más a los inocentes chorizos que a los lanzagranadas y le pillaron de pleno. El envío no fue revisado, simplemente incinerado sin comprobar la carga y como la entrada de alimentos ilegales era además de un delito penal, también ecológico, le pusieron en busca y captura como delincuente muy peligroso. La recompensa: 5 millones de dólares.

Lo bueno del caso es que yo sabía donde se metía mi primo. En una brillante operación cosmética y dado que no quería desprenderse del bigote, lo dejó crecer, se rapó la cabeza, se puso un gorro raro y me mezcló con la gente asiática del barrio chino barcelonés en una copia que parecía clavada al mismísimo Fu Manchu. Allí, sirviendo chop suey, llevaba casi diez años de anonimato entre el glutamato y el licor de lagarto, entre la salsa de ostras y el pato pekín viviendo en una trastienda con otros diez compañeros que admiraban su arte para la trasformación y el tamaño de su paquete poco común en el mundo oriental.
- Cachete pilila glande. Cachete enseñal pilila.
- Vale, pero si me la saca Flor de Loto.
- Flol de Loto no, sel mi plometida. Cachete glan cablón. Chinito coltalá pilila y halá celdo aglidulce.

Me debatía en un estanque de dudas. Podía solucionar mi vida con una simple llamada, pero arruinaría la vida de mi primo. Saqué el colgante de mi cuello y en ese momento se levanto una ráfaga de viento. El cuaderno se revolvió entre mis manos y voló unos metros. Quedó boca abajo y cuando lo recogí con la piedra en la mano me fijé que la página donde había quedado decía: MUY IMPORTANTE. Se ruega diligencia en la búsqueda de los delincuentes porque estos delitos prescriben en diez años desde su ejecución. Aquello era la mejor noticia. Daría a la interpol la información sobre mi primo unas horas antes de que prescribiera el delito, le detendrían pero no habría tiempo para juzgarle porque ya habrían pasado más de diez años, quedaría libre y yo millonario perdido. La piedra me había vuelto a solucionar la vida.

¿Acabará así la historia? ¿Habrá continuación? ¿Me saldrá de las pelotas seguir con este cuento? Estos y otros enigmas se resolverán en el siguiente post de este insigne blog.

martes, 22 de abril de 2008

LA PIEDRA


Paseaba por los Austrias ligero de ropa. El sol primaveral me había engañado de nuevo y las nubes avanzaban deprisa. Lo que empezó con un celaje de blancos y grises se convirtió en pocos minutos en un nublado que me recordó a los cielos atormentados de los cuadros del Greco. Sin paraguas, tan antipático y molesto ni gorra con la que resguardar mi descuidado peinado, contaba con el forro del cráneo, que soportaba mi escaso pelaje, como único repelente de las goteras que caían de la techumbre del cielo necesitado de un urgente retejado. Busqué un refugio y entré en un bar de aspecto antiguo con barra de formica y grifo de vermú. Al final de la estrecha estancia había una mesa libre con restos de un desayuno castizo; tazas vacías de café con leche y una porra apenas mordida que pedía un jaquemate al despiste o la siempre honorable opción empresarial del corte a tijera y vuelta al cesto. Anduve listo y le pillé el sitio a dos jais que habían merecido hace tiempo y se pasaban el teléfono de una a otra en una conversación vocinglera a tres bandas donde la carambola más repetida era “ te lo dije, gilipollas” . Ya sentado, pedí un tinto del mejor en la íntima convicción de que sería malo, como así fue: un vino de crianza sin teta de madera, de color difuso y regusto a penicilina que no me supo bien pero me alivió un tanto la faringitis que sufría desde el ridículo en aquel karaoke.

Desplegué la prensa, estiré las piernas y escuché algo que rodaba por el suelo. Me levanté y vi una piedra redonda y chiquita. Un pequeño canto que se puede encontrar en cualquier playa o a las orillas de un rio, se quedó al lado de un taburete. Fui a por ella con la intención de que no provocara un accidente por un resbalón y al cogerla me fijé en que era bicolor, blanca y marrón en dos mitades perfectamente definidas. La llevé a la mesa para examinarla con detalle y comprobé que alguien se había encargado de pintarla. Pintar una piedra no es un acto común, yo no lo he hecho nunca y menos con tanta precisión que las dos partes quedaran delineadas con trazo firme en un trabajo realizado con un fin determinado. ¿Sería un amuleto? ¿Traería buena suerte?. Apenas llovía. Pagué la cuenta y con la piedra en el bolsillo y la galerna pisándome las huellas , me fui al metro trotando como un potro, después con el alegre meneo de un cuino y llegando a la boca, transitaba dolorido con un calambre en la bola del zancarrón, el morro seco y la lengua fuera.

Los días siguientes me ocurrieron cosas sorprendentes. No se me reventaban los huevos al freírles, hacienda me devolvió los doscientos euros que me debía del año pasado sin hacerme la habitual paralela y lo más sorprendente, un sábado tuve cien visitas a este blog lo que multiplicaba por muchos la afluencia máxima que jamás había tenido. Aquella piedra era una bicoca. Empecé a jugar a la lotería y aunque no conseguí el gordo siempre me tocaba algo. Amplié horizontes y compré acciones de una inmobiliaria a precio de saldo. Al poco, milagrosamente, las vendí a la par sin intermediación divina ni tan siquiera invocar al espíritu de manitú al que tantos favores debo.

Tal era mi devoción que acudí a la joyería de mi amigo Tito para hacer con ella un colgante que no me separara de la buena suerte.
- Hola Tito
- ¡Hombre, chavalote! ¿A qué debo la visita?
- Quiero que me hagas un colgante con una piedra que te traigo.
- No me jorobes que yo vendo esta mercancía. Sabes que no trabajo con género ajeno porque el beneficio está en la joya, no en el trabajo.
- Ya, pero tú no vendes este tipo de piedras.
- ¡Cómo que no! Yo vendo todo tipo de gemas, desde las más humildes a las más caras.
- Creo que lo mejor será que te la enseñe.

La miró detenidamente, dijo, ¡leñe si esto es un ñusco! Y se metió a un cuarto de donde volvió con un termómetro de pared de medio metro y me dijo:

- Toma, pasa a la trastienda, bájate los pantalones y ponte esto entre las piernas cerca del culo, que creo que tienes fiebre. Perdona el tamaño, muchacho, pero no tengo nada más pequeño.

Le conté la historia, me observó con esa mirada que tienen las cebras cuando mean y aceptó el trabajo después de elegirme una cadena de doscientos gramos de plata Meneses, tan solicitada por los devotos para el busto de camarón.

- Mañana la tienes. ¿Visa o efectivo?
- Efecti..vamente me la fías hasta primeros que estoy rilao.
- ¿Serás cabrito? Si estamos a día diez.
- Diez días menos que te quedan para cobrar. Mañana paso.

Al día siguiente, ya con mi amuleto al cuello acudí a una entrevista de trabajo. Después de examinar mi currículo y ya pasados los test psicotécnicos me citaron para una entrevista personal. Traje Zegna azul con fina raya marrón, camisa R.Laurent en blanco roto, una atrevida corbata Hermes naranja, mocasines Farrutx de becerro Indostán y un bulto sospechoso en el pecho que bien podría ser un golondrino desplazado o el mecanismo de un marcapasos.

- Do you speak english?
- Yes, I do.
- Parece que lo domina. Aquí pone que ha trabajado en el CSIC y en el CNI, ¿es cierto?
- Si, claro que si.
- Por lo que veo, siempre en almacenamiento y destrucción de residuos peligrosos.
- Pues si, es mi especialidad. Ya son muchos años en ello.
- ¿Cuál es la técnica que mejor domina?
- Para el almacenamiento, sin dudarlo, la compresión en recipientes de polietileno de alta densidad y la eliminación más efectiva para este tipo de materiales se consigue por incremento térmico súbito en caldera de briqueta cerámica y compuerta con cierre manual por presión.
- ¿Alguna experiencia en limpieza de depósitos contaminados?
- Claro, eso es fundamental. Lo primero es la observación visual. Luego la apertura controlada por si quedan restos de gases tóxicos y posteriormente la limpieza con clorofosforados en emulsión acuosa y su posterior secado a temperatura ambiente.
- Enhorabuena, cumple con el perfil que buscamos. Está contratado. Empieza mañana a las 7 en punto. A esa hora mete los cubos de la basura y los limpia. A las 8 de la tarde los saca a la calle. Los papeles, ya sabe que son confidenciales, los quema en la caldera de la calefacción. Ni que decir tiene que los quiero impecables, para ello cuenta con ajax, cepillo, fregona y el grifo del patio interior.
- No se arrepentirá, soy el mejor en el oficio.

La piedra había obrado otro milagro. ¿Continuará la racha? ¿Se pondrá mono de trabajo o irá al curro de tiros largos? ¿Cobrará Tito? ¿Llegará a mileurista? ¿Comprará un paraguas? ¿Le importará a Benson? Estas y otras cuestiones se sabrán en el próximo episodio de LA PIEDRA.