domingo, 16 de marzo de 2008

YO FUI PRESIDENTE DE MESA


Hace varios años se recibió una carta en casa de mis padres. Yo, que vivía en Madrid, seguía empadronado en Segovia, no por sentimientos patriochiqueros sino porque las multas de aparcamiento no llegaban a provincias. Mi flamante Lancia Delta acumulaba diariamente tantas papeletas que cambiar la residencia hubiera significado tener que vender el coche para pagar la cuenta.

Mi padre me llamó y comunicó la noticia. Tienes una carta de la junta electoral central. Ábrela, coño, que me tienes en ascuas. Te ha tocado mesa en las próximas elecciones, de presidente nada menos. Ni de coña, ese día estoy enfermo. Tu mismo, pero trabaja bien el engaño que la multa es potente y te puede caer cárcel.

Paperas, escoliosis, inflamación de frenillo, todos los trucos fracasaron. Dos días antes del evento me citaron a una reunión. Llegué tarde porque se alargó el poker y nada más abrir la puerta los elegidos salían con sobres en la mano y abundante documentación. Un carpetón beis y un mal gesto de un funcionario fue todo lo que saqué de aquella tarde de Marzo, además de una ruina de full que me dejó la billetera planchada, como el pañuelo de un cura. Tenía venticuatro horas largas para mirar los apuntes y una visa de crédito para invitar a cenar a mi novia unos percebes gallegos de la zona de Marruecos y una botella de albariño que había visto más molinos de viento que verdes prados. Algunas copas y otras más hasta que la churrera me mandó a casa, allá por las nueve, silbando para no hablar y caminando deprisa para no perder el equilibrio. Llegó la tarde de la víspera y mi madre, inquisidora como todas, preguntó por la ropa para el acontecimiento y cuando le respondí que mi vieja cazadora de ante era todo lo que había llevado, esa chupa con coderas de vinos y licores, me cogió del brazo y me llevó a un comercio donde agenciarme algo decente, que no quería un adefesio presidiendo una mesa donde votaban todos los vecinos y amigos. Allí coincidí con una mujer, gran política que alcanzó prestigio nacional y europeo, en busca de algo de abrigo porque pensaba recorrer parte de la provincia el día siguiente para ver como se desarrollaba la votación en los pueblos importantes. Mi madre la conocía, como no, y fuimos debidamente presentados, yo en mi condición de máxima autoridad y ella como aspirante al escaño que ganaría sin duda, aunque un maremoto asolara la meseta.
Eligió un chubasquero discreto y yo una americana para salir del paso, bastante más cara que el sueldo que me ganaría el día siguiente.

Gasté cerca de diez minutos en leer los cien folios y quedé convencido de que aquello que no supiera se resolvería en el momento. Solo me quedó clara una cosa: en la mesa podrían estar representantes de los partidos si en el momento de constituirla presentaban su documentación en regla. Para mí, eso era un gran escollo. Además de atender al público tenía que aguantar las ínfulas de los tocapelotas. Un mal rollo dentro de otro mal rollo.

Llegué puntual, a las ocho en punto. Se abrió el colegio y busqué mi feudo. Recorrí todas las estancias y al final de un pasillo, fuera del barullo central, encontré mi sitio, frio y algo desangelado. Conocí a mis compañeros, dos chavales jóvenes y empezamos con la estrategia. De momento tú apuntas nombres y tú buscas. A la hora, se cambia el turno. Pasaban los minutos y no se acercaba nadie. Se me encendió la bombilla. Os quiero fuera de aquí hasta las ocho ventinueve. Yo me voy al water a rellenar los papeles, y cuando llegue, firmamos las actas, constituimos la mesa y tararí que te vi. A la hora fijada, asomé el güito por una cortina, me senté y dispuse la documentación para que la firmaran los puntos. A las ocho treinta la mesa quedó constituída. A las ocho treinta y tres llegaron los compromisarios y les pegué una pedorreta que todavía les suena en los tímpanos. Ver, oir y sobre todo, callar.

La política llegó de los primeros. La prensa local esperaba el protocolario apretón de manos y se quedaron atónitos ante el ósculo que nos dimos y el dicharacho que nos echamos. Vaya, fulano, qué elegante estás. Pues, anda que tú, vaya chupa guapa, hay que ver lo bien que te sienta. Que te sea leve y cuenta bien los votos, que me da que eres de los otros. Que si, mujer, que todo controlado.

A las nueve habían votado nueve y a las diez diecinueve. Carajo con los abuelos, sí que madrugan poco, claro, con estos fríos, cualquiera sale del sobre. El asunto se empezó a animar y a las doce había una cola parecida a la del paro.

- Vengo a votar
- El DNI, por favor.
- ¿El qué?
- La papela, abuelo, la papela. Decía un chavalote rubiasco.
- Emerenciano Bocajarra Pansinsal, soltaba yo.
- ¿Bocarraja con be o con uve?, decía el cándido vocal.
- Con be, pelma con be.
- 84, decía el del PSOE.
- Tú te callas, melón, que estos señores tienen el bachiller y saben de qué va esto.

A la una, cuando el guiso estaba en plena ebullición, se me presentó un feligrés que me conminó con aires intimidatorios a bajar la urna a la calle para que un pariente aquejado de apoplejía y en silla de ruedas, pudiera votar. Le indiqué amablemente que disponía de las fuerzas vivas suficientes para elevar al enfermo hasta la mesa, desde la cruz roja a la policía nacional, la guardia civil, la policía municipal y si hiciera falta, un campeón de levantamiento de piedras vasco que había contratado el ayuntamiento para casos parecidos. El individuo me contestó que nanay, y que, o bajaba la urna, o me montaba un cirio pascual de los de órdago. Me negué y al cabo de cinco minutos, treinta pelanas me abuchearon, me insultaron y los muchachos de la cámara me sacaron un buen puñado de fotos con las que animarían los titulares del día siguiente. La policía se encargó de mediar en el asunto y a los diez minutos subió el jeta a la sillita de la reina en los brazos de dos fornidos policías y deposité su voto en la urna con la misma devoción con la que le rezaría a su puta madre.

Aquello se tranquilizó a la hora de comer hasta quedar más desierto que los monegros. El bocadillo que nos dio el gobierno civil, tenía un pase, pero la cocacola que estaba de cuerpo presente desde las diez, parecía al tacto la candorosa teta de una cabra de hojalata. Salió primero a comer el menor de ellos. A su vuelta sería mi turno y quedaría para el final el menos espabilado, Jeromín, pobre chaval. Me acerqué a un bar cercano, pedí un tentenpié rapidito con una cerveza fresquita y una café. No había empezado a soplar el cortado cuando llegó la policía municipal para indicarme que habían clausurado la mesa. Salí de naja y ya me estaban pidiendo paso los calamares cuando llegué con un flato violento y vi que la mesa estaba vacía. Como no había nada que hacer se habían bajado a tomar un chispazo, los muy cabrones.

Después de las disculpas y de otras fotos de los periodistas, até los pies de mis muchachos a la mesa y la tarde transcurrió sin más incidentes.

Llegó el recuento. Los afiliados de los partidos querían un escrutinio voto por voto, mirando cada papeleta a ver si había el más mínimo fallo para declararla nula. Les puse firmes. Se haría a mi manera. Comenzamos a abrir los sobres del congreso y ponerlos en montones. PP, PSOE y varios. Contamos los votos. Tropecientos PP, otros tantos PSOE, los demás tantos. Total pascual. ¿Cuadra? Si, pues a otra cosa.
Lo del Senado fue más complicado. Eso no eran papeletas, eran resmas. Tuvimos un descuadre de un voto que alguien solucionó de manera involuntaria. Uno de los votos nulos tenía una sarta de definiciones graciosas de los políticos que se presentaban. Uno de los compromisarios estaba enfrascado leyéndolo cuando, no sé si por la risa o por el frio que hacía en el local, estornudó encima con tal abundancia que le dejó spontex. Ni que decir tiene que todos estuvieron de acuerdo en no contabilizarlo y en regalar al chico unos pañuelos de celulosa.

Terminé pronto. A eso de las doce y media presentaba las actas en la oficina electoral y media hora más tarde hacía seda en mi cama, cansado pero feliz.

Me despertó mi madre abanicándome con el periódico local. La jornada de votación se salda casi sin incidentes. La famosa política LDP la más madrugadora. En esa foto salía yo. Un presidente de mesa se niega a bajar la urna para que vote un paralítico. En esa foto salía yo. Una mesa se clausura durante media hora porque el presidente y los 2 vocales se van a comer y la dejan vacía. En esa foto no salía yo. Solo salía la mesa, abandonada, mi nombre y mis apellidos. Nunca me han llamado para otra. Espero que dure la racha.

sábado, 8 de marzo de 2008

ME GUSTARIA QUE FUERA PRESIDENTE DEL GOBIERNO......



Después de meditarlo mucho, pros y contras, derechas e izquierdas, voto útil o inútil, he llegado a la conclusión de que España necesita gente joven preparada para gobernar. Grandes gestores con experiencia demostrada, vida estable y alejados de los corsés de los grandes partidos donde se reparte el bacalao por numerus clausus entre un grupo de especialistas en política cuyo mayor mérito es ser políticos, ni más ni menos.

Estudiando currículums, he llegado a la conclusión de que: por proyección nacional e internacional, capacidad gestora, interés demostrado por el medio ambiente y gran negociador, me gustaría que fuera presidente del gobierno:


JOSÉ MANUEL ENTRECANALES


Actual presidente de Endesa, comenzó su carrera en Airtel para pasar a Vodafone y más tarde a Acciona a la que revalorizó un 300% en un plazo de cinco años. Comprometido con el medio ambiente y de gran proyección internacional formaría un equipo sólido de personas capaces como lo ha demostrado a lo largo de su carrera.

No me consta que quiera dedicarse a la política, pero desde aquí, le animo a hacerlo.

sábado, 1 de marzo de 2008

LOS MUCHACHOS DE LA OTAN



DIA 02/28/07

8 HORA WATUSSI.

Centro de mando MCKELY. Cocina de Oficiales. Suena el teléfono.

- Se han adelantado, señor. Les esperábamos mañana pero aseguran que la cita está marcada en su agenda. Les he propuesto posponerlo y me han asegurado que si se van, no volverán nunca.
- ¿Cuántos son?
- Eran tres, señor. Uno bajito con granos hacía de intérprete, pero ahora quedan dos, señor.
- ¿Qué llevan encima?
- Nada, señor. Han pasado por el detector y excepto un móvil marca Polski, una petaca con tres cuartillos de vodka y una libreta inofensiva, no llevan nada sospechoso. Están limpios, señor.
- ¿Vehículos?
- Una furgoneta Nissan Vannete, modelo del 82, rosa con círculos amarillos. Ha pasado el control espectral de masas y el ordenador solo indica materiales plásticos básicos, metales alumínicos y herramientas de uso común. También sacos con productos silíceos y otros derivados sin trazas de explosivos. Solo una cosa fuera de lo normal. Un barril de cerveza de 60 litros, una hogaza de 3 kilos y una barra de salami picante del tamaño de una pata de elefante. Todo en orden, señor.
- Entreténgales diez minutos, que tengo que ir a obrar.
- Señor, si señor.

Me encuentro solo en el centro de mando. En la garita, el suboficial Medroso atiende las llamadas y controla la puerta de acceso. El resto del edificio está vacío. Ayer desratizaron y las estancias están casi todas selladas. La Generala Montarique y sus tropas están en el desfile de Ágata Ruiz de la Braga de la pasarela Kalashnikov. Desde que Zapatero se perfila de nuevo como presidente es necesario un cambio de imagen. Los uniformes de camuflaje van a ser sustituidos por algo nuevo, quizás algo de tafetán gris marengo con corazones rojos y la boina naranja. Modernidad dentro de la sobriedad, es el lema.

En el retrete, enfrascado en mi soliloquio me pregunto y me respondo; sensaciones extrañas de alivio por la temprana resolución del conflicto interno y pesaroso por la dureza de la acción, pero soy un viejo soldado. No hay nada que altere mi espíritu acostumbrado a la lucha feroz. Según lo convenido todo se resumirá en una operación táctica de aprovisionamiento y modernización. 48 horas de caos medianamente organizado pero me han pillado con el culo al aire y sin papel. Habrá que improvisar.

Memev y Panfilov se presentan pero no se cuadran ante el mando aliado. Suponen que la diferencia de nacionalidad no obliga al respeto debido, pero se van a enterar. Informaré de ello al alto mando de la OTAN. (Obliteraciones y Tientaparedes Anastasio Negrero).

Me presentan la documentación. Todo en regla. De fondo, en el casete de mi despacho suena una pieza única que jamás se volverá a interpretar y que tuve la suerte de grabar con mi antiguo magnetófono. Se trata de la sinfonía Heroica de Beethoven interpretada por la banda del Regimiento de pífanos y tambores. Después de aquella ejecución, la banda fue disuelta y los excelsos músicos fueron destinados a servir mesas en el comedor de tropa. Gran ignominia para el arte. La música militar perdió en aquel acto a los más virtuosos instrumentistas de los cuarteles de la zona sursudoeste. En este momento arranca la segunda parte, la marcha fúnebre. Se me manifiesta un sentimiento de hondo dolor movido de gozoso llanto; en el fondo soy un puto sentimental pero la obligación me ordena reponer el espíritu y les pido un trago de la petaca. No me entienden. Saco del cajón mi botella de Fundador y le pego un tiento de dos sorbos largos que me abrasa el esófago. A punto de toser me golpeo el pecho con el puño cerrado y el anillo con el escudo del arma de sufridor en casa se me queda grabado en la tetilla derecha como si fuera una calcomanía. Lo mostraré orgulloso aunque tenga que depilarme con la minipimer.

Memev me habla en lengua extranjera. Es alto y fornido, con el pelo al uno. Panfilov es calvo y tiene un bulto en el cráneo del tamaño de un huevo cocido partido por la mitad. Apenas les entiendo. Me hacen firmar el parte y me indican por señas que van a recoger el material. Salen a la calle y respiro un poco. Me tomaré otro café y volveré al baño porque no es seguro que lo pueda volver a utilizar los próximos días. Esta vez me llevaré las páginas amarillas.

10 HORA WATUSSI: UNA HORA MENOS EN PORRIÑO. (SEGÚN EL BNG)

El ascensor para en la planta 6. Se abre la puerta y veo el recinto lleno a rebosar de cajas, sacos y herramientas. Me pregunto cómo habrán podido colocar el material sin que quede espacio para un sello de correos. También cómo el viejo montacargas puede soportar tanto peso sin que sus gastados cables se deshilachen y caiga al vacío en ese silencioso viaje que precede al estruendo final. 60 años de servicio a la patria son suficientes para dudar de su salud. Seguro que aquel arresto de cuatro años por pillar a traición los cataplines del comandante Ovo Huevales le ha sentado bien. A veces es bueno dar al guerrero una temporada de reposo y este ascensor es un ejemplo de servicio y abnegación. Los muchachos del sector ZQ34x de la OTAN comienzan la descarga.

12 HORA WATUSSI

Revisión de materiales. Procedo a revisar la mercancía y veo con estupor que no hay información en el exterior, ni siquiera un código de barras. Protesto pero se lo toman a chufla. Llamo por el walki a Medroso para ver si entre los dos logramos que entren en razón.

- Medroso, no me entiendo con los chicos. ¿De dónde diablos son?
- Polacos, señor
- ¿Sabe vd. polaco?
- Negativo, señor. Le ruego que se tranquilice, se vaya a tomar una cerveza y me los deje. Voy a intentar comunicar en algún otro idioma.
- Tiene quince minutos desde, tres, dos, uno, ¡AHORA! Quiero el inventario completo a mi regreso. - Señor, si señor.

Después de 4 latas de Skoll el cinturón se desliza de la tripita hacia abajo y me deja el pantalón tan caído que me piso los bajos. Lo sujeto con las dos manos y tirando hacia arriba doy unos saltitos hasta que se me coloca cerca del esternón, como un Jesús Gil cualquiera. Medroso me informa de que todo está en perfecto estado de revista. Le pregunto cómo se ha comunicado con los foráneos y me contesta que en latín. Parece que los 8 años de noviciado del sargento y la influencia de Juan Pablo II sobre la población polaca han obrado el milagro.

Me dispongo a organizar la operación y les llevo al cuarto del cabo cuartel. Un camastro, una nevera con lo mínimo y una radio skreibson de después de la primera gran guerra, cuando los aparatos se hacían para durar. Allí les indico la situación sobre un plano y marco este objetivo como punto de encuentro para el avituallamiento y el solaz. Ríen como conejos. Les entrego la llave y sin venir a cuento me sujetan por la axilas, me introducen en el cuartucho, cierran la puerta con llave, y me dejan en la semioscuridad que proporciona la luz lúgubre de un patio interior sin vecinas que se desnudan ni más entretenimiento que el aseo bucal de mis uñas. Estos muchachos tienen sentido del humor. Acepto de buen gusto la broma pero pasadas dos horas el asunto está empezando a cabrearme. La radio solo consigue señal audible de una emisora de Vladivostock en onda corta que en vez de las gloriosas marchas militares de antaño, pone música de melenudos y gente de mal proceder. El post-comunismo ha acabado con lo único bueno de la antigua Rusia.

Me quejo insistentemente pero no obtengo respuesta. Por el Walki, sólo un zumbido mortificante, como de abeja dormida. Me echaré en el catre y esperaré acontecimientos.

17 HORA WATUSSI

No me quedan uñas, solo padrastros que duelen como si los tuviera metidos en salmuera. Oigo gente que viene. Voces alegres que entonan cantos populares de más allá de Los Cárpatos. El puro que les va a caer va a ser sonado. Creo que no será suficiente con pena de prisión. Voy a proponer degradarles con deshonor para que pasen de oficiales de ingenieros a cabos de capilla. Abren la puerta y veo a Medroso con los ojos turbios de una sobredosis etílica.

- Medroso, ¿Qué está pasando aquí?
- Me han emborrachado a traición, señor. Se han hecho con el mando del centro de mando y me han dicho que no mando un pimiento. Y que usted tampoco, señor.
- ¡FIR - MES!. Nada, que ni puñetero caso. Mejor me voy a casa y mañana será otro día.

DIA 02/29/07

8,30 HORA WATUSSI

La puerta del centro de mando está cerrada con llave y sujeta con unas cadenas de acero que me resultan familiares. Me acerco para verlas de cerca y me doy cuenta que son las de mi maletín sadomaso, esas que terminan con una chapa dorada que reza “No me hagas mucha pupa”. Maldita sea, mi más estricta intimidad a la mierda. No puedo abrir ni entrar por ningún sitio. Cojo el walki y llamo a Medroso. Un susurro modorro por toda respuesta. Llamo por teléfono y no contesta nadie. De repente, un ruido infernal, como si estuvieran demoliendo el edificio por dentro. Martillos pilones y sierras eléctricas golpean mis delicados oídos dos días después de la visita al otorrino. Libres de los tapones, mis tímpanos oyen como si los tuviera recién estrenados.
Me estoy poniendo nervioso y decido que lo mejor es ir al bar de Nemesio a desayunar. Creo que me tranquilizaré si me tomo una ración de callos y una caña de tinto. No resulta efectivo. Tomo una de oreja a la plancha y otro vaso de vino. Desde que me diagnosticaron que tengo el colesterol alto, evito los churros.
Pasa el tiempo. Cambio 20 euros y echo a la máquina. Avances, un, dos tres. Bajo la manzana, la ciruela y las guindas. Tengo 3 campanas. Cobro o me lo juego . ¡AVANCES, COÑO! dice Nemesio. Me lo juego; pierdo. Después de 200 euritos y 7 tercios de Mahou se me hace la hora de comer. No tengo apetito. Ni dinero.

Suena el móvil. Es medroso que me informa de su mal estado de salud. Se le ha reproducido la úlcera de duodeno y sangra como un gocho en una matanza. Gilipolleces; eso se cura con los antigripales de las fuerzas armadas, pero es un flojo y se va pitando al hospital. Cualquier cosa en vez de atender sus obligaciones.

20 HORA WATUSSI

Me acerco al Centro de Mando y lo encuentro abierto de par en par. Entro con cuidado, como un felino al acecho de una liebre, con los 5 sentidos sintiendo el peligro. Todo está sucio y revuelto. Parece como si hubiera pasado Atila, los Unos y los Otros. Subo al primer piso. Todo en orden. Cojo el ascensor y doy al botón del sexto. Desolación. No sé que habrán podido hacer pero el resultado es el mismo que haría una bomba atómica de 8 megatones. Encima de lo que antes era una mesa, tres centímetros de polvo de ladrillo y yeso blanco. Veo un sobre amarillo. Lo cojo con cuidado y leo.

TRAVAJO FIN. 9 BENTANAS A 600 UROS. TOTAL 5400 UROS. MANANA PASO COBRAL.

Nunca entenderé cómo pude encargar el cambio de ventanas a los muchachos de la OTAN.