martes, 17 de febrero de 2009

VUELVO A ESTAR DE MALA HOSTIA

Pensaban que los castillos de arena tenían forjados de hormigón y no. Siempre me pregunté cómo una familia podía pagar hipotecas de dos mil quinientos con dos sueldos, por buenos que fueran, y la letra del auto alemán tan ordinario de repetido, salir de farra y refocilarse en la playa tres veces al año aunque llenaran el carro de carrefur con féculas carnívoras y cervezas ignotas.

La banca organizaba el baile y hasta la más fea tenía pareja. Los particulares sin patio se compraban uno a trescientos sesenta asequibles latigazos con la esperanza de encontrar alivio a medida que el tiempo curara las heridas sin darse cuenta de que el verdugo cambia el ritmo e infringe más presión así se lo manden. Del sufrimiento al tormento y luego la rendición salvo que te hagan un apaño que solo servirá para aplazar el fin. Te jubilarás con la choza recién pagada y con la sensación de que las bravas de los domingos pican más que las gambas al ajillo que hace años no catas.

Las empresas navegaban entre líneas, circulaban en sentido contrario a la doctrina porque el guardia les daba pomada para suavizar el trance, licuaba el atasco de papel y posponía la cirugía necesaria que dicta la ética, hasta que del cuartelillo llegó la orden de parar. Los artistas de la huida adelante han dejado los encofrados al aire y a los encofradores con el culo al aire. La industria auxiliar se ha tupido de mercancías y letras y ahora, los lamentos se escuchan en los despachos de los abogados que disfrutan de la ruina actual tanto como del éxito pasado minutando millones a los pordioseros de armani. Mientras, en la cola del paro, los currelas solo aspiran a que no se acabe el presupuesto antes de que les llegue la firma.

Desde los púlpitos se escuchan gilipolleces. Está bien que los mandamases nos consideren necios porque nos lo merecemos, pero no es de recibo que tengan un concepto tan pobre de los que les aúpan a la silla. Los de la fila azul siguen utilizando la vergonzante farsa vegetal para desviar la atención, los medios afines les hacen el relleno y los que no son vegetarianos reciben recetas donde ponen a parir a la carne en vez de explicar los beneficios de la macrobiótica. Y con la que tienen encima, se callan. Ni un pataleo, ni un puñetazo en la mesa. La oposición se opone poco porque oposita. Concurso oposición a jefe de la oposición, con el barbas tísico, la revuelta en toda regla y los vegetarianos organizando la próxima comilona a placer, cuando deberían estar con las patas cagadas.

En medio de la galerna, se oye una voz que suena a sensatez. Un sonido leve pero cada ves más nítido. ¿De donde le vendrán las hostias? De todos los lados. Del gobierno que le odia porque fue y no continuó, de la oposición que les quita votos, de los nacionalistas que pretenden la exclusión por la ignorancia. Se envilecerá su figura, se rebuscará en su pasado y le dispararán al corazón, pero yo no veo sensatez en otro lado. SENSATEZ, preciosa palabra.

La mayor diferencia entre los políticos y yo no es la capacidad de gestionar patrimonios. Es que yo paso tiempo en la calle, miro a la gente, observo monederos, cuento calderillas, el negro de la farola me asalta con vehemencia, sé lo que vale un café, una lechuga, una caja de aspirinas. La economía no se mide por los datos macroeconómicos. A mi me basta con mirar la cara al camarero de la esquina que a las dos y media tiene cinco mesas vacías cuando hace seis meses llenaba a diario. Ese que tiene claro que si la cosa sigue así estará en la cola del paro esperando firmar antes de que se acabe el bote.

No pasa nada. Parecen mohines de guerra pero siguen sonriendo para que nos tranquilicemos los lerdos. Vosotros, imbéciles, sin rechistar que estáis en buenas manos, piensan.


Eso, y la gripe que no termina de divorciarse, y el mono de la ausencia. Por todas esas cosas vuelvo a estar de mala hostia pero se me pasará. Es algo que me sucede cada 18 meses.

miércoles, 4 de febrero de 2009

UNA HISTORIETA DE 30 PAVOS



1. INTROITO.

El Instigador en un charco, tal pareciera que le han fumigado con gas mostaza. Entre brebajes, sabanas sobadas y quilos de celulosa asomó la cara más pálida que haya visto excepto cuando voy al sacamuelas y me imploró ayuda.

- Chutas, por tu padre, échame una mano que se me hunde el quiosco, que yo vivo de esto y llevo sin publicar dos semanas, la gente piensa que me he vendido al capital y voy a escribir en papel. Tengo que publicar urgentemente, antes de la desbandada.

- Mira, gil, tu vives del cuento, pero no de escribir, que sigues viviendo de tus padres. No has dado palo en tu vida y lo del blog es lo más laborioso que has hecho desde el cursillo de la primera comunión. No te meto porque estás chungo pero deja de desvariar o te enchufo una galla que te suenan los mocos a calderilla de céntimo.

- Eres mi salvador, chutas, escribe algo que aguante hasta que me recupere, te lo suplico, algo de tus vivencias, tus vicisitudes vitales..

Le di una mediahostia y espabiló al instante. Recuperó algo de color en la mitad izquierda de la cara, tomó un sorbo de una botella de jarabe que apestaba a coñac y me hizo señas para que me acercara.

- Como pongas tacos, te eviscero los cojones.
- 100 pavos.
- 10.
- 50.
- 30.
- Hecho.



2. UNA HISTORIETA DE 30 PAVOS.

La depresión ha dado paso a la desolación. Me fui de la obra porque el propietario venía por la noche a robar los materiales para que se los pagara el seguro. Si no llega a ser porque peligraba mi finiquito le hubiera partido en la crisma el último ladrillo, pero le he dejado un buen regalo. He instalado en la caseta a unos primos rumanos de Catón, un palmero que fue de Caracol y que como él ha cubierto bastantes géneros. Dieciséis de edades variadas más un galgo igual de flaco que la silueta de un folio, son suficientes para que el efecto llamada haga del solar un campamento en toda regla antes de que llegue el fin de mes. Con la luz de obra y dos puntos de agua, los quinientos metros, bien aprovechados, dan para una población de seiscientos y para desalojar eso, la bofia no tiene furgones suficientes en toda la comunidad.

El hambre aprieta y los lilas abundan. El tocomocho sigue funcionando pero pena prisión, por lo que hay que buscar la falta, no el delito. Por ello, nada más simple que los triles para que los flojos aflojen y los puntos, tres son los necesarios, sostengan su nivel con elegancia, de manera ambulante y libre de inversiones. El topo, virolo sin llegar a ofender posiciona un ojo en la mesa mientras el otro se desentiende oteando el panorama, es el que apuesta y siempre gana, pica a los tordos que se dejan la mosca mientras el anguila, rápido como un calambre, vigila a la pasma y grita agua en cuanto ve un uniforme azul o un jipi sospechoso de ser de la secreta. Tres reinas de papel, a ser posible de D. Heraclio Fournier que las de China se desbaratan enseguida, cambian de lugar mientras el ojo bueno busca a la de copas que es la ganadora. El topo apuesta y gana, anima y dice por lo bajini a los demás que acierta porque la dama tiene una marca casi invisible y cuando los memos ambiciosos ponen la talegada, yo que soy mañoso y nací con esa virtud, meto la uña en la señora de bastos y allá que van los dineros de los pardillos que me guardo en el chaleco con los primos trinando y desplumados.

Total, en una mañana me saco cien sin abusar, que el personal está canino y escribiendo lo conocido me levanto treinta en diez minutos. Lo tengo decidido: por la mañana trilero, por la tarde, escritor.

miércoles, 21 de enero de 2009

CORRESPONDENCIA SIN FRANQUEAR

Estimada S.

Sobreponerse a una ruptura no deseada es similar al resultante de una patada en los testículos. En el acto caes fulminado, te retuerces de dolor, imploras alivio, el aire es plomo que impeles por tu garganta candada mientras por el vientre sube una ola caliente que te martiriza. Poco a poco, con el paso del tiempo, todo se suaviza, se va apagando hasta que solo queda un mal recuerdo.

Tenía 31 cuando te vi la primera vez. Falda escocesa, medias gruesas que se escondían en unos zapatos de invierno, suéter rojo de cuello alto debajo de un abrigo azul y unos guantes finos de ante que parecían no protegerte del frío de Febrero. En tu cara lozana brillaba el pelo del candeal color del pan y de tus facciones de mármol , me impresionó un leve gesto mordaz de mujer que se sabía dentro de un cuerpo minado de tentaciones, pero fue tu sonrisa lo que me desarmó. Muchas veces maldije el día en que nos presentaron.

Algunos días más tarde coincidimos en aquel bar, ¿recuerdas? Allí vencí mi absurda timidez y me acerqué a tu lado con la esperanza de conocerte consciente de que tu amabilidad no pasaría de compartir unos segundos en los que me dejarías claro que tu objetivo no era yo. No fue así. Viendo que no había una silla libre, te levantaste y nos acercamos a la barra.

Hablamos de ti, de tu trabajo de enfermera, la vocación ante la ambición y también de mi, de mis ansias de triunfo, de tu perfume que olía a seducción y de mi barba de tres días, de tus ojos negros y mi pequeña boca. Bebimos y brindamos por el encuentro. No recuerdo más que volví a casa flotando entre los copos, que soñé despierto con besar tu boca, sorber tus pechos y amarte hasta el desmayo.

Te fuiste hace diez años un Abril soleado con un bolso repleto de cosas y una maleta negra con ruedas que sonaba como si arrastraras un ataúd con mi cadáver. De tu orgullo quedó en el suelo un reguero que no me atreví nunca a pisar y de mi inconsciencia, un charco de lágrimas de cera que enturbió mi vida y empecé a frotar mucho tiempo después para poder ver en el reflejo, el rostro aliviado del drogadicto rehabilitado que ha superado la adicción pero sigue siendo vulnerable.

Por eso me extrañó tu llamada de ayer. Me hablaste de fracasos actuales y recuerdos pasados, de queso y vino en aquella pradera. Me hablaste de mí, de mi absurda y genial locura que te hacía reir y que tanto añoras. Me hablaste de volver a vernos, pero no. He cambiado la antigua tarima de mi pecho. La desclavé con mis manos hasta casi desangrarme y así estuvo, desnudo, hasta que una alfarera maravillosa lo vistió de barro cocido que admite las manchas de la locura y se limpia fácil con la bayeta húmeda de la complicidad.

Espero que lo entiendas. He sustituido el queroseno de la turbina por las paladas de carbón en mi caldera de vapor. Ya no practico el vuelo libre. Prefiero los viejos raíles que lentamente me llevan hasta mi destino con parada en todas las estaciones.

Te deseo lo mejor.

M.