El Marqués de Tetaprieta hizo acto de presencia. Abrió la puerta metálica del bar donde se reunía la flor y nata de la aristocracia solvente, y como de costumbre, se agachó a tocar con su dedo índice de la mano izquierda el rodapié de madera en un tramo pequeño que había perdido el barniz. Nadie de los presentes se inmutó. Saludó un “nosdías” con la voz aflautada de un castrado y se sumergió en la lectura del ABC mientras le servían su primer trago que invariablemente era un vermú con ginebra. Abrió el periódico por el chiste de Mingote y se entretuvo un minuto sin mover el gesto, en una absorción que daba a entender al personal que lo observaba, que no entendía el mensaje o que se reía por dentro para ahorrar aliento. Acto seguido, continuó con su ritual diario que tanta expectación causaba. Movió las páginas hacia la sección de economía mientras hurgaba en sus bolsillos buscando un pequeño tarugo de ébano y no miró las cotizaciones en bolsa hasta que lo arropó con su mano derecha, de tal manera que no quedara a la vista ni un milímetro de su amuleto.
Pasó cerca de media hora anotando números en su moleskine rojo. Si los resultados de sus inversiones salían negativos hundía la cabeza entre los brazos y sollozaba, ¡La ruina, Pepe, vamos directamente a la ruina! y se pedía una manzanilla con un chorrito de anís para el sofocón mientras se pasaba por la cabeza el taco de la suerte, despeinando los jirones de poco pelo que le quedaban y que le daban el aspecto de un espantapájaros de cabeza de heno. Por el contrario, si obtenía ganancias, besaba la cartera repleta de estampas y pedía otra combinación con tono autoritario.
- Escánciame otro, Pepe, que nos hemos ganado el jornal.
- Perdone el señor marqués, pero el jornal se lo habrá ganado usted.
- ¡Mira que eres bestia, Pepe! Si yo gano, tú ganas porque bebo más, invito más y haces una caja pistonuda.
- Pero el señor marqués nunca invita a nadie.
- Siempre que gano, invito a San Judas, San Teódulo mártir y a San Pedro Regalado, pero no consumen, Pepe. Los santos no consumen más que oraciones y cirios, y de eso les tengo bien servidos. Además, plebeyo, te enriqueces cuando me sirves, que para ti debe ser un honor tenerme de cliente, con mi historial nobiliario.
- Si me dejara de propina tantos euros como títulos tiene, quizás en diez años podría cambiar de coche.
- ¿Cambiar de coche? ¿Hemos gastado una millonada en el metro y se te ocurre decirme que quieres cambiar de coche? Ponme unas olivas, animal, desagradecido, que no hacéis más que llorar como plañideras.
- Si señor. ¿Se ha dado cuenta el señor qué día es hoy?
- Lunes, ¿pasa algo?
- Lunes y trece.
- ¡Delante de mi no se pronuncia el número Toledo¡ Once, doce, Toledo, catorce. ¿Estás seguro de eso?
- Por supuesto.
- Me voy a cagar en la madre que parió al chofer, mira que no avisarme.
Y se largó pitando porque los días Toledo no salía de casa y si coincidían en Martes, no se levantaba de la cama. Era, con seguridad el hombre más supersticioso que nunca había existido. Otra de sus manías era llevar braguero sin estar herniado, por si un aquel, y utilizar tiritas en las yemas de los dedos cuando leía la prensa pues suponía que se le produciría una erupción debida a una falsa alergia, no se sabe si a la tinta, al papel o a las malas noticias. Tenía una leve cojera inexistente que se le manifestaba de cuando en vez, y que el camarero anunciaba a los presentes, - ¡El señor Marqués, va a cojear un poquito, no se lo pierdan! -, cuando iba al baño a quitarse los microbios de las manos o a echar una meadita a casi medio metro de distancia del mingitorio para que no le saltaran los bacilos de la sífilis, que era una enfermedad de puteros. ¡Y en este bar hay muchos!, decía con su voz de canario flauta.
Desde el otro lado de la barra, su primo Leonides, Conde del Enebro en Flor, apuraba su primer martini de las doce y se ahuecó en el taburete forrado de terciopelo púrpura para escamotear un cuesco insonoro pero de gran efectividad, que obligó a Antonio, el encargado, a indicarle con total corrección si permitía que abanicara un rato para orear el local. El Conde le respondió adusto, que la nobleza de abolengo tiene bula para pederse en cualquier lugar y los serviles, la obligación de estar callados, sin inmutarse. Los tres primeros cócteles se los preparaban según las normas habituales. A partir del cuarto, se los burlaban con agua, progresivamente, rebajando la cantidad de ginebra hasta casi desaparecer. En su total ebriedad habitual de las nueve de la noche, solicitaba la cuenta y Antonio le decía a Pepe.
- La cuenta del señor Conde.
- ¡Espera, que voy a mirar el contador del agua!
- Este mes, el canal nos va a moler en la factura.
- Si, pero al de la Beffeater le va a entrar pánico cuando le hagamos el pedido.
- Lo uno, por lo otro. Y a disfrutar de la exquisita clientela, que si no fuera por ellos seguiríamos poniendo cañas en el rastro.
Y el Conde sacaba la cartera repleta de billetes de cien y se la daba tal cual para que cobraran una cantidad que dependía del grosor del efectivo y del pedo del aristócrata.
Pasó cerca de media hora anotando números en su moleskine rojo. Si los resultados de sus inversiones salían negativos hundía la cabeza entre los brazos y sollozaba, ¡La ruina, Pepe, vamos directamente a la ruina! y se pedía una manzanilla con un chorrito de anís para el sofocón mientras se pasaba por la cabeza el taco de la suerte, despeinando los jirones de poco pelo que le quedaban y que le daban el aspecto de un espantapájaros de cabeza de heno. Por el contrario, si obtenía ganancias, besaba la cartera repleta de estampas y pedía otra combinación con tono autoritario.
- Escánciame otro, Pepe, que nos hemos ganado el jornal.
- Perdone el señor marqués, pero el jornal se lo habrá ganado usted.
- ¡Mira que eres bestia, Pepe! Si yo gano, tú ganas porque bebo más, invito más y haces una caja pistonuda.
- Pero el señor marqués nunca invita a nadie.
- Siempre que gano, invito a San Judas, San Teódulo mártir y a San Pedro Regalado, pero no consumen, Pepe. Los santos no consumen más que oraciones y cirios, y de eso les tengo bien servidos. Además, plebeyo, te enriqueces cuando me sirves, que para ti debe ser un honor tenerme de cliente, con mi historial nobiliario.
- Si me dejara de propina tantos euros como títulos tiene, quizás en diez años podría cambiar de coche.
- ¿Cambiar de coche? ¿Hemos gastado una millonada en el metro y se te ocurre decirme que quieres cambiar de coche? Ponme unas olivas, animal, desagradecido, que no hacéis más que llorar como plañideras.
- Si señor. ¿Se ha dado cuenta el señor qué día es hoy?
- Lunes, ¿pasa algo?
- Lunes y trece.
- ¡Delante de mi no se pronuncia el número Toledo¡ Once, doce, Toledo, catorce. ¿Estás seguro de eso?
- Por supuesto.
- Me voy a cagar en la madre que parió al chofer, mira que no avisarme.
Y se largó pitando porque los días Toledo no salía de casa y si coincidían en Martes, no se levantaba de la cama. Era, con seguridad el hombre más supersticioso que nunca había existido. Otra de sus manías era llevar braguero sin estar herniado, por si un aquel, y utilizar tiritas en las yemas de los dedos cuando leía la prensa pues suponía que se le produciría una erupción debida a una falsa alergia, no se sabe si a la tinta, al papel o a las malas noticias. Tenía una leve cojera inexistente que se le manifestaba de cuando en vez, y que el camarero anunciaba a los presentes, - ¡El señor Marqués, va a cojear un poquito, no se lo pierdan! -, cuando iba al baño a quitarse los microbios de las manos o a echar una meadita a casi medio metro de distancia del mingitorio para que no le saltaran los bacilos de la sífilis, que era una enfermedad de puteros. ¡Y en este bar hay muchos!, decía con su voz de canario flauta.
Desde el otro lado de la barra, su primo Leonides, Conde del Enebro en Flor, apuraba su primer martini de las doce y se ahuecó en el taburete forrado de terciopelo púrpura para escamotear un cuesco insonoro pero de gran efectividad, que obligó a Antonio, el encargado, a indicarle con total corrección si permitía que abanicara un rato para orear el local. El Conde le respondió adusto, que la nobleza de abolengo tiene bula para pederse en cualquier lugar y los serviles, la obligación de estar callados, sin inmutarse. Los tres primeros cócteles se los preparaban según las normas habituales. A partir del cuarto, se los burlaban con agua, progresivamente, rebajando la cantidad de ginebra hasta casi desaparecer. En su total ebriedad habitual de las nueve de la noche, solicitaba la cuenta y Antonio le decía a Pepe.
- La cuenta del señor Conde.
- ¡Espera, que voy a mirar el contador del agua!
- Este mes, el canal nos va a moler en la factura.
- Si, pero al de la Beffeater le va a entrar pánico cuando le hagamos el pedido.
- Lo uno, por lo otro. Y a disfrutar de la exquisita clientela, que si no fuera por ellos seguiríamos poniendo cañas en el rastro.
Y el Conde sacaba la cartera repleta de billetes de cien y se la daba tal cual para que cobraran una cantidad que dependía del grosor del efectivo y del pedo del aristócrata.
Remataba el cuadro el Duque de Malocorpo y Grassini, un obeso de glorioso pasado militar, quintal y medio en poco más de cinco pulgadas, que despachaba a diario cuarenta litros de cerveza de barril servida en una copa de tres pintas que trasegaba en dos besos. Pedía almendras y croquetas que cogía con sus manos como morcillas llenas de oro y piedras de colores, y se las llevaba a la boca de tres en tres y las tragaba casi sin masticar, como si fueran juanolas.
Se comentaba en el club que estaba medio arruinado, pero vestía trajes a medida cortados en París y conducía el último modelo que Bentley sacaba al mercado. Tenía mujer de postín y amante chilena a la que llamaba “La pupila”, que le sacaba, además de un flamante apartamento de doscientos metros, tántos cuartos como para una familia de quince. Y como decía él, lo ilegal es caro, pero merece la pena. Fumaba tabaco Inglés, rubio y sin boquilla que apagaba en un cenicero de cristal donde ponía las colillas en vertical, tiesas y del mismo tamaño, en formación, como si les estuviera pasando revista. Nadie podía tocar ni soplar su pequeño batallón hasta que desaparecía, inmenso y bamboleante como un tentetieso.
Yo, mientras tanto, partido de risa, estaba sentado con una linda señorita tomando un gintonic de Heindrich´s con fever tree y una lámina de pepino no más gorda que una hoja de afeitar, allí en el Arlington, un bar-club con nombre de cementerio.
34 comentarios:
El "Arlintong", vaya sitios que frecuentas; con esos parroquianos mucho mejor unas cañitas por el rastro.
Como siempre que te leo, muy bueno instigador, te vas superando.
Seguiré leyéndote.
Anónimo: Pues que siga la juerga. Gracias y un saludo reconocido.
Pues con tu relato me ha quedado más que claro lo que es eso de "Rancio abolengo",
Aunque tengo yo un rincón madrileño, un bar de esos de estancia de horas,de donde se pueden sacar muchas historias, este del Arlintong me parece bueno ¿Donde está? :-)
Muy buen texto, me gustó, me reí e incluso sentí un poco de pena por tanta aristocracia (y para mi eso es ya........ la leche! jeje)
Felicitaciones. Lo que más me gusta de sus relatos, amén de la imaginación, es ese humor ácido-negro-picante...y ese lenguaje tan castizo. Un abrazo.
Siempre que le leo me entran ganas de escribir y de no hacerlo...
jajaj a mí, esta descripción del Arlington me ha recordado, así de refilón, a la que hace 'Clarín' del Casino de Vetusta en 'La Regenta'.
muy bueno el relato ;)
un abrazo
Ayer estuve en una boda celebrada en una antigua casa palacio: jardines con naranjos, palmeras y fuentes ornamentadas con azulejería sevillana, salones con ostentosos oleos sobre lienzos casi negros, fuentes interiores y salón blanquísimo con vidrieras.
En los brindis, después de que los amigos lo hicieran en honor a los novios, va un solemne como los tuyos y con voz grave dice: ¡Por España y por las Fuerzas Armadas!, y mas de tres cuartos del aforo se levanta y corresponde chocando las copas. Decir que el novio es militar, pero aun así me resultó la cosa de lo más extravagante. Y vaya por delante que no soy sospechoso de apóstata patrio.
Y vengan pamelas y gorros imposibles, fracs de alquiler y sonrisas y gestos impostados. Y vengan chuminadas sobre bandejas de alpaca que no saciarían juntas a un carpanta como yo a esas horas.
Y en esas me hallaba, aliviando la vejiga de tanta cerveza, cuando el vecino del meadero me suelta: "¡Qué estilazo tiene la novia!, un acierto el vestido de Victorio & Luccino" (me da que me confundió con alguien que habría de tener la vena del mismo calibre que el suyo).
Allí sólo faltaban tus notables del Arlington e Isabel Preysler vendiendo los ferreros rocher...
Te cuento esto porque supongo que mi sensación sería parecida a la que cuentas en el Arlington.
Qué me gusta leerte...
Un abrazo maestro.
PD: compartimos el gusto por el gin tonic, aunque yo lo prefiera con un poco de zumo de limón y sin pepino.
El loco oficial: a mandar, que pa eso estamos. Lo de las ganas de escribir..., no me fastidie la noche. Escribe de P. madre y posee tantas virtudes que me acompleja. Y quién no se lo crea, que le lea, leñe, que le lea.
Un fuerte abrazo.
Avellaneda: El nombre es ficticio. Hubo hace tiempo, no mucho un lugar parecido, donde se podía tomar una copa en condiciones. Ahora escasean, ni Chicote está a la altura. El mejor en Madrid, Del Diego en la calle La Reina. ¿Y el tuyo? Ya me contarás.
Saludos.
Raindrop: Revisaré La Regenta, que gran libro. Ya me habían comentado que tenía un estilo similar a Henry Miller en cateto, jeje, pero que te recuerde a LA Regenta, me da escalofríos en el espinazo. Será casualidad.
Gracias y un abrazo.
Batanero: Un bodorrio de ese calibre es un gustazo de la muerte, que diría un pijo. A mi es que me mola de vez en cuando el lujazo hortera y, sobre todo, descubrir la fauna que se esconde en esos saraos. Todo alquilado, casi todo falso, eso sí, como si fueran de la jet de toda la puta vida. Me lo paso en grande. Y al del urinario decirle, si chaval, pero no se toca, que te veo las intenciones. Lo del pepino en el gintonic es una nueva moda que escuché al Adriá u otro similar. Es una boutade para epatar, que no iba a ser el único no estrafalario de la fiesta.
En cuanto a los personajes, ficción relativa. Hay bastante de cierto en ellos. Lo juro.
Un fuerte abrazo, camarada.
Bueno, más que al estilo literario de la descripción, me refería a los personajes: esos elementos de una fauna trasnochada que aún no se han enterado de que se les ha pasado ya la fecha de caducidad ;)
(abundaban también en el Casino de Vetusta... siempre me río con ese capítulo)
un abrazo
Pues a mi me ha dado pena el del dia Toledo...supersticioso, maniático, obsesionado...que lástima el pobre hombre!
Pero lo mejor sin duda: los nombres: el marqués de Tetaprieta, el Conde del Enebro en Flor, el duque de Malocorpo y Grassini...eres la leche!!
Me ha dejado muy buen sabor de boca tu historieta.
Besos
Raindrop: Si, Clarín tenía un estilo exquisito, pero solo su mención, aunque sea de refilón me gusta.
Un abrazo.
Xiquetä: Hay que desmitificar a los que se creen superiores por tener un título. En muchas ocasiones tienen más miserias que los demás. Lo malo, es que se creen especiales. He conocido a algunos y esto, aunque es una caricatura algo burda, no se aleja tanto de la realidad.
Besos.
Bueno, apunto "Del Diego"...
Mi rincón preferido, aunque seguro que la conoces, es la calle León y aledaños. Te sientas en uno de sus bares con mesa al lado de la calle y ves pasar a la gente. Yo pagaría por pasar allí las horas y observar y observar...
El parkinson ha hecho que publique el mismo comentario dos veces, así que eliminé uno.... sorry
Sirven cruzcampo en el decadente Arlington? Sin duda un club muy exclusivo. Un humor resignado. A mi tambien me hace vagamente el estilo a un clasico espanol.
Avellaneda: Es que la zona de Huertas y alrededores tiene mucho encanto. Hace tiempo que no piso, pero me das una ide para el fin de semana.
Saludos.
Cruzcampo: Por supuesto. En cuanto al estilo, es solo una prueba a ver que tal se me dan los personajes. Después de releerlo, cambiaría bastantes cosas, pero lo hecho, hecho está.
Saludos.
Si me dijeran que el dueño del escrito es un octogenario bigotudo como el del famoso linimento y que tal relato era la crónica diaria del vejete verduscón de hace dos siglos, con su correspondiente vicetiple a caballito sobre las rodillas de cristal, me lo hubiera creído.
Me has llevado sin saberlo a un casino provinciano que huele a humedad, puros ultramarinos y flatulencias de señoritos ordinarios.
No sé qué decirte... ¿Te vale olé tus H...? (qué me imagino es lo que te hubiera dicho el Marqués)
Carmen: Jeje, el linimento del Doctor Sloan. Joder, que mayor debo ser. No me acuerdo que he cenado y me sales con lo del bigotudo y me ha llegado a la memoria como un disparo. He pelado el culo en muchos bares y había gente de esa. Ahora, o estoy perdido o han desaparecido.
Me vale lo de mis huevos.
Unos besos.
Pero este marqués no sería pariente de Michael Jackson acaso? Porque mira que tanto remilgo...!
Precioso relato Instigador, leeerte es un auténtici placer.
Besos!
Pellízcame¡¡¡... estoy viendo mucho personaje made in "Barrio Salamanca",incluso ahora algunos siguen dando supongo que los últimos coletazos (uys perdón...), trasnochados y demodés , fiel reflejo tu relato de unos cuantos que todavía sobreviven en ese mundo que les mantiene en la inopia...
A mi me recuerdas con ese humor ácido e inteligente a Jardiel Poncela, puede que por las situaciones inverosímiles que creais tu mente y tú...
P.D.: habrá que probar la lámina de pepino finita, si lo dice el Adriá...
Genial como siempre, Besos
Zafferano: Se parecen algo en el blanco de los ojos y lo negro del corazón. Maniáticos y ruines. No existen, pero haberlos, haylos.
Saludos.
Sib: Mejor ese espacio entre la castellana y almagro, donde había palacetes y pisos de seiscientos metros con criados a gogó. No me mientes a Jardiel, que me da algo. Lo del pepino, para mí, que estropea el combinado, pero lo de la ginebra y la tónica fever tree, como que si. Lo malo es encontrala.
Besos.
Me auto-castigaré cara a la pared por lo de Jardiel pero que quieres... me ha venido un flash de él al leerte ;)
Fever Tree has probado en el gourmet del Corte? a veces la he visto.
Un besazo.
Sib: Es posible que la vendan en el Corte. El problema es encontrarla en los bares.
Besos.
Pues llevas toda la razón, Instigador, hay personas que por ser populares o tener algún título se creen superiores. Pero también ocurre con el resto de los mortales. Yo he conocido a gente (y no va de coña) que por tener una carrera, miran por encima del hombro a los que no la tienen...y pensarás ¿qué chorrada?, pues sí, y es cierto que ellos en su casa tienen muuucho que esconder...
Como si la humanidad se escondiera detrás de un título, sea del tipo que sea. Eso es ser ignorante de verdad, en la vida.
La humildad es una virtud grande.
Besos
Me pasmas una vez más!
Qué capacidad descriptiva!
Realmente observar a la gente es maravilloso y si te encuentras cn semejantes elementos, aunque sea en tu imaginación, pues mejor.
Mi poesía "las calles" hace referencia a eso, aunque me limito a describir cada cosa con una única frase.
http://alabadasealavida.blogspot.com/2007/07/algo-de-poesia-hedonista.html
Besotes.
xiquetä: algunos se creen superiores. Otros lo son, pero no suele coincidir que los que creen serlo lo sean.
Besos
soloyo: Pues los hay, o los había que hace tiempo que no me los encuentro.
El poema, genial. Veo que hace tiempo que no escribes poesía. Adelante que está muy muy bien.
Besos.
Aviso urgente: son las 4:30 de la mañana y necesito la dirección exacta del Arlington Club para tomar la última. Lo que yo daría por tomarme media de churros con la señora Tetaprieta a la altura del puente de Triana..., que me interesa más la escena que las piel en sí.
Salud!
Querido Sr. Insitgador:
un tipo pijo-progre-con-gafas-ex-diplomático-columnista del Pais que se llama José María (o José Manuel Ridao) tiene un libro (por otro lado excelente) que se llama "El viajero de Montauban", o algo parecido, en que habla de cosas varias, del entonces (los años 30) y de hoy (Azaña, Max Aub, Casas Viejas, Machado, varias más. Es un librito muy bien editado que recomiendo.
Lo traigo a cuento de que, en varios momentos, el muy inteligente, muy buen escritor aunque un punto repelente Ridao echa pestes de lo que él bautiza como la "prosa ultramontana" (tan) española; creo que lo menciona, entre otros, refiriéndose a Cela, también a los que pusieron a Azaña (y es flojo decirlo así) a caer de un burro.
No te me ofendas (por favor) querido Instigador, pero desde que te leí por primera vez pensé en eso de "la prosa ultramontana", o como mejor lo define mi amigo El Loco Of., "prosa castiza": y aclaro que para mí no tiene la connotación peyorativa que le pone Ridao. ¿De dónde la sacas? ¿Se aprende en la calle o en las Academias? ¿O en el Club Arlington? En cualquier caso, ehorabuena: ahora entiendo aquéllo de sustituir a Umbral en su columna.
Un abrazo, Andrés
PS/ y gracias por el jugoso comentario sobre "poder blando" en mi página, al que contestaré en breve.
PS2/ Y gracias por tacharme con "Arquitectura y Ensayo"; este último atributo, te aseguro, no lo merece un mero amateur como yo. Am
Batanero, bribón, ¿Se puede saber que hace un hombre como tú, levantado a esa hora?. El Arlington cerró hace tiempo y en su lugar han puesto, curiosamente, una churrería donde de vez en cuando veo a la Sra. Viuda de Tetaprieta mojando un par de churros en una copa de vino de Málaga. Lo del puente de Triana no creo que se te arregle, ¿quizás si fuera el puente de Toledo?
Un abrazo, un pis y a la cama.
Andrés: Antes de contestar he intentado ilustrarme un poco en el término "ultramontano". No he sacado conclusiones más allá de que se ha usado como algo anticuado, rancio y demasiado conservador. Me gusta más el término de prosa castiza pero odio el castizismo porque sí. Nada más falso que un chulapo madrileño hablando como un necio en las verbenas de las Vistillas.
Un día, me puse a escribir una historieta y decidí publicarla en un blog. Eso es todo. Nunca he asistido a cursos ni academias y no tengo una cultura específica en nada en particular, pero he vivido la calle en todos sus escalones y me he sentido cómodo en barrios míseros y en urbanizaciones de lujo que roza lo hortera.
Mi única intención es entretener. Si lo consigo, misión cumplida. Por supuesto que intento que quede claro y me esfuerzo un poco en conseguirlo, pero nada más que eso.
Leeré tu comentario y siempre que defino a un bloguero en mis referencias lo hago como lo siento. Quizás seas un aficionado, cosa que no creo, pero si fuera así, eres uno muy preparado. Quizás un profesional amateur, como aquellos deportistas de antaño.
Un abrazo fuerte.
Querido instigador:
vaya por delante que me quedé bastante preocupado después de colgar este comentario, que había escrito tal y como lo sentía; esta cierta tendencia a la deshinibición que favorece el medio a veces hace cometer inensateces.
Yo no quería utilizar ultramontano ni como "rancio, anticuado, conservador" mucho menos ofender; por ello te agradezco mucho que... ¡no lo hayas hecho! (ofenderte); sólo te leía una y otra vez, y siempre me venía a la cabeza ese apelativo del tal Ridao (que escribe mucho peor que tú) y así te lo conté, y punto.
Estoy de acuerdo en que el apelativo casticismo también tiene una pátina, digamos, problemática, si por castizo se entiende uno que baila el chotis en Las Vistillas, como tú dices.
Lo que yo intentaba definir es un estilo, muy español, eso sí, de prosa (hablo de la forma, no contenido), que a mí me recuerda a Ramón de la Serna, quizás Cela, desde Luego Francisco Umbral -y comparar con este último desde luego es para mí un gran halago-; quizás deberíamos bautizar un término más apurado para definirte a tí a y a todos ellos! Y aquí lo dejo porque sino lo lío más.
Las historias que cuentas, además, y ya te lo dije, me parecen estupendas y ricas; sobre lo de "Arquitectura y Ensayo", yo me lo tomo como un halago, ya te dije... Lo que para algunos teóricos del buen gusto es la "invasión de la cultura amateur", mira por donde, para cada uno de nosotros supone (al menos para mí), converger un poco más con lo que realmente tenemos dentro. Un abrazo muy fuerte, y ¡gracias otra vez por el enlace!
Querido Andrés: Quizás mi prosa sea un poco canalla pero las comparaciones con los monstruos que me citas no son admisibles por la sencila razón de que me siento un ratón delante de un elefante.
Te agradezco de veras que infles mi ego. Me gusta gustar, como a todo el mundo, pero lo mío termina en dos páginas en las que solo pretendo no perder un punto de frescura. Que se note que nada es impostura, solo la intención de pasemos un buen rato. Y es que, de momento no me he probado en relatos más largos. Tal vez más adelante, cuando tenga algo interesante que contar y tiempo para hacerlo.
En cuanto a lo tuyo, un tipo que nutre un sitio web con su especialidad y dedica un blog a temas tan diversos con un fondo tan rico de lecturas y una base solidísima de conocimientos, me produce una gran admiración y te cito frecuentemente como referente de mis lectores ilustrados cuyos comentarios me producen una extraña satisfacción de placer.
Qué todo siga así de bien.
Gracias, amigo.
Un fuerte abrazo
Querido Instigador:
¡Canalla! Ésa, y no otra, es la palabra que buscábamos, ni ultramontano, ni castizo, es ¡canalla! Cuestión resuelta.
Sobre el tamaño de los textos: si ahora resulta que todos los escritores consagrados se ponen a copiarnos (a los bloggers) y se pone de moda el microrrelato; lo mejor de los blogs, desde luego, es su formato (ya lo sabía Ferlosio con eso que llamaba "pecios")
Sobre mi sitio: estoy entre la espada y la pared: por recomendación de quien me lo diseñó, hicimos una pestaña llamada blog, y no le perdono el lío en que me metió; estaba destinado a ser una cosa más tipo agenda (conferencia en tal sitio, hemos ganado perdido/tal concurso), y ya ves, como nos pasa a casi-todos, no pude dejar de ser yo mismo. Lo cual (y dado que el sitio está dedicado fundamentalmente a ser un portfolio para clientes muy serios) pues no deja de ser un arma de doble filo.
Tanto la temo (a este arma) que la pertinaz sequía de encargos de los últimos meses la he llegado a achacar durante mucho tiempo a lo bocazas que de cara a estos señores tan serios podía resultar en esa pestaña. Luego he vuelto a razonar, y me ha parecido más que ha sido la pertinaz e implacable crisis económica, que en mi sector hemos sentido antes que nadie.
Un abrazo, y a seguir bien. Am
Estimado Andrés:
¡Pues sea canalla la definición!
Desde luego eres un atrevido montando un blog en tu web para clientes. Las opiniones suelen ser malas en lo comercial. Siempre hay algún capullo que se lo toma a la tremenda y te pone de gilipollas por decir, es un suponer, que El Pais ha caído mucho.
Si llegara a trascender demasiado de los lectores habituales y el ciclo cambia para bien y el tema sigue flojo, cáncelalo y te haces uno gratis donde quieras y que les den.
Un fuerte abrazo.
Muy divertida la recreación de personajes.
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