Ya lo dijo el fraile después de 3 años de maco. Se incorporó
a su cátedra como si nada hubiera pasado. Eso mismo hago, reincorporarme tal
cual, como si hubiera sido el martes de carnaval cuando escribí el último post. Ya lo he dicho a alguno de vosotros que os
habéis interesado por mi estado anímico: estoy sintiendo algo en las tripas que
me inclina a volver a escribir pero no sé si será un virus estomacal pasajero o
un parásito que pudiera prosperar en mis intestinos, una tenia imaginaria en el apartahotel de los
mondongos que se nutra de los desánimos y me devuelva esa necesidad casi febril
de relatar. El tiempo resolverá.
Pero vayamos al grano.
Una historieta de las mías que, supongo,
tendrá cierta capa de herrumbre debido al escaso mantenimiento que ha
tenido la maquinaria de narrar.
Abandonar el blog a su suerte no fue una buena idea, lo
reconozco, pero la vida toma derroteros
inciertos, como la pareja de ases en el póquer que siendo la mejor jugada es
con la que más viruta he palmado. Decidí escribir en formato largo y me
aturullé en la página veinte. Mi negocio de importación y posterior venta de
callicida para cabras resultó un fracaso porque éstos malditos animales, aún
teniendo unos ojos de gallo del carajo, no se quejan y el cabrero que es
ahorrador por naturaleza, hace la vista
gorda y no gasta una perra.
Cómo gran aficionado al tinto de verano, gaseosa La Pitusa
de gran carga carbónica y vino tetrabrik Cumble Gledos, que dice el chino que
me lo suministra, contraje un problema de gases. Noté que me estaba excediendo porque el amable tendero me regalaba un litro
por cada 100 comprados, algo insólito en tiendas de origen asiático. Decidí
acudir a mi farmacéutica de cabecera y me recetó aerored plus y abstinencia
absoluta de burbujas, cosa que no logré del todo porque, si bien abandoné el
summer tint, me decanté por la sidra Pedaleiros como remedio para solventar
unos ligeros temblores de manos que me surgían al alba. Algunos meses después
me di cuenta de que no me convenía tampoco porque los bramidos de las tripas no
desaparecían, no evacuaba flato y llenaba yo solito el contenedor de vidrio
varias veces a la semana. Demasiado trajín, pensé.
En estado de
confusión, opté por la salud y me apunté a un cursillo de yoga subdural donde me
enseñaron relajación de esfínteres, estimulación prostática con dedo doble, - algo que me resultó incómodo puesto que tenía prolapsado el plexo
hemorroidal y salía del gabinete a media altura, tipo mandril - , conversión de
gaseoso a sólido, esa práctica basada en la fisión nuclear que consistía en la
aplicación de electrodos de energía trifásica de 380 Volt, en el abdomen. Se pretendía una ignición del metano
en explosión controlada que dejaría únicamente un residuo similar al de la
ceniza de un habano del 4, evacuatorio por vía natural. No me convenció
porque sentía ardores y quedaban unas pequeñas quemaduras que provocaban
rechazo en las chicas del puticlub porque decían que tenía un sifilazo. Después
de éstas y otras mandangas que sirvieron de alivio para
mi cartera pero no para mi problema volví al mundo de la farmacopea y después
de probar varios remedios opté por la autogestión y empecé a mezclar
comprimidos varios hasta que di con la fórmula. 3 aerored plus, 4 flatoriles y 6 bismatroles en ayunas con repetición antes y después de las comidas en la misma dosis.
Todo un éxito, oigan. En aquel tiempo
andaba yo ultimando un plan de negocio para una nueva empresa, una academia de
estudios para muchachos poco aplicados con un nombre bien elegido,
"Burrito Tu, Burrito Yo", que tuvo muy pobre acogida en las redes
sociales en las que lo intenté promocionar, algo que no entiendo porque no hay
mejor método educativo para chavales de bajo nivel cultural que ponerse a su
altura. En fin, allá ellos.
A lo que iba, en ello estaba cuando un inoportuno
incendio en la caldera de mi casa me obligó a cambiar el aparato. Por lo visto
las calderas de gas no admiten otro combustible que el que recomienda el
fabricante, vaya tela. Yo, consumidor responsable y reciclador pertinaz vertía
en el quemador el aceite sobrante de la freidora que daba una llama mucho más
luminosa y un ambiente cordial de churrería de pueblo que hacía las delicias de
mis vecinos que me aplaudían la cara nada más salir del portal. Dentro del
mismo las peleas estaban prohibidas. La portera, Doña Gumersinda Pelanabos,
mujer enjuta con el pectoral liso como espalda de guitarra, no se sabe con
certeza si por no haber desarrollado el tetamen
o por no conocérsele varón que le aliviara el pronto, domina el palo de
escoba con la maestría de un samurai y
no permite riñas dentro de la finca porque coge mala fama, los pisos bajan y se
rebaja su comisión en la compraventa cuando es ella quien los enseña.
El día de la sustitución, hubo un corte de agua en el
edificio por motivo de un atasco de origen incierto aunque todos sabemos, por
los alaridos del patio, que el inmenso
Pepe Zamburiña había, por fin, obrado. Gran aficionado al marisco pero económico
como pocos, consume nécoras, centollos y bueyes sin pelar
lo que sin duda le produjo una obturación colorectal de la que consiguió
librarse en el momento menos oportuno. Ya le advertimos los amigos. ¡Paco, no
te comas la cáscara de los mariscos que un dia te la preparas! y él contestaba ufano. ¡Que lo dicen por la
tele, que es en la piel donde está el alimento! Y así le fue. Con la nueva caldera instalada,
a la hora de llenar el circuito, junto con el agua se produjo una masiva
entrada de aire en la instalación que hacía que aquello no calentara. Purgas y
más purgas, todo inútil hasta que vi la luz. Vacié todo el caudal, abrí uno por
uno los tapones de los radiadores, introduje la fórmula mágica que tan buenos
resultados me había proporcionado pero multiplicada por cinco y procedí al llenado. Al principio el agua circulaba con
dificultad pero una vez disuelto el pildoramen
todo fue como la seda. De ahí a
montar mi empresa reparadora tardé lo que una paloma en estercolar tu coche
recién lavado. Tres meses de éxito con el eslogan más impactante jamás
creado. SI TE SUENAN LOS RADIADORES NO
TE TOQUES LOS COJORES. LLÁMAME.
El motivo de la quiebra no fue por problemas técnicos ni de
clientela, sino de mi doctora del seguro que se negó a recetarme 200 cajitas a
la semana de los productos que utilizaba, esa bruja adicta a la coca light
seguro que gastaba más que yo. La otra solución, comprarlos sin receta
resultaba demasiado onerosa para mi cuenta de resultados por lo que opté por el
mutis, cosa fácil porque pertenecía a la generación SIN. Sin papeles, Sin IVA,
Sin seguro.
Un tiempo después, algo desorientado en lo laboral me apunté a un
curso del INEM con un futuro prometedor. ANALISIS Y ELIMINACION DE VIRUS PARA
GRANDES SUPERFICIES. ENTORNOS OPERATIVOS:
V.I.M., A.J.A.X. y Z.O.T.A.L. Cuando vi que el material que suministraban no era
un ordenata Ultimate Generation sino un mocho del tamaño de una jarapa
alpujarreña, me empecé a mosquear. Después de un mes de aprendizaje y viendo
que se me resentía la riñonada abandoné el
curso con gran disgusto de mis tutores que me obligaban a hacer
prácticas en sus respectivos domicilios. No hay mal que por bien no venga. El
pausado movimiento circular que imprimía al friegasuelos me dio una pericial
sin igual para menear la masa de los churros, algo fundamental para conseguir
una textura sedosa. Ahora mismo he montado un negociete de venta de churros y porras calentitos por la internete pero hay un problema que tengo que resolver.
Para conservar el calor pongo una base de serrín de encina al que alimento con
un chorrito de alcohol. prendo una esquina y eso dura días a temperatura óptima
pero no encuentro agencia que me lo transporte porque dicen que ahumo las demás
mercancías. Bobadas, pienso yo. ¿Acaso no es más caro el salmón ahumado que el
fresco? Pues lo mismo que las naranjas, coño, y es que no tienen visión de
negocio. Si alguien me puede dar una solución apañada de precio será bien
recibida. Si es que alguno conecta porque después de tres años de maco epistolar
esto estará yermo, como el flis de mi portera.
Bye