Estimados lectores y amigos.
Afronto estos días que llegan con la misma energía que gasto para lustrarme los zapatos. Prefiero un zafarrancho improvisado a la enfermiza costumbre de la comilona porque sí. Odio el marisco obligatorio, el feroz besugo de mirada turbia que como con desgana de saciado y el asado en despropósito que acompaña a esas cenas pantagruélicas a las que asisto como acólito, que no como presbítero.
Manejo bien los cubiertos y conozco su posición en la mesa, pero a veces me pierdo cuando en una mesa de ocho, hay que suministrar para el doble sin perder una pieza de las muchas que se necesitan por comensal. Enfrío cavas al relente nocturno y sirvo las copas de gas pajizo con la misma soltura que pelo los langostinos de piel adherida, es decir, ninguna.
Colaboro en lo que puedo, pero me escabullo como un pobre que se encuentra un billete de quinientos cuando en la cocina somos más de dos y me doy un garbeo de incógnito con el cuello subido como un dandy, la bufanda por los ojos y el almax preventivo rechinando en las muelas, como si fuera de escayola.
Al pasar las fiestas en localidades pequeñas en las que no vivo el diario, los parabienes de los anónimos conocidos o desconocidos me descolocan un tanto, no por tener que corresponder, sino por la sensación de que esa felicitación espontánea encierra un estribillo de mazapán, tostado por fuera y blando por dentro, que tiene la fecha de caducidad impresa en el código de barras del belfo que te besa. Devuelvo sonrisas de galán con profidén mientras les deseo lo mejor antes de preguntar a mi cuñada: ¿Pero quién coño es esa?
No sucede lo mismo en la intimidad de mi cuarto. Si hay algo en el 2007 que me haya proporcionado satisfacciones, es este blog. Hay personas que se han incorporado a mi vida como esos gatos callejeros a los que invitas a un plato de leche tibia y con dos lametazos en la cara, te conquistan los entresijos y los consideras amigos de toda la vida, pero sin más contacto que la falta de adhesivo. Solo escritura, emociones y una ensalada templada de admiración y algunas gaitas hasta el punto que sus ausencias trascienden la luminosidad de la pantalla y te preguntas por su salud, te imaginas su cara febril en la nebulosa de unos vahos de eucalipto o les ves despachando un caldero de arroz con bogavante en un chiringuito levantino al lado de una botella de Terras Gauda.
Es esa complicidad gratuita la que hace que me sienta querido por fantasmas luminosos que, lo mismo que el agua con el que enjugo las lágrimas, me refrescan y me consuelan, me animan y me sorprenden con un juego sin reglas en el que se combinan el talento, la destreza y sobre todo, la buena voluntad.
Dado que mañana me largo por unos días, solo deciros que he disfrutado de vosotros y con vosotros como un hurón en una conejera. Que el año que viene sigamos juntando palabras y fotos, vídeos y experiencias en este mundo virtual que para mí no lo es tanto y que la felicidad que os deseo de corazón, sea tanta como para contarla por arrobas.
Creo haber dicho que casi no bebo, y es cierto, pero en las ocasiones que lo merecen me deleito con un buen trago. Para esta ocasión abriré una botella de un cava chapó, de esos de precio indecente, que beberé en la intimidad de mi refugio a vuestra salud.
Va por mis amigos. Uff. Algo cayó en el ratón. Don´t worry, lo secaré en la tostadora.
viernes, 21 de diciembre de 2007
sábado, 15 de diciembre de 2007
EL ENTRECEJO CIRCUNFLEJO
Andaba quedo de mosca y salí de casa con la intención de encontrar en la calle menos frío que en el yermo hogar. Al pasar por el auditorio encontré una entrada de patio y entré al concierto con esa desgana que me daba escuchar una sinfonía de Bruckner, donde las orondas tubas acompasaban sus estreñidas notas con la potente vibración de los timbales, que en días como el de año nuevo se me incrustaban en la frente como si el estruendo estuviera comprimido.
Acudí en varias ocasiones al baño donde, además de aliviar mi resaca en el lavamanos, fumaba con una mano y con la otra espantaba el humo que me hacía formas de centollo y pastillas de alka selktzer.
En esas estaba cuando entró un espejismo veloz con la evidente intención de restar de su cuerpo aquello que le oprimía. Escuché una voz que venía del fondo de la estancia implorando papel. Le iba a pasar el librillo de smoking cuando me percaté de lo inusual de la petición y rebusqué en mis bolsillos hasta encontrar un paquete de pañuelos, tan arrugado como los condones de mi cartera. Lo lancé al hueco ocupado y recibí un gesto de agradecimiento ahogado por un vibrante eco que me sonó a bombardino. Ya en mi sitio, un tipo de marengo me sopló al oído una invitación a un oscuro palco a modo de agradecimiento.
Un tio muy raro me habló de los progresos del AVE y de lo caprichoso del terreno que le engendraba oquedades en contra de su voluntad. De la sanidad excelente. Su idea de la nueva España, de muchos países en uno y uno en todos que yo interpreté como unos conjuntos disjuntos cuya intersección era el conjunto vacío . De los pobres de clase media y plasma en el salón, de los inmigrantes musculosos de prole renovadora.
Me solicitó opinión y le comenté que llevaba en paro desde Marzo, que esperaba hace meses una operación de rodilla y que me diera currelo que andaba como huérfano.
Cuando aquello terminó, se levantó para aplaudir. Fue entonces cuando ví en su cara el entrecejo circunflejo^^. No había duda. Mi anfitrión era el mismísimo ZP.
Acudí en varias ocasiones al baño donde, además de aliviar mi resaca en el lavamanos, fumaba con una mano y con la otra espantaba el humo que me hacía formas de centollo y pastillas de alka selktzer.
En esas estaba cuando entró un espejismo veloz con la evidente intención de restar de su cuerpo aquello que le oprimía. Escuché una voz que venía del fondo de la estancia implorando papel. Le iba a pasar el librillo de smoking cuando me percaté de lo inusual de la petición y rebusqué en mis bolsillos hasta encontrar un paquete de pañuelos, tan arrugado como los condones de mi cartera. Lo lancé al hueco ocupado y recibí un gesto de agradecimiento ahogado por un vibrante eco que me sonó a bombardino. Ya en mi sitio, un tipo de marengo me sopló al oído una invitación a un oscuro palco a modo de agradecimiento.
Un tio muy raro me habló de los progresos del AVE y de lo caprichoso del terreno que le engendraba oquedades en contra de su voluntad. De la sanidad excelente. Su idea de la nueva España, de muchos países en uno y uno en todos que yo interpreté como unos conjuntos disjuntos cuya intersección era el conjunto vacío . De los pobres de clase media y plasma en el salón, de los inmigrantes musculosos de prole renovadora.
Me solicitó opinión y le comenté que llevaba en paro desde Marzo, que esperaba hace meses una operación de rodilla y que me diera currelo que andaba como huérfano.
Cuando aquello terminó, se levantó para aplaudir. Fue entonces cuando ví en su cara el entrecejo circunflejo^^. No había duda. Mi anfitrión era el mismísimo ZP.
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miércoles, 12 de diciembre de 2007
EN LA COLUMNA DE UMBRAL / 101
EL INSTIGADOR
La muerte de Francisco Umbral ha dejado dos huecos en mi vida. Uno en la estantería porque un libro suyo ha pasado a mi mesilla donde se encuentran los libros importantes y otro en el periódico EL MUNDO donde escribía su columna que tantos placeres y algunos sinsabores me proporcionaba.
Mal asunto para Pedro J. este de sustituir a un consagrado por otro que sepa mezclar con acierto, la prosa de un gran escritor y la puntería de opinar a diario sobre los acontecimientos cotidianos. Para ello ha invitado a una serie de periodistas y columnistas que, desde su criterio, puedan ocupar algún día el espacio que Paco dejó. Algo así como un concurso-oposición donde los plumillas desenvuelven su mejor literatura y dan su particular visión de los aconteceres diarios en el privilegiado espacio de la última página, que para mi es siempre la primera.
Son 100 los invitados a concursar por el puesto y como podéis imaginar no soy uno de los candidatos, pero eso no tiene importancia. Yo tengo mi propia publicación y me invito con el número 101 para que no haya sospecha que me considero alguien capaz de afrontar semejante reto.
Mi única razón para cometer tal atropello reside en algunas conversaciones que mantengo con lectores de mi blog que me piden un cambio de estilo y que “me moje”, vertiendo mis opiniones que ellos consideran acertadas y que para mí son reflexiones de bar poco fundamentadas pero, quizás, bien contadas. Algo así como el periodismo de ahora que, salvo excepciones, no basa la noticia en un estudio previo que la otorgue credibilidad sino que la criba en un cedazo donde sólo se caen los guijarros que les molestan y quedan expuestos a la luz de la pretendida veracidad, aquellos que satisfacen a su amado patrón. Eso que se llama la línea editorial del periódico.
Después de varios lustros leyendo prensa a diario, he de reconocer que evito la información que proporcionan más del cincuenta por ciento de los columnistas habituales, tanto de la zurda como de la diestra y leo con recelo de conejo a otros tantos que deslizan algunas zanahorias envenenadas de vez en cuando.
Así las cosas, aunque gasto de largo en publicaciones, mi lectura es cada vez más breve. Almaceno periódicos que semanalmente descargo en el contenedor de reciclados, no sólo con la intención de devolverles una vida nueva, sino esperando que en la barriga oscura del depósito azul se produzca una fermentación que depure, además de la celulosa, la insidiosa información de aquellos periodistas consagrados por una prosa hábil pero alejada de la noticia sin contaminantes partidistas.
Hace poco que escribo, en Abril hará un año y aunque soy un flojeras inconstante, he encontrado una afición deliciosa que me permite mezclar fantasías obsesivas con realidades abrumadoras en un ejercicio tan beneficioso para mi alma como si del mejor confesionario se tratara, eso si, sin la atosigante obligatoriedad del sacramento divino ni la penitencia culposa del que junta palabras como forma de sustento.
Obligado por la causa de no mostrar mis cartas y poder caer, de esa manera, en mis propios partidismos, he elegido el relato inventado como forma de comunicación con el exclusivo propósito de entretener. Se que hay algunos que no entienden mi postura de no exteriorizar mis opiniones y sentimientos con el fin de conseguir, tal vez, un aumento de la clientela, pero me conformo con lo que tengo. Una palabra de aliento es suficiente para halagar mi vanidad y comprender que el ejercicio de escribir a fondo perdido es más gratificante que hacerlo bajo la turbia mirada estrábica de un patrón que mire en el mismo acto, la prosa desajustada de un novato y las teclas de una caja registradora que suena como el Money de Pink Floyd cada vez que se publica un escrito amañado, en el que la autocensura democrática es tan peligrosa como la anterior, pero eso si, alabada por nuestra bendita constitución.
No te molestes, Pedro J. Mañana publicas el 96 y ya te queda poco para decidirte, pero no cuentes conmigo. Prefiero a mis escasos fieles lectores que escribir mis devaneos en tu púlpito catedralicio. Eso sí, de los 100, solo merecen el puesto una docena, el resto, caca de la vaca.
La muerte de Francisco Umbral ha dejado dos huecos en mi vida. Uno en la estantería porque un libro suyo ha pasado a mi mesilla donde se encuentran los libros importantes y otro en el periódico EL MUNDO donde escribía su columna que tantos placeres y algunos sinsabores me proporcionaba.
Mal asunto para Pedro J. este de sustituir a un consagrado por otro que sepa mezclar con acierto, la prosa de un gran escritor y la puntería de opinar a diario sobre los acontecimientos cotidianos. Para ello ha invitado a una serie de periodistas y columnistas que, desde su criterio, puedan ocupar algún día el espacio que Paco dejó. Algo así como un concurso-oposición donde los plumillas desenvuelven su mejor literatura y dan su particular visión de los aconteceres diarios en el privilegiado espacio de la última página, que para mi es siempre la primera.
Son 100 los invitados a concursar por el puesto y como podéis imaginar no soy uno de los candidatos, pero eso no tiene importancia. Yo tengo mi propia publicación y me invito con el número 101 para que no haya sospecha que me considero alguien capaz de afrontar semejante reto.
Mi única razón para cometer tal atropello reside en algunas conversaciones que mantengo con lectores de mi blog que me piden un cambio de estilo y que “me moje”, vertiendo mis opiniones que ellos consideran acertadas y que para mí son reflexiones de bar poco fundamentadas pero, quizás, bien contadas. Algo así como el periodismo de ahora que, salvo excepciones, no basa la noticia en un estudio previo que la otorgue credibilidad sino que la criba en un cedazo donde sólo se caen los guijarros que les molestan y quedan expuestos a la luz de la pretendida veracidad, aquellos que satisfacen a su amado patrón. Eso que se llama la línea editorial del periódico.
Después de varios lustros leyendo prensa a diario, he de reconocer que evito la información que proporcionan más del cincuenta por ciento de los columnistas habituales, tanto de la zurda como de la diestra y leo con recelo de conejo a otros tantos que deslizan algunas zanahorias envenenadas de vez en cuando.
Así las cosas, aunque gasto de largo en publicaciones, mi lectura es cada vez más breve. Almaceno periódicos que semanalmente descargo en el contenedor de reciclados, no sólo con la intención de devolverles una vida nueva, sino esperando que en la barriga oscura del depósito azul se produzca una fermentación que depure, además de la celulosa, la insidiosa información de aquellos periodistas consagrados por una prosa hábil pero alejada de la noticia sin contaminantes partidistas.
Hace poco que escribo, en Abril hará un año y aunque soy un flojeras inconstante, he encontrado una afición deliciosa que me permite mezclar fantasías obsesivas con realidades abrumadoras en un ejercicio tan beneficioso para mi alma como si del mejor confesionario se tratara, eso si, sin la atosigante obligatoriedad del sacramento divino ni la penitencia culposa del que junta palabras como forma de sustento.
Obligado por la causa de no mostrar mis cartas y poder caer, de esa manera, en mis propios partidismos, he elegido el relato inventado como forma de comunicación con el exclusivo propósito de entretener. Se que hay algunos que no entienden mi postura de no exteriorizar mis opiniones y sentimientos con el fin de conseguir, tal vez, un aumento de la clientela, pero me conformo con lo que tengo. Una palabra de aliento es suficiente para halagar mi vanidad y comprender que el ejercicio de escribir a fondo perdido es más gratificante que hacerlo bajo la turbia mirada estrábica de un patrón que mire en el mismo acto, la prosa desajustada de un novato y las teclas de una caja registradora que suena como el Money de Pink Floyd cada vez que se publica un escrito amañado, en el que la autocensura democrática es tan peligrosa como la anterior, pero eso si, alabada por nuestra bendita constitución.
No te molestes, Pedro J. Mañana publicas el 96 y ya te queda poco para decidirte, pero no cuentes conmigo. Prefiero a mis escasos fieles lectores que escribir mis devaneos en tu púlpito catedralicio. Eso sí, de los 100, solo merecen el puesto una docena, el resto, caca de la vaca.
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martes, 11 de diciembre de 2007
EL e-LEARNING Y LA MADRE QUE LO PARIÓ
Tengo una deuda pendiente con mi currículo. Pesa en mi conciencia no haber hecho un curso de postgrado y al fin me he matriculado. Hoy han llegado a mi queli los libros y cedés del primer cuatrimestre que empezará recién inaugurado el 2008 y me he quedado de plástico. Un cajón monumental que supuse era una palangana de Limoges del siglo XVII que compré en ebay, resultó un quintal de papeles encuadernados con títulos inequívocamente formulados para que, antes de empezar, esté maldiciendo el hecho de haber acoquinado la pasta en un solo viaje.
E-Learning y Teoría del Aprendizaje Constructivista en las Disciplinas Informáticas: Un esquema de ejemplo a aplicar.
Este es el título del primer tocho, eso sí, en castellano, porque muchos de ellos están traducidos a un perfecto inglés, que aunque lo chamullo con una cierta gracia, no es igual pedir un filete de bisonte en Queens que meterte para el cuerpo una materia espeluznante en el idioma de Sam, el tío del gorro.
Me gusta la enseñanza y viví de ella varios años recorriendo España en una gira agotadora que soporté, no por la vocación, que no la tenía, sino porque podía pecar en el más amplio sentido de la palabra, desaparecía de los lugares en plazo breve y estaba muy bien pagado. Llegué a elaborar unos manuales donde mezclaba la sencillez con el atrevimiento y creo que esos años fueron los más creativos de mi vida profesional.
En mi faceta de “consultor” – si te llamabas profesor no cobrabas ni la mitad – solo ponía una condición. Los hoteles en los que me hospedara deberían tener servicio de habitaciones a cargo de la empresa contratante porque me llevaba mucho tiempo preparar las clases personalizadas a cada grupo, cuando en realidad me servía para comer algo cuando aterrizaba de madrugada contentillo, algo sudoroso y hambriento. Solo me ponía una prohibición. No ligar jamás con ninguna alumna. Cierto es que lo cumplí a rajatabla excepto en una ocasión que, sabiendo que no seguiría en eso mucho tiempo, me encandiló una moza que desposé al cabo de los años.
Todavía no se porqué he elegido hacer un master en e-learning. Quizás porque piense que la formación a través del ordenador es el futuro inmediato o porque en aquellos tiempos no tan lejanos encontré un trabajo que me hizo bastante feliz. El caso es que aquí me hallo, con las neuronas en coma flotante y la unidad aritmético lógica en pleno cortocircuito.
Tengo dos opciones: intentarlo de verdad o dejarlo, con el correspondiente rapapolvos de mi madre que me advirtió que ya no tenía edad para estudiar leñes de computadoras.
Me estoy animando. Les hincaré el premolar a los libracos hasta que les salgan los bytes por los cancañales. Todo con tal de no oir a mi madre.
E-Learning y Teoría del Aprendizaje Constructivista en las Disciplinas Informáticas: Un esquema de ejemplo a aplicar.
Este es el título del primer tocho, eso sí, en castellano, porque muchos de ellos están traducidos a un perfecto inglés, que aunque lo chamullo con una cierta gracia, no es igual pedir un filete de bisonte en Queens que meterte para el cuerpo una materia espeluznante en el idioma de Sam, el tío del gorro.
Me gusta la enseñanza y viví de ella varios años recorriendo España en una gira agotadora que soporté, no por la vocación, que no la tenía, sino porque podía pecar en el más amplio sentido de la palabra, desaparecía de los lugares en plazo breve y estaba muy bien pagado. Llegué a elaborar unos manuales donde mezclaba la sencillez con el atrevimiento y creo que esos años fueron los más creativos de mi vida profesional.
En mi faceta de “consultor” – si te llamabas profesor no cobrabas ni la mitad – solo ponía una condición. Los hoteles en los que me hospedara deberían tener servicio de habitaciones a cargo de la empresa contratante porque me llevaba mucho tiempo preparar las clases personalizadas a cada grupo, cuando en realidad me servía para comer algo cuando aterrizaba de madrugada contentillo, algo sudoroso y hambriento. Solo me ponía una prohibición. No ligar jamás con ninguna alumna. Cierto es que lo cumplí a rajatabla excepto en una ocasión que, sabiendo que no seguiría en eso mucho tiempo, me encandiló una moza que desposé al cabo de los años.
Todavía no se porqué he elegido hacer un master en e-learning. Quizás porque piense que la formación a través del ordenador es el futuro inmediato o porque en aquellos tiempos no tan lejanos encontré un trabajo que me hizo bastante feliz. El caso es que aquí me hallo, con las neuronas en coma flotante y la unidad aritmético lógica en pleno cortocircuito.
Tengo dos opciones: intentarlo de verdad o dejarlo, con el correspondiente rapapolvos de mi madre que me advirtió que ya no tenía edad para estudiar leñes de computadoras.
Me estoy animando. Les hincaré el premolar a los libracos hasta que les salgan los bytes por los cancañales. Todo con tal de no oir a mi madre.
miércoles, 5 de diciembre de 2007
LA VERDADERA HISTORIA DE JUAN PIMIENTO
¿Sabes la historia de Juan Pimiento?
Que se fue a cagar
Y se lo llevó el viento.
Juan Pimiento nació en Calahorra (La Rioja) a finales del XIX. Si bien nadie duda sobre la certeza del hecho acaecido, la misteriosa desaparición del personaje no es achacable exclusivamente al acto corporal en si.
Está demostrado que Juan salió de casa con paso zambo, una mano en el vientre y otra clavada de canto entre las cachas balbuceando Uff, Uff ¡Que no llego!, ¡Que me lo hago!. A partir de ese momento, los cronistas de la villa solo disponen del testimonio de un herrero que creyó oir entre los resoplidos del fuelle un Ahhhh que interpretó como de alguien que hubiera quedado conforme con algo, de satisfacción inmediata o de alivio de algún mal.
Esa misma tarde, un viento huracanado azotó el pueblo tronchando árboles, derribando cabañas, esparciendo el ganado y las gallinas del tío Jacinto tuvieron su primera lección de vuelo acrobático con rasante sobre el claustro del convento, donde además de muchas plumas, perdieron la carga blanca que impactó con certero tino en el hisopo con agua bendita del señor obispo, que dibujó con finos trazos amarillos la blanca palidez de las novicias que se ordenaban ese día.
Pero no se supo más del desdichado Juan. El pueblo pensó que el tornado habría succionado su cuerpo llevándolo al averno de donde había salido para llevar la desgracia a sus habitantes.
J. Pimiento no sólo no falleció en el desdichado episodio sino que vivió una larga vida. Sencillamente, fue al encuentro de un remedio para su mal que no era otro que ese violento estertor intestinal, el retortijón traicionero ante el que no podía permitirse el lujo de esperar un mejor momento. Solo era capaz de aguantarlo unos segundos o varios metros de atropellada carrera, por lo que era habitual que descargara antes de encontrar un lugar adecuado y mancillados su honor y sus pantalones , iba a casa maldiciendo su suerte mientras sufría el escarnio de sus vecinos que cantaban con malicia.
Juan Pimiento se ha cagado.
Huele mal el malandrín,
sucio, pobre y malhablado.
Aprovechando la confusión que reinaba en el pueblo, cogió un borriquillo y anduvo muchas leguas, parando solo a comer y dormir con la esperanza de hallar un lugar donde sanar de su mal y conseguir un empleo con el que procurarse sustento.
Tenía previsto llegar a Barcelona, pero las fuerzas le fallaban. El asno cojitranco rebuznaba de dolor como si tuviera clavada en el alma la espina que le atravesaba la pezuña y la insistente punzada en el vientre hacían del viaje una pesadilla, pero Juan caminaba confiado porque por primera vez en su corta vida nadie se mofaba de él.
Faltaban algunos kilómetros para llegar a destino, cuando su salud se quebró y tuvo que ser atendido en el hospital de misericordia de un pueblo llamado Rubi. A las pocas semanas, completamente restablecido, recogió al rucio en su establo de luna y partió de noche con la intención de llegar a destino con las primeras luces de aquel diciembre raso y polar.
Caminaba por el sendero polvoriento, y a la vera su compañero le topaba con el hocico en el brazo, como si quisiera advertirle de algo, hasta que se paró. Juan tiró de él con fuerza inútil y se quemó la mano con la áspera cuerda de esparto del bocado. Fue en busca de un palo largo que hiciera de fusta y fue entonces cuando vio una enorme luz encima del pueblecito, una estrella refulgente que le cegó durante unos instantes. Montó y su cabalgadura galopó como un corcel buscando el origen de aquel fulgor.
Llegó al pueblo y encima de un establo la gente se arremolinaba en torno a una pareja de jóvenes que miraban a un recién nacido rechoncho y sonriente. Una de las vacas se acomodó a la derecha y un hermoso buey lo hizo a la izquierda para procurarle al rorro algo de calor en esa noche helada. Juan sentía una profunda sensación de paz y amor. Habría permanecido allí para siempre cuando sintió la necesidad que tan infeliz le hacía. Salió corriendo pero no llegó muy lejos. Allí, en cuclillas, pudo ver a unos señores extraños, con uniforme azul y dorado, conductores del primer ferrocarril de Cataluña, que adoraban al pequeño y le entregaban presentes, mientras la multitud llenaba las calles del pueblo atraídos por el extraño fenómeno.
Juan Pimiento decidió establecerse allí y aunque nunca se curó de su mal, fue un hombre querido y respetado en aquella pequeña localidad catalana y todavía en su memoria se utiliza en los nacimientos de la comarca la figura entrañable del caganer.
Que se fue a cagar
Y se lo llevó el viento.
Juan Pimiento nació en Calahorra (La Rioja) a finales del XIX. Si bien nadie duda sobre la certeza del hecho acaecido, la misteriosa desaparición del personaje no es achacable exclusivamente al acto corporal en si.
Está demostrado que Juan salió de casa con paso zambo, una mano en el vientre y otra clavada de canto entre las cachas balbuceando Uff, Uff ¡Que no llego!, ¡Que me lo hago!. A partir de ese momento, los cronistas de la villa solo disponen del testimonio de un herrero que creyó oir entre los resoplidos del fuelle un Ahhhh que interpretó como de alguien que hubiera quedado conforme con algo, de satisfacción inmediata o de alivio de algún mal.
Esa misma tarde, un viento huracanado azotó el pueblo tronchando árboles, derribando cabañas, esparciendo el ganado y las gallinas del tío Jacinto tuvieron su primera lección de vuelo acrobático con rasante sobre el claustro del convento, donde además de muchas plumas, perdieron la carga blanca que impactó con certero tino en el hisopo con agua bendita del señor obispo, que dibujó con finos trazos amarillos la blanca palidez de las novicias que se ordenaban ese día.
Pero no se supo más del desdichado Juan. El pueblo pensó que el tornado habría succionado su cuerpo llevándolo al averno de donde había salido para llevar la desgracia a sus habitantes.
J. Pimiento no sólo no falleció en el desdichado episodio sino que vivió una larga vida. Sencillamente, fue al encuentro de un remedio para su mal que no era otro que ese violento estertor intestinal, el retortijón traicionero ante el que no podía permitirse el lujo de esperar un mejor momento. Solo era capaz de aguantarlo unos segundos o varios metros de atropellada carrera, por lo que era habitual que descargara antes de encontrar un lugar adecuado y mancillados su honor y sus pantalones , iba a casa maldiciendo su suerte mientras sufría el escarnio de sus vecinos que cantaban con malicia.
Juan Pimiento se ha cagado.
Huele mal el malandrín,
sucio, pobre y malhablado.
Aprovechando la confusión que reinaba en el pueblo, cogió un borriquillo y anduvo muchas leguas, parando solo a comer y dormir con la esperanza de hallar un lugar donde sanar de su mal y conseguir un empleo con el que procurarse sustento.
Tenía previsto llegar a Barcelona, pero las fuerzas le fallaban. El asno cojitranco rebuznaba de dolor como si tuviera clavada en el alma la espina que le atravesaba la pezuña y la insistente punzada en el vientre hacían del viaje una pesadilla, pero Juan caminaba confiado porque por primera vez en su corta vida nadie se mofaba de él.
Faltaban algunos kilómetros para llegar a destino, cuando su salud se quebró y tuvo que ser atendido en el hospital de misericordia de un pueblo llamado Rubi. A las pocas semanas, completamente restablecido, recogió al rucio en su establo de luna y partió de noche con la intención de llegar a destino con las primeras luces de aquel diciembre raso y polar.
Caminaba por el sendero polvoriento, y a la vera su compañero le topaba con el hocico en el brazo, como si quisiera advertirle de algo, hasta que se paró. Juan tiró de él con fuerza inútil y se quemó la mano con la áspera cuerda de esparto del bocado. Fue en busca de un palo largo que hiciera de fusta y fue entonces cuando vio una enorme luz encima del pueblecito, una estrella refulgente que le cegó durante unos instantes. Montó y su cabalgadura galopó como un corcel buscando el origen de aquel fulgor.
Llegó al pueblo y encima de un establo la gente se arremolinaba en torno a una pareja de jóvenes que miraban a un recién nacido rechoncho y sonriente. Una de las vacas se acomodó a la derecha y un hermoso buey lo hizo a la izquierda para procurarle al rorro algo de calor en esa noche helada. Juan sentía una profunda sensación de paz y amor. Habría permanecido allí para siempre cuando sintió la necesidad que tan infeliz le hacía. Salió corriendo pero no llegó muy lejos. Allí, en cuclillas, pudo ver a unos señores extraños, con uniforme azul y dorado, conductores del primer ferrocarril de Cataluña, que adoraban al pequeño y le entregaban presentes, mientras la multitud llenaba las calles del pueblo atraídos por el extraño fenómeno.
Juan Pimiento decidió establecerse allí y aunque nunca se curó de su mal, fue un hombre querido y respetado en aquella pequeña localidad catalana y todavía en su memoria se utiliza en los nacimientos de la comarca la figura entrañable del caganer.
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jueves, 29 de noviembre de 2007
UN CUENTO CHINO
No es cierto que mis relatos los escriba un “negro” contratado a tal fin, pero reconozco que tengo en nómina a un chinito vietnamita que me corrige el estilo y proporciona a mi fofa prosa el verde antipirético del arce de las montañas, el estimulante poder del ginseng rojo y el tono multicromático de las orquídeas salvajes. Jochimín, que así se llama mi pequeño estilista ha entrado en un estado melancólico, quizá algo depresivo porque piensa que le estoy engañando con el salario y que merece una mejora sustancial en sus emolumentos.
Pienso yo que el pago no es escaso pero tal vez debería cambiar la divisa en que le remunero y darle euros en vez de guanes de su país, con los que en esta españa cañí y atrasada no puede comprar el kilito de arroz SOS ni las bolsitas de te jazmín que tanto le gustan. Está claro que la occidentalización del proletariado asiático ha cambiado su perspectiva vital y pretende chantajearme diciendo que el arroz partido que le proporciono gratis total, habitualmente usado en la alimentación de nuestros queridos canes, se le queda blando al cocer y hace imposible la difícil empatía comida-palillos necesaria para su alimentación.
Le propuse la cuchara como remedio a sus males y le hice una demostración de uso tomado de su cuenco algo parecido a un arroz con leche desvahído, algo así como una "ratau perifoie" albina que pudiera servir, tanto de alimento en el corredor de la muerte donde no prima el aspecto ni la nutrición, como para sujetar dentaduras postizas. No tenía mala pinta y decidí, en aras a que entendiera su funcionamiento, introducirlo en mi boca. Al instante comprendí el significado de la frase “purga de benito”, aún desconociendo quien pudiera ser el susodicho individuo. Mi querido Chimín se negó en rotundo a utilizar artilugios cóncavos para la manduca porque podría cabrear a algún dios pagano, tan tiquismiquis ellos.
Es por ello que le he propuesto que escriba un breve relato, bien remunerado con los beneficios que adsense proporciona y que se repartirán a diez-noventa. Diez por ciento para el creativo y noventa para mí por el gasto que me supone contratar el oneroso espacio web que pago y que me deja la cuenta como una sucesión de conjunciones copulativas. Ni euros Ni dólares Ni puñetas.
Os dejo en manos de Jeremías Guaa, su nombre artístico en Español. Solo Buda sabe porque eligió tan profético nombre.
课•程•背•景前
人员,是客户了解我们最初的窗口,其言行举止与综合素质,将是公司形象直观
前台接待礼仪看似微不足道,实则十分重要,但现实中,绝大多数前台人员没有
练,将无法从全方位角度认知自己工作的重要性;在所从事的工作中感觉缺乏理论支持;工作中总是被动行事,不能主动掌握工作节奏;想努力提升工作的效益,但却不知从何处下手,如
何节省;这些都是每个前台人员所面对与困惑的,如何把握正确方向从而迅速提升自身职业素 养,成了我们必须面对与解决的课
Como podéis observar cada línea consta de dos hemistiquios marcados por una fuerte cesura, en cada uno de los cuales hay dos sílabas tónicas separadas por dos átonas. Esta estructura acentual tan marcada hace que el escritor deba en muchos casos modificar la sílaba tónica de algunas palabras, según las figuras retóricas de la sístole, utilizando una lengua literaria que se desvía de la natural.
Dada la concisión y su evidente valor literario ruego a los lectores que postuléis a Guaa como próximo premio Planeta. Hemos firmado un contrato en el que le pagaré, si gana, cien mil europesos mejicanos que me sobraron del jonimun cuando Cancún tenía solo un hotelito llamado Hostal Los Tórtolos.
Pienso yo que el pago no es escaso pero tal vez debería cambiar la divisa en que le remunero y darle euros en vez de guanes de su país, con los que en esta españa cañí y atrasada no puede comprar el kilito de arroz SOS ni las bolsitas de te jazmín que tanto le gustan. Está claro que la occidentalización del proletariado asiático ha cambiado su perspectiva vital y pretende chantajearme diciendo que el arroz partido que le proporciono gratis total, habitualmente usado en la alimentación de nuestros queridos canes, se le queda blando al cocer y hace imposible la difícil empatía comida-palillos necesaria para su alimentación.
Le propuse la cuchara como remedio a sus males y le hice una demostración de uso tomado de su cuenco algo parecido a un arroz con leche desvahído, algo así como una "ratau perifoie" albina que pudiera servir, tanto de alimento en el corredor de la muerte donde no prima el aspecto ni la nutrición, como para sujetar dentaduras postizas. No tenía mala pinta y decidí, en aras a que entendiera su funcionamiento, introducirlo en mi boca. Al instante comprendí el significado de la frase “purga de benito”, aún desconociendo quien pudiera ser el susodicho individuo. Mi querido Chimín se negó en rotundo a utilizar artilugios cóncavos para la manduca porque podría cabrear a algún dios pagano, tan tiquismiquis ellos.
Es por ello que le he propuesto que escriba un breve relato, bien remunerado con los beneficios que adsense proporciona y que se repartirán a diez-noventa. Diez por ciento para el creativo y noventa para mí por el gasto que me supone contratar el oneroso espacio web que pago y que me deja la cuenta como una sucesión de conjunciones copulativas. Ni euros Ni dólares Ni puñetas.
Os dejo en manos de Jeremías Guaa, su nombre artístico en Español. Solo Buda sabe porque eligió tan profético nombre.
课•程•背•景前
人员,是客户了解我们最初的窗口,其言行举止与综合素质,将是公司形象直观
前台接待礼仪看似微不足道,实则十分重要,但现实中,绝大多数前台人员没有
练,将无法从全方位角度认知自己工作的重要性;在所从事的工作中感觉缺乏理论支持;工作中总是被动行事,不能主动掌握工作节奏;想努力提升工作的效益,但却不知从何处下手,如
何节省;这些都是每个前台人员所面对与困惑的,如何把握正确方向从而迅速提升自身职业素 养,成了我们必须面对与解决的课
Como podéis observar cada línea consta de dos hemistiquios marcados por una fuerte cesura, en cada uno de los cuales hay dos sílabas tónicas separadas por dos átonas. Esta estructura acentual tan marcada hace que el escritor deba en muchos casos modificar la sílaba tónica de algunas palabras, según las figuras retóricas de la sístole, utilizando una lengua literaria que se desvía de la natural.
Dada la concisión y su evidente valor literario ruego a los lectores que postuléis a Guaa como próximo premio Planeta. Hemos firmado un contrato en el que le pagaré, si gana, cien mil europesos mejicanos que me sobraron del jonimun cuando Cancún tenía solo un hotelito llamado Hostal Los Tórtolos.
martes, 27 de noviembre de 2007
CONTROL POLICIAL
Hace unos días leí en la prensa que a un restaurante de Segovia en el que como con una cierta frecuencia le habían concedido una estrella Michelin. El sitio en cuestión se llama Villena y está en plena plaza mayor. A diferencia de otros, se dedica a un tipo de cocina algo más evolucionada que los asados castellanos que tanta gente mueven los fines de semana. No te preocupes, Rioyo, que te mandaré la cuenta de la publicidad.
Esta misma mañana, andaba yo algo desorientado, apático, como si tuviera un golondrino en el cerebro que me presionara la función trabajadora y a eso de las doce decidí terminar mi jornada laboral, así, porque me daba la gana que para eso uno es autónomo y lo mismo se enjareta una jornada de 15, que se abandona a la dulce holganza un martes cualquiera con la única excusa de ser día ventisiete.
Llamé a un amigo y algó pasó en la conversación, pero solo recuerdo que quedamos a comer en el restaurante galardonado, algo parecido a aquella vez que a las cuatro de la mañana a alguien le pareció divertido desayunar en Santander, y allí fuimos tres dementes en un ocho y medio a ver amanecer en la playa de la Magdalena.
A eso de la una cogí mi japo y enfilé la A6 a esa velocidad que si te pescan no pena cárcel pero te alivia la cartera y de los puntos, una docena concedida, no quedarían suficientes para un revuelto para dos. Eso sí: la autopista sólo para mi menda y algún camión de derechas chupando arcén y resoplando en las cuestas.
Una hora es el tiempo establecido y cincuenta minutos pasaban cuando vislumbré la hermosa catedral, la mía, entre nubes grises y un chisporroteo de lluvia fina, casi aguanieve que me hizo pisar el freno. De pronto, los dos carriles se convirtieron en uno por obra de unos conos y pude ver al final, el chaleco chillón de un agente de la ley que con una especie de zanahoria luminosa, desviaba el tráfico a una fila donde se apreciaba un cartel que decía CONTROL.
Hice un repaso mental para cerciorarme de que no había tomado alcohol. No me resultó fácil pero al final recordé, cosa rara en mí, que soy casi abstemio desde hace años. Entonces me preocupé de la medicación por si alguno de los comprimidos que tomo pudieran incluir alguna sustancia dopante y me tranquilicé al pensar que la vitamica C, el gelocatil y la loción de afeitado “Abrótano Macho” no están incluidas en las listas de psicotrópicos de la DGT.
Soporté varios minutos de cola y me llegaba el turno. Sonaba en la radio “Mas chutes nooo, ni cucharas impregnadas de heroiiiína” de los Chichos y lo consideré un mal presagio. Al ver la cara del policía me horroricé. Era choricín. Aquel niño tierno que era como la mascota del colegio, pequeñito y colorado como un cantimpalito. Ya credido, poco, pienso yo que sin mayores ambiciones, aprobó para policía municipal y puso tanto empeño en el cumplimiento estricto de la ley, que tiraba de libreta más rápidamente que Harry el sucio, hasta el punto que se le cambió el nombre y pasó a llamarse Choricop, todo chorizo pero cien por cien policía.
Delante de mí, tres autos, tres, evitaron el control pero el agente clavó sus ojos sobre mi matrícula y me indicó el desvío a la derecha donde me esperaba, creía yo, el soplido del búfalo.
Hacía varios años que no me tocaba y aunque me sentía preparado, no tenía la misma confianza que cuando era un habitual de verbenas y fiestas de pueblo, aquellos controles agrourbanos donde siempre salía victorioso, excepto en alguna ocasión que el aparato estaba con seguridad en mal estado y el señor juez siempre se ponía del lado del uniforme en vez de hacerlo del lado de la razón del hombre honesto que quizás había tomado un chispazo antes de acceder a su puesto de trabajo en una humilde cochiquera o en un silo de cebada con un deportivo rojo y una jai dormida en el asiento de atrás.
Cual fue mi sorpresa cuando alguien tocó mi cristal derecho y en vez de un policía uniformado me encontré con un chiquilicuatre con barba de tres días y una especie de poncho peruano con un cuadernillo en las manos. Abrí la ventanilla y me informó que el control se debía a una acción municipal para responder a una encuesta sobre los hábitos de transporte de las personas que accedían a Segovia en coche y si cambiarían de opinión cuando el AVE estuviera en marcha. Encolerizado, maldije al alcalde y metí la primera con intención de huir pero tenía tráfico delante. Permití que me interrogara y después de varias preguntas estúpidas, llego la que colmó mi paciencia.
- Para finalizar, ¿Qué es lo que viene a hacer a Segovia?
- Pues, venía a atracar un banco, pero me han descojonado el plan porque pensaba hacer un trabajillo rápido, pero a la hora que es, seguro que han cerrado.
Y va el hideputa y me suelta:
- Pues otra vez será. Disculpe las molestias.
No pude comer en Villena. Esta semana se celebra el festival de tapas de cuchara, guisos y cocidos varios. Después de cuatro bares, estaba listo para el cortado y salir de naja. Antes de entrar de nuevo en la autovía, me llamó mi amigo y me contó que habían atracado un banco a última hora. Yo, de momento estoy tranquilo porque Jesús es un cachondo, pero por si acaso, me encanta el chocolate belga y el cava brut nature, si es que lo dejan meter en la cárcel.
Esta misma mañana, andaba yo algo desorientado, apático, como si tuviera un golondrino en el cerebro que me presionara la función trabajadora y a eso de las doce decidí terminar mi jornada laboral, así, porque me daba la gana que para eso uno es autónomo y lo mismo se enjareta una jornada de 15, que se abandona a la dulce holganza un martes cualquiera con la única excusa de ser día ventisiete.
Llamé a un amigo y algó pasó en la conversación, pero solo recuerdo que quedamos a comer en el restaurante galardonado, algo parecido a aquella vez que a las cuatro de la mañana a alguien le pareció divertido desayunar en Santander, y allí fuimos tres dementes en un ocho y medio a ver amanecer en la playa de la Magdalena.
A eso de la una cogí mi japo y enfilé la A6 a esa velocidad que si te pescan no pena cárcel pero te alivia la cartera y de los puntos, una docena concedida, no quedarían suficientes para un revuelto para dos. Eso sí: la autopista sólo para mi menda y algún camión de derechas chupando arcén y resoplando en las cuestas.
Una hora es el tiempo establecido y cincuenta minutos pasaban cuando vislumbré la hermosa catedral, la mía, entre nubes grises y un chisporroteo de lluvia fina, casi aguanieve que me hizo pisar el freno. De pronto, los dos carriles se convirtieron en uno por obra de unos conos y pude ver al final, el chaleco chillón de un agente de la ley que con una especie de zanahoria luminosa, desviaba el tráfico a una fila donde se apreciaba un cartel que decía CONTROL.
Hice un repaso mental para cerciorarme de que no había tomado alcohol. No me resultó fácil pero al final recordé, cosa rara en mí, que soy casi abstemio desde hace años. Entonces me preocupé de la medicación por si alguno de los comprimidos que tomo pudieran incluir alguna sustancia dopante y me tranquilicé al pensar que la vitamica C, el gelocatil y la loción de afeitado “Abrótano Macho” no están incluidas en las listas de psicotrópicos de la DGT.
Soporté varios minutos de cola y me llegaba el turno. Sonaba en la radio “Mas chutes nooo, ni cucharas impregnadas de heroiiiína” de los Chichos y lo consideré un mal presagio. Al ver la cara del policía me horroricé. Era choricín. Aquel niño tierno que era como la mascota del colegio, pequeñito y colorado como un cantimpalito. Ya credido, poco, pienso yo que sin mayores ambiciones, aprobó para policía municipal y puso tanto empeño en el cumplimiento estricto de la ley, que tiraba de libreta más rápidamente que Harry el sucio, hasta el punto que se le cambió el nombre y pasó a llamarse Choricop, todo chorizo pero cien por cien policía.
Delante de mí, tres autos, tres, evitaron el control pero el agente clavó sus ojos sobre mi matrícula y me indicó el desvío a la derecha donde me esperaba, creía yo, el soplido del búfalo.
Hacía varios años que no me tocaba y aunque me sentía preparado, no tenía la misma confianza que cuando era un habitual de verbenas y fiestas de pueblo, aquellos controles agrourbanos donde siempre salía victorioso, excepto en alguna ocasión que el aparato estaba con seguridad en mal estado y el señor juez siempre se ponía del lado del uniforme en vez de hacerlo del lado de la razón del hombre honesto que quizás había tomado un chispazo antes de acceder a su puesto de trabajo en una humilde cochiquera o en un silo de cebada con un deportivo rojo y una jai dormida en el asiento de atrás.
Cual fue mi sorpresa cuando alguien tocó mi cristal derecho y en vez de un policía uniformado me encontré con un chiquilicuatre con barba de tres días y una especie de poncho peruano con un cuadernillo en las manos. Abrí la ventanilla y me informó que el control se debía a una acción municipal para responder a una encuesta sobre los hábitos de transporte de las personas que accedían a Segovia en coche y si cambiarían de opinión cuando el AVE estuviera en marcha. Encolerizado, maldije al alcalde y metí la primera con intención de huir pero tenía tráfico delante. Permití que me interrogara y después de varias preguntas estúpidas, llego la que colmó mi paciencia.
- Para finalizar, ¿Qué es lo que viene a hacer a Segovia?
- Pues, venía a atracar un banco, pero me han descojonado el plan porque pensaba hacer un trabajillo rápido, pero a la hora que es, seguro que han cerrado.
Y va el hideputa y me suelta:
- Pues otra vez será. Disculpe las molestias.
No pude comer en Villena. Esta semana se celebra el festival de tapas de cuchara, guisos y cocidos varios. Después de cuatro bares, estaba listo para el cortado y salir de naja. Antes de entrar de nuevo en la autovía, me llamó mi amigo y me contó que habían atracado un banco a última hora. Yo, de momento estoy tranquilo porque Jesús es un cachondo, pero por si acaso, me encanta el chocolate belga y el cava brut nature, si es que lo dejan meter en la cárcel.
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Julio Rioyo,
Villena
sábado, 24 de noviembre de 2007
LA SIMPLIFICACION SIMPLIFICADA
Llevaba varios días escribiendo sobre una forma de vida por la que he optado y que me está dando buenos resultados. La llamo la teoría de la simplificación y es algo tan sencillo como subrayar un libro, separar la paja del grano, o si se prefiere, pelar la pava sólo con aquellas que tenga posibilidades de llevarme al huerto. Esta misma tarde estaba terminando de darle forma y lo imprimí para verlo escrito. En eso estaba cuando pasó mi sobrino Vicentito, miró el papel y me dijo.
- Tío, ¿Puedo leer eso que estás escribiendo?
- Claro, Vicentito.
- La sim-pli-fi-ca cion. ¿Qué es la simplifi-cación?
- Un método que uso para que las cosas sean más sencillas.
- Pues si para explicar lo que es sencillo necesitas 5 hojas, Cuántas necesitas para explicar cosas difíciles?
El cabrito del renacuajo me acabada de fastidiar una semana de esforzado trabajo con el que pretendía, desde mi turbia mente, resumir los males del mundo reduciéndolos a la anécdota. La cosa iba de malmeter a los periodistas con pluma fina pero opinión vendida, rebatir teorías conspirativas, e incluso una entrevista falsa con Al Gore, que caía en mi trampa y reconocía que, después de todo, el primer malandrín era él por contaminar más que mil de sus congéneres. Tengo que rescatar de la papelera un trozo de dicha interview que dice:
- Mr. Al Gore. ¿Sabe Vd, algún idioma, además del Inglés?
- Yes, No. I mean, un poquito españolo. Busqué traducción mi nombre en buscador de casa blanca, Whity buscador, you know, y puse Al Gore y no salir nada. Then puse Al y salió Al "Capone": mafioso. Luego, puse Gore y salió truculento, por lo que mio nombre en españolo es "mafioso truculento" No saber qué es pero suena muy funny, chistoso.
- Pues se lo podría traducir en nombres y apellidos, pero mejor lo dejamos por hoy.
¿Qué hacer cuándo determinada televisión te produce gases? Dejar la tele flatulenta. ¿Si alguien quiere arruinarme el día con chismorreos y malas intenciones? Le despido con una sonrisa y un amable “vete a tomar por saco” que a sus oídos suene como si le estuviera instigando a retozar con una rubia con dos pechos disparatados.
Ahora sé que aprendo más tomando un café con un viejo que con dos meses en la universidad, que lo superfluo no me llena, que prefiero un vino magnifico al mes que treinta malos y que la calidad es mucho más importante que la cantidad, incluso para el amor.
Resumiendo mi teoría, en esas reuniones donde la discusión alcanza un tono furibundo recurro al mismo argumento. Callar y si me preguntan, respondo lacónicamente: No puedo opinar, porque no conozco el asunto a fondo. Recuerdo que me invitaron a esa reunión pero no pude ir porque tenía la agenda muy apretada.
Entretanto, solo deciros que no deseo ferraris ni chalés, que los lujos dejan de serlo cuando se convierten en algo cotidiano y que soy bastante feliz, así simplificando mi vida. Aurrevoire
PD. Las cinco páginas no irán a la papelera. Me esforzaré un poco y haré un libro de autoayuda para forrarme un poco y comprarme un Porsche que me mola, ¡Nos ha jodido!
- Tío, ¿Puedo leer eso que estás escribiendo?
- Claro, Vicentito.
- La sim-pli-fi-ca cion. ¿Qué es la simplifi-cación?
- Un método que uso para que las cosas sean más sencillas.
- Pues si para explicar lo que es sencillo necesitas 5 hojas, Cuántas necesitas para explicar cosas difíciles?
El cabrito del renacuajo me acabada de fastidiar una semana de esforzado trabajo con el que pretendía, desde mi turbia mente, resumir los males del mundo reduciéndolos a la anécdota. La cosa iba de malmeter a los periodistas con pluma fina pero opinión vendida, rebatir teorías conspirativas, e incluso una entrevista falsa con Al Gore, que caía en mi trampa y reconocía que, después de todo, el primer malandrín era él por contaminar más que mil de sus congéneres. Tengo que rescatar de la papelera un trozo de dicha interview que dice:
- Mr. Al Gore. ¿Sabe Vd, algún idioma, además del Inglés?
- Yes, No. I mean, un poquito españolo. Busqué traducción mi nombre en buscador de casa blanca, Whity buscador, you know, y puse Al Gore y no salir nada. Then puse Al y salió Al "Capone": mafioso. Luego, puse Gore y salió truculento, por lo que mio nombre en españolo es "mafioso truculento" No saber qué es pero suena muy funny, chistoso.
- Pues se lo podría traducir en nombres y apellidos, pero mejor lo dejamos por hoy.
¿Qué hacer cuándo determinada televisión te produce gases? Dejar la tele flatulenta. ¿Si alguien quiere arruinarme el día con chismorreos y malas intenciones? Le despido con una sonrisa y un amable “vete a tomar por saco” que a sus oídos suene como si le estuviera instigando a retozar con una rubia con dos pechos disparatados.
Ahora sé que aprendo más tomando un café con un viejo que con dos meses en la universidad, que lo superfluo no me llena, que prefiero un vino magnifico al mes que treinta malos y que la calidad es mucho más importante que la cantidad, incluso para el amor.
Resumiendo mi teoría, en esas reuniones donde la discusión alcanza un tono furibundo recurro al mismo argumento. Callar y si me preguntan, respondo lacónicamente: No puedo opinar, porque no conozco el asunto a fondo. Recuerdo que me invitaron a esa reunión pero no pude ir porque tenía la agenda muy apretada.
Entretanto, solo deciros que no deseo ferraris ni chalés, que los lujos dejan de serlo cuando se convierten en algo cotidiano y que soy bastante feliz, así simplificando mi vida. Aurrevoire
PD. Las cinco páginas no irán a la papelera. Me esforzaré un poco y haré un libro de autoayuda para forrarme un poco y comprarme un Porsche que me mola, ¡Nos ha jodido!
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lunes, 19 de noviembre de 2007
Y LOS BURROS BAILABAN..
Aquel Viernes llegué de madrugada a uno de esos pueblos donde la taberna olía a pólvora de escopeta y plumas muertas de torcaz, chatos de vino de pellejo y al as de oros de la baraja macerada en saliva y anís, había que morderlo para cerciorarse de que no era falso.
Alquilé una habitación en un hotelito rural que fue en tiempos un antiguo molino de trigo. La gran muela redonda había abandonado el trabajo de pulverizar aquellos granos tan gordos que atragantaban a los jilgueros y se había convertido en una mesa de varios quintales, de superficie tan irregular que cualquier atavío de vajilla que se dispusiera en ella parecería la instantánea de una procesión de cojos.
Subí a la habitación y antes de acostarme abrí el balcón y me quedé mirando a una luna llena pequeña, muy brillante. Me recordó viejos tiempos, cuando vivía en aquel otro lugar del que salí para jamás volver. Aquellos anocheceres de charcas y ranas, de mis primeras cervezas a la espera de un beso fugaz que necesitaba como el comer.
Salió mi querida y me preguntó qué miraba y me puso sobre los hombros una manta porque la noche helada de aquel páramo estaba a punto de coagularme las lágrimas que empezaban a caerme.
- ¿En qué piensas?
- Todo me recuerda a mi juventud. Al horno de pan que asaba corderos los domingos, a los ostias que robábamos al cura y a las castañas asadas de la plaza. A los niños gitanos que iban descalzos y comían mendrugos con las naranjas que quedaban del mercado de los Jueves. Si, esos niños que con sus varas de avellano y los calzoncillos sucios por montura amaestraban a los asnos que les descabalgaban por las orejas. Así muchas noches de doma y cardenales, hasta que los burros bailaban.
- ¿Qué miras tan fíjamente?
- Esa luna chiquita y deslumbrante. No se necesita una luna grande para que sea hermosa, ¿Verdad?
- Claro que no, cariño, pero eso no es la luna.
- Allí, enfrente, entre esos árboles, ¿Acaso no la ves?
- Si, la veo, pero es el reloj de la iglesia.
Y sonó la una repetida tres veces. Era hora de acostarse y pensar en volver al oculista.
Alquilé una habitación en un hotelito rural que fue en tiempos un antiguo molino de trigo. La gran muela redonda había abandonado el trabajo de pulverizar aquellos granos tan gordos que atragantaban a los jilgueros y se había convertido en una mesa de varios quintales, de superficie tan irregular que cualquier atavío de vajilla que se dispusiera en ella parecería la instantánea de una procesión de cojos.
Subí a la habitación y antes de acostarme abrí el balcón y me quedé mirando a una luna llena pequeña, muy brillante. Me recordó viejos tiempos, cuando vivía en aquel otro lugar del que salí para jamás volver. Aquellos anocheceres de charcas y ranas, de mis primeras cervezas a la espera de un beso fugaz que necesitaba como el comer.
Salió mi querida y me preguntó qué miraba y me puso sobre los hombros una manta porque la noche helada de aquel páramo estaba a punto de coagularme las lágrimas que empezaban a caerme.
- ¿En qué piensas?
- Todo me recuerda a mi juventud. Al horno de pan que asaba corderos los domingos, a los ostias que robábamos al cura y a las castañas asadas de la plaza. A los niños gitanos que iban descalzos y comían mendrugos con las naranjas que quedaban del mercado de los Jueves. Si, esos niños que con sus varas de avellano y los calzoncillos sucios por montura amaestraban a los asnos que les descabalgaban por las orejas. Así muchas noches de doma y cardenales, hasta que los burros bailaban.
- ¿Qué miras tan fíjamente?
- Esa luna chiquita y deslumbrante. No se necesita una luna grande para que sea hermosa, ¿Verdad?
- Claro que no, cariño, pero eso no es la luna.
- Allí, enfrente, entre esos árboles, ¿Acaso no la ves?
- Si, la veo, pero es el reloj de la iglesia.
Y sonó la una repetida tres veces. Era hora de acostarse y pensar en volver al oculista.
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jueves, 15 de noviembre de 2007
EL HIPNOTIZADOR
En una sala de fiestas, el hipnotizador pedía voluntarios para demostrar que podía penetrar en la mente de los hombres y cambiarla a su capricho. Según sus palabras, cualquiera que estuviera bajo su influjo mágico, perdería su voluntad y sería su esclavo mientras durara el espectáculo.
Antes de ir, me había informado en la Wikipedia y sabía que era imposible hipnotizar a quien no quisiera, por lo tanto, yo era la persona indicada para salir a escena y arruinar el espectáculo de “Simón Gaitas” el sofrólogo más poderoso del mundo.
A mí, la palabra sofrólogo, de esdrújula fonética y vocales neumáticas, quizás debido al hambre, se me asemejaba a un plato combinado donde las oes en forma de albóngidas se acompañaban del bacon frito de la s, las patatas de la f, la salchicha de la l y la chuletilla de la g. También me recordaba a otras similares como tocólogo o proctólogo, ambas de gran poder curativo pero en la medida de posible, a evitar. Sin embargo, mis conocimientos del tema y la ausencia de dolor del método aplicado, hacían que nada me inquietara y me apresté a levantar la mano y acudí al escenario sonriente, tal vez desafiante.
Después de las preguntas de rigor donde mentí como un malandrín sobre mi nombre, edad y profesión, tomó un colgante con una piedra roja parecida a un rubí y lo puso delante de mis ojos instándome a mirarlo fijamente. Comenzó a hablar con voz grave de tenor tuberculoso intentando desviar mi atención a su estúpida charla y acercó el medallón hasta que de un amuleto, surgieron misteriosamente dos. La proximidad del objeto y mi tendencia a bizquear me jugaron una mala pasada porque iba preparado para soportar la imagen subyugadora de un solo talismán. Empezaba a notar somnolencia pero debía resistir, estilo requeté, costara lo que costara.
- Te pesa la cabeza, se te cierran los ojos, quieres dormir plácidamente..
- ¡Que no, leñe! Que no me pesa nada. Si se me cierran los ojos es porque veo que me vas a saltar uno con la gaita que me has puesto delante.
Escuchaba a la gente reir a carcajadas, especialmente a mi amigo Eufronio que estaba en primera fila detrás de una montaña de huesos de aceituna.
- Todo te parece oscuro, todo da vueltas, cuando chasque los dedos caerás en un sueño muy profundo……. ¡Chas!
- ¡ Como no me hagas una tortilla de valium! Jeje.
El público se mofaba y Simón empezaba a estar muy enfadado. Quitó el amuleto, me cogió la cabeza con sus manos, como si estuviera catando un melón y conjuró: ¿Quo usque tandem abutere gilipuertas patientia mea?
No entendí el mensaje pero por la entonación colérica, me pareció clavadito a Cicerón.
El resultado fue fulminante. A partir de ahí no recuerdo nada, pero según me contó Eufro, hice un ridículo espantoso. Me proyectó en la mente la imagen desnuda de una bella modelo y me colocó de perfil con los patalones bajados para que se viera mi erección, me hizo graznar como una urraca, aullé como un lobo en celo, imité con gran profesionalidad a Marujita Díaz haciendo ojillos y me despidió dándome una orden al oído, que cumpliría después de despertar.
De aquella experiencia apenas recuerdo algo. Solo tengo clara una cosa, la hipnosis no es tan eficaz como se supone. Por las noches se me proyecta la imagen voluptuosa de la modelo en cueros y no la necesito para elevar mi espíritu, por lo que he incorporado otra palabra esdrújula y ovoide a mi vocabulario: monólogo, más exactamente, manólogo, diría yo.
Ah y un pequeño inconveniente. Cuando cruzo un semáforo cacareo como una gallina clueca, muevo los brazos como si bailara los pajaritos y picoteo a los viandantes que huyen despavoridos. Debe ser que me faltan vitaminas.
Antes de ir, me había informado en la Wikipedia y sabía que era imposible hipnotizar a quien no quisiera, por lo tanto, yo era la persona indicada para salir a escena y arruinar el espectáculo de “Simón Gaitas” el sofrólogo más poderoso del mundo.
A mí, la palabra sofrólogo, de esdrújula fonética y vocales neumáticas, quizás debido al hambre, se me asemejaba a un plato combinado donde las oes en forma de albóngidas se acompañaban del bacon frito de la s, las patatas de la f, la salchicha de la l y la chuletilla de la g. También me recordaba a otras similares como tocólogo o proctólogo, ambas de gran poder curativo pero en la medida de posible, a evitar. Sin embargo, mis conocimientos del tema y la ausencia de dolor del método aplicado, hacían que nada me inquietara y me apresté a levantar la mano y acudí al escenario sonriente, tal vez desafiante.
Después de las preguntas de rigor donde mentí como un malandrín sobre mi nombre, edad y profesión, tomó un colgante con una piedra roja parecida a un rubí y lo puso delante de mis ojos instándome a mirarlo fijamente. Comenzó a hablar con voz grave de tenor tuberculoso intentando desviar mi atención a su estúpida charla y acercó el medallón hasta que de un amuleto, surgieron misteriosamente dos. La proximidad del objeto y mi tendencia a bizquear me jugaron una mala pasada porque iba preparado para soportar la imagen subyugadora de un solo talismán. Empezaba a notar somnolencia pero debía resistir, estilo requeté, costara lo que costara.
- Te pesa la cabeza, se te cierran los ojos, quieres dormir plácidamente..
- ¡Que no, leñe! Que no me pesa nada. Si se me cierran los ojos es porque veo que me vas a saltar uno con la gaita que me has puesto delante.
Escuchaba a la gente reir a carcajadas, especialmente a mi amigo Eufronio que estaba en primera fila detrás de una montaña de huesos de aceituna.
- Todo te parece oscuro, todo da vueltas, cuando chasque los dedos caerás en un sueño muy profundo……. ¡Chas!
- ¡ Como no me hagas una tortilla de valium! Jeje.
El público se mofaba y Simón empezaba a estar muy enfadado. Quitó el amuleto, me cogió la cabeza con sus manos, como si estuviera catando un melón y conjuró: ¿Quo usque tandem abutere gilipuertas patientia mea?
No entendí el mensaje pero por la entonación colérica, me pareció clavadito a Cicerón.
El resultado fue fulminante. A partir de ahí no recuerdo nada, pero según me contó Eufro, hice un ridículo espantoso. Me proyectó en la mente la imagen desnuda de una bella modelo y me colocó de perfil con los patalones bajados para que se viera mi erección, me hizo graznar como una urraca, aullé como un lobo en celo, imité con gran profesionalidad a Marujita Díaz haciendo ojillos y me despidió dándome una orden al oído, que cumpliría después de despertar.
De aquella experiencia apenas recuerdo algo. Solo tengo clara una cosa, la hipnosis no es tan eficaz como se supone. Por las noches se me proyecta la imagen voluptuosa de la modelo en cueros y no la necesito para elevar mi espíritu, por lo que he incorporado otra palabra esdrújula y ovoide a mi vocabulario: monólogo, más exactamente, manólogo, diría yo.
Ah y un pequeño inconveniente. Cuando cruzo un semáforo cacareo como una gallina clueca, muevo los brazos como si bailara los pajaritos y picoteo a los viandantes que huyen despavoridos. Debe ser que me faltan vitaminas.
martes, 13 de noviembre de 2007
LA PERLA
Hace un tiempo, decidí sin estar en mi sano juicio, empezar un relato de extensión indefinida y que llegaría hasta donde pudiera. Podría ser algo breve de 10 páginas, quizás 30, en fin hasta donde alcancen mis meninges. Me apetecía algo lujoso pero no banal. Finanzas, cosas caras que he tenido la suerte de probar, o no, y seducción. Estructuré muy brevemente la trama, cogí mi Toshiba Quosmio, aunque en realidad es un "The Goat" bastante antiguo, y escribí 2 páginas de comienzo y la última, quizás para que no se me olvidara.
No estoy convencido de la conveniencia de hacer esto, y por supuesto no lo publicaré en este blog. Solo esta pequeña muestra para saber si os parece interesante y merece la pena seguir.
No quiero peloteos de ¡Está chachi! Estoy preparado para recibir críticas porque si no me hubiera criticado yo previamente no os pediría opinión.
Por supuesto, las referencias son todas reales. No encontraréis ningun producto, marca o sitio que no exista.
_________________________________________________________________________________
LA PERLA
Me habían invitado a una recepción en la embajada Alemana de Madrid. Sinceramente, no pensaba acudir. No me gustan esas reuniones donde conoces a aburridos personajes cuyo nombre olvidas al momento y la elegancia con la que visten se diluye al mismo tiempo que caduca el plazo de alquiler de la vestimenta. Solo una llamada de Enrique Lacorte, actual agregado comercial en Chicago y buen amigo confirmándome su asistencia y rogándome que fuera pues tenía algo importante para mi, me impulsó a ir.
En un lugar donde el uniforme habitual es el smoking para los caballeros y el vestido clásico de fiesta para las señoras, optar por un traje elegante, si bien no es siempre bien visto por la pedante y clasista muchedumbre de los cargos oficiales, me da un toque de atrevimiento y diferenciación y lo llevo sin ningún pudor porque a mi me invitan exclusivamente por mi posición económica. Revisé mi guardarropa y elegí para la ocasión uno clásico con fina raya diplomática de pura lana virgen cortado y cosido por mis sastres Londinenses Gives & Hawkes.
Llegué a la embajada y di orden a mi conductor que no se alejara demasiado porque presuponía una visita breve.
Una vez dentro y cuando tenía en la mano una copa de champagne, me vió el Embajador Bruckner que acudió a saludarme. Solo me dio un cordial abrazo y unas breves palabras de bienvenida porque la sala se llenaba y tenía muchos compromisos a los que atender. El discurso de apertura había comenzado hacía diez minutos y parecía que no iba a terminar nunca. Apuré mi copa y me disponía a avisar al chofer para que me recogiera cuando noté una palmada en la espalda y un saludo efusivo de mi amigo Enrique. Nos dimos la mano con esa firmeza justa, mi blanda como si acariciaras una lubina, ni tan vigorosa que te incomode la presión. Era una apretón sincero, de amigos desde la infancia. Charlamos amigablemente durante unos minutos y llegada una pausa en la conversación le pregunté por eso tan importante que me tenía que decir.
- Hay una dama que quiere conocerte.
- Me intrigas, Enrique. ¿Qué tipo de dama? ¿Acaso una señora mayor de alta alcurnia que quiere casarme con una de sus hijas solteras?
- No. Es una señora respetable, al menos diez años más joven que tu y de una belleza turbadora.
- ¿ Y porqué crees que me quiere conocer?
- Si crees que es por tu dinero, te equivocas. Su economía es tan sólida o más que la tuya. No te puedo adelantar más. Espera unos minutos y la conocerás. Debe estar a punto de llegar.
- Esperemos, me tienes es ascuas.
Optamos por ir a la zona donde pudiéramos comer algo ligero y probar uno de los magníficos vinos blancos alemanes que los asesores seleccionaban para estas ocasiones. Opté por uno blanco y seco, un Riesling Trocken de 2003 que degusté con verdadero deleite. Los germanos, aunque frecuentemente tengan que chaptalizar el vino con azúcar para conseguir un grado alcohólico que no consiguen sus vides por las bajas temperaturas y la humedad del lugar, aplican tan perfectamente la técnica que el resultado suele ser redondo.
Ví sorprendido una botella de Zind-Humbrecht Gewürztraminer Alsace del 2004, siempre bien colocado en el top 100 de Wines Spectator y para mí una obra de arte. Enseguida comprendí porqué Adolf Bruckner está considerado como el rey de la diplomacia europea. Las relaciones entre los dos países más importantes de Europa deben estar afinadas igual que un piano de concierto . Alsacia linda con Alemania, por eso, servir un vino francés denota un toque de complicidad con su colega, pero dejaba claro que era solo un detalle de cortesía, al ser de una variedad de uva y un nombre rotundamente alemanes.
Pasaban los minutos y empezaba a impacientarme. Lacorte seguía sin contarme más y eso me ponía en una situación incómoda. ¿Quién diablos sería aquella mujer que mostraba interés por mi y llevaba un retraso de más de una hora?
Decidí marcharme. Me excusé con Enrique y anduve despacio hasta la mitad del salón cuando vi que muchas cabezas miraban a la puerta de entrada. Llegaba una mujer joven, posiblemente no llegara a los treinta, elegantísima, con su pelo recogido sobre la nuca y unos pendientes refulgentes que iluminaban su rostro oval de suaves facciones y unos ojos negros como la antracita, de mirada tan profunda que parecían absorber la luz de su contorno, como dos agujeros negros en la luz del espacio.
Nadie se movió del sitio porque nadie parecía conocerla. Solo mi amigo Lacorte se acercó veloz, le cogió la mano e inclinó su cuerpo para hacer el besamanos. La verdad es que me encontraba algo alterado. Es curioso, hacia años que no me sucedía ni en las negociaciones más exigentes. Tal como parecía, era la dama que estaba interesada en conocerme.
No estoy convencido de la conveniencia de hacer esto, y por supuesto no lo publicaré en este blog. Solo esta pequeña muestra para saber si os parece interesante y merece la pena seguir.
No quiero peloteos de ¡Está chachi! Estoy preparado para recibir críticas porque si no me hubiera criticado yo previamente no os pediría opinión.
Por supuesto, las referencias son todas reales. No encontraréis ningun producto, marca o sitio que no exista.
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LA PERLA
Me habían invitado a una recepción en la embajada Alemana de Madrid. Sinceramente, no pensaba acudir. No me gustan esas reuniones donde conoces a aburridos personajes cuyo nombre olvidas al momento y la elegancia con la que visten se diluye al mismo tiempo que caduca el plazo de alquiler de la vestimenta. Solo una llamada de Enrique Lacorte, actual agregado comercial en Chicago y buen amigo confirmándome su asistencia y rogándome que fuera pues tenía algo importante para mi, me impulsó a ir.
En un lugar donde el uniforme habitual es el smoking para los caballeros y el vestido clásico de fiesta para las señoras, optar por un traje elegante, si bien no es siempre bien visto por la pedante y clasista muchedumbre de los cargos oficiales, me da un toque de atrevimiento y diferenciación y lo llevo sin ningún pudor porque a mi me invitan exclusivamente por mi posición económica. Revisé mi guardarropa y elegí para la ocasión uno clásico con fina raya diplomática de pura lana virgen cortado y cosido por mis sastres Londinenses Gives & Hawkes.
Llegué a la embajada y di orden a mi conductor que no se alejara demasiado porque presuponía una visita breve.
Una vez dentro y cuando tenía en la mano una copa de champagne, me vió el Embajador Bruckner que acudió a saludarme. Solo me dio un cordial abrazo y unas breves palabras de bienvenida porque la sala se llenaba y tenía muchos compromisos a los que atender. El discurso de apertura había comenzado hacía diez minutos y parecía que no iba a terminar nunca. Apuré mi copa y me disponía a avisar al chofer para que me recogiera cuando noté una palmada en la espalda y un saludo efusivo de mi amigo Enrique. Nos dimos la mano con esa firmeza justa, mi blanda como si acariciaras una lubina, ni tan vigorosa que te incomode la presión. Era una apretón sincero, de amigos desde la infancia. Charlamos amigablemente durante unos minutos y llegada una pausa en la conversación le pregunté por eso tan importante que me tenía que decir.
- Hay una dama que quiere conocerte.
- Me intrigas, Enrique. ¿Qué tipo de dama? ¿Acaso una señora mayor de alta alcurnia que quiere casarme con una de sus hijas solteras?
- No. Es una señora respetable, al menos diez años más joven que tu y de una belleza turbadora.
- ¿ Y porqué crees que me quiere conocer?
- Si crees que es por tu dinero, te equivocas. Su economía es tan sólida o más que la tuya. No te puedo adelantar más. Espera unos minutos y la conocerás. Debe estar a punto de llegar.
- Esperemos, me tienes es ascuas.
Optamos por ir a la zona donde pudiéramos comer algo ligero y probar uno de los magníficos vinos blancos alemanes que los asesores seleccionaban para estas ocasiones. Opté por uno blanco y seco, un Riesling Trocken de 2003 que degusté con verdadero deleite. Los germanos, aunque frecuentemente tengan que chaptalizar el vino con azúcar para conseguir un grado alcohólico que no consiguen sus vides por las bajas temperaturas y la humedad del lugar, aplican tan perfectamente la técnica que el resultado suele ser redondo.
Ví sorprendido una botella de Zind-Humbrecht Gewürztraminer Alsace del 2004, siempre bien colocado en el top 100 de Wines Spectator y para mí una obra de arte. Enseguida comprendí porqué Adolf Bruckner está considerado como el rey de la diplomacia europea. Las relaciones entre los dos países más importantes de Europa deben estar afinadas igual que un piano de concierto . Alsacia linda con Alemania, por eso, servir un vino francés denota un toque de complicidad con su colega, pero dejaba claro que era solo un detalle de cortesía, al ser de una variedad de uva y un nombre rotundamente alemanes.
Pasaban los minutos y empezaba a impacientarme. Lacorte seguía sin contarme más y eso me ponía en una situación incómoda. ¿Quién diablos sería aquella mujer que mostraba interés por mi y llevaba un retraso de más de una hora?
Decidí marcharme. Me excusé con Enrique y anduve despacio hasta la mitad del salón cuando vi que muchas cabezas miraban a la puerta de entrada. Llegaba una mujer joven, posiblemente no llegara a los treinta, elegantísima, con su pelo recogido sobre la nuca y unos pendientes refulgentes que iluminaban su rostro oval de suaves facciones y unos ojos negros como la antracita, de mirada tan profunda que parecían absorber la luz de su contorno, como dos agujeros negros en la luz del espacio.
Nadie se movió del sitio porque nadie parecía conocerla. Solo mi amigo Lacorte se acercó veloz, le cogió la mano e inclinó su cuerpo para hacer el besamanos. La verdad es que me encontraba algo alterado. Es curioso, hacia años que no me sucedía ni en las negociaciones más exigentes. Tal como parecía, era la dama que estaba interesada en conocerme.
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miércoles, 7 de noviembre de 2007
ESOS PEQUEÑOS VICIOS SIN IMPORTANCIA
Desde que salí del trullo mi vida no ha ido bien. La verdad es que la condena no fue excesiva, dos años, pero multiplicados por siete delitos me cayeron catorce y un día que, por buena conducta, trabajar limpiando retretes y pelotear a los guripas, todo quedó en ventisiete meses al abrigo del estado, que me acogió como a un hijo, de puta, que es lo que era.
Allí me reformé, tuve acceso a una buena educación, con especial énfasis en falsificaciones y tramas financieras de blanqueo de capitales y salí dispuesto a reincorporarme a la sociedad como hombre de provecho.
Una vez en la calle dediqué todo mi tiempo a investigar los métodos de trabajo de la mafia albaceteña y llegué a la conclusión de que debería ser un negocio sin sangre, porque si se derramaba, habría perdido a un cliente y no era cuestión de eliminar activos en el startup de un bisnes de primera.
La idea era simple, pero eficaz y lucrativa. Una empleada de muy buen ver tropezaba con los agentes de aparcamiento regulado y les colocaba un minúsculo GPS que vía GSM, WAP o 3G emitía una señal helicoidal de baja frecuencia (No superior a 3 Mhz) que se recepcionaba en un PDA o SMARTPHONE que el cliente me había alquilado por horas y le indicaba la posición exacta del individuo a través de cartografía T.ATLAS de NAVTEQ y podía llegar a tiempo de cambiar el ticket y se ahorraba la multa.
El negocio creció como la espuma y los beneficios de color los desviaba a través de un denso entramado de empresas a una cuenta de las islas Poorme del pacífico sur. Al cabo de un tiempo abandoné el negocio porque el dichoso banco, de tan secreto, no proporcionaba tarjetas de crédito y tenía que coger cuatro aviones cuando necesitaba money para los gastos de bolsillo.
Desocupado y ocioso, pasé varios años dilapidando mis ahorros, pero mi vida se tornó de un color violeta, como de semana santa , y deprimido busqué consuelo en el profundo mundo de la psiquiatría.
Me informé convenientemente porque en los últimos meses, mis pequeños vicios habían crecido hasta alcanzar el tamaño de un gorrino capón de los que se utilizan para hacer chorizos en Cantimpalos y aquí me encuentro, en la consulta para averiguar si lo mío tiene remedio.
- Tengo una cita con la Psiquiatra Marita Memata.
- Pase, que le está esperando.
En contra de lo que creía no encontré ningún diván donde acostarme y lejos de tranquilizarme, me pareció una grosería que por ciento cincuenta euros que me costaba la sesión, no pudiera, al menos, echar una cabezadita.
- Vd. dirá. ¿Cuál es su problema?
- Que soy adicto al chocolate.
- ¿De fumar?
- No, de comer.
- ¿Y, cuanto consume al día?
- Seis o siete.
- No creo que se pueda considerar un problema grave comer siete pastillas de chocolate al día, pero tiene que controlar la glucosa en sangre.
- Tabletas, seis o siete tabletas de Nestle extrafino, con decirle que se las compro directamente a fábrica.
- Bulímia compulsiva. Lo más probable es que haya que indagar un poco en su pasado. ¿Ha sufrido alguna otra adicción?
- Pues le enumero. Con dieciocho años empecé a beber y a los treinta tenía el hígado fuagrás. Me dijo el médico que una copa más y evitara la incineración porque iba a costar un dineral.
- Alcoholismo. Siga, por favor.
- Dejé el alcohol y me encontraba vacío, sobre todo de dinero y empecé a robar a manos llenas. Nada era suficiente, porque mangar me producía un gran placer y al mismo tiempo era necesario ya que me lo gastaba todo en las tragaperras y el bingo.
- Cleptomanía y ludopatía. ¿Cómo consiguó dejarlo?
- Señora, yo nunca dejo mis vicios, son ellos los que me dejan a mi. En este caso, la cárcel no es un sitio muy recomendable para apropiarse de lo ajeno y le aseguro que en el patio no hay maquinitas. Luego, con el aburrimiento comencé a fumar y al cabo de unos meses me soplaba cuatro cajetillas de ducados.
- Tabaquismo. Vaya carrerón que lleva, amigo.
- Tuve una neumonía que casi me lleva al huerto y dejé el tabaco, y como lo echaba de menos, empecé a fumar algunos porritos , les cojí el tranquillo y al final estaba colocado todo el santo día. No fumaba tabaco, pero la sensación era, digamos, más tranquilizadora. Como estar en un prado verde, siendo vaca, rumiando y durmiendo. Lo que se llama, tener una vida muelle donde vas del colchón al sillón sin más preocupación.
- También toxicomanía. ¿Qué tipo de cannabis fumaba, sátiva o índica?
- Marijuana con hortalizas. Florencio, el que cultivaba la huerta, tenía escondidas unas plantitas y cuando las secaba, las mezclaba con un poco de repollo y eso echaba tal peste que además de disimular el olor característico, ni los guardias te querían a su lado. Un gran invento el de Florencio.
- ¿Algún otro vicio inconfesable?
- Probé la cocaína, pero lo dejé al poco tiempo porque un día me sorprendí esnifando la harina de almortas con la que hacía las gachas y eso me producía grumos en la pituitaria. Fue entonces cuando la conocí y me enganché al sexo.
- ¿Conoció a quién?
- A Purita, una prostituta vocacional que me llevó por el mal camino. En su afán por conseguir clientes vendía un bonosexo de diez servicios, como el bonometro, con un descuento importante. Al principio me duraba una semana, pero con el paso del tiempo, gastaba uno diario.
- ¿Hacía el amor diez veces al día?. No me lo creo, es un fantasma.
- Disculpe, es que debe ser una reminiscencia de la época en que mentía compulsivamente. Al final, conseguí reformarme por desgaste.
- Por desgaste de energía, supongo.
- No, por desgaste de miembro, de tanto usarlo. A partir de ese momento empecé a tomar chocolate, y aquí me tiene, uno sesenta y ciento veinte kilos.
- Bien, lo primero vamos a reducir esa ansiedad tomando unos ansiolíticos. Una pastilla por la mañana y otra por la noche. Tiene para un mes. Antes de ese tiempo, pida hora y veremos como evoluciona. Por favor, llámeme si nota algún síntoma adverso.
Pasaron tres días y llamé a la Psiquiatra.
- ¿Doctora Memata? Soy Aberlado Pichardo, que he dejado el chocolate, pero quería pasar por su consulta a ver si me daba unas cuantas cajas de esas pastillitas tan buenas..
Allí me reformé, tuve acceso a una buena educación, con especial énfasis en falsificaciones y tramas financieras de blanqueo de capitales y salí dispuesto a reincorporarme a la sociedad como hombre de provecho.
Una vez en la calle dediqué todo mi tiempo a investigar los métodos de trabajo de la mafia albaceteña y llegué a la conclusión de que debería ser un negocio sin sangre, porque si se derramaba, habría perdido a un cliente y no era cuestión de eliminar activos en el startup de un bisnes de primera.
La idea era simple, pero eficaz y lucrativa. Una empleada de muy buen ver tropezaba con los agentes de aparcamiento regulado y les colocaba un minúsculo GPS que vía GSM, WAP o 3G emitía una señal helicoidal de baja frecuencia (No superior a 3 Mhz) que se recepcionaba en un PDA o SMARTPHONE que el cliente me había alquilado por horas y le indicaba la posición exacta del individuo a través de cartografía T.ATLAS de NAVTEQ y podía llegar a tiempo de cambiar el ticket y se ahorraba la multa.
El negocio creció como la espuma y los beneficios de color los desviaba a través de un denso entramado de empresas a una cuenta de las islas Poorme del pacífico sur. Al cabo de un tiempo abandoné el negocio porque el dichoso banco, de tan secreto, no proporcionaba tarjetas de crédito y tenía que coger cuatro aviones cuando necesitaba money para los gastos de bolsillo.
Desocupado y ocioso, pasé varios años dilapidando mis ahorros, pero mi vida se tornó de un color violeta, como de semana santa , y deprimido busqué consuelo en el profundo mundo de la psiquiatría.
Me informé convenientemente porque en los últimos meses, mis pequeños vicios habían crecido hasta alcanzar el tamaño de un gorrino capón de los que se utilizan para hacer chorizos en Cantimpalos y aquí me encuentro, en la consulta para averiguar si lo mío tiene remedio.
- Tengo una cita con la Psiquiatra Marita Memata.
- Pase, que le está esperando.
En contra de lo que creía no encontré ningún diván donde acostarme y lejos de tranquilizarme, me pareció una grosería que por ciento cincuenta euros que me costaba la sesión, no pudiera, al menos, echar una cabezadita.
- Vd. dirá. ¿Cuál es su problema?
- Que soy adicto al chocolate.
- ¿De fumar?
- No, de comer.
- ¿Y, cuanto consume al día?
- Seis o siete.
- No creo que se pueda considerar un problema grave comer siete pastillas de chocolate al día, pero tiene que controlar la glucosa en sangre.
- Tabletas, seis o siete tabletas de Nestle extrafino, con decirle que se las compro directamente a fábrica.
- Bulímia compulsiva. Lo más probable es que haya que indagar un poco en su pasado. ¿Ha sufrido alguna otra adicción?
- Pues le enumero. Con dieciocho años empecé a beber y a los treinta tenía el hígado fuagrás. Me dijo el médico que una copa más y evitara la incineración porque iba a costar un dineral.
- Alcoholismo. Siga, por favor.
- Dejé el alcohol y me encontraba vacío, sobre todo de dinero y empecé a robar a manos llenas. Nada era suficiente, porque mangar me producía un gran placer y al mismo tiempo era necesario ya que me lo gastaba todo en las tragaperras y el bingo.
- Cleptomanía y ludopatía. ¿Cómo consiguó dejarlo?
- Señora, yo nunca dejo mis vicios, son ellos los que me dejan a mi. En este caso, la cárcel no es un sitio muy recomendable para apropiarse de lo ajeno y le aseguro que en el patio no hay maquinitas. Luego, con el aburrimiento comencé a fumar y al cabo de unos meses me soplaba cuatro cajetillas de ducados.
- Tabaquismo. Vaya carrerón que lleva, amigo.
- Tuve una neumonía que casi me lleva al huerto y dejé el tabaco, y como lo echaba de menos, empecé a fumar algunos porritos , les cojí el tranquillo y al final estaba colocado todo el santo día. No fumaba tabaco, pero la sensación era, digamos, más tranquilizadora. Como estar en un prado verde, siendo vaca, rumiando y durmiendo. Lo que se llama, tener una vida muelle donde vas del colchón al sillón sin más preocupación.
- También toxicomanía. ¿Qué tipo de cannabis fumaba, sátiva o índica?
- Marijuana con hortalizas. Florencio, el que cultivaba la huerta, tenía escondidas unas plantitas y cuando las secaba, las mezclaba con un poco de repollo y eso echaba tal peste que además de disimular el olor característico, ni los guardias te querían a su lado. Un gran invento el de Florencio.
- ¿Algún otro vicio inconfesable?
- Probé la cocaína, pero lo dejé al poco tiempo porque un día me sorprendí esnifando la harina de almortas con la que hacía las gachas y eso me producía grumos en la pituitaria. Fue entonces cuando la conocí y me enganché al sexo.
- ¿Conoció a quién?
- A Purita, una prostituta vocacional que me llevó por el mal camino. En su afán por conseguir clientes vendía un bonosexo de diez servicios, como el bonometro, con un descuento importante. Al principio me duraba una semana, pero con el paso del tiempo, gastaba uno diario.
- ¿Hacía el amor diez veces al día?. No me lo creo, es un fantasma.
- Disculpe, es que debe ser una reminiscencia de la época en que mentía compulsivamente. Al final, conseguí reformarme por desgaste.
- Por desgaste de energía, supongo.
- No, por desgaste de miembro, de tanto usarlo. A partir de ese momento empecé a tomar chocolate, y aquí me tiene, uno sesenta y ciento veinte kilos.
- Bien, lo primero vamos a reducir esa ansiedad tomando unos ansiolíticos. Una pastilla por la mañana y otra por la noche. Tiene para un mes. Antes de ese tiempo, pida hora y veremos como evoluciona. Por favor, llámeme si nota algún síntoma adverso.
Pasaron tres días y llamé a la Psiquiatra.
- ¿Doctora Memata? Soy Aberlado Pichardo, que he dejado el chocolate, pero quería pasar por su consulta a ver si me daba unas cuantas cajas de esas pastillitas tan buenas..
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sábado, 3 de noviembre de 2007
CUARTO A
Hace unos años, decidí dejar mi pequeña ciudad y venir a Madrid para encontrar un trabajo que cambiase el color rojo de mi cuenta corriente por otro, a poder ser negro y descubrir ese mundo anhelado de libertad fuera de las aburridas sesiones de bar, mus, cine de segunda y calenturas abogadas al desahogo personal.
Pasé un tiempo de alquiler en casa compartida chupando de pechos paternos, cuando se presentó una ocasión para adquirir una vivienda barata que hiciera del sistemático pago mensual a fondo perdido, una especie de inversión que molestara menos a mis padres, pues al menos tendrían una propiedad además de un hijo mamón.
El dueño del piso era un alto funcionario cuyo padre se había desplazado en Navidades a visitar a su hijo y allí, lejos de su casa, cayó gravemente enfermo y posteriormente falleció. Fue años después cuando supe de la situación y hablé con él para negociar una cantidad por la compra de su pequeño apartamento. Acordamos un precio pero siempre se negó a que pudiéramos visitarlo antes de la firma y aseguró que su ventajoso precio tenía esa condición. Él jamás volvió a entrar en esa casa y no deseaba que nadie lo hiciera hasta que el notario diera fe de que ya no era suyo.
Una vez efectuado el pago , se nos entregaron las llaves y cogí un autobús que me llevó a mi nueva pero vieja guarida. Abrí el portal de un edificio antiguo de la zona centro, de esos que mezclan el olor a humedad de las vigas de madera con el moderno y antiestético aluminio de la puerta que sustituía sin duda a un viejo portón de noble madera, carcomido de termitas y vencido por los goznes que suplicaba una merecida jubilación de leña. Subí cuatro pisos de roble quejica y sintasol gastado y busqué la letra A, hasta que di con ella y noté que tenía el corazón acelerado, no se si por la emoción o por las ochenta escaleras que había subido de dos en dos.
Tosí un par de veces, metí la llave en su sitio y la giré dos vueltas completas hasta que se abrió la puerta y pude acceder a mi nuevo refugio de libertad condicionada por lo escaso del efectivo, pero libertad al fin. Antes de dar el primer paso, recordé la extraña petición del antiguo propietario de no poder ver la casa antes de comprarla y algo en mi interior me advirtió de que fuera cauteloso y estuviera preparado para afrontar una gran desilusión o una pequeña catástrofe.
El preliminar vistazo me produjo la misma sensación que la primera vez que monté en el tren de la bruja, un gran congojo, pero esta vez la escoba con que el disfrazado pretendía atizarme me habría de valer para barrer tanto polvo acumulado. Encontré primero una cocina pequeña con vistas al patio donde se apretaban un calentador de pared de marca desconocida, una pila herrumbrosa llena de vasos sucios y una pequeña encimera donde reposaban diversos medicamentos listos para tragar, esperando al enfermo que nunca volvió. Enfrente, una despensa con nevera coja y una estantería con platos y fuentes de la que colgaba en su cuerdecita roja y blanca una ristra de tres chorizos arrugados y secos, tal vez fueran morcillas, que tenían el aspecto de haber sido reducidos a la mínima expresión, como las cabezas de los jíbaros.
Una especie de vestidor con un armario empotrado medio abierto, lleno de ropas y mantas en un revoltijo descomunal, daba a su derecha, paso a un saloncito luminoso y hortera desde el que se entraba a una alcoba ciega que ventilaba con un ventanuco que daba al pasillo. Tenía una cama de matrimonio sin hacer en la que se veía un pijama de color verdusco y debajo asomaban unas zapatillas dispuestas para calzar y salir pitando a tomar un carajillo con el que aliviar la primera impresión, pero faltaba una alcoba.
La puerta estaba cerrada con llave, algo extraño para una persona que vivía sola. Busqué entre el manojo que me habían dado y encontré una que podría servir. Funcionó. Aquello estaba totalmente a oscuras y no había tenido ocasión de dar de alta la electricidad. La luz que entraba de la puerta solo iluminaba lo que imaginé una mesa de despacho con sillón de cuero viejo. Decidí levantar la persiana y pasé a tientas tanteando con la mano para no tropezar, cuando lo toqué. ¿Qué podría ser aquello tan extraño? Al tacto no se parecía a nada que hubiera tentado antes. Era grande y se sujetaba en una sola columna labrada de donde nacían unas bandas paralelas que se asemejaban a las teclas de un piano gigante, con bastante espacio entre ellas. Subí la mano poco a poco y palpé algo liso y esférico en donde había dos oquedades que albergaron mis dedos décimas de segundo.
Sentí un escalofrío y grité de terror mientras salía despavorido de esa maldita habitación y cuando llegué al rellano de la escalera bajé los peldaños tan deprisa como pude, quizás de tres en tres hasta que llegué al portal y respiré profundamente. Ya, en un bar cercano, estaba poniendo orden en mis latidos cuando sonó el teléfono. Era el antiguo dueño.
- Onofre, perdona que te moleste pero olvidé contarte que en el despacho de mi padre, que era médico, hay un esqueleto.
- ¿Pues sabes que te digo?, que me cago en tu calavera.
Pasé un tiempo de alquiler en casa compartida chupando de pechos paternos, cuando se presentó una ocasión para adquirir una vivienda barata que hiciera del sistemático pago mensual a fondo perdido, una especie de inversión que molestara menos a mis padres, pues al menos tendrían una propiedad además de un hijo mamón.
El dueño del piso era un alto funcionario cuyo padre se había desplazado en Navidades a visitar a su hijo y allí, lejos de su casa, cayó gravemente enfermo y posteriormente falleció. Fue años después cuando supe de la situación y hablé con él para negociar una cantidad por la compra de su pequeño apartamento. Acordamos un precio pero siempre se negó a que pudiéramos visitarlo antes de la firma y aseguró que su ventajoso precio tenía esa condición. Él jamás volvió a entrar en esa casa y no deseaba que nadie lo hiciera hasta que el notario diera fe de que ya no era suyo.
Una vez efectuado el pago , se nos entregaron las llaves y cogí un autobús que me llevó a mi nueva pero vieja guarida. Abrí el portal de un edificio antiguo de la zona centro, de esos que mezclan el olor a humedad de las vigas de madera con el moderno y antiestético aluminio de la puerta que sustituía sin duda a un viejo portón de noble madera, carcomido de termitas y vencido por los goznes que suplicaba una merecida jubilación de leña. Subí cuatro pisos de roble quejica y sintasol gastado y busqué la letra A, hasta que di con ella y noté que tenía el corazón acelerado, no se si por la emoción o por las ochenta escaleras que había subido de dos en dos.
Tosí un par de veces, metí la llave en su sitio y la giré dos vueltas completas hasta que se abrió la puerta y pude acceder a mi nuevo refugio de libertad condicionada por lo escaso del efectivo, pero libertad al fin. Antes de dar el primer paso, recordé la extraña petición del antiguo propietario de no poder ver la casa antes de comprarla y algo en mi interior me advirtió de que fuera cauteloso y estuviera preparado para afrontar una gran desilusión o una pequeña catástrofe.
El preliminar vistazo me produjo la misma sensación que la primera vez que monté en el tren de la bruja, un gran congojo, pero esta vez la escoba con que el disfrazado pretendía atizarme me habría de valer para barrer tanto polvo acumulado. Encontré primero una cocina pequeña con vistas al patio donde se apretaban un calentador de pared de marca desconocida, una pila herrumbrosa llena de vasos sucios y una pequeña encimera donde reposaban diversos medicamentos listos para tragar, esperando al enfermo que nunca volvió. Enfrente, una despensa con nevera coja y una estantería con platos y fuentes de la que colgaba en su cuerdecita roja y blanca una ristra de tres chorizos arrugados y secos, tal vez fueran morcillas, que tenían el aspecto de haber sido reducidos a la mínima expresión, como las cabezas de los jíbaros.
Una especie de vestidor con un armario empotrado medio abierto, lleno de ropas y mantas en un revoltijo descomunal, daba a su derecha, paso a un saloncito luminoso y hortera desde el que se entraba a una alcoba ciega que ventilaba con un ventanuco que daba al pasillo. Tenía una cama de matrimonio sin hacer en la que se veía un pijama de color verdusco y debajo asomaban unas zapatillas dispuestas para calzar y salir pitando a tomar un carajillo con el que aliviar la primera impresión, pero faltaba una alcoba.
La puerta estaba cerrada con llave, algo extraño para una persona que vivía sola. Busqué entre el manojo que me habían dado y encontré una que podría servir. Funcionó. Aquello estaba totalmente a oscuras y no había tenido ocasión de dar de alta la electricidad. La luz que entraba de la puerta solo iluminaba lo que imaginé una mesa de despacho con sillón de cuero viejo. Decidí levantar la persiana y pasé a tientas tanteando con la mano para no tropezar, cuando lo toqué. ¿Qué podría ser aquello tan extraño? Al tacto no se parecía a nada que hubiera tentado antes. Era grande y se sujetaba en una sola columna labrada de donde nacían unas bandas paralelas que se asemejaban a las teclas de un piano gigante, con bastante espacio entre ellas. Subí la mano poco a poco y palpé algo liso y esférico en donde había dos oquedades que albergaron mis dedos décimas de segundo.
Sentí un escalofrío y grité de terror mientras salía despavorido de esa maldita habitación y cuando llegué al rellano de la escalera bajé los peldaños tan deprisa como pude, quizás de tres en tres hasta que llegué al portal y respiré profundamente. Ya, en un bar cercano, estaba poniendo orden en mis latidos cuando sonó el teléfono. Era el antiguo dueño.
- Onofre, perdona que te moleste pero olvidé contarte que en el despacho de mi padre, que era médico, hay un esqueleto.
- ¿Pues sabes que te digo?, que me cago en tu calavera.
martes, 30 de octubre de 2007
BLOGS Y BLOGEROS
Qué duda cabe que estas declaraciones pueden herir la sensibilidad de mucha gente, pero para eso me pago. Declaro de antemano mi total ignorancia sobre la inserción de links, fotos y demás adornos que hacen que mi blog parezca un misal sin estampas de santos, donde imagino a mis lectores mojando el dedo para pasar las páginas de la pantalla donde leen, de tan adusto y correoso que debe ser enfrentarse a una publicación como la mía. Por supuesto, desconozco los métodos de indexación, no tengo la más remota idea de que es el RSS ni el Atom y me manejo torpemente con el Blogger que los señores de Google ponen a mi disposición de manera gratuita, cosa que agradezco. Cometí el error de insertar publicidad de adsense y no la puedo suprimir porque de momento no sé como. Todo será ponerse a ello.
En mi ánimo de mejorar hice varias reformas, añadí líneas de código HTML sin saber exactamente para qué y no sirvió de mucho; sencillamente no funcionó.
Es por ello que me he convertido en un blogero feroz, que escudriño envisioso las páginas ajenas buscando el colorido de las imágenes, las cabeceras impactantes donde la conjunción de los pixels de colores se juntan como si fueran hermafroditas reproduciéndose hasta alcanzar una camada multicolor y los diseños atrevidos donde todo encaja como una media de cristal en la pierna de una bella mujer. A continuación, después del primer flash, leo ávidamente el contenido, escucho las canciones y miro los vídeos, pero hay muy pocas que me queden en la memoria.
Me gusta comentar los posts que me parecen interesantes y lo hago en ocasiones, pero la mayoría de las veces no encuentro las palabras adecuadas para ser amable sin que se note que estoy algo decepcionado o simplemente que me importan un carajo. Seguro que es la misma sensación que muchos tienen cuando leen lo mío, pero mi concepto de bitácora va más allá de lo puramente estético y a mi me interesa más el contenido que el continente, prefiero un buen escrito que una imagen impactante, me importa más el esfuerzo de escribir que la técnica de insertar objetos brillantes en el reducido espacio de un blog. Debo ser un tipo raro.
He aprendido mucho en estos meses de blogero, sobre todo de los gustos de la gente y de la camaradería que rodea al fenómeno blog, donde las recomendaciones son tan importantes a la hora de buscar audiencia. Los temas más queridos suelan ser los recurrentes sentimientos de amor, sexo y soledad mezclados con pequeñas piezas de youtube donde lo mismo te muestran un viejo corto del Boss o una pasarela Cibeles de lencería fina.
Tengo una cosa clara. La gente no es tonta y si consume un tipo de producto es porque le interesa o le mola, por lo tanto es difícil compatibilizar el gusto personal con el general pero echo de menos un poco más de imaginación, algo que me emocione y me obligue a recomendar un sitio imprescindible, donde el esfuerzo no solo se limite a lo obvio sino que mezcle sabiamente los fuegos artificiales con el pregón de fiestas.
El día que lo encuentre dejaré de escribir este blog, mientras tanto intentaré aprender la técnica para que esto no parezca un desierto con letras, pero me tendréis que echar una mano, si es que queda alguien al otro lado del ADSL.
En mi ánimo de mejorar hice varias reformas, añadí líneas de código HTML sin saber exactamente para qué y no sirvió de mucho; sencillamente no funcionó.
Es por ello que me he convertido en un blogero feroz, que escudriño envisioso las páginas ajenas buscando el colorido de las imágenes, las cabeceras impactantes donde la conjunción de los pixels de colores se juntan como si fueran hermafroditas reproduciéndose hasta alcanzar una camada multicolor y los diseños atrevidos donde todo encaja como una media de cristal en la pierna de una bella mujer. A continuación, después del primer flash, leo ávidamente el contenido, escucho las canciones y miro los vídeos, pero hay muy pocas que me queden en la memoria.
Me gusta comentar los posts que me parecen interesantes y lo hago en ocasiones, pero la mayoría de las veces no encuentro las palabras adecuadas para ser amable sin que se note que estoy algo decepcionado o simplemente que me importan un carajo. Seguro que es la misma sensación que muchos tienen cuando leen lo mío, pero mi concepto de bitácora va más allá de lo puramente estético y a mi me interesa más el contenido que el continente, prefiero un buen escrito que una imagen impactante, me importa más el esfuerzo de escribir que la técnica de insertar objetos brillantes en el reducido espacio de un blog. Debo ser un tipo raro.
He aprendido mucho en estos meses de blogero, sobre todo de los gustos de la gente y de la camaradería que rodea al fenómeno blog, donde las recomendaciones son tan importantes a la hora de buscar audiencia. Los temas más queridos suelan ser los recurrentes sentimientos de amor, sexo y soledad mezclados con pequeñas piezas de youtube donde lo mismo te muestran un viejo corto del Boss o una pasarela Cibeles de lencería fina.
Tengo una cosa clara. La gente no es tonta y si consume un tipo de producto es porque le interesa o le mola, por lo tanto es difícil compatibilizar el gusto personal con el general pero echo de menos un poco más de imaginación, algo que me emocione y me obligue a recomendar un sitio imprescindible, donde el esfuerzo no solo se limite a lo obvio sino que mezcle sabiamente los fuegos artificiales con el pregón de fiestas.
El día que lo encuentre dejaré de escribir este blog, mientras tanto intentaré aprender la técnica para que esto no parezca un desierto con letras, pero me tendréis que echar una mano, si es que queda alguien al otro lado del ADSL.
miércoles, 24 de octubre de 2007
EL HOMBRE QUE PERDIÓ UN COJON (II y FINAL)
La pérdida de un testículo me ha valido para no tener que responder al sastre de qué lado cargo y al tener el peso peor distribuido, calcular mal la trayectoria en las esquinas por lo que debo rectificar sobre la marcha para no atropellar a los ciegos que venden el cupón o entrar en establecimientos en los que no estoy interesado.
Tenía dos soluciones: agenciarme un huevo de madera, de aquellos que usaban nuestras abuelas para remendar los tomates de los calcetines y llevarlo siempre en el bolsillo o acudir a un especialista donde buscar un remedio asequible si es que ello es posible. Todos conocemos gente con ojos de cristal de bohemia, dentaduras de oro, narices de platino y piernas de contrachapado, pero nunca había oído hablar de cojones de repuesto. Si los hubiera, ¿Son fijos o de quita y pon?. ¿Color carne o de luto riguroso?. ¿Los hay con peluquín o alopécicos como Juli Borisovich?.
Consulté con mi médico de familia la posibilidad de que la seguridad social me sufragara una prótesis que elevara mi decaído espíritu y descendiera mi elevado escroto al ras de lo habitual, pero el Doctor Arsenio Pamplinero, sencillamente no contemplaba posible dicha propuesta.
- Mira, Diógenes: Aún en el supuesto de que existieran prótesis de ese tipo, ¿ tu piensas que el estado te va a sufragar esa operación , cuando no te paga ni una funda dental?. NI DE COÑA, y aligera que tengo la consulta llena griposos y reumáticos.
Algo desesperado, acudí al entrañable mundo de la ortopedia, todo magia e ilusión donde lo mismo te esconden una sonrosada hernia estrangulada, que te facilitan, en formato PVC como las ventanas, un maravilloso brazo en tonalidades que van desde el más blanquecino ario al negro cubano más prieto. Todo un mundo de posibilidades con una financiación inmejorable y donde no importa que la firma del contrato no sea del todo legible porque asumen que la pérdida de un miembro no es incompatible con el honorable fin de dejar de ser manco, aunque el resultado final sea desastroso si nos referimos a estética y utilidad.
Tenía que intentarlo porque me devanaba los sesos entre mi seguridad casi absoluta de la inexistencia del producto y esa mínima posibilidad de que un celador desocupado y manitas hubiera lanzado al mercado “el huevo de repuesto”. No sabía como preguntar por el producto y decidí resolverlo sobre la marcha. Para ello, elegí cuidadosamente el sitio y la hora de manera que el local estuviera vacío de público. Nada más se levantó la trapa metálica, entré como un poseído y le pregunté al dependiente.
- ¿A que no hay cojones?
- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
- Disculpe, señor, ¿cojones para qué?
- Cojones para vender, claro.
- Yo tengo cojones para vender lo que haga falta, llevo en la profesión veinte años y no me ha faltado valor ni para atender los casos más complicados.
- Si, si, pero yo me quería agenciar un huevo.
- Pues se ha equivocado de sitio, la cafetería está dos portales más arriba.
- ¡ Un testículo falso! , coño, ¡un cojón de plástico!, ¡un huevo de marfil !, lo que sea.
- Entiendo, Usted busca una tienda de artículos de broma. En ese barrio ya no queda ninguna.
Ofuscado por la incomprensión del incompetente no me quedó más remedio que bajarme los pantalones y mostrarle al dependiente lo insólito de mi petición.
- ¡Haber empezado por ahí!. Lo que busca es una prótesis testicular. Deje que mire un poco detenidamente que tengo que calcular la talla y el color.
Me observó detenidamente y sopesó con una mano y gran aplomo el pesaje de mi otra víscera y comentó sorprendido ante mis cicatrices.
Disculpe la pregunta, señor. ¿No le parece que ya es vd. muy mayor para andar golfeando con su gata?
No le estrangulé porque entró una señora y viendo el espectáculo dijo que iba a llamar a la policía.
- Lo siento señor, tengo el color, pero de talla calza una pequeña que no se fabrica.
Salí desesperado y con la autoestima tan baja que parecía de la cuadrilla del bombero torero. Llegué a casa y mirando en Internet di con la solución.
La Seguridad Social incluirá los testículos dentro de su avanzado programa de trasplantes. Me apunté de los primeros, pero como no era un caso de extrema gravedad, puesto que tenía otro, quedé en lista de espera con un plazo mínimo de cinco años. Lo malo es que cabe la posibilidad de que dentro de ese plazo, me tengan que reponer los dos.
PD. Los animales no donan sus órganos. No seas animal y dona los tuyos.
Tenía dos soluciones: agenciarme un huevo de madera, de aquellos que usaban nuestras abuelas para remendar los tomates de los calcetines y llevarlo siempre en el bolsillo o acudir a un especialista donde buscar un remedio asequible si es que ello es posible. Todos conocemos gente con ojos de cristal de bohemia, dentaduras de oro, narices de platino y piernas de contrachapado, pero nunca había oído hablar de cojones de repuesto. Si los hubiera, ¿Son fijos o de quita y pon?. ¿Color carne o de luto riguroso?. ¿Los hay con peluquín o alopécicos como Juli Borisovich?.
Consulté con mi médico de familia la posibilidad de que la seguridad social me sufragara una prótesis que elevara mi decaído espíritu y descendiera mi elevado escroto al ras de lo habitual, pero el Doctor Arsenio Pamplinero, sencillamente no contemplaba posible dicha propuesta.
- Mira, Diógenes: Aún en el supuesto de que existieran prótesis de ese tipo, ¿ tu piensas que el estado te va a sufragar esa operación , cuando no te paga ni una funda dental?. NI DE COÑA, y aligera que tengo la consulta llena griposos y reumáticos.
Algo desesperado, acudí al entrañable mundo de la ortopedia, todo magia e ilusión donde lo mismo te esconden una sonrosada hernia estrangulada, que te facilitan, en formato PVC como las ventanas, un maravilloso brazo en tonalidades que van desde el más blanquecino ario al negro cubano más prieto. Todo un mundo de posibilidades con una financiación inmejorable y donde no importa que la firma del contrato no sea del todo legible porque asumen que la pérdida de un miembro no es incompatible con el honorable fin de dejar de ser manco, aunque el resultado final sea desastroso si nos referimos a estética y utilidad.
Tenía que intentarlo porque me devanaba los sesos entre mi seguridad casi absoluta de la inexistencia del producto y esa mínima posibilidad de que un celador desocupado y manitas hubiera lanzado al mercado “el huevo de repuesto”. No sabía como preguntar por el producto y decidí resolverlo sobre la marcha. Para ello, elegí cuidadosamente el sitio y la hora de manera que el local estuviera vacío de público. Nada más se levantó la trapa metálica, entré como un poseído y le pregunté al dependiente.
- ¿A que no hay cojones?
- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
- Disculpe, señor, ¿cojones para qué?
- Cojones para vender, claro.
- Yo tengo cojones para vender lo que haga falta, llevo en la profesión veinte años y no me ha faltado valor ni para atender los casos más complicados.
- Si, si, pero yo me quería agenciar un huevo.
- Pues se ha equivocado de sitio, la cafetería está dos portales más arriba.
- ¡ Un testículo falso! , coño, ¡un cojón de plástico!, ¡un huevo de marfil !, lo que sea.
- Entiendo, Usted busca una tienda de artículos de broma. En ese barrio ya no queda ninguna.
Ofuscado por la incomprensión del incompetente no me quedó más remedio que bajarme los pantalones y mostrarle al dependiente lo insólito de mi petición.
- ¡Haber empezado por ahí!. Lo que busca es una prótesis testicular. Deje que mire un poco detenidamente que tengo que calcular la talla y el color.
Me observó detenidamente y sopesó con una mano y gran aplomo el pesaje de mi otra víscera y comentó sorprendido ante mis cicatrices.
Disculpe la pregunta, señor. ¿No le parece que ya es vd. muy mayor para andar golfeando con su gata?
No le estrangulé porque entró una señora y viendo el espectáculo dijo que iba a llamar a la policía.
- Lo siento señor, tengo el color, pero de talla calza una pequeña que no se fabrica.
Salí desesperado y con la autoestima tan baja que parecía de la cuadrilla del bombero torero. Llegué a casa y mirando en Internet di con la solución.
La Seguridad Social incluirá los testículos dentro de su avanzado programa de trasplantes. Me apunté de los primeros, pero como no era un caso de extrema gravedad, puesto que tenía otro, quedé en lista de espera con un plazo mínimo de cinco años. Lo malo es que cabe la posibilidad de que dentro de ese plazo, me tengan que reponer los dos.
PD. Los animales no donan sus órganos. No seas animal y dona los tuyos.
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domingo, 21 de octubre de 2007
JUAN ANTONIO CEBRIAN: EXITUS
Anoche, como todas las noches de Sábado te busqué con la ruedita de mi pequeña radio y no te encontré. Maldije a mi viejo aparato o a sus desgastadas pilas o a un fallo en la comunicación, pero no pude encontrarte.
Salté de emisora en emisora buscando abrigo para mi insomnio y todo aquello que escuchaba me sonaba a sabido. Llegúe a la SER y ahí recibí el primer mazazo. Hablaban de los familiares de nuestro compañero Juan Antonio Cebrian. Minutos más tarde ampliaron la noticia. El Cebri había fallecido de un infarto esa misma tarde y me había dejado viudo de radio. Fue mi compañero durante 17 años de comunicación en estado puro. Ese hombre que hizo que Wifredo el Belloso fuese tan popular como el Capitán Trueno o que sin él, Juana la Loca fuese un personaje olvidado. Encendí la luz y las invisibles ondas de la radio se tornaron grises encima de mi cabeza y descargaron un llanto inconsolable hasta que vi flotando mis zapatillas alrededor de la cama.
Me levanté empapado y allí permanecí, sentado en mi sillón, pidiendo explicaciones a dios o al diablo. Solo un tipo de su envergadura cultural y humana podría ser deseado por ambos, tanto, como para llevárselo así, de un gañafonazo traidor que le partió en dos su generoso corazón.
Es día de luto en para la historia, lo paranormal, la ciencia, el medio ambiente, la música y el comic. Todos los que amamos "La Rosa de los Vientos" estamos desolados sin ti.
En los hospitales, a los fallecidos se les llama EXITUS, es decir que han salido. Sin duda tu salida ha sido por la puerta grande. Te echaré de menos, tanto, hermano Cebri..
Salté de emisora en emisora buscando abrigo para mi insomnio y todo aquello que escuchaba me sonaba a sabido. Llegúe a la SER y ahí recibí el primer mazazo. Hablaban de los familiares de nuestro compañero Juan Antonio Cebrian. Minutos más tarde ampliaron la noticia. El Cebri había fallecido de un infarto esa misma tarde y me había dejado viudo de radio. Fue mi compañero durante 17 años de comunicación en estado puro. Ese hombre que hizo que Wifredo el Belloso fuese tan popular como el Capitán Trueno o que sin él, Juana la Loca fuese un personaje olvidado. Encendí la luz y las invisibles ondas de la radio se tornaron grises encima de mi cabeza y descargaron un llanto inconsolable hasta que vi flotando mis zapatillas alrededor de la cama.
Me levanté empapado y allí permanecí, sentado en mi sillón, pidiendo explicaciones a dios o al diablo. Solo un tipo de su envergadura cultural y humana podría ser deseado por ambos, tanto, como para llevárselo así, de un gañafonazo traidor que le partió en dos su generoso corazón.
Es día de luto en para la historia, lo paranormal, la ciencia, el medio ambiente, la música y el comic. Todos los que amamos "La Rosa de los Vientos" estamos desolados sin ti.
En los hospitales, a los fallecidos se les llama EXITUS, es decir que han salido. Sin duda tu salida ha sido por la puerta grande. Te echaré de menos, tanto, hermano Cebri..
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lunes, 15 de octubre de 2007
EL HOMBRE QUE PERDIÓ UN COJON
Ese día amaneció tarde y cuando la mañana se quiso dar cuenta, las agujas de mi despertador estaban de coyunda en la posición de las doce. Me di cuenta de que llevaba el traje puesto y la corbata azul anudada, que tenía la punta por encima de mi cabeza, hacía juego con el color violáceo de mis ojeras y me daba el aspecto de un suicida de tiros largos al que le faltaba un planchado y un afeitado para que los de la funeraria le dieran el visto bueno y lo metieran directamente en una caja tapizada por Coco Chanel.
Deshice el lazo que me oprimía y me incorporé de repente cuando me sobrevino una punzada en la cabeza y me volví a recostar despacio hasta que descansé en la almohada que me pareció tan áspera como la joroba de un dromedario. El dolor se fue aliviando y conseguí que las palpitaciones de mi sien se acoplaran al segundero del carillón que sonaba bronco y parecía regañarme con la cadencia de un quirieleison por mi vida disipada y llena de excesos.
Me desnudé despacio para no alterar mis biorritmos, tan confusos como lo podría estar una araña enredada en su propia tela. Al quitarme el calzoncillo, las viejas cortinas de terciopelo rojo se enrollaron sobre si mismas por ese extraño pudor clerical que siempre tienen los objetos color púrpura o porque no era fácil admirar un espectáculo en el que se mezclaba la palidez de mi piel con las costuras que los cirujanos de guardia me habían tricotado por todo el cuerpo en mi fracasada carrera de novillero. Me miré de arriba abajo en el espejo y desde el cuello a las rodillas todo se asemejaba a un pergamino escrito en morse, puntos y rayas donde un viejo telegrafista podría descifrar la historia de mi vida.
Mi cita con el agua iba a ser breve porque había olvidado pedir butano y a fin de cuentas no tenía ganas de ducharme, solo un restregón de compromiso que me refrescara la cabeza y desodorizara las axilas y las partes blandas más blandas que nunca.
Fue entonces cuando lo noté. Había un extraño vacío en mis testículos. Palpé cuidadosamente y en lado izquierdo todo era normal pero en el derecho no notaba nada, solo el vacío de lo inexistente, puro cuero peludo como un odre sin agua. Imaginé que podría estar escondido, como a veces les pasa a los niños y tosí como si me fuera la vida en ello esperando que asomara mi cojón y me dijera que me había gastado una broma, pero no fue así. Empecé a marearme y salí del baño tropezando con puertas y muebles buscando el alivio horizontal de la cama donde desmayarme.
Desperté en el hospital. Llegó una enfermera de bata verde y ojos de miel que me tomó la temperatura y me pregunto cómo me encontraba, pero no pude hablar. A las pocas horas, un médico me explicaba que me había estrellado contra la luna del armario y que era un milagro que estuviera vivo. Le pregunté por mi testículo derecho y negó con la cabeza.
Ha sufrido cortes muy graves en todo el cuerpo. De la zona genital es lo único que estaba sano, pero el cojón izquierdo...lo siento, no nos quedó más remedio que extirparlo.
Deshice el lazo que me oprimía y me incorporé de repente cuando me sobrevino una punzada en la cabeza y me volví a recostar despacio hasta que descansé en la almohada que me pareció tan áspera como la joroba de un dromedario. El dolor se fue aliviando y conseguí que las palpitaciones de mi sien se acoplaran al segundero del carillón que sonaba bronco y parecía regañarme con la cadencia de un quirieleison por mi vida disipada y llena de excesos.
Me desnudé despacio para no alterar mis biorritmos, tan confusos como lo podría estar una araña enredada en su propia tela. Al quitarme el calzoncillo, las viejas cortinas de terciopelo rojo se enrollaron sobre si mismas por ese extraño pudor clerical que siempre tienen los objetos color púrpura o porque no era fácil admirar un espectáculo en el que se mezclaba la palidez de mi piel con las costuras que los cirujanos de guardia me habían tricotado por todo el cuerpo en mi fracasada carrera de novillero. Me miré de arriba abajo en el espejo y desde el cuello a las rodillas todo se asemejaba a un pergamino escrito en morse, puntos y rayas donde un viejo telegrafista podría descifrar la historia de mi vida.
Mi cita con el agua iba a ser breve porque había olvidado pedir butano y a fin de cuentas no tenía ganas de ducharme, solo un restregón de compromiso que me refrescara la cabeza y desodorizara las axilas y las partes blandas más blandas que nunca.
Fue entonces cuando lo noté. Había un extraño vacío en mis testículos. Palpé cuidadosamente y en lado izquierdo todo era normal pero en el derecho no notaba nada, solo el vacío de lo inexistente, puro cuero peludo como un odre sin agua. Imaginé que podría estar escondido, como a veces les pasa a los niños y tosí como si me fuera la vida en ello esperando que asomara mi cojón y me dijera que me había gastado una broma, pero no fue así. Empecé a marearme y salí del baño tropezando con puertas y muebles buscando el alivio horizontal de la cama donde desmayarme.
Desperté en el hospital. Llegó una enfermera de bata verde y ojos de miel que me tomó la temperatura y me pregunto cómo me encontraba, pero no pude hablar. A las pocas horas, un médico me explicaba que me había estrellado contra la luna del armario y que era un milagro que estuviera vivo. Le pregunté por mi testículo derecho y negó con la cabeza.
Ha sufrido cortes muy graves en todo el cuerpo. De la zona genital es lo único que estaba sano, pero el cojón izquierdo...lo siento, no nos quedó más remedio que extirparlo.
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miércoles, 10 de octubre de 2007
LA CONJETURA DE GOLDBACH
En 1742, un matemático llamado Christian Goldbach postuló una conjetura que no ha sido resuelta hasta el momento. Dijo, con evidente ánimo de joder al prójimo que todo número par superior a 2 es la suma de dos primos. Así 4 =2+2, 6=3+3, 8=5+3, 10=3+7 y así hasta el infinito, porque no se si sabéis que los primos son infinitos tal como demostró Euclídes en el siglo III antes de Cristo con un sistema de reducción al absurdo. Gilipolleces, eso lo había resuelto yo con menos coco viendo a una familia de gitanos que viven por mi casa. Se murió el patriarca y vinieron al funeral dos mil y todos decían de algún primo que no había podido venir, que les disculparan.
Andaba yo preocupado con el tema y llegué a la conclusión de que si el problema no está resuelto todavía es porque la alienada cabeza de los que practican teoría de números, algoritmos y esas vainas no son capaces de reducir al absurdo este problema. Sentéme, pedíme una vichy con hielo y limón y cuando las pizpiretas burbujas me incordiaban la nariz, di de inmediato con la solución. EUREKA. Trescientos años de jaquecas de los mejores cerebros del mundo y lo soluciono yo, sin boli, solo con una servilleta de papel mojada que usé de pañuelo. Por cierto, tengo que hablar con el nuevo ministro de sanidad a ver si prohibe de una vez las servilletas satinadas de los bares porque no recogen la humedad, la repelen. Hace unos día me tome una lata de mejillones en un tascucio y gasté todo el taco. Pensé que había conseguido limpiarme la grasilla naranja, pero al salir me gritó una señora desde un tercero…. ¡BUTANERO, súbeme dos!.
Quedamos a comer seis amigos, nos sentamos y decidimos pedir un kilo de gambas para picar y luego un segundo plato. Liborio y yo, que tenemos mucha cultura en general pero muy poca en particular, comenzamos una conversación inédita hasta el momento con un tema nunca antes discutido. Si al Alonso le putean en lo del maclaren y si va a ganar el mundial, que como que no. Gambita, traguito, gambita, traguito, cháchara, gambi…Coño si no quedan gambas. En mi plato había 4 cáscaras, en el de Liborio 5 como mucho y en los de los otros cuatro una montonera del carajo. Donde comen seis, que es par superior a dos, hay dos primos que se quedan in alvis, pero esto es extrapolable a chuletillas, paella, sangría, peladillas y hasta a la hora de comulgar que a los dos últimos les dan un dobladillo de ostia que si lo que buscan es comer el cuerpo de cristo, se tienen que conformar con una legaña.
En cierta ocasión anduve chingoloteando con una muchacha algo mayor que yo y bastante avanzada en lo que a asuntos sexuales se refiere. La chica, la verdad, estaba bastante bien y yo accedía gustoso a sus proposiciones. Una de sus fantasías era hacer una orgía con mucha gente. Sopesé la cuestión, se lo comenté a mi amigo Benito que salía con una francesa muy potable y dimos publicidad al asunto hasta que juntamos a 10 conocidos dispuestos. Iríamos con nuestras respectivas parejas al chalé que uno de ellos tenía en Colmenar de Oreja. Quedamos en que según llegáramos entraríamos en un vestidor, nos quedaríamos en ropa interior y pasaríamos a una sala llena de colchones donde solo había una tenue luz roja. Así lo hicimos. Cuando entré en el antro había una cierta animación. Botellas de Dubois y Gin Larios, hielos, cocacolas y vasos de plástico y cajas de condones por doquier. La verdad no distinguía mucho en la media penumbra. Me presentaron a todas y todos, empezó la música agarrada y enseguida llegó un tío alto y guapo que propuso a mi moza bailar y me apañó a su pareja para que hiciera lo mismo. Le agarré la cintura y enseguida supe que el cambio no me beneficiaba. Tenía unas lorzas que al tacto se me asemejaron al lomo adobado que compraba en la carnicería de la Dioni. Se arrimó y me pegó un morreo a traición que me supo a tequila y tabaco mentolado y me dejó la líbido tan pequeña y escondida que salí de la habitación, me vestí y me largué al pueblo a tomar una caña hasta que acabara el desmadre. Al poco rato entró Benito. Venía despavorido y tenía media cara blanca y media roja. Cuando se acercó note claramente la señal de una mano con el dedo índice debajo del ojo, el gordo en la nariz y la palma en la mejilla.
- ¿Qué te ha pasado, Benito?
- Vaya leche que me han dado.
- Pero, ¿Qué estabas haciendo?
- Estaba con una chica, fea de cojones, pero algo es algo cuando me dice, házmelo por detrás. La pongo a cuatro patas, le atino al agujero pequeño y cuando lanzo el cohete, se pone a gritar y me suelta una hostia. Me dice que vaya a dar por culo a mi madre. Vaya mierda de orgía. Total que me he arrugado y he salido pitando.
- ¿Y las chicas?
- Las chicas, bien, muy bien, atendidas por todos los lados.
Ni Benito ni yo supimos jamás de ellas. Otra vez se cumple mi teoría. 10 parejas igual a dos primos. Y así con todo. Dos mantis religiosas van a ligar, se encuentran con las hembras y después les comen la cabeza. Primos. En un grupo folclórico de bailes regionales, ¿quienes son los que no bailan pero tocan las castañuelas? Dos cojos. Primos. En una rifa se reparte un taco de papeletas por persona. ¿Quiénes son los que tienen que vender 25 tacos cada uno? Los últimos a los que se reparte. Primos. Tu moza se empeña en ir al estreno de harripoter, solo quedan dos entradas, las peores pero es el estreno. ¿Quién no ve la película y sale con una tortícolis espantosa? La prima y el primo. Y así sucesivamente.
Ya veis que fácil resulta demostrar teorías reduciéndolas a lo absurdo. Mandaré mi propuesta a la revista Stupid Resolutions of Mathematics y si me lo publican os invito a unas cañas.
Andaba yo preocupado con el tema y llegué a la conclusión de que si el problema no está resuelto todavía es porque la alienada cabeza de los que practican teoría de números, algoritmos y esas vainas no son capaces de reducir al absurdo este problema. Sentéme, pedíme una vichy con hielo y limón y cuando las pizpiretas burbujas me incordiaban la nariz, di de inmediato con la solución. EUREKA. Trescientos años de jaquecas de los mejores cerebros del mundo y lo soluciono yo, sin boli, solo con una servilleta de papel mojada que usé de pañuelo. Por cierto, tengo que hablar con el nuevo ministro de sanidad a ver si prohibe de una vez las servilletas satinadas de los bares porque no recogen la humedad, la repelen. Hace unos día me tome una lata de mejillones en un tascucio y gasté todo el taco. Pensé que había conseguido limpiarme la grasilla naranja, pero al salir me gritó una señora desde un tercero…. ¡BUTANERO, súbeme dos!.
Quedamos a comer seis amigos, nos sentamos y decidimos pedir un kilo de gambas para picar y luego un segundo plato. Liborio y yo, que tenemos mucha cultura en general pero muy poca en particular, comenzamos una conversación inédita hasta el momento con un tema nunca antes discutido. Si al Alonso le putean en lo del maclaren y si va a ganar el mundial, que como que no. Gambita, traguito, gambita, traguito, cháchara, gambi…Coño si no quedan gambas. En mi plato había 4 cáscaras, en el de Liborio 5 como mucho y en los de los otros cuatro una montonera del carajo. Donde comen seis, que es par superior a dos, hay dos primos que se quedan in alvis, pero esto es extrapolable a chuletillas, paella, sangría, peladillas y hasta a la hora de comulgar que a los dos últimos les dan un dobladillo de ostia que si lo que buscan es comer el cuerpo de cristo, se tienen que conformar con una legaña.
En cierta ocasión anduve chingoloteando con una muchacha algo mayor que yo y bastante avanzada en lo que a asuntos sexuales se refiere. La chica, la verdad, estaba bastante bien y yo accedía gustoso a sus proposiciones. Una de sus fantasías era hacer una orgía con mucha gente. Sopesé la cuestión, se lo comenté a mi amigo Benito que salía con una francesa muy potable y dimos publicidad al asunto hasta que juntamos a 10 conocidos dispuestos. Iríamos con nuestras respectivas parejas al chalé que uno de ellos tenía en Colmenar de Oreja. Quedamos en que según llegáramos entraríamos en un vestidor, nos quedaríamos en ropa interior y pasaríamos a una sala llena de colchones donde solo había una tenue luz roja. Así lo hicimos. Cuando entré en el antro había una cierta animación. Botellas de Dubois y Gin Larios, hielos, cocacolas y vasos de plástico y cajas de condones por doquier. La verdad no distinguía mucho en la media penumbra. Me presentaron a todas y todos, empezó la música agarrada y enseguida llegó un tío alto y guapo que propuso a mi moza bailar y me apañó a su pareja para que hiciera lo mismo. Le agarré la cintura y enseguida supe que el cambio no me beneficiaba. Tenía unas lorzas que al tacto se me asemejaron al lomo adobado que compraba en la carnicería de la Dioni. Se arrimó y me pegó un morreo a traición que me supo a tequila y tabaco mentolado y me dejó la líbido tan pequeña y escondida que salí de la habitación, me vestí y me largué al pueblo a tomar una caña hasta que acabara el desmadre. Al poco rato entró Benito. Venía despavorido y tenía media cara blanca y media roja. Cuando se acercó note claramente la señal de una mano con el dedo índice debajo del ojo, el gordo en la nariz y la palma en la mejilla.
- ¿Qué te ha pasado, Benito?
- Vaya leche que me han dado.
- Pero, ¿Qué estabas haciendo?
- Estaba con una chica, fea de cojones, pero algo es algo cuando me dice, házmelo por detrás. La pongo a cuatro patas, le atino al agujero pequeño y cuando lanzo el cohete, se pone a gritar y me suelta una hostia. Me dice que vaya a dar por culo a mi madre. Vaya mierda de orgía. Total que me he arrugado y he salido pitando.
- ¿Y las chicas?
- Las chicas, bien, muy bien, atendidas por todos los lados.
Ni Benito ni yo supimos jamás de ellas. Otra vez se cumple mi teoría. 10 parejas igual a dos primos. Y así con todo. Dos mantis religiosas van a ligar, se encuentran con las hembras y después les comen la cabeza. Primos. En un grupo folclórico de bailes regionales, ¿quienes son los que no bailan pero tocan las castañuelas? Dos cojos. Primos. En una rifa se reparte un taco de papeletas por persona. ¿Quiénes son los que tienen que vender 25 tacos cada uno? Los últimos a los que se reparte. Primos. Tu moza se empeña en ir al estreno de harripoter, solo quedan dos entradas, las peores pero es el estreno. ¿Quién no ve la película y sale con una tortícolis espantosa? La prima y el primo. Y así sucesivamente.
Ya veis que fácil resulta demostrar teorías reduciéndolas a lo absurdo. Mandaré mi propuesta a la revista Stupid Resolutions of Mathematics y si me lo publican os invito a unas cañas.
lunes, 24 de septiembre de 2007
ESTOY DE MALA HOSTIA
Cuando tomas la decisión de procurar que nada altere tu espíritu, de ver las cosas por el lado optimista y la de creer que casi todo el mundo que te rodea es muy bueno, puede llegar un momento en que, sin saber porqué, todo se vaya al carajo y explote como un grano en el capullo de un sifilítico.
Estamos rodeados de inútiles gobernantes, pensadores y malinformadores. Es increíble que este país lleve tantos años de democracia y no hayamos tenido ningún presidente del gobierno que tuviera la más mínima idea de economía. Ni de Inglés. My president is a little donkey.
Nadie y repito, nadie había gestionado una empresa antes de acceder al cargo. España no es Japón pero para dirigir este cotarro al menos habría que saber interpretar un balance, ¿Si o SI? Y así nos va. Los progresistas muchachos del PSOE en su adoración al becerro ZP están tan vacíos de contenido que solo aplauden las medidas que su jefe promete. Gilipolleces para ganar votos. ZP, como todos los demás ha entrado en período de pérdida de la realidad, pero está batiendo todos los records. Lo hace antes de llegar a su primera legislatura. Reconozco que sale bien de sus meteduras de pata y que es hábil en los discursos pero utiliza una práctica prohibida en el marketing que es la publicidad subliminal. En el momento adecuado promete con la esperanza y la certeza de que el personal se quedará con el mensaje y olvidará la promesa que el tiempo demostrará que no es factible, y si lo es, será gravosa y enrevesada. ¿Alguien habla de los 2500 € por hijo? ¿Cree acaso que algunos gilipuertas van a aumentar su prole por conseguir semejante ridiculez? Pero la jugada vendió en los medios que es lo que te importa.
La superministra Chacón anuncia que dará a los jóvenes dinero para potenciar el alquiler de viviendas. ¡ Menuda necedad ¡ En España no se alquilan viviendas porque la ley deja al propietario totalmente desprotegido. Cambien la ley, que eso es barato y verán como afloran miles de viviendas cerradas que no salen al mercado por que los dueños no se fían. Si no cobran, necesitan un largo juicio para echar a los inquilinos morosos y corren el riesgo de que les destrocen la casa. Eso es así lo diga quien lo diga. La oferta y la demanda harán que los precios se ajusten.
Pero lo más acojonante del asunto es que en España, el presidente del gobierno no puede gobernar para todos los españoles. No se pueden hacer leyes igualitarias porque las “autonomías capricho” tienen transferidas casi todas las competencias. Los catalanes y los vascos principalmente se lo montaron de cojones desde el principio. Partidos regionales con representación parlamentaria nacional ¡que incongruencia! hicieron de bisagra con derechas e izquierdas y cambiaron sus votos a cambio de dinero y poder. Antes, solo querían una cierta autonomía frente al estado central. En este momento ya han declarado su intención de abandonarlo y para ello no dudan en gobernar partidos nacionalistas con independentistas, derechas con izquierdas en un todo vale hasta que la teta se suelte del todo. También hay pseudodemócratas que expulsan o hacen que dimita un señor con criterio por pensar de diferente manera, que condenan la violencia, a veces, porque otras la comprenden y así en este plan. Ambigüedades que Arzallus entiende. Porque ese tipo es un bellotero que sigue mandando en su locura Jesuítica-independentista.
Por mi, cojonudo, pero que se vayan con todas las consecuencias, nada de ser independientes-dependientes para solventar su déficit. Que se lo curren en Europa y si consiguen entrar, estupendo y si no, que utilicen el dólar andorrano o el franco vasco.
Jose, chaval, sólo Solbes intenta parar tu ímpetu derrochador pero está tirando la toalla. Pobre mío, con todo lo que hizo y está haciendo por nosotros. Él y Rato son los artífices de los 14 años de crecimiento desbordante, nada de Aznar y Felipe. Tú de momento, aprovechando el tirón del ciclo y las subvenciones que se acaban de la CE, estás repartiendo capitales para que no se te quejen los que no te quieren y asegurarte los votos donde no te hacen falta. Está claro que si una autonomía quiere desarrollarse, debe contar con un partido independentista, con fuerza parlamentaria y a tocar los cojones a cambio de money. A ver quién me dice que Castilla, León, Aragón y Extremadura no pueden ser históricamente independientes. Seguro que cuentan con más méritos que los demás, pero nadie ha invertido allí. Ser el granero o el coto de caza durante siglos ha hecho que aquello no interese.
Jose, cariño, eres un gran encantador. Tu no eres de derechas, claro y yo tampoco. Solo me revuelve el estómago ver como has criado un grupo de fieles acólitos que te ríen las gracias por ser vos quién sois y atacan sin ningún pudor a los chicos del PP solo por el hecho de serlo, si más argumentos. Personas con gracia, talento y pensaba que criterio como Wioming, Eva H, y otros con programa propio están babeando tu alfombra roja en un discurso partidista y demoledor. Allá ellos.
José Luis, tío: aprende a jugar al poker. Te lanzaste a la carrera de tu vida negociando con los muchachos de la pistolita y la dinamita pero no te diste cuenta de que en las anteriores partidas, siempre han hecho trampas. Empiezas proponiendo una partida donde solo tú pones dinero. Ellos como buenos tramposos utilizan el viejo truco del pagaré sin fecha, donde primero ponen la firma pero no terminan de poner la cantidad, y vas soltando de tu resto. Tienes una escalera y te sacan un poker con un comodín que estaba prohibido, y tu tragas y dices que fue un accidente. Se hace de noche y la partida empieza a ser mas lenta, pero sigues poco a poco. Tienes encima de la mesa todo tu capital esperando saber la cantidad que se juegan y de repente GAME OVER. Tu dinero es ful. No les gusta y te vas rendido y le tienes que contar a tu patrocinador, que es España, que al menos lo has intentado. Gracias por el favor, pero la próxima vez, espera a que tengan efectivo para envidar.
Un último reproche. Lo que le estás haciendo a los Reyes es una canallada del copón. Utilizas la táctica de dejarles en el olvido y mandas mensajes que desgasten poco a poco su imagen pública. Los lerdos de los medios, poco a poco nos muestran imágenes del monarca cuando cierra los ojos en un sarao aburridísimo donde pinta poco y se publica haciéndonos creer que está acabado. Dale juego internacional que es mucho mejor embajador de España que tú y dile al soplagaitas de Peñafiel que la muerte de un ser querido no debe ser achacable en ningún caso a la corona y sus componentes. Solo ella eligió el camino equivocado. No soy partidario de la monarquía porque sí pero nacimos el mismo día del mismo año y cuando tenías veinte nos salvó de otra dictadura. Solo por eso deberías besar por donde pisa.
Lo de la derecha en este país es como para correr. No se han encontrado nunca en una situación mejor para hacer una oposición firme y demoledora. Se lían con sus cosas del liderazgo y hacen de las tonterías temas primordiales y tragan el anzuelo como una trucha ante una cucharilla resplandeciente. El problema del PP es la desunión de la derecha y unos mandamases no queridos por el pueblo, sin carisma o que lo han perdido. Rajoy es un tipo con buenos principios, con un discurso noble y apropiado para convencer a su electorado y creo firmemente que sería un buen gestor, pero le falta punch y es ignorado a nivel internacional. Cuenta en su cercanía con dos personajes bastante mal vistos que son Acebes y Zaplana con los que no ganará las elecciones ni harto de vino, aunque sea de la Ribera del Duero que tanto gusta a Jose Mari, el sorprendente hombre cambiante, que hablaba un penoso ingles, un penoso mejicano y ahora un penoso español, no por el acento sino por las mamarrachadas que suelta a diestro y siniestro. Para mí un claro ejemplo de estulticia postpresidencial. Debería visitar a un psiquiatra argentino.
El mayor problema del PP, aunque ganara, que no lo conseguirá, es que nadie querría pactar con él. Así de triste. Se equivocan cuando niegan el pan a Gallardón que es un tipo fino y buen luchador que ha demostrado que las cosas se hacen en tiempo y lugar, aunque no tengo todavía claro como va a abonar la cuenta, pero esa es otra historia. La vieja derecha, con los mismos tipos desgastados debería aprender de la transformación del PSOE que apostó por la renovación con una cara no muy conocida pero que le quitó esa imagen gastada y casposa de la vieja guardia. Todos a Europa, que es como decir, al funcionariado, pero sin tocar los cojones que aquí mando yo.
Por lo demás, este viejo país debería renunciar a los antiguos conflictos y pasar página, pero parece que no interesa. ¿Tiene algún sentido en el siglo XXI revolver en la mierda de la guerra civil? Si, claro, diferenciar claramente quién es de izquierdas y de derechas e imponer el muro de lo rancio y lo progresista como si en realidad hubiera diferencias fundamentales en un gobierno basado, como todos los occidentales, en el libre mercado y una economía más o menos liberal que no cambiará ni Zapatero ni el nieto de Blas Piñar. Mientras, chupamos basura televisiva con la misma naturalidad que un niño come una chuche, desde el tomate a los desinformativos, desde la sempiterna violencia al espectáculo deforme de los intereses pagados. Losantos tío, cuando empezarás a construir algo positivo, algo que no tenga que ver con tu pingue cuenta corriente y a favor de los intereses generales. Todo esto es pornografía y no la bobada de ver sexo explícito en la pantalla.
Se que no es mi estilo y pido disculpas. Mañana intentaré no olvidarme de tomar mis tranquimacines que son el buen rollo, la tranquilidad de espíritu y mi falsa sonrisa permanente, pero es que hoy estoy de mala hostia.
Estamos rodeados de inútiles gobernantes, pensadores y malinformadores. Es increíble que este país lleve tantos años de democracia y no hayamos tenido ningún presidente del gobierno que tuviera la más mínima idea de economía. Ni de Inglés. My president is a little donkey.
Nadie y repito, nadie había gestionado una empresa antes de acceder al cargo. España no es Japón pero para dirigir este cotarro al menos habría que saber interpretar un balance, ¿Si o SI? Y así nos va. Los progresistas muchachos del PSOE en su adoración al becerro ZP están tan vacíos de contenido que solo aplauden las medidas que su jefe promete. Gilipolleces para ganar votos. ZP, como todos los demás ha entrado en período de pérdida de la realidad, pero está batiendo todos los records. Lo hace antes de llegar a su primera legislatura. Reconozco que sale bien de sus meteduras de pata y que es hábil en los discursos pero utiliza una práctica prohibida en el marketing que es la publicidad subliminal. En el momento adecuado promete con la esperanza y la certeza de que el personal se quedará con el mensaje y olvidará la promesa que el tiempo demostrará que no es factible, y si lo es, será gravosa y enrevesada. ¿Alguien habla de los 2500 € por hijo? ¿Cree acaso que algunos gilipuertas van a aumentar su prole por conseguir semejante ridiculez? Pero la jugada vendió en los medios que es lo que te importa.
La superministra Chacón anuncia que dará a los jóvenes dinero para potenciar el alquiler de viviendas. ¡ Menuda necedad ¡ En España no se alquilan viviendas porque la ley deja al propietario totalmente desprotegido. Cambien la ley, que eso es barato y verán como afloran miles de viviendas cerradas que no salen al mercado por que los dueños no se fían. Si no cobran, necesitan un largo juicio para echar a los inquilinos morosos y corren el riesgo de que les destrocen la casa. Eso es así lo diga quien lo diga. La oferta y la demanda harán que los precios se ajusten.
Pero lo más acojonante del asunto es que en España, el presidente del gobierno no puede gobernar para todos los españoles. No se pueden hacer leyes igualitarias porque las “autonomías capricho” tienen transferidas casi todas las competencias. Los catalanes y los vascos principalmente se lo montaron de cojones desde el principio. Partidos regionales con representación parlamentaria nacional ¡que incongruencia! hicieron de bisagra con derechas e izquierdas y cambiaron sus votos a cambio de dinero y poder. Antes, solo querían una cierta autonomía frente al estado central. En este momento ya han declarado su intención de abandonarlo y para ello no dudan en gobernar partidos nacionalistas con independentistas, derechas con izquierdas en un todo vale hasta que la teta se suelte del todo. También hay pseudodemócratas que expulsan o hacen que dimita un señor con criterio por pensar de diferente manera, que condenan la violencia, a veces, porque otras la comprenden y así en este plan. Ambigüedades que Arzallus entiende. Porque ese tipo es un bellotero que sigue mandando en su locura Jesuítica-independentista.
Por mi, cojonudo, pero que se vayan con todas las consecuencias, nada de ser independientes-dependientes para solventar su déficit. Que se lo curren en Europa y si consiguen entrar, estupendo y si no, que utilicen el dólar andorrano o el franco vasco.
Jose, chaval, sólo Solbes intenta parar tu ímpetu derrochador pero está tirando la toalla. Pobre mío, con todo lo que hizo y está haciendo por nosotros. Él y Rato son los artífices de los 14 años de crecimiento desbordante, nada de Aznar y Felipe. Tú de momento, aprovechando el tirón del ciclo y las subvenciones que se acaban de la CE, estás repartiendo capitales para que no se te quejen los que no te quieren y asegurarte los votos donde no te hacen falta. Está claro que si una autonomía quiere desarrollarse, debe contar con un partido independentista, con fuerza parlamentaria y a tocar los cojones a cambio de money. A ver quién me dice que Castilla, León, Aragón y Extremadura no pueden ser históricamente independientes. Seguro que cuentan con más méritos que los demás, pero nadie ha invertido allí. Ser el granero o el coto de caza durante siglos ha hecho que aquello no interese.
Jose, cariño, eres un gran encantador. Tu no eres de derechas, claro y yo tampoco. Solo me revuelve el estómago ver como has criado un grupo de fieles acólitos que te ríen las gracias por ser vos quién sois y atacan sin ningún pudor a los chicos del PP solo por el hecho de serlo, si más argumentos. Personas con gracia, talento y pensaba que criterio como Wioming, Eva H, y otros con programa propio están babeando tu alfombra roja en un discurso partidista y demoledor. Allá ellos.
José Luis, tío: aprende a jugar al poker. Te lanzaste a la carrera de tu vida negociando con los muchachos de la pistolita y la dinamita pero no te diste cuenta de que en las anteriores partidas, siempre han hecho trampas. Empiezas proponiendo una partida donde solo tú pones dinero. Ellos como buenos tramposos utilizan el viejo truco del pagaré sin fecha, donde primero ponen la firma pero no terminan de poner la cantidad, y vas soltando de tu resto. Tienes una escalera y te sacan un poker con un comodín que estaba prohibido, y tu tragas y dices que fue un accidente. Se hace de noche y la partida empieza a ser mas lenta, pero sigues poco a poco. Tienes encima de la mesa todo tu capital esperando saber la cantidad que se juegan y de repente GAME OVER. Tu dinero es ful. No les gusta y te vas rendido y le tienes que contar a tu patrocinador, que es España, que al menos lo has intentado. Gracias por el favor, pero la próxima vez, espera a que tengan efectivo para envidar.
Un último reproche. Lo que le estás haciendo a los Reyes es una canallada del copón. Utilizas la táctica de dejarles en el olvido y mandas mensajes que desgasten poco a poco su imagen pública. Los lerdos de los medios, poco a poco nos muestran imágenes del monarca cuando cierra los ojos en un sarao aburridísimo donde pinta poco y se publica haciéndonos creer que está acabado. Dale juego internacional que es mucho mejor embajador de España que tú y dile al soplagaitas de Peñafiel que la muerte de un ser querido no debe ser achacable en ningún caso a la corona y sus componentes. Solo ella eligió el camino equivocado. No soy partidario de la monarquía porque sí pero nacimos el mismo día del mismo año y cuando tenías veinte nos salvó de otra dictadura. Solo por eso deberías besar por donde pisa.
Lo de la derecha en este país es como para correr. No se han encontrado nunca en una situación mejor para hacer una oposición firme y demoledora. Se lían con sus cosas del liderazgo y hacen de las tonterías temas primordiales y tragan el anzuelo como una trucha ante una cucharilla resplandeciente. El problema del PP es la desunión de la derecha y unos mandamases no queridos por el pueblo, sin carisma o que lo han perdido. Rajoy es un tipo con buenos principios, con un discurso noble y apropiado para convencer a su electorado y creo firmemente que sería un buen gestor, pero le falta punch y es ignorado a nivel internacional. Cuenta en su cercanía con dos personajes bastante mal vistos que son Acebes y Zaplana con los que no ganará las elecciones ni harto de vino, aunque sea de la Ribera del Duero que tanto gusta a Jose Mari, el sorprendente hombre cambiante, que hablaba un penoso ingles, un penoso mejicano y ahora un penoso español, no por el acento sino por las mamarrachadas que suelta a diestro y siniestro. Para mí un claro ejemplo de estulticia postpresidencial. Debería visitar a un psiquiatra argentino.
El mayor problema del PP, aunque ganara, que no lo conseguirá, es que nadie querría pactar con él. Así de triste. Se equivocan cuando niegan el pan a Gallardón que es un tipo fino y buen luchador que ha demostrado que las cosas se hacen en tiempo y lugar, aunque no tengo todavía claro como va a abonar la cuenta, pero esa es otra historia. La vieja derecha, con los mismos tipos desgastados debería aprender de la transformación del PSOE que apostó por la renovación con una cara no muy conocida pero que le quitó esa imagen gastada y casposa de la vieja guardia. Todos a Europa, que es como decir, al funcionariado, pero sin tocar los cojones que aquí mando yo.
Por lo demás, este viejo país debería renunciar a los antiguos conflictos y pasar página, pero parece que no interesa. ¿Tiene algún sentido en el siglo XXI revolver en la mierda de la guerra civil? Si, claro, diferenciar claramente quién es de izquierdas y de derechas e imponer el muro de lo rancio y lo progresista como si en realidad hubiera diferencias fundamentales en un gobierno basado, como todos los occidentales, en el libre mercado y una economía más o menos liberal que no cambiará ni Zapatero ni el nieto de Blas Piñar. Mientras, chupamos basura televisiva con la misma naturalidad que un niño come una chuche, desde el tomate a los desinformativos, desde la sempiterna violencia al espectáculo deforme de los intereses pagados. Losantos tío, cuando empezarás a construir algo positivo, algo que no tenga que ver con tu pingue cuenta corriente y a favor de los intereses generales. Todo esto es pornografía y no la bobada de ver sexo explícito en la pantalla.
Se que no es mi estilo y pido disculpas. Mañana intentaré no olvidarme de tomar mis tranquimacines que son el buen rollo, la tranquilidad de espíritu y mi falsa sonrisa permanente, pero es que hoy estoy de mala hostia.
viernes, 14 de septiembre de 2007
DIAS DE ASUETO (II y final)
Mi segundo período vacacional lo pasé en una pequeña capital de provincia de esas que dividen a su población entre los que viven dentro y fuera del recinto amurallado. En ella nací, crecí y es donde vive mi familia directa y algunos buenos amigos, de esa clase con la que no tienes que hacer planes al llegar, solo incorporarte a su vida y ellos a la tuya como si nos viéramos todos los días.
Los que tenemos la suerte de vivir en el casco antiguo vemos como la población de la zona envejece y la juventud no quiere habitar la zona, quizás por un precio excesivo de la vivienda o influidos por el afán consistorial de peatonalizar las calles, reducir las plazas de aparcamiento y poner unas normas tan estrictas y desafortunadas que rehabilitar los edificios antiguos se convierte en una tarea casi inviable. Se sabe qué hora es por el repique de las campanas llamando a misa y las defunciones no se conocen leyendo las esquelas del periódico local sino por la ausencia repetida al vermú del mediodía, a la compra del pan, a la partida de cinquillo o al rosario de las siete. Solo queda una tienda de ultramarinos, alguna farmacia y eso si, multitud de bares y restaurantes, hoteles y hostales que se han establecido a decenas para aprovechar el turismo de paso que los llenan los fines de semana.
En todos los sitios donde me establezco, aunque sea por poco tiempo, me busco una taberna alejada de mi casa, donde no me conozca nadie para pasar un rato tranquilo y poder leer el periódico, echar a la máquina a fondo perdido, chamullar con algún parroquiano o simplemente bostezar sin que nadie me cuente las muelas que me faltan. He elegido uno que se llama Alaska, maldita coincidencia. Si en Madrid visito el Wiomin aquí lo hago en el estado de los hielos. Parece que lo yanqui me persigue; consultaré con mi astróloga. El otro día estaba enfrascado con un artículo de Alvite cuando llegó un tipo de buen ver y pidió un vodka ruso en vaso bajo con dos cubitos. Tonino, el camarero se dio media vuelta, se lo pensó, esperó cinco segundos y le espetó.
- ¿Lo qué?
- Me da igual que sea stolíchnaya que moskcóscaya.
Lo dijo recalcando perfectamente los acentos. Al camarero, definitivamente se le cambió el nombre. Pasó en un tris de Tonino a Atónito.
- Yo le enseño lo que tengo y si le gusta, le sirvo y si no, hay un bar más abajo donde el dueño seguro que le entiende, que ha vivido muchos años en Alemania. Y sacaba una a una las botellas de vodka y se las mostraba al fino que negaba con la cabeza. Por fin sacó una con etiqueta verde y le dijo:
- Esa está bien. Vaso bajo y dos hielos. Solo dos hielos y deja la botella aquí mismo que tomaré mas copas.
Le sirvió e iba a dejar la botella pero se arrepintió.
- Lo de dejar la botella, como que no, que sabiendo ya que es lo que bebe, me dice: Tonino, un trago, y le pongo un trago. Lo que no tengo claro es cuánto cobrarle porque esto lleva aquí quince años desde que abrimos y jamás hemos puesto una copa.
- Hacemos un trato. Como voy a estar dos días, te doy diez euros por la botella. Si no me la termino, te la quedas y en paz.
Me miró Tonino, le hice la seña de duples y le espetó.
- ¿Pero Vd. Cree que soy gilipollas? Con ese nombre esto tiene que costar por lo menos el doble. Veinte y no se hable más.
- Trato hecho. Y Vd. Métase las señitas por el culo.
Yo, que en el foro camino de manera terapéutica, por desencajar las piernas de la silla, paseo estas calles gustando y degustando sus detalles. Husmeo en los portales, acaricio gatos negros y saludo a todos los que llevan en la cara un semblante de paz. La mejor hora para hacerlo es antes de la diez, cuando abren las tiendas de recuerdos que se llenan de excursiones del inserso que por treinta euros disfrutan de una visita, comida incluida, donde les dan unas sopas de ajo y un trozo de jalufo recalentado. Los grandes monumentos de piedra caliza han sido limpiados y blanqueados. Tengo la impresión de que al arquitecto cirujano plástico se le ha ido la mano y le han aplicado a la catedral el mismo tratamiento que le hicieron a Michael Jackson cuando abjuró de su raza. Está bien un repaso, coño, pero es que le han rejuvenecido cinco siglos.
Pasan los días tranquilos pero hace un frío que me las pelo. Este Agosto locuelo me ha jugado una mala pasada porque vengo con una rebequita por todo abrigo y necesito el tres cuartos de la mili para vivir la noche sosegada, de aquí, mi sitio.
Las cañitas en la plaza y las cenas deliciosas de viandas y compañías se acaban pronto.
Cojo mi coche y voy al aeropuerto donde me espera un vuelo para terminar los días de asueto en las islas. Tengo un contrato prematrimonial que me obliga a pasar, al menos, una semana en la playa y cumplo mi compromiso manu militari. Un hotel top stars donde pasaré unos días amarrado a una pulsera de plástico que me permite consumir a destajo comidas y bebidas, pero ya soy parco en ambas cosas, no así mi pareja que disfruta sus cervezas y sus whiskys todo agua mientras se tumba, bien en la playa o la piscina durante horas sin miedo a las quemaduras, porque el clima es fantástico. Veinte grados de noche y ventiocho por el día con una brisa ligera, como si te abanicara una libélula. Alquilo un coche para visitar la isla en un ofertón impresionante. Tres días, setenta euros. La verdad es que no me esperaba un maserati, pero al corsa que me dieron le sonaban las articulaciones como a un puto artrítico y cuando cogía los ciento diez por la autovía la sensación era la de estar conduciendo una rally en las pedregosas pistas del desierto del Gobi. Sin embargo, mi moza que tanto me regaña cuando paso de ciento cincuenta con mi auto, miraba al cuentakilómetros y no me decía nada y yo pensaba: Ahora si estoy yendo al límite.
Para un tipo emprendedor como yo, que el hotel disponga de Casino es todo un reto para una de mis formas favoritas de invertir dinero: Poca pasta, mucha ganancia. Mi tío Casiano lleva ese nombre porque su padre, una noche en que perdió hasta la medalla de la virgen de los remedios, ya sin nada y sabiendo que su mujer estaba a punto de dar a luz, le propuso al dueño ponerle a su hijo el nombre de Casino a cambio de una ficha de mil pesetas que se jugó al quince y que perdió. Afortunadamente, al cura no le pareció adecuado Casino por no venir en el santoral pero encontró Casiano que satisfizo a las dos partes. Sabiendo que venía a este sitio me advirtió: Los casinos están para ganar tu dinero. Tú vas a los casinos para ganarles su dinero, pero yo no he visto nunca suicidarse a un casino.
Acudí todas las noches y gané unas y perdí otras. Un crupier gallego, en un mano a mano al black jack y cuando yo estaba en racha me decía: Usea, que tiene tres mesas abiertas con asientos libres, estoy solo tocándome los coyons tan tranquilo y me hace trabayar apostanto lo mínimo. Y encima me está jodiendo, de Madrid debe ser Vd.
Volveré.
PD. Hasta ahora no había querido saber el número de lectores que tengo, pero la vanidad es un pecado capital. Como buen pecador he instalado la herramienta y me he quedado sorprendido. El resultado no deja lugar a la duda, pero no me deprimo. Eso es que no me publicito bien. La editorial "El Probe Miguel" me ha ofrecido una colaboración para su hoja semestral "Las miserias del necesitado". Discutimeros el money del bisnes y a chupar del bote. Bye, bye
Los que tenemos la suerte de vivir en el casco antiguo vemos como la población de la zona envejece y la juventud no quiere habitar la zona, quizás por un precio excesivo de la vivienda o influidos por el afán consistorial de peatonalizar las calles, reducir las plazas de aparcamiento y poner unas normas tan estrictas y desafortunadas que rehabilitar los edificios antiguos se convierte en una tarea casi inviable. Se sabe qué hora es por el repique de las campanas llamando a misa y las defunciones no se conocen leyendo las esquelas del periódico local sino por la ausencia repetida al vermú del mediodía, a la compra del pan, a la partida de cinquillo o al rosario de las siete. Solo queda una tienda de ultramarinos, alguna farmacia y eso si, multitud de bares y restaurantes, hoteles y hostales que se han establecido a decenas para aprovechar el turismo de paso que los llenan los fines de semana.
En todos los sitios donde me establezco, aunque sea por poco tiempo, me busco una taberna alejada de mi casa, donde no me conozca nadie para pasar un rato tranquilo y poder leer el periódico, echar a la máquina a fondo perdido, chamullar con algún parroquiano o simplemente bostezar sin que nadie me cuente las muelas que me faltan. He elegido uno que se llama Alaska, maldita coincidencia. Si en Madrid visito el Wiomin aquí lo hago en el estado de los hielos. Parece que lo yanqui me persigue; consultaré con mi astróloga. El otro día estaba enfrascado con un artículo de Alvite cuando llegó un tipo de buen ver y pidió un vodka ruso en vaso bajo con dos cubitos. Tonino, el camarero se dio media vuelta, se lo pensó, esperó cinco segundos y le espetó.
- ¿Lo qué?
- Me da igual que sea stolíchnaya que moskcóscaya.
Lo dijo recalcando perfectamente los acentos. Al camarero, definitivamente se le cambió el nombre. Pasó en un tris de Tonino a Atónito.
- Yo le enseño lo que tengo y si le gusta, le sirvo y si no, hay un bar más abajo donde el dueño seguro que le entiende, que ha vivido muchos años en Alemania. Y sacaba una a una las botellas de vodka y se las mostraba al fino que negaba con la cabeza. Por fin sacó una con etiqueta verde y le dijo:
- Esa está bien. Vaso bajo y dos hielos. Solo dos hielos y deja la botella aquí mismo que tomaré mas copas.
Le sirvió e iba a dejar la botella pero se arrepintió.
- Lo de dejar la botella, como que no, que sabiendo ya que es lo que bebe, me dice: Tonino, un trago, y le pongo un trago. Lo que no tengo claro es cuánto cobrarle porque esto lleva aquí quince años desde que abrimos y jamás hemos puesto una copa.
- Hacemos un trato. Como voy a estar dos días, te doy diez euros por la botella. Si no me la termino, te la quedas y en paz.
Me miró Tonino, le hice la seña de duples y le espetó.
- ¿Pero Vd. Cree que soy gilipollas? Con ese nombre esto tiene que costar por lo menos el doble. Veinte y no se hable más.
- Trato hecho. Y Vd. Métase las señitas por el culo.
Yo, que en el foro camino de manera terapéutica, por desencajar las piernas de la silla, paseo estas calles gustando y degustando sus detalles. Husmeo en los portales, acaricio gatos negros y saludo a todos los que llevan en la cara un semblante de paz. La mejor hora para hacerlo es antes de la diez, cuando abren las tiendas de recuerdos que se llenan de excursiones del inserso que por treinta euros disfrutan de una visita, comida incluida, donde les dan unas sopas de ajo y un trozo de jalufo recalentado. Los grandes monumentos de piedra caliza han sido limpiados y blanqueados. Tengo la impresión de que al arquitecto cirujano plástico se le ha ido la mano y le han aplicado a la catedral el mismo tratamiento que le hicieron a Michael Jackson cuando abjuró de su raza. Está bien un repaso, coño, pero es que le han rejuvenecido cinco siglos.
Pasan los días tranquilos pero hace un frío que me las pelo. Este Agosto locuelo me ha jugado una mala pasada porque vengo con una rebequita por todo abrigo y necesito el tres cuartos de la mili para vivir la noche sosegada, de aquí, mi sitio.
Las cañitas en la plaza y las cenas deliciosas de viandas y compañías se acaban pronto.
Cojo mi coche y voy al aeropuerto donde me espera un vuelo para terminar los días de asueto en las islas. Tengo un contrato prematrimonial que me obliga a pasar, al menos, una semana en la playa y cumplo mi compromiso manu militari. Un hotel top stars donde pasaré unos días amarrado a una pulsera de plástico que me permite consumir a destajo comidas y bebidas, pero ya soy parco en ambas cosas, no así mi pareja que disfruta sus cervezas y sus whiskys todo agua mientras se tumba, bien en la playa o la piscina durante horas sin miedo a las quemaduras, porque el clima es fantástico. Veinte grados de noche y ventiocho por el día con una brisa ligera, como si te abanicara una libélula. Alquilo un coche para visitar la isla en un ofertón impresionante. Tres días, setenta euros. La verdad es que no me esperaba un maserati, pero al corsa que me dieron le sonaban las articulaciones como a un puto artrítico y cuando cogía los ciento diez por la autovía la sensación era la de estar conduciendo una rally en las pedregosas pistas del desierto del Gobi. Sin embargo, mi moza que tanto me regaña cuando paso de ciento cincuenta con mi auto, miraba al cuentakilómetros y no me decía nada y yo pensaba: Ahora si estoy yendo al límite.
Para un tipo emprendedor como yo, que el hotel disponga de Casino es todo un reto para una de mis formas favoritas de invertir dinero: Poca pasta, mucha ganancia. Mi tío Casiano lleva ese nombre porque su padre, una noche en que perdió hasta la medalla de la virgen de los remedios, ya sin nada y sabiendo que su mujer estaba a punto de dar a luz, le propuso al dueño ponerle a su hijo el nombre de Casino a cambio de una ficha de mil pesetas que se jugó al quince y que perdió. Afortunadamente, al cura no le pareció adecuado Casino por no venir en el santoral pero encontró Casiano que satisfizo a las dos partes. Sabiendo que venía a este sitio me advirtió: Los casinos están para ganar tu dinero. Tú vas a los casinos para ganarles su dinero, pero yo no he visto nunca suicidarse a un casino.
Acudí todas las noches y gané unas y perdí otras. Un crupier gallego, en un mano a mano al black jack y cuando yo estaba en racha me decía: Usea, que tiene tres mesas abiertas con asientos libres, estoy solo tocándome los coyons tan tranquilo y me hace trabayar apostanto lo mínimo. Y encima me está jodiendo, de Madrid debe ser Vd.
Volveré.
PD. Hasta ahora no había querido saber el número de lectores que tengo, pero la vanidad es un pecado capital. Como buen pecador he instalado la herramienta y me he quedado sorprendido. El resultado no deja lugar a la duda, pero no me deprimo. Eso es que no me publicito bien. La editorial "El Probe Miguel" me ha ofrecido una colaboración para su hoja semestral "Las miserias del necesitado". Discutimeros el money del bisnes y a chupar del bote. Bye, bye
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viernes, 7 de septiembre de 2007
DIAS DE ASUETO
He disfrutado de un mes de inmerecidas vacaciones repartidas en tres lugares diferentes en períodos de 10 días.
En mi primera turné fui, como todos los años y por motivos familiares a un pueblo de Castilla-León, ni grande ni pequeño, donde conozco de vista a muchos de sus habitantes, pero me lío con los nombres porque generalmente van asociados a un mote. De esta manera, a un tal Liborio Manzámpulas, no se le conoce por su nombre y apellido. Allí se le conoce por El Gurriato, y los Gurriatos pueden ser cien diferentes. Solo si es necesario se especifica el nombre: Liborio El Gurriato, y de esos solo hay tres. A saber de quién se trata, pero ellos se entienden.
Para un urbanita irredento como yo que busca ante todo el más absoluto anonimato, vivir en un pueblo, aunque sea unos días, me hace ser cauteloso y no abrir demasiado el pico porque aquí las noticias corren como liebre delante de galgo. La última vez me corté un dedo con el cuchillo jamonero y en 48 horas me habían amputado hasta el codo.
Nada más llegar me pusieron al día de lo más importante sucedido desde mi última visita y resumiendo, todo quedó en dos nacimientos, cuatro enfermedades, una boda y cinco fallecimientos que Dios tenga en su gloria. En cuanto a los ecos de sociedad, el siempre habitual enfrentamiento entre los Corroscos y los Gorrinillos por las lindes de aquella tierra yerma, que acabará en tragedia y la apertura de un restaurante chino que no se llama La Gran Muralla ni El Buda Feliz. Simplemente tiene un cartel que pone: Restaurante Chino, para que no haya duda que lo es. Le auguro seis meses abierto, y eso teniendo en cuenta que los Chinos son de soportar mucha penuria, pueden dormir siete en una cocina de diez metros cuadrados y comer un puñadito de arroz al día. Me temo que aquí la aleta de tiburón y la salsa de ostras no van a ser de su agrado. Otro gallo les cantaría si en vez de cerdo hubieran puesto en el menú tostón agridulce. Eso podría llegar a ser una bomba. Aquí no hay fiesta sin cochino que asan ya gordito porque si no, no sabe a ná. Ellos sabrán, pero a mi si supera los cuatro kilos en canal me parece estar comiendo uno de los cerditos del cuento, ya en edad escolar y con cierto olor a adolescencia que no me gusta.
En mi paseo habitual entré en algunos bares y comprobé que, a diferencia de otros años en que las conversaciones variaban entre la política local, el fútbol y las envidias habituales, este año tocaba por unanimidad el tema de los topillos y su exterminio. No había nadie que no se hubiera cepillado cientos de las formas más dispares: A tiro limpio, a pisotones, a palos, ahogados, envenenados o quemados. Se formulaban nuevos sistemas de exterminio a cual más cruel. No hay mal que por bien no venga. Hasta las seseras más secas reverdecían imaginando trampas y putadas y ni los sudokus y los autodefinidos pudieran haber hecho tanto por despertar la imaginación del pueblo. Como siempre hay que aportar algo positivo a estas situaciones, tengo que afirmar a su favor que los roedores no son culpables de su situación y en su contra que arrasaron la huerta de Raimundo de la que me nutro de maravillosos tomates y dulces lechugas. Solo por eso salí al campo con la intención de coger a uno vivo y propinarle un sonoro capón. Vi muchísimos pero no pude atrapar ninguno. Ya, cansado y camino al pueblo encontré uno chiquitito y muertito y en él descargué mi ira. Quité una hoja a mi libreta de notas y escribí con mi boli parker que llevo conmigo desde la primera comunión. ¡TE JODES! y la dejé junto a su peludo cuerpo. Y es que a veces tengo un pronto de ira que no controlo desde aquel día que para curarme una paperas me aplicaron un electroshock. Esto fulmina cualquier virus o bacteria de cuello para arriba, me dijo el doctor, pro no habían calculado bien los efectos secundarios.
En verano, con los políticos y los periodistas de vacaciones, los periódicos los venden por gramos. Por un euro que es lo que gasto a diario en prensa, me daban: El Mundo, La Razón y la separata de ABC Alfa y Omega que todavía no sé bien de que va. Parece que, sin los jerifaltes, el país está mucho más tranquilo y todo se normaliza, como si no hicieran falta. Soy de la opinión de que todo funcionaría mejor si solo hubiera un juez de guardia, un abogado de oficio sin oficio, un cabo de la guardia civil, a poder ser sin bigote para enchironar a los hideputas y los demás trabajando o disfrutando según se lo permita su economía.
El pueblo llano es el que más satisfacciones me da. Voy paseando por el pueblo, paso por una obra y veo a un albañil con pantalones cortos y una camiseta amarilla que pone DESGUACES EL ÑARRA. Se le acerca un señor mayor con un mapita en la mano y le pregunta:
- ¿Por favor, me podría indicar donde está la Casa Consistorial?
El paleto se queda pensando un rato y dice.
- La casa por la que pregunta está saliendo del pueblo, a unos dos kilómetros, pero yo le aconsejo que si quiere buenas putas, se vaya a la capital.
Al abuelo le entró tal ataque de risa que casi se mea allí mismo mientras el paleta que no entendía nada, tenía tal cara de mosqueo que tuve que apartarle mientras el hombre se tranquilizaba.
También echo mis partidas en el pueblo. Estábamos tres en el bar de Modestín el Escurrido cuando aparcó delante el mercedes de Nino el Chatarras. Un coche demasiado grande para un tipo que no llega al metro sesenta y muy elegante para alguien poco aficionado al agua potable que solo usa para tomarse la pastilla de la tensión y de vez en cuando para elimiar el exceso de roña. Al entrar nos reta a un mus y acepto gustoso pero la fortuna en este caso no me acompaña y me toca de pareja con él. Yo prefiero el juego sosegado y el chino a chino pero Nano es un fantasma y nos pelan en media hora. A la hora de pagar, cuatro euros cada uno, que abono al momento. Nano, gran fantasma, como no podría ser de otra manera saca un billete de quinientos y Modestín, con razón le recrimina diciendo que no tiene tanto cambio y que va avasallando como otras veces y que con el cuento del billete se va sin pagar.
- Esto es lo que hay. O cobras o me lo apuntas.
- Sabes Nano que no tengo cambio de quinientos.
- Pues ya vendré otro día.
Ya se iba todo ufano cuando Malaquías, que tiene aspecto de pobre de pedir, mal aliñado pero limpio y muy buena persona, de profesión jubilado del campo, le suelta.
- De eso nada, Nano. Yo te cambio.
Y sacó del bolsillo un rollo del tamaño de un canuto de papel higiénico con billetes de todos los colores, entre ellos muchos de quinientos y doscientos. Evitó darle billetes grandes y le dió el cambio en unidades de cinco, diez y veinte.
- Y ahora paga tus deudas y si necesitas más, me lo pides.
El Nano pagó su cuenta y salió con las orejas gachas murmurando cómo coño tendría el Malaquías tal cantidad de viruta.
Y es que en los pueblos nunca sabes donde salta el conejo ni donde el topillo hace la hura.
Llegaron los programas de las fiestas patronales y comprendí que era momento para desaparecer. El saludo del alcalde, las damas y la reina de andar por casa, y el concierto gratuito de El Koala son motivos suficientes para desearles lo mejor hasta la próxima vez, cuando quizás ya no exista el restaurante chino, o sí, que en los pueblos nunca se sabe.
En mi primera turné fui, como todos los años y por motivos familiares a un pueblo de Castilla-León, ni grande ni pequeño, donde conozco de vista a muchos de sus habitantes, pero me lío con los nombres porque generalmente van asociados a un mote. De esta manera, a un tal Liborio Manzámpulas, no se le conoce por su nombre y apellido. Allí se le conoce por El Gurriato, y los Gurriatos pueden ser cien diferentes. Solo si es necesario se especifica el nombre: Liborio El Gurriato, y de esos solo hay tres. A saber de quién se trata, pero ellos se entienden.
Para un urbanita irredento como yo que busca ante todo el más absoluto anonimato, vivir en un pueblo, aunque sea unos días, me hace ser cauteloso y no abrir demasiado el pico porque aquí las noticias corren como liebre delante de galgo. La última vez me corté un dedo con el cuchillo jamonero y en 48 horas me habían amputado hasta el codo.
Nada más llegar me pusieron al día de lo más importante sucedido desde mi última visita y resumiendo, todo quedó en dos nacimientos, cuatro enfermedades, una boda y cinco fallecimientos que Dios tenga en su gloria. En cuanto a los ecos de sociedad, el siempre habitual enfrentamiento entre los Corroscos y los Gorrinillos por las lindes de aquella tierra yerma, que acabará en tragedia y la apertura de un restaurante chino que no se llama La Gran Muralla ni El Buda Feliz. Simplemente tiene un cartel que pone: Restaurante Chino, para que no haya duda que lo es. Le auguro seis meses abierto, y eso teniendo en cuenta que los Chinos son de soportar mucha penuria, pueden dormir siete en una cocina de diez metros cuadrados y comer un puñadito de arroz al día. Me temo que aquí la aleta de tiburón y la salsa de ostras no van a ser de su agrado. Otro gallo les cantaría si en vez de cerdo hubieran puesto en el menú tostón agridulce. Eso podría llegar a ser una bomba. Aquí no hay fiesta sin cochino que asan ya gordito porque si no, no sabe a ná. Ellos sabrán, pero a mi si supera los cuatro kilos en canal me parece estar comiendo uno de los cerditos del cuento, ya en edad escolar y con cierto olor a adolescencia que no me gusta.
En mi paseo habitual entré en algunos bares y comprobé que, a diferencia de otros años en que las conversaciones variaban entre la política local, el fútbol y las envidias habituales, este año tocaba por unanimidad el tema de los topillos y su exterminio. No había nadie que no se hubiera cepillado cientos de las formas más dispares: A tiro limpio, a pisotones, a palos, ahogados, envenenados o quemados. Se formulaban nuevos sistemas de exterminio a cual más cruel. No hay mal que por bien no venga. Hasta las seseras más secas reverdecían imaginando trampas y putadas y ni los sudokus y los autodefinidos pudieran haber hecho tanto por despertar la imaginación del pueblo. Como siempre hay que aportar algo positivo a estas situaciones, tengo que afirmar a su favor que los roedores no son culpables de su situación y en su contra que arrasaron la huerta de Raimundo de la que me nutro de maravillosos tomates y dulces lechugas. Solo por eso salí al campo con la intención de coger a uno vivo y propinarle un sonoro capón. Vi muchísimos pero no pude atrapar ninguno. Ya, cansado y camino al pueblo encontré uno chiquitito y muertito y en él descargué mi ira. Quité una hoja a mi libreta de notas y escribí con mi boli parker que llevo conmigo desde la primera comunión. ¡TE JODES! y la dejé junto a su peludo cuerpo. Y es que a veces tengo un pronto de ira que no controlo desde aquel día que para curarme una paperas me aplicaron un electroshock. Esto fulmina cualquier virus o bacteria de cuello para arriba, me dijo el doctor, pro no habían calculado bien los efectos secundarios.
En verano, con los políticos y los periodistas de vacaciones, los periódicos los venden por gramos. Por un euro que es lo que gasto a diario en prensa, me daban: El Mundo, La Razón y la separata de ABC Alfa y Omega que todavía no sé bien de que va. Parece que, sin los jerifaltes, el país está mucho más tranquilo y todo se normaliza, como si no hicieran falta. Soy de la opinión de que todo funcionaría mejor si solo hubiera un juez de guardia, un abogado de oficio sin oficio, un cabo de la guardia civil, a poder ser sin bigote para enchironar a los hideputas y los demás trabajando o disfrutando según se lo permita su economía.
El pueblo llano es el que más satisfacciones me da. Voy paseando por el pueblo, paso por una obra y veo a un albañil con pantalones cortos y una camiseta amarilla que pone DESGUACES EL ÑARRA. Se le acerca un señor mayor con un mapita en la mano y le pregunta:
- ¿Por favor, me podría indicar donde está la Casa Consistorial?
El paleto se queda pensando un rato y dice.
- La casa por la que pregunta está saliendo del pueblo, a unos dos kilómetros, pero yo le aconsejo que si quiere buenas putas, se vaya a la capital.
Al abuelo le entró tal ataque de risa que casi se mea allí mismo mientras el paleta que no entendía nada, tenía tal cara de mosqueo que tuve que apartarle mientras el hombre se tranquilizaba.
También echo mis partidas en el pueblo. Estábamos tres en el bar de Modestín el Escurrido cuando aparcó delante el mercedes de Nino el Chatarras. Un coche demasiado grande para un tipo que no llega al metro sesenta y muy elegante para alguien poco aficionado al agua potable que solo usa para tomarse la pastilla de la tensión y de vez en cuando para elimiar el exceso de roña. Al entrar nos reta a un mus y acepto gustoso pero la fortuna en este caso no me acompaña y me toca de pareja con él. Yo prefiero el juego sosegado y el chino a chino pero Nano es un fantasma y nos pelan en media hora. A la hora de pagar, cuatro euros cada uno, que abono al momento. Nano, gran fantasma, como no podría ser de otra manera saca un billete de quinientos y Modestín, con razón le recrimina diciendo que no tiene tanto cambio y que va avasallando como otras veces y que con el cuento del billete se va sin pagar.
- Esto es lo que hay. O cobras o me lo apuntas.
- Sabes Nano que no tengo cambio de quinientos.
- Pues ya vendré otro día.
Ya se iba todo ufano cuando Malaquías, que tiene aspecto de pobre de pedir, mal aliñado pero limpio y muy buena persona, de profesión jubilado del campo, le suelta.
- De eso nada, Nano. Yo te cambio.
Y sacó del bolsillo un rollo del tamaño de un canuto de papel higiénico con billetes de todos los colores, entre ellos muchos de quinientos y doscientos. Evitó darle billetes grandes y le dió el cambio en unidades de cinco, diez y veinte.
- Y ahora paga tus deudas y si necesitas más, me lo pides.
El Nano pagó su cuenta y salió con las orejas gachas murmurando cómo coño tendría el Malaquías tal cantidad de viruta.
Y es que en los pueblos nunca sabes donde salta el conejo ni donde el topillo hace la hura.
Llegaron los programas de las fiestas patronales y comprendí que era momento para desaparecer. El saludo del alcalde, las damas y la reina de andar por casa, y el concierto gratuito de El Koala son motivos suficientes para desearles lo mejor hasta la próxima vez, cuando quizás ya no exista el restaurante chino, o sí, que en los pueblos nunca se sabe.
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lunes, 6 de agosto de 2007
LOS PELMAS
Soy un imán para los pesados. Se me acercan como sinpapeles al tajo y me cuentan sus cosillas durante horas hasta que pierdo el oremus y les envío al carajo, pero ni por esas. En unos días, parece que me huelen y me encuentran con las defensas bajas y su inmisericorde relato vital revuelve mis sesos hasta que mi cerebro me manda la señal. DANGER. DANGER. POSIBLE COLAPSO NEURONAL, y salgo pitando como alma biturbo.
Yo, que soy persona que le gusta la buena compañía y una amena conversación, cosa que hago casi todas las mañanas con un vecino amigo, ando por las tardes al retortillo, esquivando plastas y plomos, miro de reojo en los ventanales de los bares antes de entrar, cambio de ruta como si estuviera amenazado por la ETA y me pongo barba postiza y peluca, como el solitario, pero sin la pistola y las ganas de matar del cabronazo ese.
Dos son los casos graves, pero hoy os hablaré de uno. A Venancio le conocí en un bar que cerró al poco tiempo. Su público se dispersó y un día me pilló y tuvimos una conversación amable. Me contó parte de su vida y yo escuché atónito como su padre murió cuando él era niño, la hambruna de la posguerra, sus miles de trabajos, que yo no sabía que hubiera tantas profesiones, y su situación actual de jubilado con pequeña pensión que gasta alegremente entre copas de Dyc y máquinas tragaperras. Hace poco tuvo suerte y le tocó la especial. Yo previendo la que me esperaba, pagué mi cocacolita con la intención de zafarme cuanto antes, pero el miserable del camarero se entretuvo hablando con otro cliente sobre si un tal Cacá era bueno o malo para el Madrid, que digo yo que con ese nombre… y me ligó de plano.
- Coño, No te había visto.
- Pues yo a ti si.
- Tómate algo que te invito, que hoy me han tocado dos máquinas.
- Gracias, pero tengo un poco de prisa.
- Ni prisas ni leches. ¿Me vas a despreciar una invitación?
- Venga, algo rapidito.
Y pasaron veinte minutos de tedio donde habló de sus hijos, que si el uno, que si la otra, que si el nieto. Me enseñó las fotos de familia y cuando me iba a mostrar una del padre fallecido hace 50 años, salté como por acción de un muelle y le corté. No sabía que excusa poner así que mi cerebro traicionero me jugó una mala pasada. Le espeté.
- Si me quieres invitar de verdad, invítame al Bingo. Pones, pongamos.. 30 euritos y si se gastan, pongo yo algo luego y si nos toca, a medias. Pensé sinceramente que iba a decir que no. Fallé.
- Una idea cojonuda. Eso está hecho.
Mientras caminábamos al antro de perversión pensé que mientras duraba la partida no hablaría y eso me tranquilizó.
Había mesas vacías pero eligió una donde se sentaban tres señoras del estilo a las chicas de oro, pero sin la abuela y algo más castizas. Le comenté que podríamos estar más cómodos en otro sitio pero sentenció: ¡Es mi mesa de la suerte! ¡Si nos tenemos que apretar, nos apretamos!
Se presentó a las señoras, besó alguna mano, entabló una animada charleta con una de ellas, pidió los cartones y empezó el suplicio. A cada número cantado, respondía en voz alta de la siguiente manera.
- Veinte.
- Con quién.
- Uno
- El otro
- Setenta y siete.
- La Guardia Civil.
- LINEA, se oyó al fondo.
- ¡Pues que se la paguen, coño!
- Continuamos
- Cincuenta y cinco.
- Por el…. Te la hinco. No digo culo por respeto a las señoras.
- Ochenta y Ocho.
- Los ochíviris
- Sesenta y nueve
- El erótico
- Setenta y Uno.
- Galdós y Unamuno.
Y así todos toditos los números. Yo, abochornado intenté levantarme de la mesa pero tenía que mover a toda la gente, por lo que agaché el tupé esperando que nadie me reconociera. La gente pedía silencio al principio y luego le abucheaba sin contemplaciones, pero el pelma, erre que erre. De repente se santiguó, pegó un beso sonoro a sus dedos en cruz, calló y estuvo en silencio algunos números. Sonó como un trueno.
BIIINNNGGGOOOO.
Lo cantó tan alto que asustó a media sala. Las señoras pegaron un respingo de tal calibre que a una de ellas se le desajustó el marcapasos y las otras dos demudaron el color y el moreno piscina se tornó mantequilla de Soria. Yo, que de pequeño fui fallero menor, soporté el impacto con gran entereza pero pegué un viaje al guisqui de Venancio, que voló a la mesa de al lado y le dio de lleno a un señor muy puesto y le arruinó, por este orden, el peinado del peluquín y el traje de Hermenegildo Zegna.
Solo recuerdo que salí disparado sin atender a la enferma ni pedir perdón al del guiscazo. Hace unos días paré por Mazarinos y me dijo Pruden, el encargado, que Venancio me estaba buscando para darme quince euros del premio. Todavía no se porqué se fue tan deprisa, le dijo el plasta. Para mí que fueron los nervios, que toma mucha cocacola y eso es veneno puro.
Le conté el episodio y se despiporró de risa.
- Puedes venir tranquilo por aquí, no creo que vuelva.
- ¿Porqué estás tan seguro?
- Porque le cobré tus quince euros por un Dyc. Aquí los tienes, te los mereces.
- Eres un hacha, y le abracé hasta dejarle sin respiración.
Todavía me queda joselito, un niño de cuarentaytantos, plomo, plomo. Al loro.
Yo, que soy persona que le gusta la buena compañía y una amena conversación, cosa que hago casi todas las mañanas con un vecino amigo, ando por las tardes al retortillo, esquivando plastas y plomos, miro de reojo en los ventanales de los bares antes de entrar, cambio de ruta como si estuviera amenazado por la ETA y me pongo barba postiza y peluca, como el solitario, pero sin la pistola y las ganas de matar del cabronazo ese.
Dos son los casos graves, pero hoy os hablaré de uno. A Venancio le conocí en un bar que cerró al poco tiempo. Su público se dispersó y un día me pilló y tuvimos una conversación amable. Me contó parte de su vida y yo escuché atónito como su padre murió cuando él era niño, la hambruna de la posguerra, sus miles de trabajos, que yo no sabía que hubiera tantas profesiones, y su situación actual de jubilado con pequeña pensión que gasta alegremente entre copas de Dyc y máquinas tragaperras. Hace poco tuvo suerte y le tocó la especial. Yo previendo la que me esperaba, pagué mi cocacolita con la intención de zafarme cuanto antes, pero el miserable del camarero se entretuvo hablando con otro cliente sobre si un tal Cacá era bueno o malo para el Madrid, que digo yo que con ese nombre… y me ligó de plano.
- Coño, No te había visto.
- Pues yo a ti si.
- Tómate algo que te invito, que hoy me han tocado dos máquinas.
- Gracias, pero tengo un poco de prisa.
- Ni prisas ni leches. ¿Me vas a despreciar una invitación?
- Venga, algo rapidito.
Y pasaron veinte minutos de tedio donde habló de sus hijos, que si el uno, que si la otra, que si el nieto. Me enseñó las fotos de familia y cuando me iba a mostrar una del padre fallecido hace 50 años, salté como por acción de un muelle y le corté. No sabía que excusa poner así que mi cerebro traicionero me jugó una mala pasada. Le espeté.
- Si me quieres invitar de verdad, invítame al Bingo. Pones, pongamos.. 30 euritos y si se gastan, pongo yo algo luego y si nos toca, a medias. Pensé sinceramente que iba a decir que no. Fallé.
- Una idea cojonuda. Eso está hecho.
Mientras caminábamos al antro de perversión pensé que mientras duraba la partida no hablaría y eso me tranquilizó.
Había mesas vacías pero eligió una donde se sentaban tres señoras del estilo a las chicas de oro, pero sin la abuela y algo más castizas. Le comenté que podríamos estar más cómodos en otro sitio pero sentenció: ¡Es mi mesa de la suerte! ¡Si nos tenemos que apretar, nos apretamos!
Se presentó a las señoras, besó alguna mano, entabló una animada charleta con una de ellas, pidió los cartones y empezó el suplicio. A cada número cantado, respondía en voz alta de la siguiente manera.
- Veinte.
- Con quién.
- Uno
- El otro
- Setenta y siete.
- La Guardia Civil.
- LINEA, se oyó al fondo.
- ¡Pues que se la paguen, coño!
- Continuamos
- Cincuenta y cinco.
- Por el…. Te la hinco. No digo culo por respeto a las señoras.
- Ochenta y Ocho.
- Los ochíviris
- Sesenta y nueve
- El erótico
- Setenta y Uno.
- Galdós y Unamuno.
Y así todos toditos los números. Yo, abochornado intenté levantarme de la mesa pero tenía que mover a toda la gente, por lo que agaché el tupé esperando que nadie me reconociera. La gente pedía silencio al principio y luego le abucheaba sin contemplaciones, pero el pelma, erre que erre. De repente se santiguó, pegó un beso sonoro a sus dedos en cruz, calló y estuvo en silencio algunos números. Sonó como un trueno.
BIIINNNGGGOOOO.
Lo cantó tan alto que asustó a media sala. Las señoras pegaron un respingo de tal calibre que a una de ellas se le desajustó el marcapasos y las otras dos demudaron el color y el moreno piscina se tornó mantequilla de Soria. Yo, que de pequeño fui fallero menor, soporté el impacto con gran entereza pero pegué un viaje al guisqui de Venancio, que voló a la mesa de al lado y le dio de lleno a un señor muy puesto y le arruinó, por este orden, el peinado del peluquín y el traje de Hermenegildo Zegna.
Solo recuerdo que salí disparado sin atender a la enferma ni pedir perdón al del guiscazo. Hace unos días paré por Mazarinos y me dijo Pruden, el encargado, que Venancio me estaba buscando para darme quince euros del premio. Todavía no se porqué se fue tan deprisa, le dijo el plasta. Para mí que fueron los nervios, que toma mucha cocacola y eso es veneno puro.
Le conté el episodio y se despiporró de risa.
- Puedes venir tranquilo por aquí, no creo que vuelva.
- ¿Porqué estás tan seguro?
- Porque le cobré tus quince euros por un Dyc. Aquí los tienes, te los mereces.
- Eres un hacha, y le abracé hasta dejarle sin respiración.
Todavía me queda joselito, un niño de cuarentaytantos, plomo, plomo. Al loro.
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