viernes, 23 de abril de 2010

A TODO CERDO LE LLEGA SU SAN VALENTIN

El Instigador ha acabado conmigo. Lloro, y mis lágrimas caen en un vaso de agua con gas y se mezclan con las burbujas después de pedirlas permiso. Claro, ¡pasa!, eres una lágrima de verdad, limpia y brillante, de carrera larga hasta la comisura de los labios, que se deposita en la boca acostumbrada a recibirla, tantas veces. Esa boca pequeña recoge el agua de la angustia y la sorbe. Demasiadas emociones y algunas decepciones. La lluvia de mis ojos no me deja ver el teclado. Busco un cigarrillo, pero no tengo. Hace meses que lo dejé. Pagaría cien pavos por un Marlboro light encendido en la boca de una mujer que me dejara el regusto de una colilla al límite y el aliento de una pasión con aroma a whisky aunque fuera falsa. Es posible estar enamorado de lo cotidiano, tan tierno ello, y soñar inconscientemente con sorber una vulva desconocida o penetrar una muralla de melocotón , cuando en tus fantasías descubres que lo de casa es lo que deseas aunque tu cerebro sigue su libertad sin contar contigo .¡ Puta literatura.!
Sigo sin entenderme y por lo tanto necesito reiniciar. Este blog, que durante tanto tiempo ha sido mi amante, me ha dejado de interesar, y yo a él.

Comenzaré una nueva andadura cuando encuentre otra fuente de inspiración.
A aquellos que me siguen, decirles que les indicaré mi nueva ubicación.
Vuestro afectísimo.

miércoles, 24 de febrero de 2010

MIRANDO PARA ERBE

En mi juventud era frecuente escuchar un dicho que nunca comprendí. "Te voy a poner mirando para Erbe". Busqué en diccionarios, enciclopedias, cartas de restaurantes, ofertas de cocktelerías, hojas parroquiales.. y no pude descubrir qué era o dónde estaba Erbe.
Estaba claro que no era un sitio idílico, como Jauja, ni un objeto precioso porque el individuo que exclamaba la frase dejaba entrever la intención de estar forzándote el ojete con un instrumento percutor. Pasado el tiempo, y dado que la gente debió de hartarse de decir un lugar que nadie conocía, empezó a utilizarse Cuenca como referencia conocida. Poner a uno mirando para Cuenca era sinónimo de desearle el peor de los suplicios.
Hace poco, en una de mis visitas a mi querido médico, después de examinar cuidadosamente mi analítica y descubrir un asterisco en no sé qué parámetro de la coagulación, me recomendó una colonoscopia..por evitar sustos, que ya tienes una edad... y así nos quedamos tranquilos. Me encanta el plural mayestático de los médicos.
Acudí a la hora fijada, limpio por fuera y por dentro inmaculado, que no me salía nada turbio después de limpiadores fosfosados, enemas y un ayuno prolongado que me hizo flojear las canillas en los pasillos interminables de la santa seguridad social, y esperé paciente a ser llamado por el altavoz requiriéndome a la sala de endoscopias. Pasé, me atendió una señorita muy amable - y de muy buen ver - me pidió que me desnudara de cintura para abajo y me tumbara en una camilla, cubierto por una sábana hasta que volviera. Así lo hice y a su regreso, y después de explicarme los riesgos de tal intervención, me puse de lado, en posición fetal. esperando el artilugio que me desvirgara el virginal orto, tan inocente él.
Así estaba, imaginando a la enfermera a mi lado, cuando noté una presión que se convirtió en un agudo acceso doloroso que me hizo brincar de la camilla. Fu entonces cuando lo vi. Debajo de la pantalla de televisión que mostraba la desnudez más impúdica de mis intestinos, había un aparato azul con varios indicadores luminosos.
¿Se imaginan de que marca era el dichoso aparato?
ERBE, por supuesto.