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miércoles, 8 de octubre de 2008

MALOS TIEMPOS PARA LA ÉTICA

Malos tiempos para la ética. Mi banco, el de siempre, tiene la deferencia de llamarme al móvil. Me ofrecen un depósito de alto interés por mi dinero, ese dinero que saqué para ingresarlo en otro que me remunera, además del mismo cariño de mierda, unos intereses que no me dan arcadas. Quieren recuperar mi dinero, su dinero según creen ellos, se sienten traicionados porque tuvieron la deferencia de concederme una hipoteca por un valor del veinte por ciento del precio de mi piso y me hacen el favor de atender mis recibos siempre que haya saldo, porque si no, no lo harían. Eso seguro.

Me enternece la propuesta de la señorita. Te igualo la oferta y la subo un punto. ¿Ahora? Si, hoy mismo si reingresas todo. Mira, muchacha, son ya veinte años. Demasiado tiempo sin noticias; seguiré pagando la cuota pero en ocasiones hay que tomar una decisión y decir ¡A la mierda!. Eres un cliente preferente. Suena en el auricular con la entonación de una bella lolita chupando un polo mientras me pide la dirección de correo. Perdona pero no estoy acostumbrado a tus atenciones. Nunca las hubo, ni siquiera una felicitación de cumpleaños por sms, ni una disculpa por aquella devolución errónea que dejó su rastro en el registro de impagados y que persiste por los años cercenándome cualquier crédito. Eso tiene solución, me pondré a ello. No te cobraré por las transferencias, te daré gratis las tarjetas. Solo le faltó decir, seré tuya, amor. Las hienas tienen hambre. Se han hartado de comida basura y no quieren que se les acabe la reserva de carne de cordero enlatada. Solo faltaba. Le pregunto por la solvencia del banco. Excelente, claro. Además Zapatero asegura los depósitos hasta cien mil euros. No cariño, Zapatero no tiene más que lo que nos saque a los barandas. Yo esperaba que el banco emitiera un comunicado diciendo a los clientes que garantiza los depósitos con su solvencia, que administra mi dinero con el rigor de un pater familias, porque no soy un inversor, cariño, soy un depositario que busca un colchón seguro donde enterrar mis ahorros y tú una caja fuerte. Pasa por la oficina y tomamos un café, permite que te muestre el escote de la rentabilidad, te dejaré impactado con mis curvas de flexibilidad , entrarás y saldrás cuando quieras, sin compromisos. Pruébame y si no te gusto me puedes dejar tirada como una perra en el arcén de la cuenta de resultados.

Carmina, escucha, porque te llamas Carmina, ¿No? De momento no puedo. He dado mi palabra por unos meses, pero si te sirve de consuelo te diré que ha sido un placer hablar contigo. Nunca antes un plan de ahorro había conseguido producirme una erección.