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martes, 1 de mayo de 2007

Vericuetos

Los vericuetos por los que transitamos desde el nacimiento hasta nuestro fin son los que conforman nuestro bienestar y malestar. Esa afirmación surge de la imposibilidad de controlar las dificultades que nos surjen a lo largo de la vida. La diferencia entre camino y vericueto radica en que el camino es un lugar transitable y un vericuetos es otro camino por donde se transita con dificultad.

El comportamiento, la inteligencia, la disposición ambiental y genética, la vida en pareja y también el azar, van conformando una senda por la que tenemos que andar durante toda la vida, unos con más dificultad, otros con menos, pero seguro que a todos nos toca sortear un sinfin de hoyos, de pedruscos, zarzas y también tramos llanos, de suave hierba y de un agradable caminar.

Es seguro que una buena disposición frente a la vida, sabiendo y aceptando que habrá de todo, mejora las condiciones de adaptación a un entorno hostil, pero siempre hay alguien que por los motivos que sean nacen en inferioridad, y para ellos el presente y el futuro siempre estarán condicionados por su pasado. Cuenta la parábola, que Diós reparte talentos, a algunos más y a otros menos, y según sea el número obtenido se te pedirán cuentas al final de tus días.

Conozco a muchas personas que han nacido con un solo talento, que carecen de educación y que han vivido una infancia mísera. Que han luchado desde niños para comer y a los que agradezco la lección que me dan cuando hablan conmigo. Gente honesta que sigue luchando, trabajando en las labores más duras, algunos sin papeles ni reconocimiento laboral y social. Sin embargo agradecen la conversación, esperan encontrar comprensión en tu mirada y si se sienten arropados, son fieles como perros para toda la vida.

También conozco gente que hacido con muchos talentos. Comodidades, lujos, los mejores colegios, universidades extranjeras y masters de renombre. Tienen una gran posición social y se dedican por entero a su trabajo y a su familia. Por desgracia, ellos tanbién tienen sus propios vericuetos aunque tengan resuelto lo más importante.

Armando empezó a trabajar a los trece años. En la actualidad tiene sesenta y seis y lleva jubilado dieciocho. Se produjo un incendio en el taller donde trabajada de linotipista y acudió a apagarlo. Se produjo una explosión y el resultado fueron quemaduras por todo el cuerpo, cinco meses en el hospital y una invalidez total que le reporta quinientos Euros al mes. Su risa es famosa en el barrio. Saca la basura de diferentes portales los fines de semana, según él para no aburrirse, aunque los que le conocemos sabemos que necesita el poco dinero extra que consigue. Aun así su humor es envidiable y es una persona generosa y de una vitalidad poco común. Yo me quemé porque quise, dice. Estaba harto de trabajar y cuando vi el fuego me dije: Armando, arrímate que con esto te jubilas. Dicho y hecho. Cinco meses en un hotel y desde los cuarentaytantos sin dar palo. Y se descojona el tio. No cuenta nada de su cuerpo abrasado, la pérdida de la visión en un ojo, pérdida de la oreja derecha y ahora sufre un problema cardíaco y una diabetes que controla mal por su afición a los dulces y al Chinchón de la Alcoholera. Las pocas veces que consigues hablar con él, en tono serio, dice. Yo cumplo con la medicina, me tomo todo lo que me recetan, pero sigo a mi aire. Si me muero, se acabó, pero con todo lo que he pasado no puedo vivir amargado y amargando a los mios.

Y sigue recorriendo sus vericuetos con una enorme cara de felicidad.

Con Yusuf intecambio relojes. Es un marroquí con una cojera especial. Se cayó de un andamio en una obra donde le contrataron sin más y le dejaron a las puertas de un hospital privado cuando se accidentó. No quiere hablar de ello, pero por el resultado, no parece que le hicieran un buen trabajo. Se gana la vida vendiendo relojes, perfumes, gafas.. de imitación de marcas de lujo. La mercancía que lleva es mala de solemnidad. Rara es la cosa que venda que no tenga defectos, pero los oculta con una habilidad pasmosa y de vez en cuando la gente le compra. Como siempre está por los bares del barrio, le echas la bronca. Yusuf, el reloj del otro día no funciona. Tu traes, yo cambio. Lo malo del asunto es que sabes que el nuevo, será igual de malo que el otro. Yusuf no vende mucho. Hay veces que le puede tanto el hambre que te quiere vender mercancía por el precio de un plato de comida. Mira gafas. Buenas, buenas, Ranban, tengo armoni y para tu mujer muy bonitas de Herrera. ¿El locutor? No hombre de Carolin Herrera, hombre.¿No conoces a Carolin Herrera?

Hace unos días, realice el cuarto intercambio de un reloj. Escogí el más feo que llevaba porque seguro que era el que menos cambios de dueño habría tenido.

- Yusuf, parece que funciona. Con esto quedamos en paz.
- Pila buena, pila reciente. Funcionar mucho tiempo. Tener que vender algo porque tengo que comer.
- Mira no me vas a vender más, pero si quieres algo, pídelo y te invito.
- Amigo, un café que tengo frio.
- Vale. ¿Quieres comer?
- Pues Claroo. Quiero un bocadillo de macarrones.
- Yusuf, piensa. Será un plato de macarrones?
- No, un bocadillo.
Dice la camarera que está esperando.
- No tengo macarrones, lo siento.
- Qué si, que te lo pedí el otro día.
- Me pediste calamares.
- Eso es, calamares, coñio, si no me gustan los macarrones porque les echais cerdo.

Se partió el bocadillo, se tomó la mitad en dos bocados. Envolvió el resto en una servilleta y lo metió en la bolsa junto con las ranban y las armoni y salió del bar con su cojera, dándome las gracias por haberle dado de comer un mísero bocadillo.

La mirada avispada, el trato correcto, no huir de sus clientes que le cambian la mercancía defectuosa, su sonrisa melancólica y sobre todo su lealtad hacen de Yusuf una persona querida entre sus pardillos clientes que sabemos que, cuando le compramos es porque tiene que sobrevivir.

Por el contrario, Angel tiene todo lo que un hombre pueda desear. Nació rico y lo sigue siendo. Después de una exitosa carrera de económicas hizo un master en EEUU. Con las influencias de su familia y su brillante curriculum entró a formar parte de la plantilla de una prestigiosa multinacional alemana. Ahora dirige los negocios familiares con éxito arrollador. Viaja constantemente abriendo nuevos mercados y espera que su empresa cotice en bolsa el próximo año.

Me encuentro con él en un bar donde se toma un café magnífico y donde leemos el periódico mientras saboreamos una taza. Un día, no me apetecía leer y puse el diario doblado a mi lado izquierdo, cerca de donde estaba él.

- Te importa que le eche un vistazo?
- No, claro que no.

Empezamos a hablar y poco a poco cogimos confianza. Me habló con pasión de su trabajo, de las dificultades que encontraba para mejorar sus empresas y de las satisfacciones que ello le provocaba. También me habló del precio que había pagado por llevar esa vida.

- Me casé joven y enamorado. Tuve 2 hijas y en el momento en que mi mujer me avisó de que perdía el tren del amor, cogí un avión y me fui a Singapur a un congreso. Yo pensaba que la familia estaba bien si tenía una posición cómoda. Buen casa, mucho servicio, los mejores colegios, tarjetas sin límites. Aquello que una mujer desea, pero yo no estaba compartiéndolo con ellas. Me perdí la infancia de mis hijas y la confianza de mi mujer. Ahora, cuando no tiene solución, pretendo recuperar todo lo perdido y el dinero no compra el amor. A la hora de la sepación, los abogados enredaron el asunto de tal manera, que surgió el odio y por tanto el sufrimiento de mis hijas. Las veo un fin de semana cada quince días y solo te puedo decir que me siento desgraciado.

- Ahora me acuesto pensando en el trabajo del día siguiente y del fin de semana que me toca estar con mis chicas.

Angel encontró un camino llano y cuando pensó que todo era sendero, se encontró con un vericueto que no puedo sortear.

Es por ello que os animo a pensar que todos tenemos que luchar. No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Y acordaros, muchos talentos no dan necesariamente la felicidad.

Y Recordad a los que no los tienen. No buscan caridad. Solo una oportunidad y algo de cariño.

El Instigador