miércoles, 4 de febrero de 2009

UNA HISTORIETA DE 30 PAVOS



1. INTROITO.

El Instigador en un charco, tal pareciera que le han fumigado con gas mostaza. Entre brebajes, sabanas sobadas y quilos de celulosa asomó la cara más pálida que haya visto excepto cuando voy al sacamuelas y me imploró ayuda.

- Chutas, por tu padre, échame una mano que se me hunde el quiosco, que yo vivo de esto y llevo sin publicar dos semanas, la gente piensa que me he vendido al capital y voy a escribir en papel. Tengo que publicar urgentemente, antes de la desbandada.

- Mira, gil, tu vives del cuento, pero no de escribir, que sigues viviendo de tus padres. No has dado palo en tu vida y lo del blog es lo más laborioso que has hecho desde el cursillo de la primera comunión. No te meto porque estás chungo pero deja de desvariar o te enchufo una galla que te suenan los mocos a calderilla de céntimo.

- Eres mi salvador, chutas, escribe algo que aguante hasta que me recupere, te lo suplico, algo de tus vivencias, tus vicisitudes vitales..

Le di una mediahostia y espabiló al instante. Recuperó algo de color en la mitad izquierda de la cara, tomó un sorbo de una botella de jarabe que apestaba a coñac y me hizo señas para que me acercara.

- Como pongas tacos, te eviscero los cojones.
- 100 pavos.
- 10.
- 50.
- 30.
- Hecho.



2. UNA HISTORIETA DE 30 PAVOS.

La depresión ha dado paso a la desolación. Me fui de la obra porque el propietario venía por la noche a robar los materiales para que se los pagara el seguro. Si no llega a ser porque peligraba mi finiquito le hubiera partido en la crisma el último ladrillo, pero le he dejado un buen regalo. He instalado en la caseta a unos primos rumanos de Catón, un palmero que fue de Caracol y que como él ha cubierto bastantes géneros. Dieciséis de edades variadas más un galgo igual de flaco que la silueta de un folio, son suficientes para que el efecto llamada haga del solar un campamento en toda regla antes de que llegue el fin de mes. Con la luz de obra y dos puntos de agua, los quinientos metros, bien aprovechados, dan para una población de seiscientos y para desalojar eso, la bofia no tiene furgones suficientes en toda la comunidad.

El hambre aprieta y los lilas abundan. El tocomocho sigue funcionando pero pena prisión, por lo que hay que buscar la falta, no el delito. Por ello, nada más simple que los triles para que los flojos aflojen y los puntos, tres son los necesarios, sostengan su nivel con elegancia, de manera ambulante y libre de inversiones. El topo, virolo sin llegar a ofender posiciona un ojo en la mesa mientras el otro se desentiende oteando el panorama, es el que apuesta y siempre gana, pica a los tordos que se dejan la mosca mientras el anguila, rápido como un calambre, vigila a la pasma y grita agua en cuanto ve un uniforme azul o un jipi sospechoso de ser de la secreta. Tres reinas de papel, a ser posible de D. Heraclio Fournier que las de China se desbaratan enseguida, cambian de lugar mientras el ojo bueno busca a la de copas que es la ganadora. El topo apuesta y gana, anima y dice por lo bajini a los demás que acierta porque la dama tiene una marca casi invisible y cuando los memos ambiciosos ponen la talegada, yo que soy mañoso y nací con esa virtud, meto la uña en la señora de bastos y allá que van los dineros de los pardillos que me guardo en el chaleco con los primos trinando y desplumados.

Total, en una mañana me saco cien sin abusar, que el personal está canino y escribiendo lo conocido me levanto treinta en diez minutos. Lo tengo decidido: por la mañana trilero, por la tarde, escritor.

miércoles, 21 de enero de 2009

CORRESPONDENCIA SIN FRANQUEAR

Estimada S.

Sobreponerse a una ruptura no deseada es similar al resultante de una patada en los testículos. En el acto caes fulminado, te retuerces de dolor, imploras alivio, el aire es plomo que impeles por tu garganta candada mientras por el vientre sube una ola caliente que te martiriza. Poco a poco, con el paso del tiempo, todo se suaviza, se va apagando hasta que solo queda un mal recuerdo.

Tenía 31 cuando te vi la primera vez. Falda escocesa, medias gruesas que se escondían en unos zapatos de invierno, suéter rojo de cuello alto debajo de un abrigo azul y unos guantes finos de ante que parecían no protegerte del frío de Febrero. En tu cara lozana brillaba el pelo del candeal color del pan y de tus facciones de mármol , me impresionó un leve gesto mordaz de mujer que se sabía dentro de un cuerpo minado de tentaciones, pero fue tu sonrisa lo que me desarmó. Muchas veces maldije el día en que nos presentaron.

Algunos días más tarde coincidimos en aquel bar, ¿recuerdas? Allí vencí mi absurda timidez y me acerqué a tu lado con la esperanza de conocerte consciente de que tu amabilidad no pasaría de compartir unos segundos en los que me dejarías claro que tu objetivo no era yo. No fue así. Viendo que no había una silla libre, te levantaste y nos acercamos a la barra.

Hablamos de ti, de tu trabajo de enfermera, la vocación ante la ambición y también de mi, de mis ansias de triunfo, de tu perfume que olía a seducción y de mi barba de tres días, de tus ojos negros y mi pequeña boca. Bebimos y brindamos por el encuentro. No recuerdo más que volví a casa flotando entre los copos, que soñé despierto con besar tu boca, sorber tus pechos y amarte hasta el desmayo.

Te fuiste hace diez años un Abril soleado con un bolso repleto de cosas y una maleta negra con ruedas que sonaba como si arrastraras un ataúd con mi cadáver. De tu orgullo quedó en el suelo un reguero que no me atreví nunca a pisar y de mi inconsciencia, un charco de lágrimas de cera que enturbió mi vida y empecé a frotar mucho tiempo después para poder ver en el reflejo, el rostro aliviado del drogadicto rehabilitado que ha superado la adicción pero sigue siendo vulnerable.

Por eso me extrañó tu llamada de ayer. Me hablaste de fracasos actuales y recuerdos pasados, de queso y vino en aquella pradera. Me hablaste de mí, de mi absurda y genial locura que te hacía reir y que tanto añoras. Me hablaste de volver a vernos, pero no. He cambiado la antigua tarima de mi pecho. La desclavé con mis manos hasta casi desangrarme y así estuvo, desnudo, hasta que una alfarera maravillosa lo vistió de barro cocido que admite las manchas de la locura y se limpia fácil con la bayeta húmeda de la complicidad.

Espero que lo entiendas. He sustituido el queroseno de la turbina por las paladas de carbón en mi caldera de vapor. Ya no practico el vuelo libre. Prefiero los viejos raíles que lentamente me llevan hasta mi destino con parada en todas las estaciones.

Te deseo lo mejor.

M.

lunes, 12 de enero de 2009

RELATO A TRES BANDAS. CIMBRAR; ESCANCIAR; TACTO

Este relato ni empieza ni termina aquí. Forma la segunda parte de un todo, un juego literario en el que nos hemos embarcado tres blogueros a los que nos gusta eso de escribir. Esta vez, nuestra mano inocente, Marcela -gracias por tu colaboración- nos facilitó 3 palabras, las sorteamos junto con los turnos y el resumen del partido fue el siguiente:

El blog de Tamara inicia el reto con "cimbrar" que pasa la historia al blog del Instigador que regatea y avanza en el relato con "escanciar". Termina su jugada con un pase directo a Avellaneda que con "tacto" marca el tanto en el minuto final.

Esperamos que os guste y disfruteis como lo hemos hecho nosotros ¿Acaso no es esto Web 2.0?





ESCANCIAR


- Lo firmaré con pluma o no habrá acuerdo, dijo Pedro.

El abogado con la camisa estampada de tinta hizo un gesto de fastidio y rebuscó en el cajón hasta que encontró una roja, de plástico y la punta sucia. Pedro la cogió y sonrió levemente cuando vio que era de propaganda de un sitio sospechoso.”El Edén del Placer”. La probó en una cuartilla marcando elipses hasta que la tinta fluyó sin interrupciones y, con la delicadeza de un oso, rubricó el acta de divorcio con una firma tosca de trazos desiguales, como si apuñalara el papel, mientras su cara permanecía impávida, la misma que tenía desde que vio aquella luz cegadora sobre la terraza.

- Todo tuyo, Carol. Te deseo que seas feliz.
- Creo que lo celebraré con el abogado,.. cuando se cambie de ropa.
- Cuídate de dar la talla, querida. Me temo que es muy exigente con las mujeres y le gustan las putas refinadas, dijo mientras tiraba la pluma roja a la papelera. Hasta nunca.

Pensó en irse al hotel y dormir un rato, pero se imaginó una langosta thermidor al lado de botella de blanco ossian 2006 y tomó un taxi hasta ese restaurante donde la preparan tan bien.

Llegó el camarero con el vino y le sirvió una muestra esperando la aprobación pero Pedro sabía por el limpio color topacio que estaba en su punto.

- No necesito probarlo. Por favor, escancia una copa generosa.
- ¿Escanciar desde lo alto, como la sidra?
- Escanciar significa servir vino en la mesa. Hazlo como quieras pero si pretendes tirarlo desde un metro de altura, avisa antes, que me retiro.

Tomó un bocado, sorbió un trago largo y se detuvo pensando en esa mañana.

Es curioso. Después de la firma la vi pletórica amarrada al brazo del letrado, se contoneaba ante mi como si quisiera darme celos ahora que ya no es nada, solo el recuerdo de un vino dulce en la boca que amarga al paso por la garganta. Nunca entendió que el amor y el fuego tienen los mismos componentes; calor, oxígeno y combustible. Si alguno de ellos no está presente el fuego se apaga y el amor se pudre hasta convertirse en un rescoldo que necesita un manguerazo que lo liquide. Carol me dio calor mientras el combustible de mi cuenta brotaba por la manguera de mi surtidor a cientos de galones , pero los negocios tienen ese componente en el que la mejor organización y el más perfecto plan se pueden torcer por el aliento insípido del azar o la incomprensible concatenación de cabronadas de un entorno que nunca dominas. ¿Acaso tengo yo la culpa de que la bolsa baje o los bancos quiebren?. Está feliz porque ha conseguido lo que quería, la casa de campo y el piso del centro, muebles y cuadros, pero me queda dinero en la cuenta y mi masserati. Y oxígeno, todo el oxígeno que me quitó en su posesiva relación, me dejó sin pulmones y pasé a respirar con las branquias de las angulas y el tiro de una chimenea con un picasso encima. Solo por eso, por recuperar mi libertad, ha merecido la pena.

Imaginó a Carol en la cama con el abogado y no sintió nada. Su cara seguía inmóvil y solo manifestaba un rictus de sorpresa cuando recordaba que esa mañana, recién duchado, salió a la terraza del ático y vio a menos de cien metros la fulgurante luz de una máquina silenciosa encima de su cabeza, y la misma sensación de paz que vivió durante aquella lipotimia.

Ya en el hotel, tumbado en el sofá, oyó que llamaban a la puerta.

- Servicio de habitaciones. Su whisky señor.
- Pero,.. yo nunca tomo whisky..

Fue entonces cuando levantó la cabeza y cerca del dormitorio, a través del ventanal que daba a la plaza, vio una luz inmensa, como si una gran ola al contraluz en un atardecer de verano fuera a arrollar la estancia.

Saltó de un brinco, abrió la puerta rápidamente y no encontró a nadie. En el suelo, una bandeja de plata y una nota color azul.

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