DIA 02/28/07
8 HORA WATUSSI.
Centro de mando MCKELY. Cocina de Oficiales. Suena el teléfono.
- Se han adelantado, señor. Les esperábamos mañana pero aseguran que la cita está marcada en su agenda. Les he propuesto posponerlo y me han asegurado que si se van, no volverán nunca.
- ¿Cuántos son?
- Eran tres, señor. Uno bajito con granos hacía de intérprete, pero ahora quedan dos, señor.
- ¿Qué llevan encima?
- Nada, señor. Han pasado por el detector y excepto un móvil marca Polski, una petaca con tres cuartillos de vodka y una libreta inofensiva, no llevan nada sospechoso. Están limpios, señor.
- ¿Vehículos?
- Una furgoneta Nissan Vannete, modelo del 82, rosa con círculos amarillos. Ha pasado el control espectral de masas y el ordenador solo indica materiales plásticos básicos, metales alumínicos y herramientas de uso común. También sacos con productos silíceos y otros derivados sin trazas de explosivos. Solo una cosa fuera de lo normal. Un barril de cerveza de 60 litros, una hogaza de 3 kilos y una barra de salami picante del tamaño de una pata de elefante. Todo en orden, señor.
- Entreténgales diez minutos, que tengo que ir a obrar.
- Señor, si señor.
Me encuentro solo en el centro de mando. En la garita, el suboficial Medroso atiende las llamadas y controla la puerta de acceso. El resto del edificio está vacío. Ayer desratizaron y las estancias están casi todas selladas. La Generala Montarique y sus tropas están en el desfile de Ágata Ruiz de la Braga de la pasarela Kalashnikov. Desde que Zapatero se perfila de nuevo como presidente es necesario un cambio de imagen. Los uniformes de camuflaje van a ser sustituidos por algo nuevo, quizás algo de tafetán gris marengo con corazones rojos y la boina naranja. Modernidad dentro de la sobriedad, es el lema.
En el retrete, enfrascado en mi soliloquio me pregunto y me respondo; sensaciones extrañas de alivio por la temprana resolución del conflicto interno y pesaroso por la dureza de la acción, pero soy un viejo soldado. No hay nada que altere mi espíritu acostumbrado a la lucha feroz. Según lo convenido todo se resumirá en una operación táctica de aprovisionamiento y modernización. 48 horas de caos medianamente organizado pero me han pillado con el culo al aire y sin papel. Habrá que improvisar.
Memev y Panfilov se presentan pero no se cuadran ante el mando aliado. Suponen que la diferencia de nacionalidad no obliga al respeto debido, pero se van a enterar. Informaré de ello al alto mando de la OTAN. (Obliteraciones y Tientaparedes Anastasio Negrero).
Me presentan la documentación. Todo en regla. De fondo, en el casete de mi despacho suena una pieza única que jamás se volverá a interpretar y que tuve la suerte de grabar con mi antiguo magnetófono. Se trata de la sinfonía Heroica de Beethoven interpretada por la banda del Regimiento de pífanos y tambores. Después de aquella ejecución, la banda fue disuelta y los excelsos músicos fueron destinados a servir mesas en el comedor de tropa. Gran ignominia para el arte. La música militar perdió en aquel acto a los más virtuosos instrumentistas de los cuarteles de la zona sursudoeste. En este momento arranca la segunda parte, la marcha fúnebre. Se me manifiesta un sentimiento de hondo dolor movido de gozoso llanto; en el fondo soy un puto sentimental pero la obligación me ordena reponer el espíritu y les pido un trago de la petaca. No me entienden. Saco del cajón mi botella de Fundador y le pego un tiento de dos sorbos largos que me abrasa el esófago. A punto de toser me golpeo el pecho con el puño cerrado y el anillo con el escudo del arma de sufridor en casa se me queda grabado en la tetilla derecha como si fuera una calcomanía. Lo mostraré orgulloso aunque tenga que depilarme con la minipimer.
Memev me habla en lengua extranjera. Es alto y fornido, con el pelo al uno. Panfilov es calvo y tiene un bulto en el cráneo del tamaño de un huevo cocido partido por la mitad. Apenas les entiendo. Me hacen firmar el parte y me indican por señas que van a recoger el material. Salen a la calle y respiro un poco. Me tomaré otro café y volveré al baño porque no es seguro que lo pueda volver a utilizar los próximos días. Esta vez me llevaré las páginas amarillas.
10 HORA WATUSSI: UNA HORA MENOS EN PORRIÑO. (SEGÚN EL BNG)El ascensor para en la planta 6. Se abre la puerta y veo el recinto lleno a rebosar de cajas, sacos y herramientas. Me pregunto cómo habrán podido colocar el material sin que quede espacio para un sello de correos. También cómo el viejo montacargas puede soportar tanto peso sin que sus gastados cables se deshilachen y caiga al vacío en ese silencioso viaje que precede al estruendo final. 60 años de servicio a la patria son suficientes para dudar de su salud. Seguro que aquel arresto de cuatro años por pillar a traición los cataplines del comandante Ovo Huevales le ha sentado bien. A veces es bueno dar al guerrero una temporada de reposo y este ascensor es un ejemplo de servicio y abnegación. Los muchachos del sector ZQ34x de la OTAN comienzan la descarga.
12 HORA WATUSSI
Revisión de materiales. Procedo a revisar la mercancía y veo con estupor que no hay información en el exterior, ni siquiera un código de barras. Protesto pero se lo toman a chufla. Llamo por el walki a Medroso para ver si entre los dos logramos que entren en razón.
- Medroso, no me entiendo con los chicos. ¿De dónde diablos son?
- Polacos, señor
- ¿Sabe vd. polaco?
- Negativo, señor. Le ruego que se tranquilice, se vaya a tomar una cerveza y me los deje. Voy a intentar comunicar en algún otro idioma.
- Tiene quince minutos desde, tres, dos, uno, ¡AHORA! Quiero el inventario completo a mi regreso. - Señor, si señor.
Después de 4 latas de Skoll el cinturón se desliza de la tripita hacia abajo y me deja el pantalón tan caído que me piso los bajos. Lo sujeto con las dos manos y tirando hacia arriba doy unos saltitos hasta que se me coloca cerca del esternón, como un Jesús Gil cualquiera. Medroso me informa de que todo está en perfecto estado de revista. Le pregunto cómo se ha comunicado con los foráneos y me contesta que en latín. Parece que los 8 años de noviciado del sargento y la influencia de Juan Pablo II sobre la población polaca han obrado el milagro.
Me dispongo a organizar la operación y les llevo al cuarto del cabo cuartel. Un camastro, una nevera con lo mínimo y una radio skreibson de después de la primera gran guerra, cuando los aparatos se hacían para durar. Allí les indico la situación sobre un plano y marco este objetivo como punto de encuentro para el avituallamiento y el solaz. Ríen como conejos. Les entrego la llave y sin venir a cuento me sujetan por la axilas, me introducen en el cuartucho, cierran la puerta con llave, y me dejan en la semioscuridad que proporciona la luz lúgubre de un patio interior sin vecinas que se desnudan ni más entretenimiento que el aseo bucal de mis uñas. Estos muchachos tienen sentido del humor. Acepto de buen gusto la broma pero pasadas dos horas el asunto está empezando a cabrearme. La radio solo consigue señal audible de una emisora de Vladivostock en onda corta que en vez de las gloriosas marchas militares de antaño, pone música de melenudos y gente de mal proceder. El post-comunismo ha acabado con lo único bueno de la antigua Rusia.
Me quejo insistentemente pero no obtengo respuesta. Por el Walki, sólo un zumbido mortificante, como de abeja dormida. Me echaré en el catre y esperaré acontecimientos.
17 HORA WATUSSINo me quedan uñas, solo padrastros que duelen como si los tuviera metidos en salmuera. Oigo gente que viene. Voces alegres que entonan cantos populares de más allá de Los Cárpatos. El puro que les va a caer va a ser sonado. Creo que no será suficiente con pena de prisión. Voy a proponer degradarles con deshonor para que pasen de oficiales de ingenieros a cabos de capilla. Abren la puerta y veo a Medroso con los ojos turbios de una sobredosis etílica.
- Medroso, ¿Qué está pasando aquí?
- Me han emborrachado a traición, señor. Se han hecho con el mando del centro de mando y me han dicho que no mando un pimiento. Y que usted tampoco, señor.
- ¡FIR - MES!. Nada, que ni puñetero caso. Mejor me voy a casa y mañana será otro día.
DIA 02/29/07
8,30 HORA WATUSSILa puerta del centro de mando está cerrada con llave y sujeta con unas cadenas de acero que me resultan familiares. Me acerco para verlas de cerca y me doy cuenta que son las de mi maletín sadomaso, esas que terminan con una chapa dorada que reza “No me hagas mucha pupa”. Maldita sea, mi más estricta intimidad a la mierda. No puedo abrir ni entrar por ningún sitio. Cojo el walki y llamo a Medroso. Un susurro modorro por toda respuesta. Llamo por teléfono y no contesta nadie. De repente, un ruido infernal, como si estuvieran demoliendo el edificio por dentro. Martillos pilones y sierras eléctricas golpean mis delicados oídos dos días después de la visita al otorrino. Libres de los tapones, mis tímpanos oyen como si los tuviera recién estrenados.
Me estoy poniendo nervioso y decido que lo mejor es ir al bar de Nemesio a desayunar. Creo que me tranquilizaré si me tomo una ración de callos y una caña de tinto. No resulta efectivo. Tomo una de oreja a la plancha y otro vaso de vino. Desde que me diagnosticaron que tengo el colesterol alto, evito los churros.
Pasa el tiempo. Cambio 20 euros y echo a la máquina. Avances, un, dos tres. Bajo la manzana, la ciruela y las guindas. Tengo 3 campanas. Cobro o me lo juego . ¡AVANCES, COÑO! dice Nemesio. Me lo juego; pierdo. Después de 200 euritos y 7 tercios de Mahou se me hace la hora de comer. No tengo apetito. Ni dinero.
Suena el móvil. Es medroso que me informa de su mal estado de salud. Se le ha reproducido la úlcera de duodeno y sangra como un gocho en una matanza. Gilipolleces; eso se cura con los antigripales de las fuerzas armadas, pero es un flojo y se va pitando al hospital. Cualquier cosa en vez de atender sus obligaciones.
20 HORA WATUSSIMe acerco al Centro de Mando y lo encuentro abierto de par en par. Entro con cuidado, como un felino al acecho de una liebre, con los 5 sentidos sintiendo el peligro. Todo está sucio y revuelto. Parece como si hubiera pasado Atila, los Unos y los Otros. Subo al primer piso. Todo en orden. Cojo el ascensor y doy al botón del sexto. Desolación. No sé que habrán podido hacer pero el resultado es el mismo que haría una bomba atómica de 8 megatones. Encima de lo que antes era una mesa, tres centímetros de polvo de ladrillo y yeso blanco. Veo un sobre amarillo. Lo cojo con cuidado y leo.
TRAVAJO FIN. 9 BENTANAS A 600 UROS. TOTAL 5400 UROS. MANANA PASO COBRAL.
Nunca entenderé cómo pude encargar el cambio de ventanas a los muchachos de la OTAN.