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viernes, 6 de marzo de 2009

CONTAGIOS FAMILIARES

Cuentan que si todo el mundo te abandona, siempre podrás contar con alguien de la familia, ese ente que arropa mendrugos, tapa falacias y alborota notarías. Son muchos los beneficios de formar parte de una familia extensa, también muchos los inconvenientes, pero de todos ellos el peor es el contagio.

Hace años que mi primo Abundio matrimonió con hembra sana, dentadura completa y osamenta sin quiebra a la que sometió a un chequeo preventivo antes del casorio por si hubiera oculta alguna enfermedad silente, dado que había antecedentes familiares de males congénitos, pero del laboratorio salió una nota de su amigo el Dr. Toliga que decía:


INFORME MÉDICO

El estudio fisiológico realizado con analítica completa, RM, RX, TAC craneal en plano axial potenciado en T2 y DP, coronal escalado en FLAIR y ginecológico manual con tacto extenso en vagina y útero con lubricación espontánea, presenta una morfología normal excepto en el plano genital donde demuestra hiperactividad circulatoria y sobreexcitación por referir actividad sensitivo-motora en el mismo clítoris.


CONCLUSIÓN:
Tu jaca está sana como un choto pero es más puta que las abubillas.



Así las cosas, se celebró la boda, dejó de hablarse con su familia por un grave asunto hereditario sobre una mesa camilla de 90 sobre el que pelearon las cuñadas, y pasaba las tardes de los domingos con su suegra y las hermanas de su mujer jugando divertidas partidas de brisca, degustando rosquillas y sorbiendo vino de misa que no tardó en provocarle una diabetes ya que de la copita para jerez, paso directamente a amorrarse a la garrafa y aguantar la respiración hasta que le salía por la comisura un hilillo que daría la comunión a siete curas en la misma misa.

Pronto llegaron los niños y con ellos las fiebres. Si uno se acatarraba, los demás le seguían, si otro enfebrecía, todos se calentaban. Pero lo que empezó siendo cosa de niños no tardó en pasar a mayores. En los cinco últimos meses, la mujer de Abundio enfermó de escarlatina, anginas y cagalera por contagio con su familia.

Abundio evitaba el mal suprimiendo besos, no probando viandas ni bebidas ajenas y sobre todo, alejándose de criaturas meadas, biberones sucios y chupetes infectos. Harto de cuidar de su mujer, decidió sin consenso suprimir las visitas a casa de su suegra, salvo causa de fuerza mayor y ambos pasaron una temporada libres de microbios.

Hace unos días recibió una llamada de su cuñado en la que le pedía el favor de hablar con su amigo el farmacéutico porque le escocía el mango después de haber estado con una meretriz que lo tenía rubio y que por las señas que le dio no era por el agua contaminada del Danubio sino por querencia excesiva al manubrio.

Ya en casa, Florita, inquieta en el sillón relax, movía frenéticamente índice y corazón simulando una circunvalación por aliviar el prurito, renegando de aquel pito, cuando Abundio llegó y la encontró de tal guisa.


- Se puede saber qué te pasa?
- Pues no lo sé. De repente he notado un picor y un escozor?
- Ahh mala mujer. Tu has estado en casa de tu hermana, ¿verdad?
- ¿Cómo lo sabes?
- Me ha llamado tu cuñado y tiene los mismos síntomas. Seguro que le habrás dado la mano o le habrás besado la cara, ¿A que sí?
- Si, claro, como siempre..
- ¿ Y no te ha dicho que le han pegado unas purgaciones?
- No, no me ha dicho nada.
- El muy cabrón. Ya verás cuando le pille. Se va de putas, se contagia y luego no tiene reparo en tocar o besar a otras, con lo contagioso que es eso. La próxima vez que tenga gripe voy a ir sin avisar y les voy a besar a todos. Así se tengan que meter una semana en la cama.
- Me asustas, hombretón.
- Es que cuando me da el nervio no me conozco ni yo.

miércoles, 4 de febrero de 2009

UNA HISTORIETA DE 30 PAVOS



1. INTROITO.

El Instigador en un charco, tal pareciera que le han fumigado con gas mostaza. Entre brebajes, sabanas sobadas y quilos de celulosa asomó la cara más pálida que haya visto excepto cuando voy al sacamuelas y me imploró ayuda.

- Chutas, por tu padre, échame una mano que se me hunde el quiosco, que yo vivo de esto y llevo sin publicar dos semanas, la gente piensa que me he vendido al capital y voy a escribir en papel. Tengo que publicar urgentemente, antes de la desbandada.

- Mira, gil, tu vives del cuento, pero no de escribir, que sigues viviendo de tus padres. No has dado palo en tu vida y lo del blog es lo más laborioso que has hecho desde el cursillo de la primera comunión. No te meto porque estás chungo pero deja de desvariar o te enchufo una galla que te suenan los mocos a calderilla de céntimo.

- Eres mi salvador, chutas, escribe algo que aguante hasta que me recupere, te lo suplico, algo de tus vivencias, tus vicisitudes vitales..

Le di una mediahostia y espabiló al instante. Recuperó algo de color en la mitad izquierda de la cara, tomó un sorbo de una botella de jarabe que apestaba a coñac y me hizo señas para que me acercara.

- Como pongas tacos, te eviscero los cojones.
- 100 pavos.
- 10.
- 50.
- 30.
- Hecho.



2. UNA HISTORIETA DE 30 PAVOS.

La depresión ha dado paso a la desolación. Me fui de la obra porque el propietario venía por la noche a robar los materiales para que se los pagara el seguro. Si no llega a ser porque peligraba mi finiquito le hubiera partido en la crisma el último ladrillo, pero le he dejado un buen regalo. He instalado en la caseta a unos primos rumanos de Catón, un palmero que fue de Caracol y que como él ha cubierto bastantes géneros. Dieciséis de edades variadas más un galgo igual de flaco que la silueta de un folio, son suficientes para que el efecto llamada haga del solar un campamento en toda regla antes de que llegue el fin de mes. Con la luz de obra y dos puntos de agua, los quinientos metros, bien aprovechados, dan para una población de seiscientos y para desalojar eso, la bofia no tiene furgones suficientes en toda la comunidad.

El hambre aprieta y los lilas abundan. El tocomocho sigue funcionando pero pena prisión, por lo que hay que buscar la falta, no el delito. Por ello, nada más simple que los triles para que los flojos aflojen y los puntos, tres son los necesarios, sostengan su nivel con elegancia, de manera ambulante y libre de inversiones. El topo, virolo sin llegar a ofender posiciona un ojo en la mesa mientras el otro se desentiende oteando el panorama, es el que apuesta y siempre gana, pica a los tordos que se dejan la mosca mientras el anguila, rápido como un calambre, vigila a la pasma y grita agua en cuanto ve un uniforme azul o un jipi sospechoso de ser de la secreta. Tres reinas de papel, a ser posible de D. Heraclio Fournier que las de China se desbaratan enseguida, cambian de lugar mientras el ojo bueno busca a la de copas que es la ganadora. El topo apuesta y gana, anima y dice por lo bajini a los demás que acierta porque la dama tiene una marca casi invisible y cuando los memos ambiciosos ponen la talegada, yo que soy mañoso y nací con esa virtud, meto la uña en la señora de bastos y allá que van los dineros de los pardillos que me guardo en el chaleco con los primos trinando y desplumados.

Total, en una mañana me saco cien sin abusar, que el personal está canino y escribiendo lo conocido me levanto treinta en diez minutos. Lo tengo decidido: por la mañana trilero, por la tarde, escritor.

jueves, 8 de enero de 2009

COSMÉTICA MASCULINA


Algunos años atrás, no muchos, parece ser que alguien notó que la piel de mi rostro estaba algo seca y pequeñas arrugas surcaban mi frente. Ante tanta insistencia, después del afeitado, puse sobre mi cara en una dosis mínima que no valdría para el entrecejo de una mujer, mi primera hidratante. Fue visto y no visto. Algo del interior succionó el ungüento y no sé si más hidratado, pero si más brillante, salí a la calle. Al día siguiente noté que mi aspecto no había variado y por mor del amor, me apliqué otra capa, esta vez más generosa que tardó bastante más en absorberse. Hasta mi madre habló de la mejora, la diferente textura, la reducción milagrosa de las líneas horizontales que cruzaban mi frente como guías para el encaje de una boina a rosca. Yo, inconstante, abandoné la terapia ante las protestas de las mías y de mi cara seca surgió la mueca, el pellejo y los surcos que dejaron el frontal preparado para la siembra.

Probé de nuevo con la misma crema, pero no funcionó. Sin duda necesitaba algo más fuerte. Me recomendaron una anti-edad con huevinol, un componente milagroso extraído de los cojones del ñu y en poco tiempo recuperé el tono y de mi frente, las arrugas parecían haberse borrado con goma de nata milán.

Después de una noche de bureo, algo de mandanga y un gatillazo histórico, me levanté zombi. Al mirarme al espejo, intuí, que no vi dado mi estado, que debajo de los ojos sobresalían dos zurrones de aspecto tumefacto, violeta tornasolado, que daban la impresión de que me habían moldeado el rostro con un puño americano. Consultada la experta, me recomendó un lapicero con efecto polar que si bien no quitó la inflamación, modificó el color hasta tener el dorado aspecto de las mollejas a la parrilla. Cambié de vida pero no de amigos y sistemáticamente, cada vez que daba a mi cuerpo macarena, necesitaba retocar mis ojeras con las mismas pinceladas que utilizó Velázquez para pintar las meninas.

De ahí pasé a los párpados que necesitaban un persianista que les arreglara la cuerda porque aquello no subía del todo. Más tarde me hice adicto al colágeno, y uso retinol para la papada que tiende a descolgarse como un geo haciendo rapel. Ya tengo más potingues que mi mujer y tardo en aviarme por las mañanas el mismo tiempo que Sara Montiel, o más, que ella usa espátula.

Hace unos días, alguien me preguntó la edad y, yo coqueto le respondí que cuántos me echaba. Ytantos, me dijo. Coño, me acertó de lleno.

No se si el tipo era miope, tonto o lo hizo por joderme. Pero si actuó de buena fe, yo me pregunto. ¿Quién me mandaría a mí empezar a utilizar cosmética masculina? Lo que queda claro es que, si tu cara no es como el desierto del Gobi, no empieces. Son más peligrosas que las drogas, necesitas cada vez más, de mayor precio y no hay clínicas de desintoxicación.

PD. Si a alguien le han regalado alguna de biotherm o clinique y no piensa usarlas, ruego me las done, que estoy bajo mínimos y con la cuesta solo me da para las de mercadona, y esas ya no me hacen efecto.

viernes, 28 de noviembre de 2008

EL VIJILANTE


Jenaro Jeringa al aparato. Esta vez no ha sido fácil convencer al Instigador para que me ceda su espacio. Accedió cuando le dije que había cambiado de profesión ya que en el centro de día se había planteado un ERE al que me acogí gustoso, pillando algunos monises y unos meses en el paro del que me han sacado por huevos. Ahora ejerzo de vigilante en una obra donde la misión es evitar que los cuatreros me despabilen los ladrillos, yesos, aperos y sanitarios que, depositados al socaire tras un muro de ferrajes, descansan a la vista de sacres y mecheros que los rapiñan en un tris y te apiolan con una fusca del ventidós si te pones gallo y les haces frente. Nada de eso, que la paga no da para jaquetones y la única herramienta que me dan para el curro es una porra de manguera flácida que no haría daño ni a un borrego recién esquilado y una linterna de petaca que alumbra lo justo para abrir latas sin sajarme los dedos y con la que llego a distinguir si los bultos del fondo, son dos pomelos o las tetas del poster, cuando la pila es nueva.

En una zona industrial, donde las naves han dado paso a los edificios de apartamentos, las obras se reparten por doquier y todas ellas tienen su guardia. Cuando vi que yo era el único que no era gitano y eso podría colocarme en desventaja, me pasé con el autobronceador, dejé que las patillas me llegaran al gaznate y coloqué, cual torero, un largo mechón de pelo amarrado con cola de carpintero que me da el aire de uno más de esa etnia de tocadores de maderas, palmas y cojones, que viven en las casetas de chapa con la alegría de un bombo en Semana Santa, con sus fuegos a la puerta y la plasma a todo trapo.

Me inventé una identidad inconfundible, - Salazar – y me hice pariente en un minuto, del Cigala, de quién me sé algunas coplillas que me niego a tocar o palmear porque en aquel accidente se me quedó la mano tonta, no vaya a ser que por gil me descubran lo payo y se me joda el invento. El habla no es problema porque, siendo mi padre de Cádiz y simulando una ganga gutural que me sale fetén, chamullo una jerga imposible que les da pena y me dan palmadas en la espalda, tranquilizándome, y me invitan a buches de tinto para aclarar el habla y despertar el entendimiento. He llegado a tal compadreo que paso más tiempo en el bar Pilichi que en el tajo, porque me vienen a buscar, me sustituye alguno de sus churumbeles y todo está en orden, que para eso somos todos de la familia. Empiezo algunos chistes que nunca termino, porque se deshuevan de la risa y dejan rondas a deber hasta que el capataz llega con el sobre, el treinta, liquidan la cuenta y vuelta a empezar.

El gilipuertas de mi hermano, que es picoleto, pasó el otro día a saludarme vestido de oliva y con la luminaria del coche encendida. En dos minutos se me llenó la obra de paisanos mirando por la valla, sin atreverse a entrar, que los civiles son el demonio, y en un acto de compasión, después de echar yo un dospapeles y él una mano de birras, apesadumbrado por mi aspecto y comprendiendo mi drama , salió escopetado, como jiñado de la jindama ante un gitano de tronío que no se arredró ante el tricornio, y de esa manera me convertí en un ídolo.

Mis parientes aplaudieron y me ofrecieron un homenaje por todo lo alto con botellas de cava, rumbas y bulerías. Incluso Moisés, el patriarca, arrancó por peteneras, se trabucó con la dentadura postiza al punto de penetrarle en el coleto y ante el espanto general, no tuve más remedio que meter los dedos para que no se ahogara, pobre de mí, que ahora llevo vendados por lavarlos inmediatamente con aguafuerte.

Para mayor realismo, inspirado en un cuadro que vi en el MOMA, he colgado un cartel que aclara la procedencia, profesión y no he puesto que tengo canes salvajes porque los chuchos que merodean tienen menos carne que dientes, se tiran al pan como si fueran torreznos y se les pone cara de idos cuando huelen un pellejo de chorizo. Las obras están paradas pero seguimos cobrando, no sé hasta cuando, y si nos quedáramos en el paro, siempre habrá algo que vender, que de material está esto lleno.


Si pasan, no duden en llamar. Se aceptan presentes en estado líquido con tendencia a la evaporación, que no llegará al caso, o sólidos de fácil combustión que se puedan liar con papelillo. Por razón de camuflaje perfecto, aceptaría en préstamo un mercedes grande o una furgoneta de gran tonelaje con capacidad para varios quintales de fruta o un muestrario completo de fajas de temporada. Imprescindible con gran aparataje musical.

Esto es vida y no la que me dieron los viejos.

Feliz Navidad a todos.

domingo, 26 de octubre de 2008

LA PRIMERA VEZ

Comenta el presidente Cántabro, Revilla, que su primera vez fue con una prostituta como el noventa por ciento de los españoles. Esa declaración me ha conmovido no por descubrir que era putero, sino porque me produce una balsámica sensación de bienestar comprobar que se puede ser político y seguir siéndolo aún habiendo cometido el pecado de estrenarse en un lupanar y chulear por ello. El ínclito Bush que coqueteó con el vodka y los hilarantes canutos reniega de su pasado yeyé y así le pasa; le ha quedado en la jeta el rictus almidonado de un agente funerario que disfruta más en una sala de autopsias que elevando el espíritu con una buena botella de bourbon.

Si bien, la hazaña de Revilla, por importarle un bledo el qué dirán me ha reconciliado con la parentela política, también me ha hecho pensar y he llegado a la conclusión de que yerra en el porcentaje. Miro a mi alrededor y descubro que ninguno de mis amigos de entonces se inició en el sexo ahuecando el bolsillo sino tras una larga peregrinación para acompañar a las chicas al portal de su casa donde se conseguía un seco beso neumático, un roce en la cumbre y un par de hostias sin posibilidad de devolución, si el padre andaba al acecho.

Domingo fue el primero. Delgado como un palo, eligió o fue elegido por una chica de gran estructura mollar y carnes tan abundantes como furores sufría. Lo que relató Domingo después, no quedará en los manuales de cine porno como ejemplo de escena a filmar pero si valdría si hubiera uno dedicado al ridículo. “Si no hubiera sido porque tenía el nivel de testosterona más elevado que el de alcohol en sangre, no me habría atrevido con semejante hembra. Cuando decidí que era el momento, me sentí como si fuera un practicante poniendo una inyección en un inmenso culo. La fuerza hipodérmica de mi virilidad hizo hueco pero no sabría decir si atinó o encontró acomodo en algún pliegue. Duró poco, muy poco y salí corriendo no fuera a pedirme que a cambio de la frustración que denotaba su cara me pidiera para saciar su ansiedad una caja de donuts.”

Modesto fue más previsor. Se ligó a una recién llegada que tenía escrito en las bragas el certificado de penales. Varios reformatorios le habían proporcionado la cultura necesaria para falsificar recetas lo que la convirtió en un laboratorio ambulante. De las centraminas para estudiantes a los embriagadores valium, ofrecía un amplio catálogo de psicotrópicos para cualquier ocasión. Pero la moza no quería perder la virginidad en un coche y así pasaron un tiempo de lote en lote. Recuerdo con verdadera angustia las orquitis con las que Modesto llegaba a casa para arrimarse al playboy y pernoctar en el baño a base de manoletinas. Cuando ambos tenían cumplidos los dieciocho alquiló habitación en una pensión del extrarradio a la que llevó a aquella mezcla de Al Capone y Mata Hari. Los amigos esperábamos en el bar el resultado de la faena y hacíamos apuestas sobre la cantidad y calidad de los embites. Llegó Modesto con carita de pollo y entre los abucheos conseguimos que dijera unas palabras. “Estuvo bien, bastante bien, pero el puntillo que me doy yo a las pajas es insuperable.”

Con esos antecedentes el panorama se me volvió de color gris, como los calcetines. Andaba yo chingoleando con una muchacha muy mona que pensaba que la virtud estaba en llevar blancas las bragas y que lo que sentía en medio del magreo no era otra cosa que el calor del rozamiento. Cuando mi habilidad permitió que el sofoco diera paso a la entrecortada respiración de un asmático, decidimos probar. Como buen chico que era y teniendo asegurada la satisfacción, procuré dedicarme a ella y conseguí buenos resultados en el calentamiento. Había que conseguir el empate y que el árbitro pitara el final con la misión cumplida. No hubo prórroga. Cerré los ojos y acabé cuando oí sus gemidos. Satisfecho la miré y vi su rostro contrariado. Le pregunté si le había gustado y apartándome con las piernas dijo. "Si gritaba, gilipollas, era porque me estabas clavando el codo en una teta."

Con este muestreo, uno de cuatro, la teoría de Revilla falla. La proporción de los que han perdido la virginidad en un putiferio es como máximo de un venticinco por ciento, y seguirá bajando.

martes, 14 de octubre de 2008

CENTRO DE DIA "DOMINGO MAMUERMO" (III)

De nuevo El Chutas a los mandos.

El Instigador otra vez ausente. Esta vez le ha dado por el poker online. Si bien, tirando con dinero ficticio, juega con la astucia de un conejo buscando tréboles, incordia a los contrincantes con la perseverancia de un topo excavando túneles y gana fichas con la misma facilidad con la que se despelleja los padrastros, todo cambia cuando tira de tarjeta. Pierde la fe en si mismo, se le descalabran los tríos y se le enciende la mirada hasta que sus ojos adquieren el color encarnado del culo de un mandril. Dice que prefiere gastarse los ahorros en algo divertido que esperar la comunicación de su banco anunciando la quiebra. Ya le dije que sacara los dineros del Tongo Bank y lo invirtiera en futuros del pasado, que eso no falla nunca. Ese fondo tiene una revalorización excepcional, no hay más que ver la cantidad de libros y películas que se siguen haciendo de los muertos del pasado y de los tiros de la guerra que tantos queremos olvidar de una maldita vez. Será en el XXII, si llega.

Ayer fue el aniversario del centro. Preparamos una fiesta con actividades, comida de hermandad y campeonato de escoba y cinquillo después de un discurso que en esta ocasión tuve que pregonar. Empezaba así:

Es nuestro deber, el mío y el de mis compañeros responsables del centro, mejorar la calidad de vida de los senior del centro, los amables ancianitos, los mayores que tanto hicieron por nosotros. Es hora de devolverles el cariño que repartieron, de curar sus llagas y ordenar su ocio para que llenen sus vidas con actividades saludables, a ellos, si a los ancianitos de mis entretelas….

En ese momento, desbordados por la emoción, empezaron a lanzarme claveles, varias bragas que para asegurar la distancia estaban rellenas de adoquín, algunos huevos y una latas de tomate frito que esquivé hasta que una de orlando impactó en mi tabique nasal y me produjo una hemorragia de emoción. Son como niños los putos viejos. No saben como demostrarme el cariño que sienten por mí y pierden los papeles porque las neuronas no les funcionan y actúan sin pensar. Yo les perdono, pero no olvido. Para mejorar su nivel cognitivo necesitan fósforo y pienso poner en las natillas cabezas de cerilla suficientes para que se les enciendan las luces. Todo sea por su bien.

Me curó la herida D. Celedonio Bullebulle Otrosí, abogado retirado pero en perfecto estado mental a pesar de sus noventa y cuatro años de los que ejerció solo tres por problemas con el régimen – pesar ciento setenta kilos con metro sesenta le dificultaba la asistencia a los juzgados- pero siempre anduvo entre legajos y sentencias. Ya jubilado obtuvo el título de bombero honorífico en Pastrana del Lumbrilla por sofocar a chorro de su mismo sifón el incendio en un brasero de cisco, lo que evitó una desgracia. Desde entonces, su mayor preocupación es la de obtener conocimientos médicos para auxiliar al prójimo en caso de emergencia. Yo no quería pero cedí a la cura porque es un plasta, un insistente y le canta el aliento como si comiera escarabajos peloteros con pelota y todo. Pensé que cerraría el pico de buitre mientras me curaba, pero no fue así. Entre la salsa y la sangre mi aspecto no era muy bueno, pero enseguida me dejé de preocupar cuando vi que Celedonio chupaba las gasas. Lo que digo siempre, mascullaba, a este tomate le sobra acidez y usted mírese el azúcar que como siga así se le van a garrapiñar las almorranas.

Aquello aumentó de volumen y me retiré a casa dejando en manos del destino los fastos del aniversario. Esta mañana he recibido un fax. Dice así.

Sr. Jeringa:

Deseamos de corazón que se ponga bueno. Sentimos el incidente y esperamos contar con su grata presencia lo antes posible. Como recompensa le hemos preparado una pequeña sorpresa. Dª Mercedes Pelonempecho hará un estriptis en su honor y los chicos del dominó le han preparado un bizcocho borracho muy especial.

Me temo lo peor.

Si esto no lo cierra la autoridad seguiré visitándoles, pero nada es seguro. Como dijo el gran escritor Paraguayo, Condominio Piscolabis.

Si tu corazón desborda felicidad, tabícalo, cholo.

Aurrevoir.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

CENTRO DE DIA "DOMINGO MAMUERMO" (II)

Jeringa El Chutas al teclado.

Mientras el instigador sigue empeñado en empezar una novela, yo le sigo amenizando el blog. No es mal chico pero ha perdido ambición. Le digo que necesita contenido agresivo, tías en bolas, posicionamiento en buscadores, metatags certeros, long tails en cabecera, terrorismo en redes sociales y autobombo a tropel, y se me queda con la mirada perpleja de una cabra de derechas cuando la ordeña un pastor zurdo. Me sale con que lo suyo es vocación tardía. Y tan tardía. A este paso no la termina ni en el 2030. Lleva dos semanas y cuatro holandesas con tachones en perfusión y un título mareante: LAS REVOLUCIONES DE UN MUNDO REVUELTO , como los ajetes con gambas o un vespino trucado en las manos de un anfetamínico. Todavía no sé si trata de relaciones calentorras o de gastronomía para lerdos, pero él sabrá,.. o no. No me digas.

Hace unos días nos visitó la inspección del Imserso. Suelen pasar una vez al año para examinar las instalaciones y charlar con los responsables, entre los que me encuentro. Como nos avisan con un mes de antelación tenemos todo limpio y a los carcas les exigimos que ese día vayan con vestimenta decente, cambio de muda y sonrisa permanente so pena de no dejarles entrar en lo que queda de trimestre. Pistolo compró un par de kilos de café que nos durarán hasta navidades, yo me encargué de pasar revista y la limpiadora, Severina Fregonescu, repasó los metales con tanto brío que se les fue el lustre al carajo. La pobre no se dio cuenta de que para rellenar el sidol, D. Sisebuto había añadido un chorrito de ácido sulfúrico. – ¡Fuerrrte olorrr a demonioss! – decía mientras se intentaba quitar los guantes de goma que se le habían quedado un poco pegados. Todo quedó en medio litro de alcohol, una ristra de juramentos ininteligibles y unas manoplas de esquiar rellenas de algodón con betadine... y la lista de ella quería la baja. Lo que digo yo: así no salimos del mercado común.

Todo resultó como estaba previsto excepto un nimio detalle. Cuando el inspector salía por la puerta se produjo una pequeña explosión en la cocina. Alguien había metido una caja de mecheros en el horno y lo puso al máximo. La deflagración no hirió a nadie porque estaban todos amontonados en el almacén, pero a los que estábamos en la sala nos quedará para siempre el recuerdo de la puerta volando como un sputnik, que, atravesando la cristalera, se empotró en la zapatería de enfrente. Al día siguiente, el dueño que es un hipocondríaco cambió el rótulo de “Zapatos Puértolas” por el de: The Flying Door. Zapatos y taquicardias.

Sometí a primer grado a toda la concurrencia. Usé todo mi poder persuasivo intentando encontrar al culpable. Solicité al CNI pentotal sódico para inyectarles un poco y al cabo de unas horas me llega un tipo de negro, me esposa y me lleva a un calabozo. Me pone un gorro de lana al revés y me interroga.

- ¿Para qué quieres el pentotal?
- Para hacer cantar a los viejos
- ¿De qué viejos me hablas?
- Los del centro.
- Ahh, cabrito. Has secuestrado a la antigua cúpula de UCD.
- Anda que estás tú enterado. Los del centro de día, que se callan como putas.
- Tengo la solución. Para hacer cantar a alguien, lo mejor es la priva a destajo y un karaoke.
- Este menda es tonto. Parece de los servicios secretos de Lepe.

Las aclaraciones pertinentes, un apretón de manos que me cascó un nudillo y a la calle. Una confusión sin importancia. Para mí que estos del CNI no se enteran de nada o están bajo mínimos. Al final, como nadie se declaraba culpable, no tuve más remedio que someterles al tormento de la gota. Les siento de dos en dos, uno enfrente de otro, pongo el aire acondicionado a todo gas y dejo que se les caiga la vela hasta que se les congela, como si estuvieran en el polo. A la Sra. de Fogoso se le formó en media hora un carámbano que parecía una estalactita del Drach o el moco de pavo más translúcido de la historia. Ni la posibilidad de una pulmonía les asusta.

Nadie habló. Sigo sospechando de D. Victor Manuel, que tiene tradición minera ya que según cuenta insistentemente, su abuelo fue picador en la mina. Todo el día con las batallitas de los barrenos y el hollín. Vaya tío plasta.

A otra que vigilo de cerca es a Dª. Suripanta Melones. Trabajó como bailarina en compañías de revista con el apodo de “La Chinchilla”, por el suave y abundante matojo capilar que le nacía en el mismo flis y que por motivos laborales rasuraba a navaja con el primor de un esquilador uzbeco. Llegó a segunda vedette en el Teatro Chino de Manolita Chen donde oficiaba con ardientes antorchas que colocaba entre su desmesurado apellido. No conforme con salibarme en grueso perdigón cuando habla, utiliza unos muñequitos de trapo en los que pincha agujas de colchonero cuando se cabrea porque le quito la petaca de anís. La muy gilipollas cree que tiene poderes para hacerme daño; bobadas de vieja, pero el caso es que a veces noto unas convulsiones en los genitales, una quemazón de soplete que me dejan baldado media hora. Seguro que son gases.

¡Canta Canalla!, ¿Fuiste tú?

Entonces se levanta, pone un brazo en la cintura y entona aquello de …

La pera y el mejillón
para la que los prefiera
que yo para el comezón
de chorizo una vela entera.

Estos tipos, siempre pensando en comer.

Si el jefe sigue con la obnubilación literaria, seguiré pasando. Si reflexiona y se da cuenta de que es inútil, cogerá los mandos.

Bai bai

domingo, 7 de septiembre de 2008

CENTRO DE DIA "DOMINGO MAMUERMO"

Me presentaré adecuadamente. Mi nombre es Genaro Jeringa pero todos me llaman el Chutas. He desempeñado muchas profesiones: librepensador, agorero, numismático especializado en el Kurdistán, chupacirios, contralmirante de barra en el bar La Trainera y minusválido por horas en la puerta de una iglesia. Vagué por esos mundos buscando mi vocación hasta que me contrataron en el centro de día para la tercera edad “Domingo Mamuermo“ como monitor de actividades. Ahora soy un hombre nuevo y feliz dedicado con ilusión al solaz y cuidado de los maravillosos ancianos que asisten al centro.

Los viejos son una gente encantadora excepto el noventa por ciento que son unos amargados. No se levantan a mis órdenes argumentando que están en silla de ruedas o les duele el reúma y le hacen ascos al café, bien porque tiene posos o porque la leche tiene mucha nata. Chorradas de la demencia. La nata es buena porque proporciona grasa y por sesenta céntimos no querrán que les demos un capuchino cremoso con polvo de cacao. Aquí, como en casi todos los centros de día, en beneficio de la salud de vuestros mayores , se reutiliza con el método tradicional del puchero al carbón que le da un toque campestre y el tono oscuro necesario para tintar el recuelo sucesivo al que Pistolo somete al poso. De esa manera, libre de cafeína, el lignito activo es un fantástico protector estomacal que favorece la función peristáltica de los intestinos, la posterior evacuación y les deja el colon como una tubería de neopreno. Negro pero brillante.

A D. Anastasio le aparcaron por vez primera un dos de Diciembre a eso de las diez. Tomó un par de solos y salió de naja hasta el water con tal prisa que se olvidó de las muletas. Bien es cierto que se rompió una cadera pero quedó satisfecho porque hacía años que sufría de estreñimiento y al salir lo primero que dijo, antes de quejarse fue:

- ¡He jiñado un negrito del Domund!

Cuando se le llevaban a la ambulancia decía sentirse ligero como una pluma. Todavía no sabemos si se refería al peso que se había quitado de encima o a que le llevaban en andas tres mocetonas del Samur.

Mi trabajo consiste en coordinar las diferentes actividades del centro. Se dividen en tres grupos: sanitarias de 10 a 12, culturales de 12 a 2 y lúdicas, que duran toda la tarde hasta el cierre a las 8.

Este mes he empezado a probar una nueva técnica oriental basada en el Tai-Chi pero adaptada a la idiosincrasia española. Es el Chi-Ton que consiste en hacer el memo moviendo los brazos sin articular palabra una hora seguida. A los que se cansan o hablan durante el ejercicio les impongo un pequeño castigo: hacer gárgaras con un vasito que contiene al cincuenta por ciento, vinagre de sidra y lejía conejo que les refresca el aliento y les desinfecta las anginas. No entiendo que no le guste a ninguno excepto a D. Honorio que dice haberle sacado el gustillo. Debe ser que al prohibirle el aguardiente casero que le mandaba su hermano de Cangas tiene simio de algo con bouquet, para machotes pero sin alcohol, claro está.

Dª Engracia es nuestra voluntaria encargada del orden público. Encajera de bolillos jubilada, acostumbrada a faenar con palos, maneja los nunchacos con la velocidad de un ninja forrado de speed aunque sin la efectividad ejecutoria que sería de desear. De cada dos golpes que lanza, se autoinflige uno, ora en la crisma, ora en el esternón o las canillas, pero no pierde la afición y es una mujer respetada por los asistentes. -No acierto mucho-, dice la dama, -pero leñe que doy, ambulancia al canto-. La dirección del centro ha solicitado al concejal de tráfico algunas señales en desuso y un soldador con autógena para confeccionar a la pobre Dª Engracia una protección sólida ya que nos tiene arruinado el presupuesto de vendajes del botiquín. Ya no recordamos si el color morado lo traía de serie o es consecuencia de los moretones que, cual campo de violetas, le pueblan la piel.

Pistolo, antes mencionado, es el encargado de la cafetería. De su pasado solo sabemos que durante treinta años fue el encargado del economato en el penal de Ocaña. En el juicio confesó sus fechorías alegando un arrebato mental transitorio pero el Sr. Juez no lo tuvo muy en cuenta dado que el arrebato en cuestión duró más de diez años. Le condenaron a dos lustros y un día por asuntos menores como falsificación de condones, contagiar de purgaciones a todo un convento de clausura, mostrar sus genitales a las componentes de la asociación de amas de casa “María Purísima” y hacer de protagonista en una peli porno del 73 con el seudónimo de Mingafría, cuya especialidad era introducir el nabo en un cubo de agua con hielo y mantener la erección durante 45 minutos. Dentro de la cárcel, le cogió el tranquillo al contrabando de productos delicatessen y le fueron ampliando las condenas hasta que le echaron porque el trullo llegó a parecer una sucursal de Arzak. Al salir, se le estimó una fortuna de cinco millones de euros que fundió en pocos meses en acciones del Ibex 35.

- Invertir en la Banca Morgue tenía su riesgo, pero el nombre me sonaba. Lo que no imaginaba es que Terra fuera el apócope de terraplén-, solloza el barman cuando se pasa con los cubatas de Vodka Likeño. Odia la palabra Villa de tal manera que ha roto su carnet del Valencia y no ve partidos de la selección. Si alguien osa decir en su cara la palabra maldita “Villalonga” se le pone la lengua azul, cocea a cuatro patas como un asno salvaje y no se le pasa hasta que le mostramos un gráfico falso donde sus acciones están por las nubes.

A mis queridos caducos les he preparado una sorpresa para esta tarde. Les encanta el bingo. Sacaré el viejo bombo y tacharán los numeritos con la ilusión de llevarse el gran premio. Una fanta de naranja. Lo que no saben es que he fotocopiado los cartones y todos juegan el mismo. Ya veremos cuando canten todos a la vez. Vendrá la policía, de eso no hay duda.

Si el capullo del instigador me da permiso, volveré para contaros más anécdotas de este lugar tan necesario y donde todos nos sentimos como en casa, excepto D. Remigio, que se encierra en el baño y se queda a dormir en el retrete para ser el primero y arramplar con todos los periódicos que coloca en el asiento de la butaca, debajo del culo y va soltando a medida que los lee. Para él, ésta es su casa.

Saludos a la concurrencia (si es que la hay)

lunes, 4 de agosto de 2008

MADRID A MEDIA ASTA

Con Madrid a media asta, mi barrio parece asolado por sudoración excesiva. Sobreviven algunas terrazas de mediodías dolientes y noches como cataplasmas donde los héroes nos apelotonamos en las mesas de la esquina esperando un leve relente que surja para dejar de boquear como peces en una charca sin oxígeno.

Me quería dar un capricho y pedí unas almejas al natural. El podenco olfato de mi compañera le provocó una mueca de tongo en su cara tostada, magdalena de brea y piscina atestada, que me puso sobre aviso un metro antes de que el camarero nos sirviera. Solicité un cambio de tercio y el jefe me sacó un pañuelo blanco para que prosiguiera la faena con el mismo deshecho que ya olía claramente a jo-de-te. Pedí la cuenta sin catar el género, ni siquiera el rueda en cubitera, y el bandolero se lo tomó como ofensa aunque se comenta que contagió de triquinosis a trece médicos de la clínica cercana con un choricillo de jabalí que picaba un poco.

Iba a llevarse la comanda pero me negué. Cuando del femenino tatuaje de su brazo no distinguía las tetas de la cabellera, cogí una servilleta blanca y la doblé encima de la manga con el marchamo que dan los años de barra y mesa y un buen monto de duros gastados en bien y mal jalar. Me levanté con el plato en la mano y empecé a ofrecer el género como obsequio de la casa a todo aquel que quisiera catar tan sabroso manjar. Fueron muchos los que picaron, exactamente una docena que saborearon ,sin yo poder creerlo, los bivalvos previamente rociados con abundante limón y agradecieron el gesto.

- Huy que bien.. ¿y este detalle?
- El rumboso del jefe que es su cumpleaños. Por favor, no se amontonen que enseguida sacamos más para que las prueben todos.
- ¿Puedo Repetir?
- ¡Señora, que esto es un obsequio, no un banquete!
- ¡Le echo limón y no se mueve el bicho!
- No me extraña. Se habrá quedado paralizado mirando sus ojos de Diosa Egipcia.
- ¡Que galanterías me suelta, bribón.


Acabé la ronda, entré por la puerta norte y salí por la que da al callejón con cuarenta euros menos y los huevos brincando de alegría.

Tardé unos días en pasar por el Garfio. Me extrañó verlo cerrado a la hora de comer y pregunté al portero de la finca de enfrente. Me contó que se lo había cerrado sanidad porque había intoxicado a varias personas, entre ellas, al concejal de urbanismo del distrito.

- Nada grave. Una cagalera de esas que te vas a hilillo y se te queda un tipo de bailarín sifilítico que da asco verte. Afortunadamente ya está bien todo el mundo.
- No, si al final habrá alguno que se lo agradecerá. No todo el mundo pierde cinco kilos en tres días.
- El que va a perder más de cinco es el dueño. Ese si que está cagado.
- Y yo que pasaba a comerme unas gambitas…
- Creo que deja el marisco. Quiere volver a las bravas que dan menos cornadas.
- Por muy bravas que le salgan, seguro que embisten menos que las almejas vitorinas que servía.

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Quiero agradeceros el inmenso apoyo obtenido para la compaña a favor de la donación, en especial a Avellaneda ,Soloyo y Tamara que han incluido en su blog el enlace, sin olvidarme de mi gran amiga Luli que remitió el escrito a su lista de correo y creó un buen puñado de inscripciones.

No conozco el número ni me importa. Es la Organización Nacional de Transplantes la que controla todo el proceso. Es la sociedad la que se beneficia, porque, ¿quién me iba a decir hace unos años que iba a necesitar un nuevo y flamante hígado?

Un fuerte abrazo.

jueves, 17 de julio de 2008

GUSTOS Y DISGUSTOS

Para los profanos. Un meme es una especie de desafío que un bloguero lanza a otro con el fin de que escriba un post que siga unas instrucciones concretas, habitualmente relacionado con sus preferencias de manera que ofrezca una visión algo más personal para mejor conocimiento de la persona en cuestión.

He recibido de vuestra generosidad algunos memes a los que no he dado curso. Varias son las razones. Hablar de mi vida me da un pudor espantoso pero ahora que decido hacerlo espero no cansar. Otra fundamental es que dispongo de una memoria, no más de 128 Kb, que me proporciona lo justito para ir a la farmacia y acordarme de los medicamentos que debo comprar pero no llega mucho más allá. No sé ningún poema o canción, olvido las películas con la misma facilidad que dejo abierto el bote del nescafé y solo perviven en mi memoria dos datos inútiles. Cámbrico, Silúrico, Ordovícico, Devónico, Carbonífero y Pérmico que son las etapas de la era Primaria y la fórmula de la ecuación de segundo grado. Me temo que copiarlos mil veces imprimió en mi miserable cerebro una indeleble marca de boli bic que no borrará ni el alzheimer. Estoy convencido de que podría llamar a mi mujer “raíz cuadrada de b cuadrado” en vez de su nombre cuando mi materia gris sea una pasta parecida al paté de la tapa negra.

Esto que podría parecer espantoso no lo es tanto. No recuerdo cosas prescindibles pero olvido las malas con la misma facilidad. Los sufrimientos pasados son como el humeante contenido de una jofaina vertido en una bañera de agua tibia y los dolores los recuerdo con la misma aflicción que siento al transportarme a aquel día en que pegué un gatillazo de gintonic con una tipa que resultó al día siguiente lo más parecido que vi nunca a un jabalí.

Siendo como soy, voluble, exento de pasiones extremas, definirme en mis gustos se me antoja tan complicado que no me haría justicia porque lo que hoy es bueno, mañana puede no serlo tanto. Hubo un tiempo en que la música fue mi gran afición. Grababa los discos en cinta para poder traducir las canciones que escuchaba con unos cascos en un play-stop-rewind interminable. Conseguí entender muchas. Aquello mejoró mi inglés pero me produjo tales decepciones que dediqué mis esfuerzos a la música sin letra. La poesía que me llega al alma es muy escasa y suelo evitar las novelas de más de doscientas páginas. Me sopla la gaita la novela histórica por lo que no leo ni a Follet ni a Zafón y similares. Hace poco me emocionó un relato de Roberto Bolaño y en estos momentos leo un libro de cuentos de Haruki Murakami, pero no soy un literato, ni siquiera refresco mis conocimientos de gramática. Leo sin pudor y clausuro en las primeras páginas obras consagradas porque me aburren. Odio la impostura y la cultura oficial. Si algo me parece una mierda, por ejemplo, muchos de los cuadros de Picasso, no tengo reparos en manifestarlo. Vi todo el cine de arte y ensayo hasta que me planté delante del espejo y reconocí mi total desinterés, salvo unas pocas obras escogidas.

Me gusta lo bueno, lo malo es que suele ser caro. Mi vestimenta suele ser fiel a un estilo, quizás algo pijo, pero un tanto desastrado. Prefiero unos magníficos zapatos de 300 euros que 4 pares de 75. Adoro el buen vino pero lo tomo en raras ocasiones. La abstinencia alcohólica me ha desarrollado un paladar que identifica la calidad de tal manera que solo consumo vino si es excelente. Me deprime la cocina japonesa pero me pierdo por un rodaballo salvaje en su punto de cocción. Sigo a Springsteen, me gustan los coches italianos, mejor si son deportivos y los trajes de Zegna.

Soy el eterno buscador de chollos. Me encanta hurgar en las subastas y soy asiduo de los chamarileros a los que visito con esa inocencia infantil del niño que va a encontrar un tesoro. Me gustan las antigüedades por su valor estético. No colecciono nada, nunca acabé un álbum de cromos pero me gustan los cuadros de pintores desconocidos. Soy un infiel absoluto, excepto con las personas y algunos animales y me considero un tipo desprendido.

Me encanta el azar domesticado, aquel que no depende sólo de la suerte y uno puede aportar algo de creatividad. Por ello mis juegos son el poker y el mus. En cuanto al trabajo, después de estar sometido al despotismo de alguna que otra multinacional, hace tres años decidí, tras una gran crisis de salud que me llevó por esos hospitales de los que salí con vida gracias a la gran labor de los cirujanos y a la solidaridad de una familia destrozada que me donó en su angustia un órgano imprescindible, empezar una nueva vida como autónomo en la que me muevo con la pereza de un gato. Trabajo lo justo para vivir y disfruto de la vida a bocanadas. He recuperado mi calma y mi tiempo y veo pasar los días con la insolencia del que sabe que está casi de prestado, y es que no hay nada mejor que estar al borde de espicharla para cambiar de partitura. Salgo a la calle con una sonrisa contagiosa sin más ambiciones que ser y hacer algo felices a los míos que a veces recuerdan con cierta añoranza a aquel camaleón encorbatado y ambicioso que se ha transformado en una lagartija en vaqueros, aunque me siga traicionando el pronto cabrón de la soberbia que me proporciona ataques de ira que procuro controlar en la intimidad de mi despacho.

No ambiciono bienes. Me asusta el trabajo en solitario porque soy un hombre de equipo. Me encantaría encontrar socios para montar un negocio rentable que ya tengo en mi cabeza loca, pero tiene que ser compatible con mi estilo de vida actual. Siempre con proyectos que realizar, en estos momentos, el más importante es vivir y disfrutar, que no es poco.

Hasta aquí puedo leer, decía Mayra. El resto está por pasar o sencillamente olvidado. No queda de mi vida anterior más rastro que el del cariño, unos, muy pocos, grandes amigos y una ausencia absoluta de comparsas del pasado que se han diluido como un azucarillo en un mojito. Lo demás, papeles pautados, logotipos en cuatricomía y currículos en verjurado, ardió en una hoguera de San Juan junto con el reloj de la empresa y las llaves de la cajonera de caoba.

Por consiguiente, que diría Felipe, voy a dedicar algo de mi tiempo a promover la donación de órganos. Este blog, junto con otras acciones menores, es la única vía de devolver a la sociedad lo que le debo. Hacerlo, es algo tan sencillo como pinchar en el link que he incluido y esperar unos días a que llegue la tarjeta a vuestro domicilio. Eso sí, hay que avisar a la familia de vuestra decisión. Si no podéis desde la página visitar www.ont.es. Donar es el acto más sincero y generoso que una persona puede hacer. Dios, Buda o cualquier otro verán con buenos ojos a aquellos que quieren que parte de si mismos vuelva a la vida, que alguien pueda ver o simplemente tener una oportunidad con un material que no serviría más que para alimento de invertebrados.

Yo, desde luego, moriré más tranquilo sabiendo que algo de mí pueda servir para que alguno de los desesperados en lista de espera pueda disfrutar de una vida excelente, igual a la que estoy viviendo. Desde aquí mi ínfimo homenaje a la familia que, destrozada por una angustia atroz, decidió darme una segunda oportunidad.

Sed benévolos conmigo. Estáis enfrente de un tío de 47 a punto de cumplir tres años de vida, de nueva y genial vida.

martes, 1 de julio de 2008

CITAS A CIEGAS

Nunca uso material ajeno. Si de algo puedo presumir es de la originalidad de mis textos. He suprimido párrafos enteros, algunos de gran efectismo cómico o dramático (según mi ladina portera en busca de propina), por el hecho de haber copiado la idea, que no el texto, de algún autor de mi preferencia.

Es por ello que no cito a otros en mis escritos ni uso ideas mangadas. Considero las citas sistemáticas como una forma de eludir la reflexión propia, un formato de empanadilla que pretende mostrar la inmensa cultura del columnista – o escritor- , poniendo una levadura química que incrementa la masa pero no siempre aporta , me aturde muchas de las veces por no conocer al citado ni su obra, salvo excepciones, y me deja el regusto leñoso y dulzón del paloduz ante la ignorancia propia y la admiración sospechosa del que maneja de cabeza tanta erudición que bien podría ser meramente enciclopédica o simplemente falsa. (*)

Pero el asunto vende. Raúl del Pozo, rey de la columna, marranalla en la jet, golfista en verdes tapetes. El fallecido Umbral, amante imaginario de ninfas reflejadas en hielos dorados de whisky. El académico Marías, profesor semanal de ética para huevones. Arcadi Espada, primo putativo de Pedro J. El histriónico Dragó y tantos... Lecturae interruptus, búsqueda inútil de la fuente y aceptación de mi vasta incultura. Algunos de mis columnistas preferidos y muchos otros se quitan de un plumazo el plomazo de inventar y me dejan a medias. Por una vez no seré menos.

Hace unos años sufrí un inconveniente sanitario que me dejó durante varias semanas con los dos brazos enyesados, manos incluidas. Pasaron los días y aquello que parecía lánguido, tomó forma ortogonal. D. Miguel Pichola de Alvariño, ya relató en su “Manual para onanistas mancos” que la masturbación emocional es más placentera que la mecánica, o de manubrio. Solo se necesita concentración, un objeto de deseo y un aprendizaje sencillo. Me instruí en las técnicas de compulsividad prostática con ayuda de un penthouse pero no podía cambiar de página. Lo levantaba entre mis muñones de escayola y al dejarlo caer se posaba invariablemente en el crucigrama. A otra cosa. Acudí a las fuentes del maestro Indio Mingam Durana y su “Sexo tántrico”. Hay que retrasar la eyaculación tantas veces como se pueda. Después se producirá un orgasmo sin pérdidas que podrá ser múltiple y enormemente placentero. ¿Retrasar la eyaculación? Si yo pudiera eyacular no necesitaría el tantra sino un buen tramo de papel higiénico. La tormenta pasó porque los purés de calabacín con apio que tomaba con pajita no me aportaban energía ni para un cuesco.

Libre ya de yesos inicié una rehabilitación que consistía en elevar pequeños pesos, mover las muñecas y ejercitar los dedos que habían perdido gran parte de su función y no valían siquiera para el aseo nasal en los semáforos. Aquello era largo y tedioso. Recordé entonces haber leído un escueto manual del célebre doctor venezolano Reynaldo Washington Manirroto, “Recuperación acelerada de lesiones óseas carpianas afectadas por desplazamiento de los huesos sesamoideos dentro del conjunto de las estructuras metacarpofalángicas de manos humanas y de simios antropomórficos” Decia así: (Texto íntegro)

Tome una pelota de tenis y apriétela tanto como pueda.

Aquello funcionó. No solo recuperé el movimiento habitual en tiempo record, también conseguí la disciplina que me faltaba para ser constante en mis proyectos. Saqué el graduado escolar a la temprana edad de 28, estudié por correspondencia el curso de radiotelegrafista de buques fantasma y me coloqué, pero no encontré trabajo. Trece latas de cerveza diarias y unos combinados fueron suficientes para dejarme al margen durante un largo tiempo. Sir Gordon Iamdrunk, en su disertación “El alcohol etílico: no haga caso de los médicos” afirmaba que no se debe considerar abuso perjudicial para la salud aquel que permite llegar a la cama por los propios pies, aunque sea ayudado del prójimo. Las cuatro úlceras de duodeno que sufrí debieron ser producto de una mala alimentación sólida dada mi afición desmedida por los melocotones.

Todo aquello pasó. Ahora sigo los consejos del gran Roque Fulero. Para vivir como un rico debes robar a los pobres. Para vivir como un pobre no robes nada. No hay peor cosa que estar preso por ser gilipollas.


* La cita como costumbre en columnas periodísticas o novelas. Es válida en ensayos y siempre que esté documentada.

lunes, 23 de junio de 2008

CHIFLADOS DICHARACHEROS



El Viernes fui a mi médico de familia para que me firmara unas recetas. Estaba en una silla esperando mi turno cuando apareció un doctor que no era el mío. Por el tono anaranjado de la piel y el acento, supuse que era valenciano. Leyó mi nombre en segundo lugar y cuando era mi turno entré en la consulta.

- Buenas tardes, doctor.
- Buenas tardes. ¿Cómo se llama?
- Chencho. Chencho Cochambre.
- No está en la lista. Salga, por favor y pida cita para otro día.
- Me acaba de nombrar, Crescencio Cochambre Cachorro, pero todo el mundo me llama Chencho.
- Le digo que no le bicheo. Marchena, Chavi, .. no está en la lista.
- Es que está mirando el Marca y eso es la lista de la selección de fútbol.
- ¡Che chaval!, vaya chasco. Si.. ya le encuentro. Usted dirá.
- Venía a por mis medicinas. Colchimax y colchicine. Estoy chungo de la gota.
- Tomas muchas?
- Un chorro de ellas.
- Tiene que dejar el chorizo, el salchichón, nada de chacinas; de charcutería, solo queso fresco y chicha de york, aah, nada de chocolate ni champanes.
- ¿Chacolí tampoco?
- Tampoco, y nada de chinchón o pacharán, changurros, chirlas y mariscos..
- Me está chafando el día. Voy a tener que meter chinas en el chusco de chapata.
- No se ponga cholo. Puede tomar lechuga, champiñón, alcachofas y cachelos. Tenga cuidado con el chicharro y el chivo, churrusque la carne de choto, nada de churros y evite el chachachá que tiene el pie como un churumbel.
- ¿De joven?
- De hinchado. Use chanclas y quítese las chirucas que se le van a poner los juanetes como chicharrones.
- ¡Me está chocando la chola con tanta che!
- Ha sido usted con ese nombrecito, Don Chencho Cochambre Cachorro.
- Chiquilicuatro
- ¡Su chucho!
- De tercero. Me apellido Chiquilicuatro de tercero.
- Chachi. ¿Y de cuarto?
- Guevara.
- Menos mal…
- ¡Como el Ché!
- La chingamos. ¿No será de Chile?
- No, soy chicharrero, del mismo Lanzarote, pero vivo en Chamberí
- No me lo diga, déjeme que acierte. Usted es chapista.
- Ya no. Hago chapuzas y chaperones pero tuve un chiringuito de chapa en Sanchinarro.
- ¿Y la chepa?
- De estar agachado como un chucho.¿Me da la baja?
- Ni de chiripa. Chínchese, chalado.
- ¿Por lo menos me dará las recetas?
- Chi, che las doy, chupón. ¡Leche, este chancho me está chinando¡ Ahí tiene. Despachado.
- Adiós, chupatintas.
- Chao, chufletero

Cuando salí estaba cayendo un chaparrón. Me puse el chubasquero, me calé la chapela y me fui hasta el chiringuito de Chimo.

- ¡Hombre Chencho, ¿un chorrito de Chivas?
- No. Una horchata, aunque te suene a chufla.
- ¡Marchando un chato de chufa para Chencho!

Después de tantas chorradas me apetece un churrasco. Iré al Chistu.

sábado, 31 de mayo de 2008

LA PIEDRA III (Gloria in Excelsis)


Me encontraba enfrentado a mi idea de riqueza como un lobo en celo que solo dispusiera para el refocile de una perrita de Lladró . Discernía entre el codicioso mordisco en el cuello que encarcelaría momentáneamente a mi primo y me solucionara la vida o refocilarme con la enana porcelánica en una pirueta amatoria jamás vista que sobrepusiera mi amor a la familia, al ambicioso plan de jubilación. En un acto de contrición tan largo que me llevó lo que se tarda en ingerir un galón de calimocho, no se bien si por los benéficos efectos balsámicos del alcohol, o porque me da llorona cuando me mamo, resolví solicitar el perdón divino y dejar la suerte de mi primo a su destino.

Caminaba buscando la paz y en una obra vi una fogata dentro de un barril metálico donde se calentaban unos obreros y me acerqué con la intención de quemar el expediente policial que ahora ensuciaba mis manos. Con toda seguridad la manga de agua fina pero constante estaba destiñendo la cartulina y mi mano de payo al orballo se tornaba celeste en la palma y añil en las uñas lo que me daba la imagen de un limpiabotas a la intemperie después de lustrar de azul los zapatos de un pijo.

Saludados los presentes, entablamos un dicharacho sobre temas de gran calado: la mala calidad de los ladrillos, la mezcla óptima de arena y cemento y la importancia del canto piñón en la fabricación de los hormigones. Pegamos un repaso a la actualidad, nos jiñamos en el seleccionar por no llevar a Raúl, le hicimos una pedorreta a Mariano y otra a José Luís porque los obreros deben estar siempre enfrentados al mandatario opresor y repasamos el Top 10 de Wines Spectator con un acuerdo mayoritario de que el Clos de Papes nunca llegaría al retrogusto tánico y salvaje del cariñena de pellejo. Alabamos la decisión del cocinero Santamaría y acordamos que los platos de los restaurantes carísimos deberían llevar la composición química igual que los precocinados y de este modo confeccionamos una receta que venderíamos al Adriá.

MELINDRES DE PICHON CARBONATADO CON ECUACIÓN DE PRIMER GRADO.

Ingredientes:

- Contramuslos de pichón de la plaza de España.
- Agua con gas o en su defecto, un chorrito de sifón
- E340+E441+D120+A666=X, siendo X un valor superior a los 80 Euros.

Acabado el almuerzo, dispersados los operarios, procedí a la incineración de la carpeta secreta. No debía estar muy seguro de querer hacerlo porque la órdenes de mi corazón se enfrentaban a las de mi sesera acercando y alejando el cartapacio de la fogata en una lucha interior en la que mi brazo ejecutor parecía movido por un muelle invisible que no podía controlar, pero igual que en las películas, la bondad puede a la perfidia y después de quemarme la mano hasta los tendones, no tuve más remedio que soltarlo y asistir compungido a la quema de aquello que pudo ser mi salvación definitiva.

Decepcionado y algo magullado, sujeté mi piedra mágica con la mano buena esperando una señal de optimismo, una vibración alfa de origen telúrico que me indicara actividad. Al cerrarla en mi puño, me sobrecogió una sensación de terror. Pasaron por mi mente, como vagones del metro del infierno, escenas de desgracias, accidentes, hospitales y calabozos en un film serie B donde el protagonista era yo. Aterrado, lancé la piedra con todas mis fuerzas hasta que la vi desaparecer detrás de una tapia. Al instante, gritos de dolor, tumulto en la calle y varias personas que se asomaron señalándome como el culpable de alguna fechoría. Intenté correr pero no pude. Me dejé atrapar y fui llevado a un lugar donde se encontraba una persona tendida en el suelo, inconsciente, mientras uno le palpaba el pulso, otro colocaba junto a la pared el bastón blanco y otro le robaba los cupones sujetos al pecho con una pinza. Llegaron al unísono una ambulancia y una lechera y fuimos distribuidos convenientemente, cada uno en nuestro vehículo camino del hospital y del cuartelillo.

Pasé la noche entre rejas. El camastro era cómodo y el rancho comestible pero en mi opinión deberían haber prescindido del vinagre en las alubias porque atrajo a un nubarrón de avispas de las que me tuve que zafar, no por las picaduras, sino por temor a que me sorbieran el rico caldillo en el que mojaba un chusco de medio kilo que me estaba sabiendo a gloria.

El juez decidió dejarme en libertad provisional hasta conocer el parte médico del pobre apedreado. Decidí ir al hospital para interesarme por su estado de salud y me tranquilicé cuando supe que estaba fuera de peligro. La piedra le había atinado en el ojo derecho por el que apenas veía sombras pero con el que identificaba sin dudar el color de los billetes y el tamaño de las tetas de las mozas que pasaban a su lado. Salía de urgencias cuando se me acercó una señora de pelo negro y belfo poblado y me invitó a un café. Se identificó como la mujer del ciego y me iba a comentar algo con cara seria cuando un médico se acercó y nos comentó que se había producido un milagro. La contusión había activado el nervio óptico y el cieguito volvía a ver por el ojo chungo. Mi alegría se desbordó, sin embargo, la señora, en un alarde de prodigiosa sangre fría solo acertaba a preguntarle al médico.

- Doctor, doctor, ¿No le quitarán la licencia para vender cupones? porque si se la quitan, le vacío la órbita con la peladora de patatas y a este gilipollas de la pedrada le capo con la minipimer.

La piedra había obrado un nuevo prodigio. Tenía que encontrarla. La busque por todas partes, en la calle, en el hospital, en la ambulancia pero nunca más di con ella. Supe después que el invidente seguía en su esquina y que el negocio le iba genial. Pasé a su lado y vi el colgante con el amuleto colgando del cuello. Un jubilado me contó que todos los días daba el premio gordo. Uno de los muchos números que vendía era agraciado con el premio máximo. Por supuesto, compré un cupón, pero no me tocó. Ahora paso todos los días y compro varios números, pero sigue sin tocarme. Insistiré hasta conseguirlo o hasta que un descuido, le robe la piedra mágica y la suerte vuelva a mi lado.

Es posible que la piedra no beneficie a quien la posea, sino a los que desconocen sus propiedades. Mejor, dejaré que el destino decida mi camino.

martes, 6 de mayo de 2008

LA PIEDRA y el primo Cachete.

Arrastré el último cubo y lo puse con los otros. Juntos, con su tapadera naranja, en formación de a uno, parecían un contingente de chaparros reservistas del UPA venezolano esperando el transporte para ir a la revolución. En cada uno de ellos, la dirección del edificio: Cerillera Lucita Cajetilla 13 bis. Los letreros me habían quedado muy bien. A mano alzada, con pincel y tinta china, los había escrito con la precisa caligrafía que un amanuense cartujo en celo escribiría con la minga al poner el nombre de su amada en rubia orina frente al paredón del convento.

La piedra estaba ñoña. Colgaba de su cadena algo lacia, incluso había perdido color. Acaso tuviera algo que ver el collejón que me engrudó Tito por no haberle pagado y que en el mismo acto me grabó en la frente la silueta del abrechapas que estaba en el mostrador y encestó el amuleto de un brinco desde mi pecho que cayó en la copa de orujo en una parábola perfecta . Solo sé que el licor se oscureció y la piedra demudó un tanto el color, del susto, supuse. A lo mejor es que el orujo era casero o lo hacían con disolvente, nunca se sabe.

Algo decepcionado probé mi suerte. Cuarenta céntimos era todo mi capital y los invertí en la tragaperras no sin antes frotar las monedas con ella para trasmitirlas el magnetismo benéfico que emanaba de su interior. Clin, clin clin, nada. Clin, clin, clin,.. torí torí torá, clan, clan, clan, clan, clan, cinco euritos. ¡Lo sabía! Ya nada me arredraba, ganaría el gran premio. Doce horas después, con la piedra desgastada de tantos frotamientos y tres monedas de uno en el bolsillo, el camarero me echaba a escobazos mientras me agarraba al dispensador de bolas para niños suplicando la última oportunidad, pero no fue posible. La mirada amenazante del tabernero emitía un fulgor maligno que no me asustaba, pero el cuchillo jamonero que ahora agitaba como faca de quinqui fue suficiente para convencerme de que debía dejarlo para otro día. No había sido una mala inversión. Había multiplicado por cinco en poco tiempo, algo que no habría conseguido en la bolsa ni aunque hubiera comprado en su mejor momento acciones de un chicharro despistado en el mar de cotizaciones absurdas.

Aquello no podía continuar así. Tenía fuerza para combatir, juventud para arriesgar, talento para aburrir y la piedra de la suerte como compañera fiel, el faro de mi destino, la cuerda de mi escalada, la fe inquebrantable de un mormón evangelista sin su inseparable compañero encamado con purgaciones. Aquella noche, en la intermitente oscuridad de mi habitación sin persianas, veía el reflejo del luminoso parpadeante del puticlub de enfrente reflejado en la pared, como el que mira al cielo una noche de Agosto buscando estrellas fugaces y se encuentra con la cruda realidad de que Pimpollo´s no era un astro sino un antro y que mi vida cambiaría desde ese momento.

Al día siguiente me despedí del trabajo pero antes de terminar mi relación laboral le hice al jefe el favor de quemar los papeles en la caldera. Iba por la segunda caja cuando vi un grupo de folios grapados de un grosor poco habitual. Al examinarlo me fijé que detrás de la tapa de cartulina, en la primera página se leía: CONFIDENCIAL. TOP SECRET. Metí el legajo entre los pantalones y la camiseta, terminé la faena y salí de naja en busca de un sitio tranquilo donde leer aquello que tanto me intrigaba. En un parque tranquilo, al solecillo de Abril, empecé la lectura de los documentos sustraídos. No podía creer lo que estaba leyendo. Era información de la Interpol donde salía la lista de los facinerosos más buscados y por los que daban fuertes recompensas. Incluía nombres, motes, sitios por donde habían sido vistos y un número de teléfono al que llamar por si alguien conocía el paradero de cualquiera de ellos. En la segunda página, a todo color y con su bigotón de Burt Reynolds aparecía la foto de mi primo Cachete que huyó después de un turbio asunto de tráfico ilegal de tabaco rubio en Estados Unidos. Su planteamiento era sencillamente genial. Quería traer tabaco de contrabando a España desde Virginia, el mayor estado productor en los USA. Llegó y vio asombrado que un paquete costaba allí tres veces más que en España, por lo que invirtió la operación. Compró centenares de cajas en el estanco de Eustaquio y las envió por barco a Florida donde desembarcarían como embutidos y chacinas. El pobre no tuvo en cuenta que allí se vigilan mucho más a los inocentes chorizos que a los lanzagranadas y le pillaron de pleno. El envío no fue revisado, simplemente incinerado sin comprobar la carga y como la entrada de alimentos ilegales era además de un delito penal, también ecológico, le pusieron en busca y captura como delincuente muy peligroso. La recompensa: 5 millones de dólares.

Lo bueno del caso es que yo sabía donde se metía mi primo. En una brillante operación cosmética y dado que no quería desprenderse del bigote, lo dejó crecer, se rapó la cabeza, se puso un gorro raro y me mezcló con la gente asiática del barrio chino barcelonés en una copia que parecía clavada al mismísimo Fu Manchu. Allí, sirviendo chop suey, llevaba casi diez años de anonimato entre el glutamato y el licor de lagarto, entre la salsa de ostras y el pato pekín viviendo en una trastienda con otros diez compañeros que admiraban su arte para la trasformación y el tamaño de su paquete poco común en el mundo oriental.
- Cachete pilila glande. Cachete enseñal pilila.
- Vale, pero si me la saca Flor de Loto.
- Flol de Loto no, sel mi plometida. Cachete glan cablón. Chinito coltalá pilila y halá celdo aglidulce.

Me debatía en un estanque de dudas. Podía solucionar mi vida con una simple llamada, pero arruinaría la vida de mi primo. Saqué el colgante de mi cuello y en ese momento se levanto una ráfaga de viento. El cuaderno se revolvió entre mis manos y voló unos metros. Quedó boca abajo y cuando lo recogí con la piedra en la mano me fijé que la página donde había quedado decía: MUY IMPORTANTE. Se ruega diligencia en la búsqueda de los delincuentes porque estos delitos prescriben en diez años desde su ejecución. Aquello era la mejor noticia. Daría a la interpol la información sobre mi primo unas horas antes de que prescribiera el delito, le detendrían pero no habría tiempo para juzgarle porque ya habrían pasado más de diez años, quedaría libre y yo millonario perdido. La piedra me había vuelto a solucionar la vida.

¿Acabará así la historia? ¿Habrá continuación? ¿Me saldrá de las pelotas seguir con este cuento? Estos y otros enigmas se resolverán en el siguiente post de este insigne blog.

martes, 22 de abril de 2008

LA PIEDRA


Paseaba por los Austrias ligero de ropa. El sol primaveral me había engañado de nuevo y las nubes avanzaban deprisa. Lo que empezó con un celaje de blancos y grises se convirtió en pocos minutos en un nublado que me recordó a los cielos atormentados de los cuadros del Greco. Sin paraguas, tan antipático y molesto ni gorra con la que resguardar mi descuidado peinado, contaba con el forro del cráneo, que soportaba mi escaso pelaje, como único repelente de las goteras que caían de la techumbre del cielo necesitado de un urgente retejado. Busqué un refugio y entré en un bar de aspecto antiguo con barra de formica y grifo de vermú. Al final de la estrecha estancia había una mesa libre con restos de un desayuno castizo; tazas vacías de café con leche y una porra apenas mordida que pedía un jaquemate al despiste o la siempre honorable opción empresarial del corte a tijera y vuelta al cesto. Anduve listo y le pillé el sitio a dos jais que habían merecido hace tiempo y se pasaban el teléfono de una a otra en una conversación vocinglera a tres bandas donde la carambola más repetida era “ te lo dije, gilipollas” . Ya sentado, pedí un tinto del mejor en la íntima convicción de que sería malo, como así fue: un vino de crianza sin teta de madera, de color difuso y regusto a penicilina que no me supo bien pero me alivió un tanto la faringitis que sufría desde el ridículo en aquel karaoke.

Desplegué la prensa, estiré las piernas y escuché algo que rodaba por el suelo. Me levanté y vi una piedra redonda y chiquita. Un pequeño canto que se puede encontrar en cualquier playa o a las orillas de un rio, se quedó al lado de un taburete. Fui a por ella con la intención de que no provocara un accidente por un resbalón y al cogerla me fijé en que era bicolor, blanca y marrón en dos mitades perfectamente definidas. La llevé a la mesa para examinarla con detalle y comprobé que alguien se había encargado de pintarla. Pintar una piedra no es un acto común, yo no lo he hecho nunca y menos con tanta precisión que las dos partes quedaran delineadas con trazo firme en un trabajo realizado con un fin determinado. ¿Sería un amuleto? ¿Traería buena suerte?. Apenas llovía. Pagué la cuenta y con la piedra en el bolsillo y la galerna pisándome las huellas , me fui al metro trotando como un potro, después con el alegre meneo de un cuino y llegando a la boca, transitaba dolorido con un calambre en la bola del zancarrón, el morro seco y la lengua fuera.

Los días siguientes me ocurrieron cosas sorprendentes. No se me reventaban los huevos al freírles, hacienda me devolvió los doscientos euros que me debía del año pasado sin hacerme la habitual paralela y lo más sorprendente, un sábado tuve cien visitas a este blog lo que multiplicaba por muchos la afluencia máxima que jamás había tenido. Aquella piedra era una bicoca. Empecé a jugar a la lotería y aunque no conseguí el gordo siempre me tocaba algo. Amplié horizontes y compré acciones de una inmobiliaria a precio de saldo. Al poco, milagrosamente, las vendí a la par sin intermediación divina ni tan siquiera invocar al espíritu de manitú al que tantos favores debo.

Tal era mi devoción que acudí a la joyería de mi amigo Tito para hacer con ella un colgante que no me separara de la buena suerte.
- Hola Tito
- ¡Hombre, chavalote! ¿A qué debo la visita?
- Quiero que me hagas un colgante con una piedra que te traigo.
- No me jorobes que yo vendo esta mercancía. Sabes que no trabajo con género ajeno porque el beneficio está en la joya, no en el trabajo.
- Ya, pero tú no vendes este tipo de piedras.
- ¡Cómo que no! Yo vendo todo tipo de gemas, desde las más humildes a las más caras.
- Creo que lo mejor será que te la enseñe.

La miró detenidamente, dijo, ¡leñe si esto es un ñusco! Y se metió a un cuarto de donde volvió con un termómetro de pared de medio metro y me dijo:

- Toma, pasa a la trastienda, bájate los pantalones y ponte esto entre las piernas cerca del culo, que creo que tienes fiebre. Perdona el tamaño, muchacho, pero no tengo nada más pequeño.

Le conté la historia, me observó con esa mirada que tienen las cebras cuando mean y aceptó el trabajo después de elegirme una cadena de doscientos gramos de plata Meneses, tan solicitada por los devotos para el busto de camarón.

- Mañana la tienes. ¿Visa o efectivo?
- Efecti..vamente me la fías hasta primeros que estoy rilao.
- ¿Serás cabrito? Si estamos a día diez.
- Diez días menos que te quedan para cobrar. Mañana paso.

Al día siguiente, ya con mi amuleto al cuello acudí a una entrevista de trabajo. Después de examinar mi currículo y ya pasados los test psicotécnicos me citaron para una entrevista personal. Traje Zegna azul con fina raya marrón, camisa R.Laurent en blanco roto, una atrevida corbata Hermes naranja, mocasines Farrutx de becerro Indostán y un bulto sospechoso en el pecho que bien podría ser un golondrino desplazado o el mecanismo de un marcapasos.

- Do you speak english?
- Yes, I do.
- Parece que lo domina. Aquí pone que ha trabajado en el CSIC y en el CNI, ¿es cierto?
- Si, claro que si.
- Por lo que veo, siempre en almacenamiento y destrucción de residuos peligrosos.
- Pues si, es mi especialidad. Ya son muchos años en ello.
- ¿Cuál es la técnica que mejor domina?
- Para el almacenamiento, sin dudarlo, la compresión en recipientes de polietileno de alta densidad y la eliminación más efectiva para este tipo de materiales se consigue por incremento térmico súbito en caldera de briqueta cerámica y compuerta con cierre manual por presión.
- ¿Alguna experiencia en limpieza de depósitos contaminados?
- Claro, eso es fundamental. Lo primero es la observación visual. Luego la apertura controlada por si quedan restos de gases tóxicos y posteriormente la limpieza con clorofosforados en emulsión acuosa y su posterior secado a temperatura ambiente.
- Enhorabuena, cumple con el perfil que buscamos. Está contratado. Empieza mañana a las 7 en punto. A esa hora mete los cubos de la basura y los limpia. A las 8 de la tarde los saca a la calle. Los papeles, ya sabe que son confidenciales, los quema en la caldera de la calefacción. Ni que decir tiene que los quiero impecables, para ello cuenta con ajax, cepillo, fregona y el grifo del patio interior.
- No se arrepentirá, soy el mejor en el oficio.

La piedra había obrado otro milagro. ¿Continuará la racha? ¿Se pondrá mono de trabajo o irá al curro de tiros largos? ¿Cobrará Tito? ¿Llegará a mileurista? ¿Comprará un paraguas? ¿Le importará a Benson? Estas y otras cuestiones se sabrán en el próximo episodio de LA PIEDRA.

viernes, 4 de abril de 2008

LA PECULIAR VIDA DE UN PAÑUELO DE PAPEL

La gente cree que los pañuelos de papel no pensamos. ¡Qué tontería!. Formaba parte de un árbol magnífico, un abedul enorme plantado sobre las cenizas de un robledal centenario que un día ardió. Me contaron los búhos que aquella noche de Agosto, antes de que los animales se llamaran a arrebato, corría por el bosque un extraño olor ocre y azufrado, como de aviso de muerte. Tras la quema plantaron eucaliptos y abedules, abetos y alerces destinados a la corta temprana, cuando acaba el destete de la savia adolescente , el crecimiento se ralentiza y las raíces ahondan buscando más agua que carbono para que las hojas y los frutos farden de frescura y verdor mientras cobijan un nido de petirrojos.

Un día apareció un hombre por entero de azul con un casco amarillo y una cosa en la mano que tronaba a derrota. Miré alrededor y lo que antes era floresta se había convertido en una necrópolis de leña. Todo aquello duró menos que el trino de un jilguero . Desgajaron las ramas y subieron el resto a un camión con ayuda de una jirafa de hierro que en vez de engullir hojas de acacia, clavaba sus espinas en la corteza con la fuerza de un titán malhumorado.

En una fábrica me arrancaron el pellejo, me hicieron astillas, me trituraron y cocieron, me blanquearon con cloro, ¡qué asco! y pasé a una gran bobina blanca. Unas cuchillas me sajaron y quedé convertido en un cuadrado de veinte centímetros de lado. Algo me absorbió y dobló el espinazo seis veces en un baile que me dejó mareado como si me hubiera estado picando un día entero un pájaro carpintero. Así, en la famosa postura fané del maestro yogui Mamarash me junté con nueve gemelos y nos envolvieron en plástico, tan juntitos que no había manera de rascarse los picores de la esquinas, lisas y albares como un huevo de milano bajo las ramas del nido.

Empaquetado y comprimido afrontaba mi futuro con la ansiedad de no saber mi destino. Aunque se comentaba que lo más honorable que me podría pasar es servir como torunda para una hemorragia nasal, creía merecer un destino más honorable, quizás de pañuelo de bolsillo en un traje elegante o como abrigo de unas joyas en el cajón de una gran dama.

Anduve adormilado hasta que un movimiento brusco me despabiló. La privilegiada posición de estar el primero del paquete me permitía ver algo del exterior, tan distinto a mi bosque verde. Estaba en la calle, cerca de un semáforo y un hombre moreno agitaba su mano conmigo dentro. ¡Qué uñas tan sucias! Sólo pensar que podría servir para limpiar tanta roña me produjo un revoltijo en los polisacáridos que estuvo a punto de provocarme una combustión espontánea que abrasaría la mano del reventa , ese tipo incapaz de darme salida ni aunque rebajara el precio a la miserable cantidad de una moneda de cobre.

Una tarde se acercó a la ventanilla de un coche. Le oí hablando en voz alta y autoritaria a una bella señorita que al final pagó en papel, seguramente por salir del trance y me introdujo en un bolso perfumado de jazmín al lado de un teléfono que sonaba insistentemente con una melodía atronadora que me recordó el graznido de un cuervo. Permanecí allí varios días hasta que una mañana de verano, la portezuela se abrió y unos dedos delicados y suaves hurgaron entre nosotros y noté como el escaso espacio se ampliaba al punto de tener sitio para estirarme un poco y de paso colocar una arista que me pinchaba en el escaque del caballo. Mis vecinos fueron desapareciendo poco a poco y mi prestancia inicial iba perdiendo tersura. Lo que antes era semirrígido estaba fofo y bailaba en el envoltorio al ritmo de su hombro, chocando con las llaves y maldiciendo al tubo de rimmel que estuvo a punto de tiznar mi impecable sudario con su tinte negro. Ya sólo quedo yo. Del resto poco sé, salvo de “cinco” al que vi maltrecho, casi partido por la mitad con unos números escritos al lado de un nombre de varón.

Por fin ha llegado mi hora. Me saca del rebujo y me deja en la mesilla cerca de un aparato charlatán que habla como una cotorra, canta como un grillo y tiene los ojos tan extraños que le cambian cada poco en formas que se parecen al tallo de una espiga, una pera recién caída o la silueta de un pato nadando en la laguna. Ella está encima de la cama leyendo un libro de pastas color azul. Puedo oler su esencia de primo lejano pero no identifico su especie. Se títula “Cuerpos entretejidos” . Al cabo de un rato, noto que su respiración se acelera y pasa las páginas más deprisa. Deja caer el brazo derecho a lo largo del cuerpo y poco a poco, el libro se acerca a la almohada mientras la mujer entrecierra los ojos. La mano sedente se alza hacia el pecho y se posa traviesamente y lo abarca en una caricia larga que acaba en su cima con un delicado pellizco que le arranca un leve gemido. Se entretiene en este juego mientras la otra mano de finos dedos se refugia debajo del triángulo de tela, allá donde crece el musgo negro en la entrada de la gruta y lo palpa hasta que del manantial de su esencia empieza a brotar almíbar. Uno de sus dedos, el que adorna con un anillo de oro y jade no encuentra traba y se cuela dentro mientras la otra mano, abandonado el pecho erguido, roza la carne del deleite. La cama se mueve y la mujer canta de gozo hasta que un temblor sacude la habitación y después, la calma.

Cuando la máquina de los ojos tristes ha cambiado tres veces de cara, ella me coge y en un delicado movimiento me acerca a su sexo y me permite absorber su miel que huele a salitre y a lujuria, un perfume que me deleita y me hace sentir en paz.

Allí, feliz, refugiado entre sus muslos, sé que me espera la fontana blanca y el torbellino de agua que me llevará lejos, donde me degradaré lentamente hasta que mis moléculas se disuelvan y todo sea nada.
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Gracias a raindrop por su inemerecido premio a la creatividad y el diseño. Le debo un meme casi imposible, pero prometo cumplir.

Cuerpos entretejidos es una novela de Antonio Altarriba, finalista del premio La sonrisa vertical en 1996.

sábado, 19 de enero de 2008

EL ARLINGTON, CLUB PARA SOCIOS

El Marqués de Tetaprieta hizo acto de presencia. Abrió la puerta metálica del bar donde se reunía la flor y nata de la aristocracia solvente, y como de costumbre, se agachó a tocar con su dedo índice de la mano izquierda el rodapié de madera en un tramo pequeño que había perdido el barniz. Nadie de los presentes se inmutó. Saludó un “nosdías” con la voz aflautada de un castrado y se sumergió en la lectura del ABC mientras le servían su primer trago que invariablemente era un vermú con ginebra. Abrió el periódico por el chiste de Mingote y se entretuvo un minuto sin mover el gesto, en una absorción que daba a entender al personal que lo observaba, que no entendía el mensaje o que se reía por dentro para ahorrar aliento. Acto seguido, continuó con su ritual diario que tanta expectación causaba. Movió las páginas hacia la sección de economía mientras hurgaba en sus bolsillos buscando un pequeño tarugo de ébano y no miró las cotizaciones en bolsa hasta que lo arropó con su mano derecha, de tal manera que no quedara a la vista ni un milímetro de su amuleto.

Pasó cerca de media hora anotando números en su moleskine rojo. Si los resultados de sus inversiones salían negativos hundía la cabeza entre los brazos y sollozaba, ¡La ruina, Pepe, vamos directamente a la ruina! y se pedía una manzanilla con un chorrito de anís para el sofocón mientras se pasaba por la cabeza el taco de la suerte, despeinando los jirones de poco pelo que le quedaban y que le daban el aspecto de un espantapájaros de cabeza de heno. Por el contrario, si obtenía ganancias, besaba la cartera repleta de estampas y pedía otra combinación con tono autoritario.

- Escánciame otro, Pepe, que nos hemos ganado el jornal.
- Perdone el señor marqués, pero el jornal se lo habrá ganado usted.
- ¡Mira que eres bestia, Pepe! Si yo gano, tú ganas porque bebo más, invito más y haces una caja pistonuda.
- Pero el señor marqués nunca invita a nadie.
- Siempre que gano, invito a San Judas, San Teódulo mártir y a San Pedro Regalado, pero no consumen, Pepe. Los santos no consumen más que oraciones y cirios, y de eso les tengo bien servidos. Además, plebeyo, te enriqueces cuando me sirves, que para ti debe ser un honor tenerme de cliente, con mi historial nobiliario.
- Si me dejara de propina tantos euros como títulos tiene, quizás en diez años podría cambiar de coche.
- ¿Cambiar de coche? ¿Hemos gastado una millonada en el metro y se te ocurre decirme que quieres cambiar de coche? Ponme unas olivas, animal, desagradecido, que no hacéis más que llorar como plañideras.
- Si señor. ¿Se ha dado cuenta el señor qué día es hoy?
- Lunes, ¿pasa algo?
- Lunes y trece.
- ¡Delante de mi no se pronuncia el número Toledo¡ Once, doce, Toledo, catorce. ¿Estás seguro de eso?
- Por supuesto.
- Me voy a cagar en la madre que parió al chofer, mira que no avisarme.

Y se largó pitando porque los días Toledo no salía de casa y si coincidían en Martes, no se levantaba de la cama. Era, con seguridad el hombre más supersticioso que nunca había existido. Otra de sus manías era llevar braguero sin estar herniado, por si un aquel, y utilizar tiritas en las yemas de los dedos cuando leía la prensa pues suponía que se le produciría una erupción debida a una falsa alergia, no se sabe si a la tinta, al papel o a las malas noticias. Tenía una leve cojera inexistente que se le manifestaba de cuando en vez, y que el camarero anunciaba a los presentes, - ¡El señor Marqués, va a cojear un poquito, no se lo pierdan! -, cuando iba al baño a quitarse los microbios de las manos o a echar una meadita a casi medio metro de distancia del mingitorio para que no le saltaran los bacilos de la sífilis, que era una enfermedad de puteros. ¡Y en este bar hay muchos!, decía con su voz de canario flauta.


Desde el otro lado de la barra, su primo Leonides, Conde del Enebro en Flor, apuraba su primer martini de las doce y se ahuecó en el taburete forrado de terciopelo púrpura para escamotear un cuesco insonoro pero de gran efectividad, que obligó a Antonio, el encargado, a indicarle con total corrección si permitía que abanicara un rato para orear el local. El Conde le respondió adusto, que la nobleza de abolengo tiene bula para pederse en cualquier lugar y los serviles, la obligación de estar callados, sin inmutarse. Los tres primeros cócteles se los preparaban según las normas habituales. A partir del cuarto, se los burlaban con agua, progresivamente, rebajando la cantidad de ginebra hasta casi desaparecer. En su total ebriedad habitual de las nueve de la noche, solicitaba la cuenta y Antonio le decía a Pepe.

- La cuenta del señor Conde.
- ¡Espera, que voy a mirar el contador del agua!
- Este mes, el canal nos va a moler en la factura.
- Si, pero al de la Beffeater le va a entrar pánico cuando le hagamos el pedido.
- Lo uno, por lo otro. Y a disfrutar de la exquisita clientela, que si no fuera por ellos seguiríamos poniendo cañas en el rastro.

Y el Conde sacaba la cartera repleta de billetes de cien y se la daba tal cual para que cobraran una cantidad que dependía del grosor del efectivo y del pedo del aristócrata.

Remataba el cuadro el Duque de Malocorpo y Grassini, un obeso de glorioso pasado militar, quintal y medio en poco más de cinco pulgadas, que despachaba a diario cuarenta litros de cerveza de barril servida en una copa de tres pintas que trasegaba en dos besos. Pedía almendras y croquetas que cogía con sus manos como morcillas llenas de oro y piedras de colores, y se las llevaba a la boca de tres en tres y las tragaba casi sin masticar, como si fueran juanolas.

Se comentaba en el club que estaba medio arruinado, pero vestía trajes a medida cortados en París y conducía el último modelo que Bentley sacaba al mercado. Tenía mujer de postín y amante chilena a la que llamaba “La pupila”, que le sacaba, además de un flamante apartamento de doscientos metros, tántos cuartos como para una familia de quince. Y como decía él, lo ilegal es caro, pero merece la pena. Fumaba tabaco Inglés, rubio y sin boquilla que apagaba en un cenicero de cristal donde ponía las colillas en vertical, tiesas y del mismo tamaño, en formación, como si les estuviera pasando revista. Nadie podía tocar ni soplar su pequeño batallón hasta que desaparecía, inmenso y bamboleante como un tentetieso.

Yo, mientras tanto, partido de risa, estaba sentado con una linda señorita tomando un gintonic de Heindrich´s con fever tree y una lámina de pepino no más gorda que una hoja de afeitar, allí en el Arlington, un bar-club con nombre de cementerio.

jueves, 10 de enero de 2008

SOÑÉ CONTIGO AQUEL MEDIODÍA DE JULIO

El último se marchó bien entrada la mañana. Lo sé porque la terraza era una chicharrera y los geranios me suplicaron agua con un lloriqueo silencioso y una huelga de ramas vencidas.

Me puse a recoger el desaguisado empezando por el salón donde se amontonaban botellas a medias, platos con canapés cuadrados de aristas bronceadas, discos de funky, ceniceros llenos de colillas que en mi alterado estado me parecieron abortos de anaconda, copas de martini sin aceituna y decenas de latas vacías que daban a la estancia el aspecto de un campo de batalla donde los generales hubieran disfrutado de la lucha mandando a los soldados metálicos a morir por saciar su sed de diversión.


Mis amigos tomaron mi casa como si fuera suya sin serlo, de aquella manera en que la confianza te permite sentir como en la propia, sin la obligación posterior de tapizar de nuevo las sillas blancas en su renovado estampado color rioja ni avisar al fontanero para desatascar la pila pletórica de rajas de limón, patatas fritas en inmersión y hasta unas perlas falsas de algún collar chino que no soportó la cariñosa acometida de un varón intentando en su valentía escocesa, de malta, robar un achuchón a la chica que descargaba vasos sucios.

Definitivamente, había sido una gran fiesta. Mis amigos salieron contentos, muy contentos, y la vecina británica que tanto se quejaba del volumen de la música, se incorporó al festejo sin refajo y disfrutó viendo que su inalterable vida podía convertirse, por una noche, en un festival audiovisual en el que se desmadró bebiendo rones morenos a palo seco, bailando con corderos que le parecieron cabritos porque no le salió plan y sudando la blusa concisa anudada por el ombligo que dejaba entrever en su generoso escote, un par de peras de casi dos libras por fruto, que se mantenían más firmes que su dueña a medida que avanzaba la noche.


De todo hubo en mi fiesta estival. Música bailable, alcohol de graduaciones varias, flirteos descarados, risas por doquier y como no, a la hora precisa de las canciones conocidas, la sempiterna monserga del pop de los 80 tan gastada como hace quince años. Minifaldas escalofriantes levantaban el vuelo con el rock de la cárcel exhibiendo piernas de afrodita rematadas por una escasa lencería de pubis en claroscuro y nalgas de caoba. Nosotros, haciendo corro y esperando la oportunidad de que sus ojos de pantera se posaran en los nuestros, no perdíamos la ocasión de abrazar su cintura para atraer a nuestro pecho un leve roce de los suyos con los que soñar hasta que aquello terminara.

Después de las despedidas, me tumbé en mi cama sospechosamente revuelta pero quería dormir y no era momento de poner pegas ni estirar las arrugas. Al apoyar la cabeza noté una molestia en la nuca. Rebusqué hasta encontrar entre las plumas y la funda de raso azul, un broche de nácar pinchado en mi almohada. Lo dejé caer alargando la mano hacia el suelo para que apenas hiciera ruido que pudiera despabilarme y al darme la vuelta tropecé con algo duro entre mis piernas. Bajé la mano en dirección al bulto, palpando, hasta encontrar un objeto que por su textura y tamaño no parecía pertenecer a mi cuerpo y resultó ser un vaso de tubo con olor a Jack Daniel´s y carmín en el borde con forma de beso, que imaginé de unos labios carnosos y dulces, como de gominola de fresa.

Aquello no estaba allí por casualidad, pero no imaginaba quién me podría haber dejado ese mensaje tan excitante. Alventé las sábanas buscando una nota o un teléfono, pero no encontré nada. Revolví toda la estancia y desesperé en mi intento de encontrar lo que no existía.

Ya insomne, volví al salón y miré en la terraza a mis plantas sedientas. Abrí el grifo para llenar la regadera y cuando la levanté pude ver detrás de ella, una botella de bourbon con una servilleta de papel anudada a su cuello.

Ponía: Te busqué con mis ojos pero parecías ciego. Me voy a un viaje que me llevará lejos de ti hasta que las acacias pierdan sus hojas. Entonces será nuestro momento.

Creo saber quién escribió aquello. Ya en mi habitación, cogí el vaso y besé los labios de carmín.

Soñé contigo aquel mediodía de Julio esperando un otoño frío que desnudara las acacias cuanto antes.

martes, 11 de diciembre de 2007

EL e-LEARNING Y LA MADRE QUE LO PARIÓ

Tengo una deuda pendiente con mi currículo. Pesa en mi conciencia no haber hecho un curso de postgrado y al fin me he matriculado. Hoy han llegado a mi queli los libros y cedés del primer cuatrimestre que empezará recién inaugurado el 2008 y me he quedado de plástico. Un cajón monumental que supuse era una palangana de Limoges del siglo XVII que compré en ebay, resultó un quintal de papeles encuadernados con títulos inequívocamente formulados para que, antes de empezar, esté maldiciendo el hecho de haber acoquinado la pasta en un solo viaje.

E-Learning y Teoría del Aprendizaje Constructivista en las Disciplinas Informáticas: Un esquema de ejemplo a aplicar.

Este es el título del primer tocho, eso sí, en castellano, porque muchos de ellos están traducidos a un perfecto inglés, que aunque lo chamullo con una cierta gracia, no es igual pedir un filete de bisonte en Queens que meterte para el cuerpo una materia espeluznante en el idioma de Sam, el tío del gorro.

Me gusta la enseñanza y viví de ella varios años recorriendo España en una gira agotadora que soporté, no por la vocación, que no la tenía, sino porque podía pecar en el más amplio sentido de la palabra, desaparecía de los lugares en plazo breve y estaba muy bien pagado. Llegué a elaborar unos manuales donde mezclaba la sencillez con el atrevimiento y creo que esos años fueron los más creativos de mi vida profesional.

En mi faceta de “consultor” – si te llamabas profesor no cobrabas ni la mitad – solo ponía una condición. Los hoteles en los que me hospedara deberían tener servicio de habitaciones a cargo de la empresa contratante porque me llevaba mucho tiempo preparar las clases personalizadas a cada grupo, cuando en realidad me servía para comer algo cuando aterrizaba de madrugada contentillo, algo sudoroso y hambriento. Solo me ponía una prohibición. No ligar jamás con ninguna alumna. Cierto es que lo cumplí a rajatabla excepto en una ocasión que, sabiendo que no seguiría en eso mucho tiempo, me encandiló una moza que desposé al cabo de los años.

Todavía no se porqué he elegido hacer un master en e-learning. Quizás porque piense que la formación a través del ordenador es el futuro inmediato o porque en aquellos tiempos no tan lejanos encontré un trabajo que me hizo bastante feliz. El caso es que aquí me hallo, con las neuronas en coma flotante y la unidad aritmético lógica en pleno cortocircuito.

Tengo dos opciones: intentarlo de verdad o dejarlo, con el correspondiente rapapolvos de mi madre que me advirtió que ya no tenía edad para estudiar leñes de computadoras.

Me estoy animando. Les hincaré el premolar a los libracos hasta que les salgan los bytes por los cancañales. Todo con tal de no oir a mi madre.